miércoles, 25 de diciembre de 2019

La Serrana (Guejar Sierra, Granada)

Cuenta la leyenda que…antes de que se cometiera la enorme torpeza de destruir la vía ferroviaria del tranvía de la Sierra y dejar morir una visión de futuro, el tranvía subía sueños, anhelos y alegrías…cuando bajaba iba lleno de emociones, recuerdos y satisfacciones, conseguidas por un recorrido de ensueño y asombroso, punto de encuentro de historias románticas, aventureras y mágicas.
Fue en la parada del Charcón donde se fraguo el destino de Felipe un hombre joven y poco atractivo que por culpa de un accidente laboral quedo con la cara marcada por una terrible quemadura que trataba de ocultar con su gorra roja de maquinista. A pesar de su fealdad nunca dejaba de tener siempre una frase amable y una sonrisa para con sus viajeros. Después de aquel fatídico accidente que le dejo marcado para siempre, había sido difícil encontrar pareja y Felipe a pesar de su juventud permanecía soltero, siendo su único amor aquella flamante maquina que surcaba puentes colgantes y oscuros túneles, con personajes de toda índole. Una mañana de Abril llegó a la parada del Charcón una preciosa muchacha de piel blanca como la nieve, cabello negro como la pizarra y ojos verdes como la serpentina de las canteras de la Estrella. Su cuerpo esbelto y garboso lo cubría con un vestido ceñido a la cintura de color marrón y una capa con capucha azul cielo sujeta al cuello con un broche en forma de abeja. Colgado del brazo llevaba una cesta con varios tarros de miel de tomillo y romero de los cerros de Güejar Sierra.
"Seguramente acaba de vender en el hotel del Duque", pensó Felipe, ya que era ese un lugar donde la gente de poderío se hospedaba durante largas estancias al abrigo de los aires saludables de la sierra. La muchacha le saludo con una sonrisa que dejo atravesado el corazón y ardiendo su alma, pero Felipe sabía perfectamente que la bella joven solo pretendía ser cortés con él, así que él respondió de igual manera a su saludo.
Partió el tranvía hacia Granada y en la estación de Maitena subieron al vagón procedente del hotel tres muchachos "de bien", vestidos con ropas que indicaban sus acaudalados orígenes deseosos de continuar la juerga. Al poco las cosas se complicaron en cuanto los jóvenes vieron a la bella muchacha sola y no tardaron en hacerle bromas pesadas, intentando propasarse con ella. Felipe como responsable del tranvía tuvo que intervenir en más de una ocasión para que los jóvenes mantuvieran la compostura…hasta que uno de ellos se enfrentó directamente a él y le amenazo con echarlo de la compañía ferroviaria ya que su padre era un potente inversor de la misma. Felipe intentó dialogar con él y lo tranquilizo pues no quería problemas, pero al pasar por el Tajo de la Paloma los muchachos retomaron sus actos, acosando a la muchacha que se refugió junto a él.
Harto ya de burlas y persecuciones, Felipe se enfrentó a ellos, dando un puñetazo al que le había amenazado, cayendo al suelo como un saco de patatas. Los otros dos viendo la fuerza física de su contrincante decidieron replegarse al fondo del vagón sin rechistar hasta que llegaron a la estación de Pinos Genil donde fueron apeados.
El que recibió el puñetazo le amenazó.
Una vez que el tranvía llego a Granada, Felipe reflexiono pues seguramente después de aquello le despedirían. Toda su vida había sido el tranvía y sin poderlo remediar se echó a llorar pensando que sería de él sin su tranvía...
La muchacha se acercó a Felipe y secando sus lágrimas con un pañuelo de fino lino, le sorprendió al darle un beso en la mejilla quemada y dijo:
-Eres valiente y honrado, Felipe y tu corazón es limpio como el agua del Genil que baja de la Sierra, no te preocupes pues lo que hoy has hecho por mí, mañana lo haré yo por ti.
Y cuando la muchacha se iba Felipe le pregunto su nombre.
-Estrella… Felipe, mi nombre es Estrella.
Cruzó por Puente Verde y desapareció de su vista hacia el Paseo del Salón.
A la mañana siguiente cuando había hecho ya tres viajes desde Granada al Charcón, al pasar por el túnel de la Cueva del Diablo una ráfaga de viento de la sierra le hizo estremecer y sintió como si una mano le acariciara la cara, notando una sensación de bienestar y tranquilidad difícil de describir.
Cuando llego a la estación de Maitena un numeroso grupo de hombres muy bien vestidos le estaba esperando y junto a ellos los muchachos con los que había tenido el tropiezo, a uno lo reconoció al momento por tener el ojo morado.
-Este es mi fin -pensó Felipe.
En cuanto paró la maquina todos se subieron al vagón, primero el del ojo morado que lo miró y sin dirigirle la palabra empezó a buscar y registrar compartimentos del tranvía, después otro con semblante serio y largo bigote le dijo a Felipe que eran directivos de la compañía ferroviaria, que buscaban al conductor de la cara quemada. Felipe se quedo de piedra... "¡Pero si lo tenían delante suya!"
Y así, al volver a pasar el ofendido delante de Felipe le dijo al del bigote largo.
- Este no es, no tiene la cara quemada, seguro que se ha despedido después de lo me hizo ayer.
Y se fueron todos de allí dejando a Felipe de piedra. Cuando reacciono se miró al espejo que tenía como retrovisor y comprobó que su cara estaba perfecta sin el menor rastro de quemaduras. ¡Había sido un milagro!
Felipe se mantuvo de maquinista del tranvía hasta que se jubilo manteniéndose soltero hasta su muerte y siempre llevo atado al cuello el pañuelo de lino con que Estrella le seco las lágrimas.
Se dice los que vivieron en aquel tiempo que a los pocos días se presentó una anciana en el hotel del Duque vestida con una capa azul y un broche con forma de abeja llevando una cesta con rica miel de tomillo y romero, dirigiéndose al empresario de bigote le ofreció la miel para hacer más dulce la maldición y le dijo:
- "Fue una bonita ilusión de un hombre que supo soñar…más los mediocres no la supisteis aprovechar y hoy te digo que a la cincuentena no ha de llegar".
Efectivamente, el 19 de Enero de 1974 se cerró para siempre la vía del tranvía de la Sierra no llegando a cumplir los cincuenta años de funcionamiento. Quizás algo tuvo que ver Estrella...para eso están las leyendas y de lo que no hay ninguna duda es que los mediocres siguen existiendo.

El Castillo de Castell de Ferro (Gualchos, Granada)

Hace ya muchos años  cuando Castell de Ferro se llamaba Masalferruch  allá  por el siglo XII existía un gran Castillo que se ubicaba en un monte a más de 90 metros de altura  del nivel del mar, en el centro de la rambla de Gualchos a la que divide en dos brazos; el de la derecha desemboca en la playa del Sotillo y la de la izquierda en la de Cambriles.
El  Castillo de Castell de Ferro  tenía la misión como Ribat musulmán, la de defender  la costa Granadina de posibles enemigos que accedieran por mar, sus guarniciones las componían los mejores soldados, los denominados  monjes-guerreros que también se dedicaban a la meditación y oración dentro de la fortaleza  pues en ella también se ubicaba la mezquita.

