Hace
mucho, mucho tiempo, existía en estas tierras una poderosa hechicera que poseía
un palacio subterráneo al que solía llevar a las personas que podían rendirle
algún servicio, los embrujaba y así podía disponer de ellos.
Esta
bruja era conocida con el nombre de Miriam “la egipcia”. Un joven caballero
despistado, llamado Leafar, pasó por sus dominios y fue visto por la bruja. Cuando
lo vió decidió encarcelarlo en su mansión subterranea y convertirlo en su
esclavo. Un día paseando la hechicera por el bosque descubrió a una princesa
mora guapísima, llamada Rachel, y al momento decidió raptarla.
Valiéndose
de los mismos sortilegios que utilizó con Leafar la condujo hasta su morada. Al encontrarse los dos jóvenes quedaron prendados el uno del
otro y a pesar de ser conscientes de su situación no encontraban la llave que
abrieran las invisibles cadenas que les mantenían presos. Durante los largos
años de cautiverio, Leafar había ido substrayendo de las riquezas que atesoraba
Miriam pequeñas cantidades de oro hasta llegar a poseer un importante legado.
Con
parte de dicho oro construyó un anillo al cual formuló un conjuro de unas
fórmulas kabalísticas que había oído pronunciar a la bruja. Al poner este
anillo en el dedo de Rachel, los efectos del hechizo que obraban sobre ella
quedaron anulados, pudiendo huir con la riqueza que había conseguido Leafar. Pero
Leafar no pudo huir con ella, ya que el anillo no surtía efecto sobre él.
Sobre
la peña más alta que dominaba el río, Rachel construyo un castillo, dedicándose
en el al estudio de todas las ciencias mágicas, con el objeto de liberar a su
amado. Cuando por fin encontró la formula para deshacer el hechizo se la envió
a Leafar por medio de un gato sabio, consiguiendo destruir a la hechicera y a
todos sus dominios. Una vez libre, el joven caballero cayó en la cuenta de que
no sabía el lugar donde se ubicaba el castillo de su amada, y empezó a buscarlo
preguntando a todos los que se encontraba. Hasta que por fin encontró a Rachel
sentada en una roca donde iba a esperarlo cada día, por este hecho el castillo
de Racha Rachel se le conoce también como Peñafiel.
Cuenta
la leyenda que aún hoy pueden verse vagar los espíritus de los amantes por
aquellos parajes.
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