En una noche invernal de 1750, siendo
rey Don Fernando VI, y corregidor en la localidad de Alcázar de San Juan, Don
Juan de Silva. Las campanas de la colegiata de Santa María la Mayor hacía rato
que tocaban el toque de ánimas, el silencio en la villa era completo, no se escucha
ningún tipo de ruido. El pueblo dormía en la oscuridad, pues al toque de ánimas
se apagaban los candiles y los fuegos, no quedando al exterior más que las
luces de los farolillos que frailes y monjas encendían en sus conventos.
A la puerta
de la ermita del Cristo de Villajos, estaban tres hombres envueltos en amplias
capas, esperando al corregidor, pues estos que daron entre las diez y las once
de la noche en esta ermita, para dar caza a un fantasma que decían rondaba el
pueblo por las noches, en cuanto llego el señor corregidor exclamo, pues vamos
adelante y que el Santísimo cristo de Villajos nos acompañe, partieron los
cuatros armados hasta los dientes, con espadas y pistolones, poniendo rumbo al
boquete de Santa Quiteria, hoy callejón del corregidor, donde esperaron que
dieran las doce de la noche.
El
corregidor en cuanto vio aparecer el fantasma ordeno disparar las armas, tras
lo cual se oyo un cuerpo caer al suelo y una voz que dijo “Dios me Valga”, grito
el señor corregidor y lo que vio supera todo lo trágico, el corregidor en el
suelo abraza el cuerpo muerto y gritaba con dolor “Es mi hijo y yo he sido su
matador”.
A las voces
se abrieron las puertas y ventanas e invadieron la calle la piedad y el
comadreo, no habiendo lengua parada ni candil, ni farol que no alumbrara,
corriendo por todo el pueblo el dramático suceso.
Recogido el
cuerpo muerto, al día siguiente aparecía colocada en el lugar del trágico
suceso una gran cruz de madera, la Cruz del Fantasma o del Corregidor.
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