Cerca del Castillo se iba formando el pueblo ladera abajo con algunas casas ya habitadas por familias de pescadores, una de estas familias poseía la más bella muchacha de la comarca que trabajaba en el  servicio doméstico del  alcaide del castillo. En  sus quehaceres  por la fortaleza Thalía, ese era su nombre,  no pasó inadvertida para el más aguerrido de los soldados,  Abdel-Alí,  quedando su corazón prendado de la muchacha y ella de él. Solo había un problema, sus votos de castidad  al ingresar como  monje-guerrero  le prohibía tener relación con mujer alguna.
Los días pasaron y la complicidad de los dos jóvenes era cada vez mayor hasta el punto que su amor estaba declarado abiertamente y sus planes de fuga bien estudiados.
Un día del mes de Rajab (Julio) una vela apareció por Poniente, Abdel Alí se encontraba de guardia en lo más alto de la torre del homenaje dando aviso a sus compañeros del barco que se acercaba a la costa de Castell. La alarma se desató entre los monjes-guerreros que una vez informaron al alcaide de la fortaleza, bajaron a galope tendido  hasta la playa para identificar a los tripulantes de la embarcación. En los siguientes minutos la alarma se diluyó ante  la presencia de un personaje de la realeza que se identificó como mensajero del Sultán de Granada el cual llevaba orden de recoger a cuantas muchachas solteras y disponibles  estuvieran para entrar al servicio del Sultán  en la corte Granadina.
El  alcaide del Castillo no dudó ni un momento en ofrecer a Thalía para buscar el favor del representante real  como una de las mejores y más bellas muchachas del pueblo que sin duda el Sultán tendría  a bien en  valorar  su regalo. La presencia de Thalía agradó considerablemente al representante real quien dio órdenes de preparar el barco a la mañana siguiente para partir hacia Salawbinya (Salobreña).
Esa noche Abdel Alí  conoció los planes del emisario real para con su amada Thalía. Ideó un plan de fuga que  permitiría su escapada  en  dirección a la Alpujarra donde la  familia de él les ayudaría a refugiarse en lo más profundo del reino granadino, comenzando una nueva vida de casados sin que nadie conociese su pasado.
Pero no siempre los augurios son favorables con los insignificantes humanos, ellos siempre proponen  pero la baraka no es siempre complaciente con los que la invocan y el resultado fue muy distinto de la deseado. Esa misma noche el representante del rey recibió el chivatazo de uno de los compañeros de Abdel Alí sobre los planes de fuga y dio orden de encarcelar a nuestro enamorado en las mazmorras de la torre junto al aljibe de la fortaleza. La bella Thalía fue conducida directamente a la nao fuertemente custodiada por los monjes-guerreros, los mismos compañeros de su amado que la trataron como a una bruja que había hechizado a su compañero de armas  y había hecho que renegar del  compromiso con la auténtica  fe.
Al  clarear el alba subieron a Abdel-Alí  a lo más alto de la torre del homenaje  para que sus ojos pudieran ver por última vez a su amada subida en la cubierta del barco y partiendo hacia Granada. El dolor de  Abdel-Alí  tan profundo y  desgarrador como el filo de la espada que le atravesó el corazón por la espalda. El alcaide de la fortaleza, cumpliendo órdenes del  representante real había organizado la ejecución para escarmiento ejemplarizante  de todos los monjes-guerreros  y así  recordarles su compromiso con la fe y la casa real. 
Nuestra Thalía  murió de congoja  y  tristeza  un día de Rajab (Julio) en el patio de la alberca de la Alhambra y  fue su último deseo el poder descansar eternamente siendo enterrada en las arenas de la  playa de Cambriles con la mirada puesta en un  mar turquesa.
Desde entonces cuenta la leyenda  que en las noches de luna llena, cuando el mar está agitado y el viento sopla con furia, una figura espectral aparece en la torre del homenaje del Castillo de Castell de Ferro,  oteando el horizonte con su capa al viento. Su ropa deja ver una malla de hierro que destella con los rayos de Luna, signo de su condición de guerrero.
Su mirada vigila un pequeño montículo que cierra la playa hacia levante y  hay quien dice que  una vez al año durante  el mes del  ramadán desde el ocaso del sol por poniente hasta el alba,  los dos enamorados  pasean su amor por la preciosa playa de Castell de Ferro.

Los niños bandoleros (Guadix, Granada)

Cuenta la historia, que hubo un tiempo en que los niños además de serlo, también jugaban a ser adultos. Así reparamos en los sucesos que tuvieron lugar a finales del siglo XIX en la localidad granadina de Guadix y que tiene como punto de partida la delincuencia de seis menores que hicieron de su trayectoria toda una leyenda.
En 1880 se fugaron de la cárcel de Guadix seis presos que no eran otros que los miembros de la que por entonces se convirtió en la banda de Olivencia y Sierra. Estos dos líderes, junto con otros cuatro chavales, hicieron de la delincuencia de un bandolero de la época, un recuerdo que ha trascendido a generaciones. Eran tan vehementes y beligerantes, que pese a sus fechorías -ninguna de sangre- se atrevían a reírse de la autoridad de la época haciéndole de coro al sargento de la Guardia Civil en plena calle o persiguiendo al jefe de la policía local de Guadix.
Su historia duró poco, apenas un año, pero tiempo más que suficiente para pasar al mito de las leyendas urbanas. Pues aunque su existencia fue real, probablemente muchos aspectos de ellos se exageran. Como el de su propio final. Tuvo lugar en un cortijo al que fueron a robar y en el que resultaron descubiertos por los propietarios que los acorralaron y llamaron a la Guardia Civil.
Los agentes les pidieron que salieran, que no les pasaría nada. Pero los niños bandoleros no les creyeron. Por eso se quedaron dentro de la vivienda a pesar de la desesperada y desproporcionada medida que adoptó la Guardia Civil, según relata la leyenda. Quemaron el cortijo esperando que así huyeran pero no sucedió. Encontraron dos cuerpos, precisamente los de Olivencia y Sierra, pero del resto nada se supo. Alimentando, aún más si cabe, un relato con tintes fantásticos.

El Duende de Charches (Guadix, Granada)

