jueves, 30 de enero de 2020

Origen del nombre (Ogíjares, Granada)

Aunque parezca mentira, Ogíjares es la evolución natural de muchas y diversas maneras de llamar a esta población del cinturón metropolitano granadino. De hecho, los más mayores seguramente recuerden que hasta hace bien poco -hay quienes aún se resisten- a Ogíjares se le añadía el determinante “los”. Porque Ogíjares estaba dividido en dos. Pero en época musulmana.

Ogíjar alta y Ogíjar baja, de ahí el plural de Ogíjares. Pero su origen viene directamente del latín y ha derivado de un modo muy heterogéneo hasta nuestros días. Pues Ogíjares al comienzo se conocía como “hortum sacrum” que significa literalmente huerto sagrado. Su carácter religioso ha estado siempre tan marcado que ni la llegada de los musulmanes lo cambió. Pasó de “hortum sacrum” a “ortexicar” y posteriormente tras varias derivaciones a “ugíjar”. Y sí, ese último nombre seguro que te suena. Pues en la Alpujarra hay otro pueblo con el mismo topónimo. Ambos vienen del mismo origen.

Cristo de la Salud (Nívar, Granada)

Dicen que una mañana, cuando se levantó el cura en lugar de maitines tocó a rebato, porque asombrado observó, que en el altar mayor no estaba el Cristo. Pero he aquí que cuando abrió las puertas y entraron los lugareños alarmados, el Cristo estaba en su lugar, aunque tenía las faldas húmedas sobre el altar, y sobre éste había restos de arena.
Se celebraron misas y rogativas, pero nadie se explicaba lo sucedido. Nadie. Hasta que pasado un tiempo vinieron unos niveros a cumplir promesa. A falta de trabajo embarcaron como marineros en Motril , y cuando una tormenta daba por perdidas las esperanzas de salvación, invocaron al Cristo; los mares se calmaron y la nave, aunque maltrecha, pudo llegar a puerto.
Y comprobando fechas y momentos, pudo averiguarse que esto ocurría mientras el Cristo se ausentó de la parroquia.
Nívar es un pueblo situado al norte se la ciudad de Granada, entre la Vega y la montaña. Sus habitantes y los de los pueblos vecinos se han dedicado desde siempre al cultivo del olivar, de los cereales y de sus pequeñas huertas, donde siembran las hortalizas para el consumo propio.
He aquí que en el siglo XIX, hubo una plaga de langosta que afectó a la zona, sobre todo al municipio de Cogollos Vega, no siendo así en Nívar, que se vió libre de esta plaga. Los cogolleros (gentilicio de los habitantes de Cogollos Vega) atribuyeron el hecho a un milagro del Santo Cristo de la Salud.
Con el fin de alcanzar la protección del Santo Cristo, se trasladó a Nívar un grupo de personas, dispuestas a llevarse la imagen a su pueblo; y se presentaron en Nívar, tomando la imagen de la parroquia.
Este grupo de hombres fuertes y acostumbrados a las duras tareas agrícolas, con la imagen a hombros emprendieron camino de regreso a Cogollos , pero cual fue su sorpresa , cuando empezaron a comprobar que según la imagen se alejaba de Nívar, ésta pesaba cada vez más. De tal modo que al llegar al paraje denominado Cerro de Tío Frasco (aquí es donde el camino se desvía un poco y ya no se vislumbra Nívar) fue imposible continuar.
Tras un rato de discusiones y ante la imposibilidad de continuar hacia delante, decidieron dar media vuelta y devolver la imagen a su templo.
Pero como buenos vecinos se llegó a este acuerdo: de que siempre que la imagen del Santo Cristo procesione por las calles del pueblo, para así proteger y bendecir a sus habitantes con el don de su advocación (“de la Salud”) ésta sea puesta unos minutos mirando a Cogollos Vega para compartir y recibir la protección del Cristo de la Salud.
Esta tradición se ha mantenido desde entonces, y el segundo domingo del mes de septiembre, estos dos pueblos en señal de buena vecindad y más hermandad que el resto del año, comparten la protección y la bendición del Cristo de la Salud.

