miércoles, 18 de octubre de 2017

La Casa de la Sirena (Cuenca)

Uno de los entornos más visitados en la ciudad son las Casas Colgadas y el entorno en el que están emplazadas: La grandiosa Hoz del Río Huécar. Pues en este lugar se desarrolla este relato, concretamente en la parte de las Casas Colgadas donde ahora mismo hay un famoso restaurante.
El Infante Don Enrique de Trastámara visita Cuenca, no viene de turismo, sino a dar las gracias a los habitantes de la ciudad por su apoyo prestado en los juegos de guerra que se trae con su hermano Pedro “El Cruel” ahora Rey de Castilla. Al darse el baño de multitudes por las callejuelas de Cuenca Enrique se fijó en una bella muchacha que se llamaba Catalina. Tan prendado se quedó de ella que mandó a sus sirvientes para conocerla.
Don Enrique se enamoró de Catalina y quiso que fuera suya para siempre y le prometió a su padre bienes y dinero a cambio de la dama. En aquella época también había crisis, (no hay datos de cómo estaba la prima de riesgo) la familia de Catalina pasaba por apuros y el padre de esta la convenció para que accediera a ser cortejada. Pasaron muchos ratos juntos Enrique y Catalina, y nuestra protagonista al final se quedó embarazada. Don Enrique tuvo que salir de Cuenca precipitadamente por asuntos de guerra no sin antes ordenar que tanto Catalina como su futuro hijo quedaran recluidos en una casa y que nada se supiera de todo esto por la ciudad.
Enrique marchó y en una disputa mató a su hermano el Rey Pedro y se convirtió en Enrique II de Castilla. Esto ocurrió en el año 1369. Enrique II se casó con Doña Juana y tuvo un hijo; se olvidó de Catalina y del hijo que tenía en Cuenca. El Rey que era muy supersticioso una noche fue a ver disfrazado de campesino a un hechicero adivinador. Este le dijo que tenía la mano manchada de sangre de un hermano y que tuviese cuidado, que lo mismo le podría pasar a su propio hijo. El Rey se quedó aterrado al acordarse del hijo bastardo que tenía en Cuenca y para que la historia no se repitiera, tal y como le había vaticinado el hechicero, tenía que matar a su hijo bastardo. Pidió perdón a Dios y mandó a sus hombres hasta Cuenca.
En una noche fría, los hombres del Rey llegaron a la casa de Catalina y le arrebataron de sus brazos a su hijo Gonzalo, con alevosía y nocturnidad. Catalina sabía lo que le iba a pasar a su hijo, si se lo llevaban, y desconsolada intentó por todos los medios que no le quitaran a su hijo Gonzalo, pero fue en vano. Y cuentan las gentes que, durante días y días, se escuchaban los gritos de Catalina llamando desconsoladamente a su hijo desde las ventanas de su casa que dan a la Hoz del Huécar. Hasta que una noche, presa de la desesperación y la locura, Catalina se precipito al vacío de la Hoz. Los vecinos de la ciudad aseguraban que, por las noches, en la hoz, todavía se podían escuchar los lamentos de Catalina que recordaban a los cantos tristes de una sirena.

Puede que en las gélidas noches de invierno conquense se escuchen los lamentos de sirena de doña Catalina rebotando contra las rocas de la Hoz del Huécar.

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