Todo
comienza cuando los marqueses de Linares compran un solar de 3000 metros
cuadrados donde construir su palacio. Se mudan allí a mediados del siglo XIX
con su hijo José de Murga. Éste le cuenta a su padre su amor pubescente por una
cigarrera de Lavapiés llamada Raimunda. El marqués tiene una respuesta un tanto
clasista, y envía a su hijo a Londres para que complete sus estudios y se
olvide de Raimunda. Pero es un objetivo imposible. José regresa y se casa con
Raimunda a pesar de la fuerte oposición familiar. Tienen una hija, Raimundita.
Poco después fallece el marqués y en 1873 Amadeo de Saboya le otorga el título
a José.
Dentro
de un cajón, el nuevo aristócrata encuentra un sobre dirigido a él en el
que su padre le cuenta una aventura con una cigarrera lavapiesera y que él y su
esposa son hermanos. A José se le hiela la sangre y viaja a Roma a comprar una
bula papal de León XXIII. No obstante, el papa les insta a vivir en castidad.
Ante la orden de León XXIII, la única opción que parecen tomar es ahogar en el
pozo o emparedar viva a su pequeña hija. Lo que parece seguro es que Raimunda
sigue allí en forma de espectro que toca al piano canciones infantiles, se
aparece en las escaleras preguntando por sus papás o despierta a los aterrados
guardias de seguridad con estribillos de su época. Muchos dicen haberla visto
asomada en las ventanas que dan a la calle Alcalá agitando las cortinas o han
sentido un gélido estupor en estancias donde no debería existir una temperatura
tan baja. A pesar de que la historia real no concuerda con la leyenda, la
historia de Raimunda ya forma parte de nuestro Madrid más fantasmal.
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