En
el prado de Santa María de Salcedón, de Lastras de Cuéllar, hay en el centro un
lugar muy pantanoso y húmedo. Se dice que antes de que construyeran la actual
carretera que lo atraviesa, pasó por allí un carretero con sus bueyes bien
enjaezados, que llevaban al cuello un collar con campanillas. Justo en la mitad
del prado, donde hay más agua, quedó la carreta atollada. El carretero,
entonces, comenzó a blasfemar. y conforme más blasfemaba, más se hundían los
bueyes, la carreta y él mismo. Así siguió blasfemando hasta que cavó su propia
sepultura y la de los bueyes.
Todavía
hoy, cuando pasan camiones por la carretera y se estremece la tierra, si se
pone atención, se escucha el sonido de las esquilas.
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