En lo más recóndito de la Serranía de Huelva, en una zona conocida como la Pata del caballo, hace mucho, pero que mucho tiempo…. moraba
una Sierpe gigantesca. Una serpiente que aterrorizaba a toda la Comarca de la
Sierra.
Decían que era tan gruesa como un Bocoy de
100 arrobas y... tan larga, tan larga, que era capaz de
rodear el Castillo de los Guardas.
Decían algunos que la habían visto comerse de un
bocado una vaca entera, cornamenta incluida, claro está, y otros aún más
exagerados, ventilarse en un periquete un rebaño entero de cabras.
Algunas veces cuando algunos cazadores se
aventuraban a cazar por aquellos Parajes, contaban que escuchaban sus silbidos
y que se les paralizaba hasta el aliento del miedo que pasaban.
Los Alcaldes de los pueblos afectados se reunieron
en Asamblea y decidieron ofrecer una suculenta recompensa para ver si se
acababa de una vez con la bicha.
Los cazadores más valientes de la Comarca, se
reunieron y formaron Cuadrillas para ver si podían dar caza y matar a la
culebra gigante.
Recorrieron la Comarca y escudriñaron todos los
caminos y parajes de caza de la Sierra. Colocaron trampas en todos los lugares
que se le ocurrieron pero, nada… fue imposible dar caza a la criatura. Es más,
parecía que la bicha les buscaba las vueltas… si se les ocurría ir por el río
Patas, ella cazaba por los Arrayanes. En fin, que al final, cansados y
derrotados se volvieron para sus pueblos como el que dice “con el rabo entre
las piernas”.
Un Pastor Villalbero, que acostumbraba a dormir muchas noches con su
rebaño en la Sierra, hacía días que cavilaba en la manera de matar a semejante
bicha, no por nada, porque a él no le mataba una oveja ni el mismísimo Diablo
disfrazado de Sierpe. Pero, había una Garrida moza en el pueblo, hija para más
“Inri” del Amo del rebaño, por la que bebía los vientos y, aunque se sabía
correspondido por ella, por aquellos entonces se estilaba, bueno para que
engañar con cuentos… que había en el pueblo mozos con más fortuna que la suya y
poderoso caballero ya se sabe es don dinero.
Pues bien. Una noche de aquellas en las que se
quedaba a dormir en el redil de sus ovejas, se le ocurrió la manera de acabar
con la bicha. Se haría pasar por una de sus borregas y así no levantaría
sospechas a la Sierpe y podría averiguar donde se escondía.
Dicho y hecho. A la primera noche de luna llena que
llegó estando en la Sierra, se colocó el pellejo de un borrego por la cabeza y
estuvo balando toda la noche a la luz de la luna; imaginaos al paisano en
cuestión…aunque espero que no soltéis alguna que otra carcajada, pues la
intención del pastor ya la conocemos.
La primera y la segunda noche pasaron sin novedad
que destacar, pero a la tercera y cuando ya pensaba que no vendría tampoco,
comenzaron las borregas a impacientarse dando muestras de miedo. Los perros
comenzaron a ladrar, pero lo que apareció a los ojos de nuestro Pastor lo dejó
paralizado y no pudo más que ver como en un visto y no visto se
"zampaba" cuatro de sus mejores ovejas.
Cuando ya pensaba que era hombre muerto y ante la
insistencia de los perros que ladraban a su alrededor, la Sierpe se marchó por
donde vino. Cuando nuestro Pastor pudo reaccionar, sólo tuvo que seguir su
pesado rastro hasta la madriguera. Bueno, ya tenía su escondite, ahora había
que pensar como matarla.
La primera parte del Plan había salido a la
perfección. Eso sí, cuando llegó al pueblo con 4 ovejas menos, la paliza que se
llevó del Amo fue de las que se recuerdan toda la vida.