La leyenda cuenta la historia de Pedro, un joven que, por lo visto, no tenía ningún respeto por los demás.
Un día se encontraba segando junto a su cuadrilla, aunque él se las había ingeniado (haciéndole favores a su jefe) para conseguir el trabajo más cómodo, con un mulo y una trilla…vamos, que no tenía que usar las manos demasiado. Este trabajo, por edad y veteranía, correspondía a Juan «El Viejo» Además, se dedicaba a dar vueltas sin rumbo por la era para no trabajar.
El puesto también incluía el tener que dormir en la era para vigilar que nadie robara. Una de esas noches, estando acostado en la era, vio una sombra sospechosa que se acercaba y, cogiendo una horca para «defenderse», preguntó quién era.
Un hombre pequeñito vestido de rojo, negro y con unas botas verdes de paño…y con un sombrero de mil colores por donde asomaban una orejas puntiagudas asomó entre la maleza y le dijo que era gente de buen, que sólo quería que le diera un poco de trigo, como todos los años.
Pedro se mofó de él haciendo bromas sobre su estatura y le dijo que se fuera por donde había venido.
El pequeño hombre le recriminó su actitud y su falta de educación, pero, al ver cómo continuaba Pedro, dio una palmada muy fuerte e hizo aparecer unas llamas intensas azules en sus manos que empezó a lanzar como si fueran piedras, prendiéndole fuego a la era.
Pedro intentó huir, pero sus albarcas estaban atadas la una a la otra, sin ninguna explicación y tampoco veía ya al hombrecito. La era estaba totalmente en llamas y los vecinos acudieron…cuando le preguntaron a Pedro y éste les relató la historia, nadie le creyó y le acusaron de haberse quedado dormido vagueando. Su patrón le dijo que tendría que pagar los daños o ir a la cárcel.
Pedro estaba acorralado, pero, en un momento de calma, Juan «El Viejo» se le acercó y le dijo:
-«Te has encontrado con el Duende de la era y no le has regalado un poco de trigo. ¿Verdad?»
Pedro, perplejo, le contestó:
-¿Tú lo conoces? ¿Por qué no me lo habías advertido?
-¡Tenías muchas ganas de quitarme el puesto!
-¿Cómo puedo enmendar mi error?
Al ver su arrepentimiento, Juan le contó que el hombrecito que había visto era el Duende de Charches, que aparece cuando hay una injusticia. Para ser perdonado, Pedro tendría que seguir el arco iris hasta la cueva del Duende, pedirle perdón de corazón por ser tan desconsiderado con los demás y esperar su decisión.
Así lo hizo Pedro al día siguiente, siguió el arco iris que había dejado una pequeña tormenta junto al pueblo, llegó a la cueva del Duende y le pidió perdón; juró que nunca más volvería a faltarle el respeto a nadie, ni por su hechura, edad o condición.
El Duende aceptó sus disculpas y, de repente, una ráfaga de aire despertó a Pedro, que se encontraba de nuevo en la era, como si nada hubiera pasado…eso sí, sus albarcas seguían atadas la una con la otra y chamuscadas.
Leyendas de la Comarca de Guadix

El Puente del Hacho (Guadahortuna, Granada)

Dicen que los grandes amores del puente ferroviario más bello de España son Alamedilla y Guadahortuna; Alamedilla porque siempre ha estado atenta a su futuro incierto y Guadahortuna porque está en su territorio administrativo y ha llevado muchos carros de remolacha a la estación inmediata. Todo el mundo sabe la historia del Puente del Hacho, icono de la modernidad del siglo XIX, pero muy pocos conocen algo que ocurrió durante su construcción.
Corría el año 1886 cuando comenzaron las obras del puente sobre el río Guadahortuna jamás soñado por ingenio alguno. Estaba en marcha una maquinaria que daría trabajo de forma directa a cientos de personas durante su construcción a lo largo de casi una década, originándose un gran bullicio en el poblado de los alrededores de la estación Alamedilla- Guadahortuna, que permaneció en la zona hasta la década de los años cincuenta, en que las condiciones de vida, endurecidas por una feroz postguerra, provocaron en el Oriente andaluz uno de los mayores éxodos de emigración de la historia moderna.
–Si esta noche no viene a la cita, otro gallo le cantará a esa niñata.
–Pero Jaime… no fuerces la situación; hay muchas mujeres que estarían por tus huesos.
–¡No Antonio, si Macarena no es para mi, no es para nadie!
Los dos compadres hablaban mientras amasaban el hormigón para los cimientos de la fabrica destinada a soportar los pilares de hierro del nuevo puente.
–Le he mandado recado para que esta noche nos veamos en la obra de boca del túnel. Allí no nos molestarán y podremos hablar de nuestro futuro.
Macarena, una gitana de ojos verdes y pelo oscuro, estaba enamorada de Juan, uno de los trabajadores que colocaban las vigas de hierro y que había llegado a Guadahortuna procedente de Baza buscando trabajo. Lo malo era que ella había estado tonteando anteriormente con Jaime y hasta que no llegó Juan, también de raza gitana, no supo que ese era el amor de su vida.
Pasaron los días y la indiferencia que mostraba Macarena con Jaime provocó que aumentara el rencor de este hacia Juan. En varias ocasiones se vieron las caras en la obra, provocando que el encargado los amonestara en más de una ocasión.
La noche llegó y Jaime esperó en el lugar convenido, en el túnel que se estaba abriendo para conectar las vías del tren con la provincia de Jaén. Macarena llegó a la hora indicada pues tenia que aclarar la situación con Jaime y dejar bien claro que su verdadero amor era Juan. Pero Jaime no era de los que se dan por vencidos y menos en cuestión de mujeres, así que tras el encuentro la cosa fue a más y en un momento determinado la navaja brilló en la oscura noche, llenándose de sangre y de odio. Ella cayó en los brazos de Jaime herida de muerte en el mismo momento en que el vigilante llegaba al lugar. Los vio abrazados como dos amantes que se juraban amor eterno y con una sonrisa en la boca dio continuó su ronda sin sospechar la tragedia que se estaba consumando a pocos metros de él.
Jaime, consciente de su error y sabedor de las posibles consecuencias que podía tener su acción – nada más ni nada menos que el garrote vil– pensó cómo podía salir de aquel trance y no se le ocurrió otra cosa que hacer desaparecer a la muchacha gitana en los cimientos de las pilastras de las torres que se estaban construyendo.
Al día siguiente su compadre le preguntó cómo le había ido con Macarena.
–No se presentó la muy… Seguro que estuvo toda la noche con su nuevo novio, el gitano de Baza… ¡Pero eso a mi ya me da igual!
Jaime continuó echando hormigón al encofrado de los cimientos de las pilastras, pero al darse la vuelta una mano azulada surgió de entre el hormigón como si emergiera pidiendo justicia. El compadre creyó ver un fantasma y llamó a Jaime a gritos.
–¿Cómo has podido hacerlo?
–Calla y ayúdame a tapar la mano o ¿es que quieres que me ahorquen?
Los dos amigos volvieron a a meter la mano en el hormigón creyendo que no los veía nadie, pero desde lo alto de la tercera torre del puente, Juan observaba todo y aun sin estar seguro de lo que escondían los compadres, pronto sabría en qué juego macabro estaban ambos.
Esa mañana no se presentó su amada como era costumbre para llevarle la capacha de comida. Pasaron los días y de Macarena nadie sabía nada, excepto Juan, que intentó explicar a los mandamases de la obra que Macarena estaba oculta en los cimientos de la torre, asesinada por Jaime. No solo no le hicieron caso, sino que lo tomaron por un loco.
Pasó un mes desde aquel trágico suceso y una mañana, cuando los obreros iban a comenzar su dura jornada, un insólito hecho acaparó la atención de todos. Un hombre colgaba del cuello en la viga mas alta de la tercera torre. Era Jaime.
Todas las miradas se posaron en Juan, quien sin decir nada en su defensa fue hecho preso y conducido a la Real Chancillería, donde se le condenó a la máxima pena.
Después de aquello el compadre de Jaime, asqueado por su comportamiento y lleno de remordimientos, se alisto en el ejercito destinado en Cuba. Allí murió de un tiro en la cabeza poco después de que se inaugurara el Puente del Hacho el 22 marzo de 1898.
Dicen los más viejos del lugar que en las noches sin luna, dos siluetas pasean cogidas de la mano por la vía del puente que marcó sus destinos.

