Antes de que los romanos
llegaran a Talavera, según cuenta la leyenda, los habitantes creían ser descendientes de los últimos pobladores de la
Atlántida. Éstos, luego de la desaparición de la ciudad, emigraron desde
la antiquísima Atlantis sumergida en el mar por las costas de Portugal hasta el
estuario del río Tajo.
Desde allí se encaminaron río adentro hasta fundar la ciudad de Akuis, dibujando un entramado de túneles por toda la villa, donde ocultaron todas sus riquezas. Un terrorífico terremoto desvió el curso del río, llevando su trayectoria hacia el sur y la mayor parte de la ciudad se sumergió bajo las aguas. Pero lo catastrófico fue la inundación de todos los túneles y la privación a sus habitantes de todos sus tesoros.
Después de finalizada la Guerra Civil, en el año 1940, artificieros del Ejército español fueron a un domicilio en Ronda de Canillo, para comprobar un túnel en el que durante la guerra, la gente del barrio había utilizado como refugio de los ataques republicanos. Los soldados salieron estupefactos y terriblemente conmocionados. Comunicaron al Ministerio de Guerra un horrible secreto y acto seguido sellaron el conducto que permitía acceder a los túneles.
En el año 1959, dos muchachas, nietas de los dueños de la casa, lograron violentar la entrada y se internaron en el paso subterráneo. Aún hoy en día, una de ellas cuenta cómo la falta de oxígeno puede provocar el desvanecimiento de quien se interne en él.
De todas formas, ambas hermanas continuaron adentrándose en él y la que sobrevivió relata que aproximadamente a doscientos cincuenta metros de la entrada, cuando un fortísimo viento que lo inunda todo se detuvo, se encontraron con un salón lleno de esqueletos y baúles. En el techo, unas placas amontonadas con inscripciones y también armas antiguas.
Unos minutos más tarde, pudieron ver y oír unos pequeños hombrecillos, de rostro pálido y ojos inyectados de sangre que las miraban con desconfianza. Eran calvos y su estatura no sobrepasaba el metro y medio de estatura. Uno de ellos pronunció una frase en un idioma ininteligible e instantáneamente, una abundante masa de agua inundó la sala a la vez que los extraños seres se escabullían entre los intersticios de la pared.
Las hermanas corrieron a toda prisa, sin mirar atrás, en dirección opuesta a la que habían entrado, pero una trastabilló y fue tragada por las aguas. La otra logró escapar, y fue encontrada por un hortelano en un pozo en el Cerro Negro. La joven sobreviviente contó esta historia a quien quisiera escucharla, pero como sucede siempre, nadie le hizo caso, ni le creyó.
Un mes después, el cadáver de su hermana fue hallado flotando putrefacto en la isla del Chamelo. La autopsia reveló que no había muerto por ahogamiento. Sus pulmones estaban en perfecto estado, pero todo su cuerpo estaba plagado de unas marcas de unos pequeños dientes por donde le había sido extraída toda la sangre.
Hace unos años, por las obras del río Tajo y del Lagar de San Prudencio, se ha descubierto una enorme red de túneles que abarcan todo el casco antiguo, y hay quien dice que por las noches se escucha mucho más que el sonido del agua. Hay quien habla de verdaderas conversaciones y voces agudas hablando en un extraño dialecto, chillando exasperados sin cesar jamás.
Desde allí se encaminaron río adentro hasta fundar la ciudad de Akuis, dibujando un entramado de túneles por toda la villa, donde ocultaron todas sus riquezas. Un terrorífico terremoto desvió el curso del río, llevando su trayectoria hacia el sur y la mayor parte de la ciudad se sumergió bajo las aguas. Pero lo catastrófico fue la inundación de todos los túneles y la privación a sus habitantes de todos sus tesoros.
Después de finalizada la Guerra Civil, en el año 1940, artificieros del Ejército español fueron a un domicilio en Ronda de Canillo, para comprobar un túnel en el que durante la guerra, la gente del barrio había utilizado como refugio de los ataques republicanos. Los soldados salieron estupefactos y terriblemente conmocionados. Comunicaron al Ministerio de Guerra un horrible secreto y acto seguido sellaron el conducto que permitía acceder a los túneles.
En el año 1959, dos muchachas, nietas de los dueños de la casa, lograron violentar la entrada y se internaron en el paso subterráneo. Aún hoy en día, una de ellas cuenta cómo la falta de oxígeno puede provocar el desvanecimiento de quien se interne en él.
De todas formas, ambas hermanas continuaron adentrándose en él y la que sobrevivió relata que aproximadamente a doscientos cincuenta metros de la entrada, cuando un fortísimo viento que lo inunda todo se detuvo, se encontraron con un salón lleno de esqueletos y baúles. En el techo, unas placas amontonadas con inscripciones y también armas antiguas.
Unos minutos más tarde, pudieron ver y oír unos pequeños hombrecillos, de rostro pálido y ojos inyectados de sangre que las miraban con desconfianza. Eran calvos y su estatura no sobrepasaba el metro y medio de estatura. Uno de ellos pronunció una frase en un idioma ininteligible e instantáneamente, una abundante masa de agua inundó la sala a la vez que los extraños seres se escabullían entre los intersticios de la pared.
Las hermanas corrieron a toda prisa, sin mirar atrás, en dirección opuesta a la que habían entrado, pero una trastabilló y fue tragada por las aguas. La otra logró escapar, y fue encontrada por un hortelano en un pozo en el Cerro Negro. La joven sobreviviente contó esta historia a quien quisiera escucharla, pero como sucede siempre, nadie le hizo caso, ni le creyó.
Un mes después, el cadáver de su hermana fue hallado flotando putrefacto en la isla del Chamelo. La autopsia reveló que no había muerto por ahogamiento. Sus pulmones estaban en perfecto estado, pero todo su cuerpo estaba plagado de unas marcas de unos pequeños dientes por donde le había sido extraída toda la sangre.
Hace unos años, por las obras del río Tajo y del Lagar de San Prudencio, se ha descubierto una enorme red de túneles que abarcan todo el casco antiguo, y hay quien dice que por las noches se escucha mucho más que el sonido del agua. Hay quien habla de verdaderas conversaciones y voces agudas hablando en un extraño dialecto, chillando exasperados sin cesar jamás.
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