En
la Edad Media, en la mansión del Torreón, trabajaba como sirvienta una doncella
llamada Madrona; su aposento estaba en la parte baja de la torre, donde existía
un pozo con brocal para cubrir las necesidades de agua de la casa.
Por
aquel entonces trabajaba en la cerca Catedral, Jimeno, mozo ardientemente
enamorado de Madrona quien a su vez respondía a tan apasionado amor hasta tal
punto que en ciertos momentos llegaba a sudar gotas de sangre; ahora bien, la enemistad
familiar les impedía dar a conocer su gran amor.
Jimeno,
perdida la esperanza de ver a su amada, decidió quitarse la vida arrojándose al
pozo de la Puerta Norte de la Catedral. Para su sorpresa, después de chapotear
en las aguas frías encontró un pasadizo bajo las aguas, buceó un largo trecho y
al fin, exhausto y desfallecido, sacó su cabeza por la oquedad del pozo del
Torreón, en el instante en que Madrona se encontraba asomada a dicho brocal.
Desde
entonces Jimeno, de acuerdo con su amada Madrona, repetía frecuentemente su
arriesgada y osada hazaña de buceo.
Un
desventurado día, estando Madrona asomada al brocal del pozo, sintió a su
espalda la voz de un familiar que estremeció su corazón: “Para que sangres con
motivo” oyó antes de recibir las mortales heridas de quien, con un puñal en
nombre de la honra familiar quiso poner desgraciado y triste final a un amor
casi heroico.
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