Origen del nombre (Guadahortuna, Granada)

Uno de los municipios de los Montes Orientales granadinos más conocidos, sin lugar a dudas, es Guadahortuna. Este pueblo que casi determina el límite geográfico de Granada con Jaén, tiene un nombre que desde luego llama la atención. No en vano, casi sin profundizar en su origen, basta con pensar que muchos ríos de España y sobre todo, de Andalucía, tienen una nomenclatura similar.
El nombre de Guadahortuna proviene directamente del río que discurre junto al pueblo. Pues esta población, aunque estuvo habitada en épocas íberas y romanas, pasó a ser un yermo durante toda la Edad Media. Hasta que fue repoblado rebautizándose con el nombre del río que lo flanquea. Un río que en términos estrictos se llama así porque “Guada” significa río y “hortuna”, efectivamente, significa fortuna.
No hay que perder de vista que en épocas anteriores el agua era considerada un bien de lujo en nuestra tierra. De ahí que saber que un río circulara para bañar tierras y permitir cosechas fuese buena señal de desarrollo. Además de que el agua es una parte esencial de la cultura árabe que fue la que bautizó al río.

sábado, 21 de diciembre de 2019

La fiesta de la bandera de San Cayetano (Gor, Granada)

Hoy, la fiesta de La Bandera de San Cayetano además tiene un significado especial pues por ser Gor un pueblo que ha sufrido en muchas generaciones las penalidades que comporta la emigración, y dado que por venir a celebrarse en los primeros días de agosto, tiempo de vacaciones, es también la mejor ocasión que se tiene para que se sucedan año tras años el encuentro de muchos de sus vecinos que un día salieron en busca del trabajo, y por ello no falta la voz que dice de ella que ante todo es eso, la fiesta del encuentro pues, para la mayoría de los que vienen a Gor a pasar unos días, viene a ser la primera ocasión que se tiene para que se vean con los que han permanecido en el pueblo, y se saluden y abracen.

Pero junto a lo que en sí es el rito festivo de La bandera de San Cayetano en Gor, tal como hemos llegado a presenciarlo en los primeros años del siglo XXI, tenemos que percibir en él algo más que las puras formalidades propias de dicho regocijo popular y religioso con que otro año se ha venido a cumplir en medio del entusiasmo de sus vecinos, pues pronto podemos llegar a entrever lo que fue su significado primero, a pesar de que hoy parezca que ha quedado un tanto perdido, al tener que relacionarlo con otra fiesta que durante siglos se celebró en numerosos pueblos andaluces como fue la celebración de la conquista de muchos de ellos de manos de los moros conforme se fueron llevando a cabo por las fuerzas castellanas, y que tuvieron su expresión más cumplida en la llamada fiesta de La Toma de Granada, que, por otro lado, desde los primeros años del siglo XVI, vino a servir de pauta a seguir pues no en vano fue admitida como un verdadero rito fundacional del que había que participar en numerosos lugares.

Aunque, por otro lado, dicha fiesta granadina, que ha llegado hasta nuestros días acompañada de una polémica en la que destaca su índole política en lo que es también fiel expresión de los ajuste propios de la recomposición democrática española que en ellos se ha verificado, por más que desde su inicio estuviese íntimamente relacionada con lo que en los días medievales fue la tradición de las entradas de los vencedores castellanos conforme fueron conquistando las ciudades y pueblos, y en los que, con frecuencia, no faltó la presencia de los moros vencidos debidamente encadenados y humillados, como sucedió, por recordar un ejemplo del que quedó fiel memoria, en la de Antequera, aunque en Granada, por su significado de final de la larga empresa conocida por Reconquista, apareció unida a un privilegio concedido por los Reyes Católicos de 1492 por el que se otorgaba la organización de una procesión civil y religiosa en que, sobre un itinerario significativo y con concurrencia de todos los estados, se mostrase al pueblo la Espada de los reyes, la Cruz alzada de su catedral, el Pendón Real y el de Castilla, sus símbolos máximos.

Dicha fiesta pasaría a institucionalizarse definitivamente en 1516 por orden dada por Carlos I en que dispuso que el cortejo debía tener una gran importancia, y como tal encontramos que vino a cumplimentarse en gran parte sobre el ceremonial que, desde hacía muchos años, se había establecido en Sevilla cuando se conmemoraba su conquista en el siglo XIII por Fernando III el Santo, y en el que se resaltaba tanto la victoria del ejercito castellano como la llevada a cabo sobre el Islam por los así mismo eran soldados de Cristo, aunque por los datos que poseemos pronto tuvo reconocida preeminencia el fundamento político sobre el puramente religioso, como quedó bien dispuesto por expreso mandato de los Reyes Católicos a pesar de ciertos detalles que pudieran parecer que propiciaban lo contrario, aunque el orden establecido lo dijo de manera clara, pues a la entrada hecha en Granada del Cardenal Mendoza le seguiría la del Conde de Tendilla con los símbolos reales, y con ello, el hecho de que en primer lugar se presentaría a los granadinos en la Torres de Comares y de la Vela de la Alhambra la Cruz alzada y los pendones de Santiago, y por último el Pendón Real.

Durante todo el siglo XVI la exaltación patriótica y religiosa que era la fiesta del Pendón se repitió una y otra vez en muchos pueblos y lugares de Granada, Almería, Málaga, Murcia..., con lo que, al mismo tiempo que se entraba en un tiempo de fiesta, periódicamente, se venía a recordar a la numerosa población de moros que en ellos vivían su condición de vencidos, y así mismo dichas fiestas se hicieron por diversos motivos pues no primaron sólo los puramente conmemorativos, ya que dichas fiestas habían de servir para exteriorizar el gozo sentido por las ciudades al darse en ellas la presencia de algún miembro de la familia real, como, por recordar un ejemplo, encontramos en Sevilla cuando a ella llegó en 1516 la reina doña Juan, y de la que sabemos por puntual Relación que de ella se escribió para que quedase fiel memoria, y en la que encontramos que junto a la solemne misa y posterior procesión, el rey de armas de dicha ciudad, desde una de las torres del alcázar real, pasó a mostrar a la muchedumbre el Pendón Real y a dar las voces rituales de Castilla, Castilla, Castilla, por los muy altos y poderosos la reyna doña Juana...

Y así mismo, junto a estos actos, tanto en las ciudades como en los pueblos, pronto llegaron a argumentarse pequeñas representaciones teatrales con notables parlamentos que vinieron a recibir el título de Moros y Cristianos, y en las que, tras una primera jornada con victoria de los moros, se terminaba en otra segunda con triunfo definitivo de los cristianos, junto al hecho que aquellos llegaban a convertirse a la religión de Cristo y, en demostración cumplida, pasaban a marchar en vistosa procesión tras la imagen de la Virgen del lugar junto a alarde de pólvora.

Sabemos que en Granada, durante el viaje de novios del emperador Carlos, se celebró una magna representación de Moros y Cristianos a la que éste asistió junto con la emperatriz. Así mismo sabemos que muchos de los libretos utilizados en un buen número de las comedias sobre las que se asentaba la fiesta fueron escritas por el lorquino Ginés Pérez de Hita, novelista que así mismo, en diversas ocasiones, vino a mostrar con detalle las relaciones caballerescas y de todo tipo que se dieron entre moros y cristianos en la Granada de los nazaritas, y que, así mismo, pasó a organizar su montaje por numerosos pueblos.