Tuvo que salir huyendo, mientras escuchaba toda
clase de improperios y juramentos. “que si te has dormido…. que sí qué
clase de Pastor eras... que si hijo de mala madre". En fin, que le dio
como quien dice la del Pulpo.
Aguantó el castigo y esperó a la próxima vez que
subiera a la Sierra con el ganado. Mientras tanto, ideó un Plan para matar a la
bicha.
Primero fue a la Droguería del pueblo y compró una
Garrafilla de veneno para matar ratas. El Droguero extrañado, le preguntó si
iba a matar a un Regimiento, pero él tenía ya la respuesta
preparada: ”Es que…mire Vd. Sr. Droguero. Allá en la Sierra por la
noche, las ratas me comen y tengo pensado ponerles cebo envenenado para acabar
con todas ellas.” Ante la respuesta del Pastor, el Droguero accedió a
venderle el veneno.
Mientras tanto, la recompensa por matar a la
serpiente seguía subiendo a la par que sus fechorías. Siempre que venía alguien
forastero, contaba que "si la serpiente tal, que
si la serpiente cual". Y llegó la fecha señalada por el amo
del Pastor para subir de nuevo a la Sierra y, ahí que vemos al Pastor cargar
los Serones de la mula de carga y meter bien adentro el veneno comprado.
Una vez en la Sierra, cogió a 4 de sus ovejas y les
empapó las greñas de lana con todo el veneno que pudo y…. todavía chorreando
las acercó a la Cueva en la que había visto esconderse a la Sierpe.
Les hizo un pequeño cercado y se tumbó junto a un
Acebuche a echar una cabezadita… ¿no pensareis que se iba a dormir estando la
serpiente tan cerca? ¡Qué va!, ¡Qué va!. Estuvo todo el rato acechando con los
ojos entornados y, claro está, cuando a la serpiente le llegó el tufillo de
cordero vivo se dijo…”verás el festín que me voy a pegar”.
Bajó hasta el improvisado cercado y en un
“Plis-Plas”, se merendó a las 4 borregas sin enterarse de que además de los
borregos se había zampado media arroba de Matarratas.
Cuando el Pastor imaginó que ya le había hecho
efecto el veneno, se armó de valor y sacando la navaja de siete muelles que
llevaba en el Zurrón, cortó unas matas de Jara y se hizo una Tea y se
dijo: “ahora o nunca”. Y, se metió dentro de la Cueva.
Al poco, comenzó a oír rugidos de dolor…
efectivamente, allí estaba, retorciéndose de dolor y de rabia. Intentó con su
cuerpo aplastar al Pastor, pero este se movía muy deprisa, y ella con el veneno
dentro de sus entrañas, apenas tenía fuerzas para defenderse. Así que el
Pastor, abrió la navaja de siete muelles y la mató.
Luego, la desolló de la cola hasta la enorme cabeza.
La enrolló y salió de la Cueva con la piel como un trofeo. Hay que imaginar la
alegría y las ganas con que el Pastor volvió a coger las Ovejas para ir de
vuelta para el pueblo.
Cuando llegó al pueblo, se fue directo al
Ayuntamiento y con grandes voces decía...”Sr. Alcalde, Sr. Alcalde, he
matado la serpiente y quiero mi recompensa”, pero el alcalde le dijo
riéndose de él:
“¿Más de 20 hombres no han sido capaces y
un zagal como tú va a poder?, ¡Vete con el cuento a otra parte!
Entonces, el Pastorcillo sacó del Serón de su mula
el pellejo de la bicha y lo extendió en la puerta del Ayuntamiento como si
fuese una gran alfombra.
La piel de la serpiente es muy fina y el Pastor
estuvo desdoblándola un buen rato. Era tan grande que llegaba hasta la puerta
de la Iglesia.
¡Es verdad, el Pastor dice la verdad... ha matado a
la bicha!, coreaban los asistentes. Luego, fueron a la
Sierra con una Carreta y cargaron la Sierpe para enseñarla por todos los
pueblos de la Comarca.
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