Hace muchos, muchos, años, vivía en Medina Bahiga, hoy Priego, un Rey moro que vivía en el castillo.
Este Rey tenia una hija bellísima, morena, de ojos verdes con largos y hermosos cabellos negros, a la que gustaba cada noche, peinar para desenredarse sus cabellos.
Al regreso de los baños, un día, por la calle real, del barrio de la villa, los bellísimos ojos de la princesa, se cruzaron, con los humildes ojos de un campesino joven, y hermoso, que subía de las huertas de la Joya.
Cargado con un gran canastón de peros Ruises, la princesa, en ese momento, se estremeció de amores, por el muchacho, hasta caer, rendida de emoción al suelo.
Rápidamente, acudió el joven muchacho, y las damas de compañía para socorrer a la desvalida princesa, una vez repuesta la real dama, ofreció al joven un suave beso que sonrojo la tez del campesino, cuando está noticia llego a oídos de Rey la mando llamar.
El Rey, prohibió tajantemente, que volviese a ver a un muchacho, tan inadecuado para su realeza, a lo que la joven muchacha, se revelo diciendo:
- Prefiero estar penando en prisión, que no volver a verle más.
A lo cual el rey, mandó encerrar a su hija, en la torre, que existía, en las afueras de la cuidad, en lo que se llamaba, la puerta, del camino de la joya, lugar, a donde fue conducida por tres guardas, de cara oscura, al llegar allí fue encerrada, justo encima de donde estamos.
Por aquellos días, un Rey Cristiano, llegado desde el norte, llamado Fernando III el Santo, se hallaba sitiando la ciudad, allá por los campos de la cubé.
El rey cristiano, mando embajadores, para hablar con el rey Moro, de la ciudad de Medina Bahiga, rogándole rindiera la plaza, a lo cual contesto, con la más rotunda de las negativas posibles.
Así que el rey Cristiano, preparo el asedio, las tropas cristianas, que doblaban las de los moros, lograron, tras una dura batalla, hacerse con el dominio de la ciudad.
El rey y todos los habitantes del castillo, fueron pasados a cuchillo, y fue saqueada la ciudad, hasta el extremo de que nadie quedo vivo.
Quizás nadie se acordó de aquella muchacha tan bella, hija del rey, que quedo, para siempre, presa en la torre, por el castigo de su padre, allí, pereció, y nunca más, se supo nada de ella, o casi nada.
Desde entonces, algo pasa por este lugar, cada noche de san Juan, en el solsticio de verano.
Dicen algunos antiguos, que si tienes valor, y no tienes miedo, a eso de las 12 de la noche, y a los pies de ese gran álamo, se aparece la figura espectral, de una bellísima dama, cubierta de ricas vestiduras.
Es bella en extremo, se acerca hasta el nacimiento, se sienta allí en silencio y con un peine de oro en su mano, peina incansablemente sus largos y hermosos cabellos negros.
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