Como es bien sabido, Gor fue un notable hins musulmán, y como tal ciudad con doble muralla que fue ganada para los castellanos ante el asalto que, sin duda, lo fueron las próximas Baza y Guadix en 1489. Y en concordancia con su importancia mereció los honores de ser representada en uno de los relieves de la Guerra de Granada que fueron esculpidos por el entallador Rodrigo Alemán para la rica sillería baja del coro de la catedral de Toledo. En dicho relieve, ante la línea de torres y lienzos de murallas que las unen, encontramos la figura de don Fernando, el rey Católico, montado a la jineta en un caballo con manto sobre la armadura, junto a la Cruz y su Pendón, y al frente de su ejército de caballeros y peatones.

La villa de Gor y las tierras de su sierra, posiblemente a finales de 1492, fue concedida a título de señorío por carta de heredad a don Juan de Almaraz, y tras la muerte de éste, a don Sancho de Castilla, ayo del príncipe don Juan, por los servicios leales prestados en la guerra de Granada.

Y en este punto, tras recordar estas mínimas referencias y notas de carácter histórico, debemos preguntarnos si la fiesta de La Bandera no es una pervivencia de una de aquellas que bajo la denominación de El Pendón Real debieron celebrarse durante cientos de años en Gor, y así mismo en íntima alianza con la fiesta de Moros y Cristianos que también encontramos que ha pervivido en ella pues sabemos que no hace muchos años ha sido recuperada tras pasar por un silencio de algunos años, al volverse a representarse con entusiasmo en una de sus pedanías, en La Junta, en plena sierra.

Pero ello hace que dentro de la indeterminación que su origen conlleva nos tengamos que preguntar por el momento en que debió verificarse el cambio que llevó a que dejase de ser una fiesta puramente civil para llegar a ampararse bajo la tutela del ritual religioso. La respuesta debemos buscarla en los repetidos enfrentamientos que se levantaron entre los vecinos de Gor con los detentadores del señorío, siempre en tierras lejanas, por más que que se hiciesen presentes por la presencia del castillo, también su símbolo de dominio, y así mismo de sus administradores siempre celosos de cobrar lo que eran sus derechos.

De estas oposiciones y resistencias, nos han quedado constancia en documentos que figuran en su archivo municipal y en los que se custodian en la Chancillería de Granada, así como en algunos Memoriales ajustados, como el que se promovió en 1792 por pleito entre el Concejo, Justicia y Regimiento de la villa de Gor, y el titular del señorío don Nicolás Álvarez de Boorques, marqués de Trujillos... y que tuvo gran trascendencia, pues por él vino a reafirmarse a sus vecinos en los derechos que tenían adquiridos sobre los pastos, dehesas y montes, corte de leña y madera...de su sierra y río.

Sin duda, el espíritu que durante siglos había estado presente en el viejo Pendón había pasado a diluirse hasta el punto de quedar olvidado, y el rito sobre el que descansaba su fiesta, por acción de los padres teatinos que actuaron en esta sierra y que llevaron a que el patronazgo de Gor, que hasta entonces había sido de San Blas, pasase a ser compartido con San Cayetano, santo que así mismo alcanzó durante los siglos XVII y XVIII gran aceptación en muchos lugares de Andalucía, Murcia, Reino de Valencia...

Del Pendón como símbolo que, con el paso del tiempo, había llegado a ser de un poder representado por el señor del lugar, lejano y extraño, y visto como un dueño autócrata, se pasó a La bandera de San Cayetano propia de la cofradía en que se había amparado todos los goreños, un santo protector del que pronto se oyeron mercedes y milagros, y que, como sabemos, les prestó reconocidos socorros, y con este nuevo símbolo, propio, los goreños se sintieron protegidos y representados, y, sin duda, en su procesión por sus calles, lo que antes había sido percibido como muestra de un dominio penoso vino a pasar a ser tenido como presencia de un medio sobrenatural por el que se bendecía el camino trazado que guardaba su callejero.

Pero de aquel rito, como no podía ser de otro modo, han quedado algunos signos que dicen sin equívocos de su origen, como es el hecho de que el mayordomo que porta la bandera sea elegido en sesión celebrada en el Ayuntamiento, es decir, sin intervención de la autoridad eclesiástica ni de la cofradía de san Cayetano que durante siglos hubo en Gor, así como que en la procesión no haya acompañamiento del clero, pues como tal sólo lo estará en la puerta de la iglesia a su salida y en la que al día siguiente se hace con su imagen escoltándola.

Y junto a ello, muy pronto se percibe un sentimiento popular que nos dice que la Bandera de san Cayetano es algo tenido como propio, algo que les pertenece, y que una vez más se hizo saber cuando no hace mucho tiempo un cura párroco, recién llegado a Gor pretendió cambiar la hora de la salida de la comitiva de la Bandera, la una del mediodía de un día de agosto, momento incómodo por el abrumador calor que suele hacer, para pasar a trasladarlo a las ocho de la tarde como más apropiada, y parece ser, por lo que me contaron, que la gente se le vino encima al tiempo que le avisaban que lo relativo a La Bandera de San Cayetano no era cosa de él.

Y en Gor, cuando se llega al momento de guardar la Bandera, se dicen y comentan los lances del encierro, se habla del bullicio de las verbenas y de las muchachas que han presidido los festejos...y como en tantos otros lugares de toda España, no falta el que, con aires de nostalgia, dice hasta el año que viene.

Por otro lado podemos reseñar algunas fiestas de pueblos españoles en las que la bandera o un pendón, como sucede en Gor, ocupa el centro de ellas. Así, en Hinojosa del Duero (Salamanca), en los días de junio, por San Juan, se celebran unas fiestas en conmemoración de la liberación del pueblo de manos del señor del castillo que fue conseguida, según refiere la leyenda que es admitida como parte importante de su pasado histórico, a que una de sus hijas estaba enamorada de un pastor, lo que la llevó en una noche oscura a abrirle la puerta para que pasase junto a ella, lo que aprovechó el pueblo para entrar y matar al déspota y a todos sus moradores, incluida la muchacha.

Una serie de danzas que tienen el nombre de la liberación ocupan su parte central, y en ellas intervienen la muchacha, el pastor, el señor feudal, el pueblo, el rey, el mayordomo portador de la espada de la justicia... y el abanderado que así mismo, a la salida de misa y durante la procesión echa la bandera.

En Yecla (Murcia), en diciembre, se hacen fiestas en honor de la Purísima para agradecerle la vuelta de todos los yeclanos que acudieron a tomar parte en la campaña de Cataluña contra Francia, ya que ninguno de ellos murió en la empresa, lo que fue considerado un hecho milagroso.

Junto a los disparos hechos por unos quinientos arcabuceros o tiraores que no cesan de disparar, en el momento de la bajada de la Virgen de la ermita del Castillo, tanto en la puerta como en diversos lugares del recorrido de la procesión se juega la bandera.

En Peñalsordo, (Badajoz), por el Corpus, la cofradía del santísimo Sacramento organiza los distintos festejos con los que se conmemora la toma del castillo de Capillao que la tradición refiere que fue ocupado por los moriscos que moraban en el pueblo durante las guerras de las Alpujarras, y posteriormente tomado a éstos gracias al ingenio de los cristianos, muchos menos en número, y a la intervención milagrosa de la Virgen. Por ello se baila la bandera al lado de un castillo simbolizado por una torre humana.

