Cuenta la leyenda que en esa época vivía en Roma un matrimonio de la alta nobleza, fieles y piadosos católicos, a los que la vida les había negado la posibilidad de tener descendencia. Los nobles esposos, oraban y solicitaban a la virgen María una señal que los iluminase y orientase el mejor uso cristiano para sus bienes. La tradición cristiana cuenta que la Virgen se manifestó, en sueños, indicándoles que donde les señalara, le construyesen una basílica. Y sucedió que la mañana del 5 de agosto, un día caluroso de verano, el sitio donde debía construirse el templo quedó señalado de modo milagroso con una fuerte nevada, apareciendo cubierto de nieve la cima del monte Esquilino (una de las siete colinas de la Antigua Roma). El hecho fue interpretado por el matrimonio como señal y voluntad de la Virgen y así se lo hicieron saber la Papa Liberio. La obra se concluyó un año después, con la financiación de la familia patricia y el apoyo eclesiástico. La iglesia desapareció no mucho tiempo después, y se reconstruyó por el Papa Sixto III (432 a 440), después del Concilio de Éfeso (431), en el que la madre de Jesús fue proclamada Madre de Dios, siendo en la actualidad la Basílica de Santa María la Mayor, la iglesia dedicada a la virgen María más antigua de Occidente.
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