Cuenta la leyenda que el
Conde de Priego tenía un derecho, llamado de Pernada, por el que tenía la
opción de pasar la noche de bodas con toda mujer que se casase, dejando para el
marido las demás noches. No está claro si el Conde de Priego solo las veía o
tenía algún tipo de relación íntima con ellas, pero como fuese que ese derecho
no era justo con los recién casados, estos no tenían ninguna gana de rendirse a
él.
Es por esto que un buen
día, varias parejas que querían casarse tomaron la determinación de celebrar su
unión al mismo tiempo para que el Conde no pudiese ejercer su derecho ante el
gran número de bodas celebrado. Hay que hacer constar que durante los años en
que sucede esta historia, durante el siglo XVI, Priego tenía una población,
según la Iglesia, de unos 18.000 habitantes. Sea como fuere, esto irritó al
Conde, que mando su guardia a apresar a los casados para castigarlos por su
estratagema.
Los casados, ante esta
persecución, y como en toda castilla decimos, se echaron al monte, saliendo por
el Puente Allende y plantando batalla a los guardias del Conde. La guardia del
Conde cedió y se dio aviso a la guardia de Cuenca para que ayudase al Conde de
Priego ante esta rebelión.
Cuando los soldados de
Cuenca llegaron, soldados mejor preparados y más expertos, los pricenses
(plieguenses en esa época) se retiraron a la sierra de Valseco pensando que en
las peñas encontrarían refugio y harían retroceder allí a los soldados
conquenses. Como quiera que estos eran más expertos en la batalla y los
pricenses simples granjeros, los soldados les vencieron en ese terreno. Una vez
vencidos, con gran cantidad de víctimas, y de prisioneros, mandaron llamar al
Conde de Priego para que tomara una decisión sobre los prisioneros.
El señor de Priego tomó
la decisión de desterrar de esta tierra a varios granjeros, muchos de ellos
viajaron hacia el sur hasta Priego de Córdoba, estableciéndose allí (es por
esto que muchos apellidos de la serranía tienen descendencia en el Priego
andaluz), pero no sin antes dar una lección a todos sus súbditos crucificando a
algunos de ellos para que sirviese de ejemplo a la población de Priego y
aledaños.
Una vez el Conde cayo,
tras la constitución de Cádiz de 1812 por la que se abolieron los señoríos, los
habitantes de Priego subieron al monte y colocaron allí una cruz para recordar
a aquellos que dieron su vida por el bien de esta tierra, la cruz de la
degollá.
Hoy día, ese monte es
conocido como la degollada más que por su propio nombre.
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