En Laguardia (Alava), por San Juan de junio, junto a danzas tradicionales en las que destaca la figura del cachimorro, una especie de botarga, el síndico ondea con fuerza la bandera de la villa para terminar postrandola a los pies de la Virgen del Pilar y del santo patrono San Juan. Por las mismas fechas se hace la fiesta del Capitán en Frías (Burgos), donde el capitán baila la bandera en el castillo y en el prado junto a su famoso puente.

A la fiesta de La Estepa (Burgos), cada cuatro años, en el domingo de Pentecostés, se hace una procesión de bendición de los campos con concurrencia de los estandartes de los pueblos vecinos como Arenillas de Muñó, Villaldemiro, Hormaza, Medinilla de la Dehesa... En la zona de Melgar de Fernamental (Burgos), ante la ermita de la Virgen de Zorita, se reúnen varios pueblos en romería para cumplir con el voto hecho por haberles librado la Virgen de una sequía en 1882.Los pueblos se saludan con los pendones en una vistosa ceremonia.

En algunos lugares el pendón juega un papel de enfrentamiento ritual entre los mozos y las mozas, como en La Alberca (Salamanca), donde se celebra la intervención decisiva de las mujeres de La Alberca, partidarias de doña Isabel la Católica, cuando tomaron el pendón del prior de Ocrato a los seguidores portugueses de doña Juana la Beltraneja. Los mozos reciben del alcalde el péndón y lo pasean a caballo por las calles del pueblo hasta ir a parar a las eras donde lo colocan en la espadaña de la ermita de San Blas, pasándose a continuación a dar cuenta de la merienda y de desarrollar competiciones y juegos populares, pero, en un momento dado, las mozas arrebatan el pendón y salen corriendo para el pueblo donde lo presentan como sus defensoras en su plaza Mayor al tiempo que se da inicio al baile.

En Horcajo de la Sierra (Cuenca) hay otra fiesta en la víspera de La Inmaculada donde se pasea a caballo el pendón de la Virgen después de haber forcejeado por sacarlo de la parroquia por la puerta de la sacristía. Y muchas más.

En numerosas fiestas de Moros y Cristianos se hacen ruedas o ruedo de banderas, como encontramos, por recordar sólo una de ellas, en Caudete, (Albacete) cuando en septiembre se escenifican los Episodios caudetanos junto a grandes desfiles.

La bandera, seña y símbolo, como vemos, es pieza esencial en numerosas fiestas españolas.

Puente de Gor (Gor, Granada)

Cuenta la leyenda que…¡viajeros al tren! con destino a Baza, Freila, Zújar, Baúl, Gorafe, Gor y Guadix que va a efectuar la salida de un momento a otro…piii.-dijo el jefe de estación de Caniles.
Eran los primeros viajes de aquella recién abierta línea férrea. Los viajeros se iban acomodando en los asientos poco a poco. Para algunos, el viaje iba a ser una experiencia inolvidable pues era la primera vez que se subían a este medio de transporte. Otros, sin embargo, ya tenían recorrido algunos kilómetros a sus espaldas.
-¿Es la primera vez que sube al tren? -preguntó un hombre de robusto bigote con sombrero de paja estilo Canotier a otro con bombín de fino bigote y rostro pálido.
-A este tren sí… y quizás la última, -dijo en un tono seco y cortante.
-¿Prefiere el coche de caballos?
El hombre del bombín le miró fijamente.
-¿Como los caballos a los que apostó, arruinando su vida y la de su familia? -había algo en la mirada que le hizo recorrer al de Canotier un escalofrío por la espalda. Este carraspeo como quitándole hierro al asunto.
-Ejem ejem… ¿quién es usted y… que sabe de mis asuntos? -balbuceó nervioso. El interpelado volvió a mirar por la ventanilla como si la conversación ya no fuera con él.
-A estos trenes suben personajes sin las más mínima educación -dijo el de Canotier, levantándose del asiento y secándose el sudor de la cara con un pañuelo de seda. Al poco, apareció una señorita con abanico en mano y elegantes guantes de finos encajes.
-Perdone caballero, ¿está libre este asiento? -Éste la miró y afirmando con la cabeza, quitó los pies del asiento y sacó un pequeño libro del interior de su chaqueta que comenzó a leer sin prestarle mayor atención a la muchacha.
Se puso en marcha el tren dando pequeños tirones y soltando penachos de humo blanco por sus laterales.
-¡Parece que nos movemos! ¡Ya era hora. Llevo en la estación de Caniles desde esta mañana! -comentó la señorita intentando entablar conversación.
El hombre la miró por encima del libro haciendo un movimiento de negación con la cabeza, siguió leyendo.
-Parece que es usted de pocas palabras…
-¿De qué quiere que hable? ¿De su noble y rico novio que la ha dejado?, -le dijo escupiendo las palabras. Aquello no lo esperaba la muchacha que se quedó sin habla.
-Y no se preocupe por el hijo que lleva dentro de sus entrañas, antes de que lleguemos a Guadix todo se habrá solucionado… ya verá, -dijo mostrando una sonrisa cruel.
En esta ocasión fue él quien se levantó cambiando de asiento, dejando a la muchacha con los labios temblorosos y lágrimas en los ojos. El del Bombín vio un asiento vació al lado de un campesino que llevaba una cesta llena de ajos.
-Parece que a usted no le molesta el olor a ajos
-¡A mí me molestan las preguntas!, -cortó en seco.
El tren llegó a la estación de Baúl, bajándose el campesino con su cesta, no antes de hacerle una peineta al del bombín.
-¡Ahí queda usted y su malafollá, seguro que es de Graná!
El tren continuó su viaje por tierras de Gor cuando un pastor cercano al Puente de Hierro atravesó sus ovejas en la vía mientras gesticulaba con los brazos para que el tren parara y el maquinista de inmediato aminoró la maquina dejándola a pocos metros del pastor.
-¿Loco que haces en medio de la vía con las ovejas?
-¡Avisarte de que el puente se caerá si lo atraviesas con todos los pasajeros, no aguantará tanto peso!
-¿Pero quién eres tú? ¿El ingeniero jefe disfrazado de pastor?
-Sí, tú ríete, conozco el terreno mejor que esos 'estiraos' del ferrocarril. Ya les dije cuando estaban haciendo los pilares que el terreno se movía y no era seguro para la obra.
Los viajeros que escucharon al pastor no daban crédito a sus palabras y algunos ya se habían bajado del tren por si las moscas.
-Pero, ¿es que le van hacer caso a un ignorante cabrero? ¡Vamos continúe la marcha del tren! -dijo el del bombín. Ya era demasiado tarde. Todos los viajeros se habían bajado y caminaban por la vía hacia el lado opuesto. Cuando llegaron a la estación de Gor, el tren comenzó a atravesar el Puente de Hierro a paso de hombre, sin pasajeros, estando todos expectantes ante los crujidos que daba el hierro. Cuando llegó al lado opuesto sin incidentes, todos los pasajeros volvieron a subir y continuaron su viaje. Cuando ya se alejaba el tren camino a Guadix el pastor, con media sonrisa, miró al del bombín que se encontraba sentado en la estación con cara de pocos amigos.
-¡Todo el mundo merece una segunda oportunidad! ¿No?- dijo riendo y se fue con su rebaño sierra arriba.
Así, a diario, durante casi siete años, todos los viajeros que hacían el trayecto de Baza-Guadix se bajaban en el puente de Gor y hacían los 40 metros del mismo a pie, hasta que fue sustituido por el Puente Chico.
El Puente Grande fue desmontado y llevado al pueblo de Dúrcal, donde se inauguró el 18 de julio de 1924 con 188,25 metros. Allí pasó a llamarse Puente de Lata, pero esa es otra historia.

