jueves, 11 de enero de 2018

El pastelero del Madrigal (Madrigal de las Altas Tormes, Ávila)

En el año 1578, Portugal estaba reinado por Don Sebastián, sobrino de nuestro rey Felipe II y andaba el portugués enredado en la conquista de Marruecos. Para ello, había enviado un poderoso ejército que a principios de agosto de ese mismo año, había desembarcado en Tánger y se preparaba para entrar en batalla contra el sultán de Marruecos, Abd el Malik que lo era, tras haber derrocado al ahora ex-sultán Muley Muhammad Al Mutawakil y aliado de los portugueses en su empeño de recuperar el sultanato perdido.
El 4 de agosto, empezaron las hostilidades, dando lugar a la batalla de Alcazarquivir, que a la postre supuso una estrepitosa derrota para los intereses de Portugal. Esta batalla, también conocida como "Batalla de los Tres Reyes", produjo la curiosa coincidencia de que los tres reyes contendientes, murieron en ella (de ahí el nombre), y dándose además la circunstancia de que el cuerpo del rey de Portugal nunca fue recuperado.
Este hecho, acrecentó la leyenda de que en realidad no había muerto, creándose a su alrededor el llamado mito del Sebastianismo, que apoyaba las profecías de un vividor y trovador de la época llamado Bandarra (de donde deriva el apodo para designar a los vagos y gandules), apareciendo muchos personajes que decían ser el mismísimo Don Sebastian.
Sin duda alguna, el mas famoso de todos ellos, inmortalizado en la obra de José Zorrilla, "Traidor, Inconfeso y Martir" y la novela histórica de Manuel Fernández y González, "El cocinero de Su Majestad o El pastelero del Madrigal" que a finales del siglo XIX vendió la nada despreciable cifra de 200.000 ejemplares.
El protagonista de esta historia, respondía al nombre de Gabriel de Espinosa, que había nacido en Toledo y que vivía en aquel entonces en la villa que fuera cuna de Isabel la Católica, Madrigal de las Altas Torres (Ávila), donde ejercía el noble oficio de pastelero.
Casi nada se conoce de su vida, pero la leyenda afirma que era hijo de Juan Manuel de Portugal y de una de sus doncellas de nombre Juana de Espinosa, lo que le convertía en hermanastro de Don Sebastián.
Hasta aquí la leyenda, sin embargo, los hechos que están documentados, nos cuentan que Gabriel de Espinosa llega a Madrigal de las Altas Torres en el año 1594, acompañado de su mujer, Isabel Cid y de su única hija, Clara, para ejercer el oficio de pastelero de carnes y empanadas.
Poseía un digno porte, montaba con destreza a caballo y para mayor sorpresa de sus vecinos hablaba varios idiomas y al menos francés y alemán con notable perfección y era además pelirrojo. También en Madrigal, vivía Fray Miguel de los Santos, portugues deportado por apoyar a Antonio I, prior de Crato en su fallido intento de ser rey frente a los intereses de Felipe II y que había sido confesor de Don Sebastián.
Parece ser que Gabriel de Espinosa se parecía enormemente a Don Sebastián, algo que unido a su refinamiento y buenas maneras, convenció al fraile para urdir un plan mediante el que se reconocería al pastelero como Don Sebastián, lo que le llevaría inexorablemente a ocupar el trono de Portugal. Por si esto fuera poco, la hija natural de Don Juan de Austria y Doña Ana de Mendoza, nacida en 1568, Doña María Ana de Austria, apareció en escena, ya que estando recluida en el Convento de las Agustinas de Madrigal, reconoció en el pastelero a su primo Don Sebastián.

Y poniendo la guinda a todo el pastel, el fraile, empezó a tener visiones y apariciones donde veía los destinos de Gabril y Maria Ana unidos para siempre. Ambos pretendientes se conocieron y se prometieron en matrimonio pidiendo incluso dispensa Papal para contraer el mismo, ya que no debemos olvidar que ella era monja, a la vez que ciertos nobles portugueses empezaron a visitar y a reconocer al pastelero como al reaparecido Don Sebastián.
Tres meses después de la llegada del pastelero a Madrigal, ya era rey de Portugal y prometido de la sobrina del rey de España. Es entonces cuando Gabriel parte hacia Valladolid para realizar la venta de unas joyas que Doña Ana María le había entregado a tal fin. Al hacer obstentación de las joyas, el alcalde del crimen de la Chancillería vallisoletana, siendo su sopresa mayúscula cuando en el registro, le encuentran unas cartas en las que es tratado como "Majestad" y otras en las que la sobrina de Felipe II escribe a su prometido.
El alcalde, de nombre Rodrigo de Santillán, pone el asunto directamente en conocimiento de la Corona. Felipe II ordena a Rodrigo dirigirse a Madrigal, donde manda encerrar en sus aposentos a Doña María Ana y detener a Fray Miguel y a Gabriel, que son de inmediato acusados de suplantación de la personalidad del rey.
El proceso fue dirigido desde su Corte personalmente por Felipe II, quien no dudo en ordenar tortura para obtener confesión del fraile y de Gabriel, que al final, acusados del delito de lesa majestad, son condenados a morir en la horca el 1 de agosto de 1595. Su muerte acrecentó la leyenda, ya que Gabriel permaneció en todo momento tranquilo, altivo y orgulloso en su mirada. El mismo se ajusto la soga al cuello y dirigiendose a su captor le recordó que él se sometería al Tribunal de Dios. Por último afirmo ser Don Sebastián y que había ejercido como pastelero y con el nombre de Gabriel de Espinosa, por ser éste el que había utilizado para obtener su título de pastelero.
Del mismo modo, Fray Miguel, fue ahorcado en la Plaza Mayor de Madrid y en ningún momento reconoció que el pastelero fuera un impostor. Es más, murió reconociendo a Gabriel como el legítimo rey de Portugal, Don Sebastián, dato éste que no convendría olvidar al haber sido Fray Miguel su confesor. A su muerte, Gabriel fue decapitado y descuartizado, exponiendose su cabeza en el Ayuntamiento de Madrigal y sus restos en las cuatro puertas de sus murallas. Fray Miguel fue también decapitado y su cabeza enviada a Madrigal, dónde fue expuesta en el mismo Ayuntamiento de la villa.

Respecto a Doña Maria Ana de Austria, su tío, el rey Felipe II, la recluyó en estricta clausura en el Convento de Nuestra Señora de Gracia en Ávila. Sin embargó, tras morir el rey en 1598, su primo, el nuevo rey Felipe III, la perdonó y accedió a su retorno al Convento de Madrigal, donde alcanzó el grado de priora. En 1611 fue nombrada Abadesa Perpetua de Las Huelgas Reales de Burgos, la mayor dignidad que una religiosa podía obtener en su época.

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