Cuenta la leyenda que El Cid, en una de sus visitas a la zona, al paso por Sayalonga bebió agua de la fuente que hoy, en recuerdo de aquel hecho, lleva su nombre: la Fuente del Cid.
Tiene parte de leyenda el hecho sorprendente de la aparición a mediados del siglo XIX de la imagen de la Virgen del Rosario, patrona del municipio, mojada de agua del mar y salpicada de escamas y algas marinas. Días después, unos pescadores relataban, ante la expectación de los vecinos, que cuando estaban faenando, al llegar la noche, en el mar comenzó a producirse una agitación embravecida y violenta, la barca era zarandeada por las olas haciendo perder la orientación a los marineros, con lo que se temía el peor de los desenlaces. En plena tormenta, temiendo por sus vidas se pusieron a rezar, y al instante contemplaron, asombrados, que del mar emergió una Virgen que con su luz los guió hasta la costa.
Al oír la narración los vecinos comprendieron por qué unos días atrás apareció en el pueblo la imagen de la Virgen con restos de algas y escamas. Los marineros, entre la multitud, fueron llevados a la iglesia y nada más verla, la reconocieron, postrándose ante ella en oración con devoción y agradecimiento.
Entre las curiosidades, se recuerda que en las primeras décadas del pasado siglo, a falta de médico en el pueblo, medios de transporte y posibilidades económicas, sus habitantes decidieron dar solución a algunas de las enfermedades que les afligían con grandes dosis de imaginación y recurriendo a remedios de sus antepasados. Varios de esos remedios han sido recogidos por su curiosidad y por el interés en conservar las tradiciones.
Posiblemente uno de los más interesantes y sorprendentes remedios puestos en práctica, fuera el que proponían para curar la ictericia. Se trataba de acudir al río y durante media hora concentrarse en la contemplación de sus aguas, seguir su curso con la mirada sin nada más en qué pensar. Si la curación no se producía, aseguraban que el alivio era muy grande.
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