Un fraile en el collado (Gójar, Granada)

A comienzos del siglo XVII la comarca de Gójar era un conjunto de caseríos y huertas pertenecientes a señores de la nobleza granadina, o a burgueses poderosos e influyentes. La iglesia tenía también su buena parte, ya que eran no pocos los conventos que se habían erigido en aquellas laderas, fértiles gracias a las acequias y ramales de riego que los moriscos habían construido. En buena cantidad eran todavía moriscos (nos situamos en unos años anteriores al decreto de expulsión de Felipe III) los que, al servicio de los señores, seguían cultivando la tierra, y regándola con las limpias aguas que bajaban de Sierra Nevada.
Al convento de los franciscanos de Gójar pertenecía un frailecico que pronto se hizo popular entre las gentes rústicas de la zona, ya que pasaba buena parte del día entre ellos: o les pedía limosna para el convento, o buscaba plantas silvestres (collejas…) para la parca cocina conventual, o para la enfermería, pues también era un experto herbolario.
Era un hombre, este fraile, de poca apariencia física, pequeño de cuerpo, aunque fuerte y bien proporcionado. Hijo único de una rica familia granadina, sus padres, después de los lógicos forcejeos con la voluntad del hijo, habían aceptado con dolor humano y resignación cristiana la pérdida del hijo, arrebatado por la inquebrantable vocación religiosa.
Fray Roque, éste era su nombre, no era, por tanto, uno de los muchos jóvenes que acudían a los conventos escondiendo tras la careta de la vocación religiosa la verdadera cara del hambre, o de la falta de amo al que servir, o de tierras que labrar, o de horizontes hacia los que caminar, en aquella España poderosísima entre las naciones, pero devastada y paupérrima para tantos hijos hambrientos.
Fray Roque era un sincero seguidor del pobrecillo de Asís: por eso estaba siempre alegre, y trasmitía a las gentes sencillas de la comarca la alegría honda que no tiene por causa el estómago y la vanidad satisfechos, sino una fe religiosa muy acendrada y segura. Mas no era sólo su alegría lo que trasmitía el frailecico. Como ya queda dicho, hacía el bien continuamente. Sabía ver las necesidades de todos, tanto en sus andanzas por la comarca, entre campesinos y pastores, como en el propio convento; y a todos acudía y les buscaba remedio, con la fina inteligencia de su buena educación y con el celo de la verdadera caridad fraterna.
En el otoño de 1606, una epidemia de cólera asoló la comarca. Las gentes pobres que malvivían en cabañas y en chozas veían enfermar a sus familiares, los veían debilitarse víctimas del morbo, y morir, sin poder hacer apenas nada por aliviarlos.
En tan duros tiempos para la población, el fraile Roque se volcó más todavía, sacando fuerzas físicas de su virtud espiritual, en su vida de caridad. Era además nuestro fraile un gran devoto del santo cuyo nombre llevaba: San Roque, su otro maestro en la caridad cristiana junto al de Asís; San Roque, hijo único, como él, de una familia rica, y entregado por amor fraternal a asistir a las víctimas de la peste, que asolaba Europa tres siglos antes.
Nuestro frailecico veía que las necesidades de los gojareños eran muchas, en aquellos tiempos de epidemia, y pidió permiso al prior para no tener que volver al convento cada noche. La pasaría donde buenamente le pillara, donde hiciera falta llevar algún lenitivo para el sufrimiento, aunque sólo fuera el de su siempre risueña y serena presencia.
Remitió al fin la epidemia; y el dolor de los que quedaron comenzó a restañarse, por esa ley de la vida que obliga a los vivos a seguir su camino, llevando, de los parientes que dejan atrás, sólo la memoria en la cabeza, la sangre en las venas, y el amor en el corazón. Nuestro fraile, mientras tanto, se había habituado a vivir siempre fuera del convento; a pasar la noche en cualquier pobre choza donde pudiera acompañar a algún necesitado; a ir a la iglesia con la gente del pueblo, a pedir a Dios clemencia para los niños que quedaban sin madre, para las madres que perdían a sus hijos.
Fray Roque veía que los que llevaban una vida más dura eran los pobres pastores que cuidaban “sus” rebaños en las laderas del monte, entre los ríos Dílar y Aguas Blanquillas. Por ello pidió licencia a su prior para quedarse entre ellos, y hacer vida de ermitaño; viviría de las limosnas de los pastores, y les ayudaría en cuanto estuviera en su mano: buscándoles hierbas medicinales, tejiéndoles esparteñas, enseñando a leer a sus zagales.
El prior concedió de buen grado  su permiso, ya que veía que fray Roque había elegido el camino acertado para su vocación, y el más beneficioso para aquellas pobres gentes; incluso, probablemente, el más provechoso para el convento.
El frailico excavó una pequeña gruta en la ladera del monte, sobre los parajes de Macairena, en la margen derecha del barranco, un lugar al que los pastores llamaban El Collado. Y allí vivió, sin más compañía que la de una pequeña imagen de su santo homónimo. También San Roque había vivido, ya contagiado y enfermo de la peste, en una pequeña cueva, en Piacenza, adonde el perrillo que siempre aparece junto a su imagen le llevaba, milagrosamente, el alimento que necesitaba. Fray Roque no estaba enfermo, así que él mismo saldría a buscarlo por el amor de Dios y de sus criaturas.
Bastantes años vivió Roque de ermitaño, en la presencia de Dios, que se siente más cerca en la altura del monte, junto a los pastores, y junto a todas las demás criaturas que poblaban la tierra: los rebaños de ovejas y cabras, los pajarillos cantores y las majestuosas águilas, los zorros y lobos, acechantes y astutos, los tímidos conejos, las silenciosas culebras.
Esta fue la compañía del poverello del Collado: Dios y sus criaturas. Y en esta vida de pobreza y caridad pasó los años que le quedaban para estar en la tierra.
Y de esta forma vivía cuando le llegó la hora del tránsito, en la Nochebuena de 1617. Ocurrió como sigue. Fray Roque ya dormía en la cueva. En medio del sueño, tuvo una aparición: la imagen de San Roque que tenía en un minúsculo altar de la gruta, cobró vida, se convirtió en un San Roque glorioso, y resplandeciente mucho más que una gran hoguera. Y el santo le dijo: “Tocayo, levántate y ven conmigo. Vamos a ver a Jesús”. Fray Roque despertó sobresaltado, salió de la cueva y vio que la luz de su sueño brillaba más arriba, en medio de la ladera. El ermitaño empezó a trepar apresurado. No sentía el frío intenso, ni la ventisca que lo azotaba y casi le arrancaba los harapos. Al llegar a donde había estado la luz del santo, su cuerpo quedó paralizado, bloqueado, convertido en Roca: el sentido simbólico y premonitorio de su nombre se cumplía. Mientras, su alma volaba por las regiones celestes, ahora tan resplandeciente como el alma de su tocayo.

