Se cuenta la leyenda de una cristiana cautiva, cuyos lamentos, de manera casual, oyó un apuesto musulmán que paseaba por los alrededores de los muros de la mezquita, en cuyas cercanías se encontraba el habitáculo en el que habían recluido a la hermosa cristiana. La primera mirada que se cruzaron a través de las rejas del foso que los separaba, fue suficiente para un amor que buscaría la oscuridad de la noche en sus velados encuentros.
La familia de Ahmed, que descubrió los amores de su hijo, decidió que la cautiva Sara fuera trasladada con el objetivo de poner fin a esta relación. Ahmed, enterado del plan, no ve otra salida a su amor que la huida. Un amanecer, anticipándose a los propósitos del padre, la enamorada pareja emprende la huida, pero la persecución se hace implacable y antes de verse capturados, deciden sellar su amor para la eternidad arrojándose desde el cerro de Marchamonas, desde donde sus cuerpos saltaron al vacío, pero sus almas volaron libres hacia el lugar del amor eterno.
Dicen los lugareños que en las noches de invierno cuando más sopla el viento, susurros de amor trae el aire, para manifestar que se siguen queriendo.
Otra leyenda se cuenta en torno a una encina, ubicada a las afueras del pueblo, en el camino que va a Riogordo. Pues bien, a esta encina se le atribuían dotes sobrenaturales cuando al pasar de la media noche, a todo aquel que se acercaba por allí, extraños fenómenos le envolvían. Unos decían que la encina estaba embrujada y otros achacaban los sucesos a un libro de brujería encuadernado con las cortezas del árbol, que una bruja del lugar manejaba a su antojo. Sea como fuere, los fenómenos cedieron con la desaparición del libro, hecho al que nadie encuentra explicación.
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