La
obra de reciente publicación "Crónicas y memorias de Alcalá de
Guadaíra", recoge un curioso pasaje sobre un presunto fantasma en la
ciudad, que desde luego resulta cuando menos desasosegante. La historia que
relata García Rivero arranca al principio de los años 40 del pasado siglo. Los
habitantes de una casa de vecinos de la calle Coracha se sobresaltaron un día
con las pedradas, de un tamaño considerable, que cayeron al patio del inmueble.
En
principio sólo fue un susto pero cuando siguieron reiterándose durante varios
días, la alarma se hizo considerable. Preguntaron a los vecinos de los
alrededores y vigilaron durante un tiempo, pero no vieron a nadie. Mientras,
las pedradas seguían cayendo y comenzó a tomar forma la idea de que su presunto
autor fuera un fantasma. El pueblo se revolucionó y las visitas de curiosos a
la calle eran constantes. La alarma creada fue tal que el alcalde acudió al
lugar con el sargento de la Guardia Civil y el cabo de los municipales. La
respuesta del "fantasma" fue arrojarles una pedrada. Se peinaron los
alrededores y se vigiló la zona durante algunos días, pero sin ningún
resultado. Un día las pedradas se perdieron y la historia fue cayendo en el
olvido, sin que se hubiera conocido el origen.
Pero
resulta que Francisco García Rivero, quien vivió de niño los hechos, visitó
hace poco la calle y comprobó que la casa estaba cerrada. Pero al verle en la
puerta, una vecina que llevaba pocos años en Alcalá le preguntó si conocía a
quien vivía en ella, porque desde su patio habían arrojado limones en varias
ocasiones a la casa contigua en la que ella vivía y en una ocasión incluso
habían golpeado a una niña que jugaba en la calle. García Rivero siguió con la
investigación y dio con la persona que vivía en la casa. También él había sido
objeto de un ataque a limonazos, cuyo origen no pudo determinar, pero que
fueron anticipados por los ladridos de su perro.
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