Origen del nombre (Fuente Vaqueros, Granada)

Seguramente has oído hablar de este pueblo. Es normal, no te juzgamos. Porque pese a que Fuente Vaqueros se llame así, su denominación está íntimamente ligada con la cultura y el arte granadinos. Pues en Fuente Vaqueros nació el poeta más internacional de Granada: Federico García Lorca.
No obstante, el pueblo tiene un nombre de lo más curioso. ¿Tienen algo que ver los pantalones vaqueros? ¿Había una fuente que los lavaba? Aunque pudiera parecer que sí, su origen es mucho más sencillo. Es uno de esos municipios granadinos sin un pasado meramente árabe porque fue fundado por los cristianos.
Fuente Vaqueros existe como una sucesión de fincas de ricos que en su momento también lo fueron para trabajar el campo y los muchos beneficios de la Vega de Granada. Así hubo dos alquerías (casa de labor con plantaciones) que fueron las que dieron este curioso nombre. Las alquerías eran la de la Fuente y la de los Vaqueros. Y al unirse como un municipio a principios del pasado siglo fueron las que prestaron su nombre formando el de Fuente Vaqueros.

Cruz del Cerrillo (Fornes, Granada)

Tal y como recogía la revista ALHAMA COMARCAL en su número 33, de septiembre de 1995, esta cruz fue pagada anónimamente por algún vecino del pueblo y encargada al picapedrero de Alhama Antonio Escobedo que realizó las dos cruces que actualmente tiene Fornes. Una la, cumpleañera, Cruz del Cerrillo, y la otra la que adorna un lateral de la iglesia parroquial de La Inmaculada, además de otras obras de relevancia como la escalera de acceso a esta misma iglesia y los bancos que lucían la antigua plaza de La Inmaculada de la localidad. Trabajos tras los cuales se jubiló.

b_580_900_16777215_10_images_stories_fornes_leyenda_cruz_cerrillo_003.jpg

Su colocación corrió a cargo de Francisco Aguado Parra “Isco” e Hipólito Moles García “Poli”

 En el año 1996 se retomó la fiesta de las cruces y el párroco de la localidad Fernando Almansa Delgado, subió hasta la cruz recién instalada en el cerrillo para decir una misa.

 Anteriormente a esta cruz de piedra existieron otras dos de madera, también en el mismo lugar que la actual. La primera estaba ubicada a escasa distancia de la actual. Estas cruces tenían antiguamente la misión de proteger al pueblo. La primera cruz de madera estaba sostenida por un montículo de piedras y se comenta qué tras el gran incendio del año 1975, el de mayor extensión de terreno quemada hasta la fecha, donde se quemaron 11.991 hectáreas de monte entre las provincias de Granada y Málaga, esta cruz quedo dañada.

 Aproximadamente en septiembre de 1977 esta cruz fue cambiada de nuevo y sus cuidados y mantenimiento fueron llevados a cabo por varias familias de la localidad como la familia Muñoz, o del estanco, y la familia Retamero, entre otras.


 El cambio de la primera cruz, dañada por el fuego, por la segunda, también de madera fue sufragada íntegramente por la familia Retamero Vinuesa, que se la encargó a uno de los carpinteros de Fornes por aquellos entonces Miguel “el Monjo” quien tenía la carpintería en la antigua plaza María Gregorio, donde se ubicaban antiguamente las atracciones de San José

 Este encargo fue realizado en agradecimiento a la aparición de su hijo José María Retamero Vinuesa que se perdió una tarde de septiembre de 1977, cuando contaba con tan solo dos años y cuatro meses de edad.

 Los vecinos cuentan que al repicar de las campanas del pueblo todos los vecinos se movilizaron y emprendieron la búsqueda del niño, búsqueda a la que se sumaron todas las personas de los pueblos limítrofes a Fornes.

 Hay diversas versiones de esta historia. Según cuentan el niño se perdió por la tarde, tras salir detrás de sus hermanos mayores. Cuando la familia notó su ausencia y tras su búsqueda por la casa y sus cercanías fue cuando saltó la alarma, repicaron las campanas de la iglesia y empezó toda la movilización en su búsqueda.

 Según la propia familia del niño, cuando desapareció la única indumentaria que llevaba puesta era una camisita, unos pantaloncitos cortos y unos calcetines blancos, indumentaria que aún conserva la familia.

 El rastro se adentraba en la acequia de la Vega Armas, acequia que llegaba hasta la fábrica del molino donde se amasaba el pan, por lo que se creía que fue a parar a esta misma fábrica, bajando hasta las mismas piedras donde se molía el grano por si había caído allí siguiendo el curso del agua. Tras comprobar que no era así, siguieron su búsqueda.

b_580_900_16777215_10_images_stories_fornes_leyenda_cruz_cerrillo_006.jpg

 El vecino de Fornes Manuel Martín López “Chaquetilla” fue quien se percató, ya al atardecer, de unas pisadas que se dirigían monte arriba, como en dirección a los pechos de la mesa. Fue el quien le comunico a la familia el hallazgo de estas pisadas y toda la búsqueda se centró en ese rastro. Rastro que se perdió conforme se subía en su búsqueda.

 Tras una noche llena de incertidumbre, miedo y angustia fue el vecino de Fornes Fernando Rodríguez “Alcolea” quien lo vio, ya por la mañana. Poco después era otro vecino también del pueblo quien lo bajaba Francisco Fernández “Paquito Tabernas”. Tras la emoción del momento empezó la búsqueda de heridas o algún rastro de hematomas en su pequeño cuerpo, ya que las noches en estos parajes son muy duras y frías.

 Hablando de este hecho con la familia, me comenta que el niño, en su peculiar lenguaje propio de esa edad, les dijo que se metió en la acequia para lavarse los calcetines y que una mujer lo cogió de la mano y se lo llevo monte arriba. Que en ningún momento pasó ni miedo ni frío y que esa mujer lo tapó con un trapo.

 Lo más curioso es que por esas fechas todo el monte estaba aún impregnado del característico color negro tras el gran incendio que sufrió esta serranía dos años antes, y aun así los calcetines del niño estaban perfectamente blancos, inmaculados.


El mismo día que se encontró al niño, el párroco de la localidad Don Ernesto, le ofreció una misa a la Virgen por todo lo ocurrido y por el hallazgo de José María

 Cuentan los vecinos de Fornes que a esa misa acudió la madre con el niño y qué al entrar por la iglesia, el niño le dijo a su madre, señalando a la Virgen de los Dolores de Fornes, “esa mujer fue la que me tapó con un trapo”. Comentando este hecho con la familia de José María, me refieren que es cierto este hecho pero que no sucedió en la parroquia de Fornes, sino en la Basílica de la Virgen de las Angustias de Granada. Ya que tras su aparición en perfecto estado la madre llevó a José María a ver la Virgen de las Angustias, ya que era una gran devota de esta virgen.

 Habrá muchas historias y comentarios sobre este acontecimiento, pero aún hoy se sigue pensando y buscando explicación a lo ocurrido ese día.