Nunca
se hubiera imaginado los problemas que le acarrearía un amor tan intenso. Él,
un médico joven y de buen ver; ella, una señorita de Alaejos a la que en el
pueblo no le faltaban pretendientes. Los ingredientes mortales del
enamoramiento no los pusieron los enamorados, los atizaron los mozos tras una
noche de consumo desaforado.
A
Teófilo Calleja, médico de San Pedro de Latarce, le dio un vuelco el corazón
cuando la conoció. Ocurrió durante un acto rutinario en Alaejos, donde ejercía
su profesión. El flechazo no se hizo esperar. Él tenía 26 años y mantenía a su
familia con lo que ganaba en Alaejos.
Era
mayo de 1899. La relación fue madurando. Tanto, que Calleja no tardó en pedirle
matrimonio. Ella accedió. La noticia corrió como la pólvora por Alaejos, donde
otros pretendientes afilaban la cuchilla de los celos. Una lástima para
Teófilo.
Era
costumbre entonces, cuando una noticia así se avecinaba, que el novio pagara la
llamada 'cantarada': cualquier mozo forastero que pretendiera cortejar o pedir
la mano de una joven del pueblo debía obsequiar con vino a los mozos del mismo.
Era
una manera de hacer pública la relación y de que los lugareños la aceptaran. De
ahí que a Teófilo no le quedara más remedio que acceder a la invitación.
La
comida tuvo lugar en el Casino. Y fue multitudinaria. En total, 30 vecinos del
pueblo se congregaron para beber y comer. La cuenta fue desmesurada: 5.300
pesetas.
200
copas de Ojén y 150 de ron, vino, tres pollos, 12 kilos de escabeche,
mantecadas, pastas, cigarros y puros, entre otras muchas viandas. Un
despropósito para la encogida nómina de Teófilo. Cuando fueron a buscarle para
darle cuenta de lo consumido y del coste, se encolerizó. De ningún modo pagaría
la desorbitada cantidad.
Como
delegado de los alegres consumidores apareció en casa de la novia Fermín
Santana con una carta que expresaba las exigencias. Tanto el médico como la
familia política se echaron las manos a la cabeza. Calleja alegó que cumpliría
con la 'cantarada' «cuando la relación fuera un hecho», pero en términos
normales, nunca con tamaña exageración. Y en presencia del sereno, masculló:
«Antes me cortarán una oreja que pagar».
Pronto
surgieron los rumores. Hasta se dijo que todo se debía a los intereses de la
familia de otro pretendiente de la novia, que había incitado a los mozos a
generar tanto gasto para que Teófilo no pudiera pagar, con el consiguiente
ridículo ante su futura esposa.
Sea
como fuere, lo cierto es que el dueño del Casino no se iba a quedar sin cobrar
y obligó a pagar a los mozos. La ira de estos no se hizo esperar. Y planearon
vengarse. Sixto Zapatero, Fermín Santana, Marcelino Antoraz y Manuel Coco se
ratificaron en la idea de exigir al médico la 'cantarada' y, en caso de recibir
respuesta negativa, emplear la violencia.
Era
4 de junio. Coco les desafió: «Vosotros habláis mucho y no hacéis nada; yo
salgo mañana de caza por la carretera de Castronuño y veréis si le cobro o no
la cuartilla». Coco no podía soportar haber pagado 94 pesetas de la merienda.
Se la tenía jurada.
Hubo
amenazas por doquier, algunas más subidas de tono que otras. El mismo Fermín lo
esperó la mañana del 5 de junio, callada en mano, para molerle a palos. Suerte
que Teófilo no se acercó a visitar a su novia.
Pero
la suerte del médico enamorado estaba echada. Coco cumplió la amenaza. Lo
esperó por la noche en la carretera de Alaejos a Castronuño. Había cogido la
escopeta de caza de su padre.
Nada
más verle llegar a caballo, le descerrajó un tiro a bocajarro que le destrozó
la región torácica. El médico cayó desbaratado al suelo y murió casi en el
acto. Hasta la mañana siguiente, 6 de junio de 1899, no encontraron el cuerpo.
Coco
huyó apresurado. Llamó a casa de Pedro Sandonis, quien según confesó en el
juicio por jurado, que comenzó el 21 de mayo de 1900, lo encontró violento y
nervioso. Le pidió que le guardara la escopeta y la escondiera donde nadie
pudiera verla.
Sandonis
la ocultó en una cebada y la enterró bajo tierra. De nada le sirvió a Coco
negar su participación. El jurado consideró probados los hechos y ratificó la
sentencia solicitada tanto por el fiscal Ribadella como por el acusador
privado, Manuel Fernández Cubas.
Manuel
Coco resultó condenado a la pena de muerte, más el pago de las accesorias, una
indemnización de 5.000 pesetas a los padres de Calleja y la mitad de las
costas. La pena habría de cumplirse en Nava del Rey.
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