Ni
los más viejos del lugar sabían por qué a una vieja bodega de la localidad
vallisoletana de Boecillo, excavada a 14 metros de profundidad y comunicada con
otras dedicadas hace años a la elaboración de vino, se la conocía por El
Patíbulo. Un obrero que realizaba tareas de limpieza hace unas semanas se
encargó de desvelar a este pueblo de la ribera del río Duero, a 15 kilómetros
de Valladolid y de unos 2.000 habitantes, el porqué del estremecedor
nombre.Mientras el empleado limpiaba las paredes de este subterráneo excavado
en la tierra y cuyo origen, al igual que la práctica totalidad de las bodegas
de la zona, se sitúa entre los siglos XIII y XIV, apareció en un promontorio,
de unos dos metros de altura, una pared tapiada con adobe y argamasa y, en el
centro, un ventanuco cubierto con sacos de tierra. Al destapar la pequeña
ventana e introducir una linterna, el obrero vio con asombro que, clavado en el
suelo de la bodega, había un patíbulo de madera, a pesar de la humedad, en buen
estado de conservación y de unos dos metros de altura y ángulos reforzados.
Junto al instrumento de muerte se hallaron algunas monedas de cobre
pertenecientes al año 1800 y vasijas y cántaros de barro rotos.
La
leyenda o los cuentos transmitidos boca a boca por los ancianos de Boecillo
aseguran que la bodega, de unos 200 metros cuadrados, sirvió para ajusticiar a
los afrancesados y oficiales napoleónicos que el duque de WeIlington hizo
prisioneros en su imparable ofensiva desde Portugal a Vitoria entre 1812 y
1813. La tradición dice también que los apresados eran colgados en este
patíbulo boca abajo y con las piernas abiertas. Sus verdugos les rajaban las
ingles y la agonía del ajusticiado se prolongaba durante al menos uno o dos
días, si no facilitaban información relativa a los movimientos del Ejército de
Napoleón en España.
La
bodega El Patíbulo se encuentra a unos 14 metros por debajo del conocido
Colegio de los Escoceses, una residencia regalada, al parecer, por Felipe II a
un grupo de sacerdotes expulsados de Escocia por los protestantes y que se
ubica en el entorno de lo que se llamaba El Barco de los Frailes, un recinto
perteneciente al vecino convento del Abrojo, del que únicamente se conservan
las bodegas, dedicadas en su mayoría a establecimientos hosteleros y que, según
la historia, fue zona de caza de los Trastamara. Lo cierto es que hasta sus
puertas demuestran que pudo servir de cárcel, ya que los respiraderos de las
mismas están en la parte más baja y fuertemente reforzados con rejas de hierro.
El
Patíbulo es propiedad de Cándido Martínez Santiago, un vecino de Boecillo que
la había alquilado al propietario de otra bodega, quizá la más conocida de
Valladolid, El Yugo de Castilla, que tenía previsto ampliar el recinto de su
establecimiento.
La
propiedad inicial de este subterráneo era, al igual que el resto, de los
frailes del convento. La desamortización de Mendizábal traspasó a los vecinos
de la zona las propiedades eclesiales que tuvieron, posteriormente, la misma
utilidad: el mantenimiento de los majuelos para la elaboración de unos vinos
que incluso estuvieron incluidos en los menús de la corte española.
Las
escrituras de propiedad dicen que la bodega El Patíbulo se llamaba oficialmente
Los Bosqueros, por ser el lugar donde se celebraban los ágapes después de las
jornadas de caza. Lo cierto es que en la actualidad muchas de estas bodegas son
un entramado de subterráneos que muy pocos se atreven a intentar desenmarañar.
Un vecino de Boecillo, Lorenzo Berzosa, recorrió hace años 200 metros por otra
de las bodegas que llaman El Arroyo, y que presumiblemente unía los 1.500
metros que separan el convento de la zona de las bodegas. El agua le impidió
continuar.
Tras
la confirmación de la existencia el patíbulo, sólo falta ahora reafirmar otra
historia que también corre de boca en boca en este pueblo vallisoletano desde
hace años. Dicen las gentes del lugar que, cuando las tropas de Napoleón
ocuparon la zona, el sacerdote, encargado de velar por los bienes y tesoros del
Colegio de los Escoceses, los escondió, antes de morir, en un lugar que hasta
el momento nadie ha podido descubrir. Una curiosidad más es que la bodega que
linda con El Patíbulo, conocida como La Galleguita, era el lugar donde uno de
los atracadores vallisoletanos de principio de siglo más famoso, Juan León, se
repartía con sus sicarios los botines de los atracos que en unas cuantas
ocasiones realizó al incipiente ferrocarril vallisoletano en el Puente de
Hierro, cercano a la localidad de Boecillo.
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