Virgen de la Cabeza (Motril, Granada)

El licenciado Tomás Aquino y Mercado cuenta, en 1650, que, en el año de 1500 se apareció milagrosamente en el cerro la imagen de la Virgen, que por ella se llamó de Nuestra Señora de la Cabeza. Cuenta Aquino que la Virgen dejó de noche la iglesia de Santiago donde la habían dejado cuando la trajeron del mar en procesión. 
Sin embargo, hay otra leyenda la más extendida, con más florituras, que se ha ido adornando con recursos literarios a lo largo de los siglos, y que cuenta que:
Una nave que venía de levante y portaba la talla de la Virgen de Nuestra Señora de la Cabeza, sufrió los avatares de una tormenta tan fuerte que era capaz de quebrar los árboles. Los marineros asustados se hincaron de rodillas y pidieron a la Virgen que los salvara, a cambio, ellos le prometieron que “donde quiera que la tormenta parase sacarían esta Imagen a tierra y allí le fabricarían una ermita”.
La nave llegó a salvo a la costa motrileña, supuestamente hasta la Playa de las Azucenas. Los marineros, tras pasar la tormenta y, cumpliendo lo prometido saltaron a tierra y se acercaron hasta la Villa de Motril. Allí dieron cuenta de lo sucedido a las autoridades eclesiásticas. Los marineros junto con las gentes de la Villa sacaron la imagen y la llevaron en procesión hasta un sitio alto que tiene Motril, desde donde se ve el mar y su vega. Allí le erigieron la ermita y le pusieron el nombre de Nuestra Señora de la Cabeza, porque el sitio parece la cabeza de la población.
INTERIOR - ERMITA VIRGEN DE LA CABEZA - MOTRIL

Al parecer en el siglo XIX el archivero de Motril, Antonio Ramón Micas, cuenta a Pascual Madoz que el origen de la Virgen de la Cabeza de Motril se remonta a que  unos marinos portugueses que por el año de 1.510, sustrajeron de Corinto la santa imagen y que navegando hacia su país, sufrieron tan recia tempestad que al cabo de 6 días de naufragio aportaron salvos a Motril, y edificaron a la Virgen en este paraje su primitiva ermita”.
La ermita de la Virgen de la Cabeza de Motril, se sitúa coronando el Cerro de la Virgen. A sus pies se encuentra el Parque de los Pueblos de América. El primer templo se construyó entorno a 1519. Era de sencilla construcción, y sus dimensiones aproximadas eran de unos 10 metros de largo por 4 de ancho. Constaba de una sola nave cubierta con armadura de madera, tenía la capilla mayor de bóveda, y anexos a la ermita se encontraban otra pequeña capilla y la casa del ermitaño.  En el siglo XVII la ermita se convirtió en convento de Franciscanos, y en 1631 se comenzó a levantar un nuevo templo para albergar la imagen de la Virgen de la Cabeza. Estas obras duraron hasta 1641 y su estructura es casi la misma que podemos contemplar hoy en día. 
El templo se dispone en planta de cruz latina, con nave central cubierta por una bóveda de medio cañón, reforzada en sus tramos por arcos fajones. Cuenta con una cúpula sustentada sobre pechinas, que corona el altar mayor, y detrás el camarín realizado en el siglo XVIII. La ermita de la Virgen de la Cabeza se reconstruyó tras la Guerra Civil. Se ha convertido en uno de los atractivos turísticos y por tanto, visita obligada cuando estés por Motril.

Fantasmas en el teatro (Motril, Granada)

Estamos tan acostumbrados a escuchar, leer o conocer historias de fantasmas o espíritus que tuvieron lugar hace tiempo y de los que apenas se tienen pruebas que la siguiente puede asustar a más de uno. Es un relato muy conocido en Motril y que incluso llegó a la televisión nacional con ‘Cuarto Milenio’ de Iker Jiménez y Carmen Porter.
Todo se reduce a una fotografía, la que acompaña a este artículo. A simple vista no parece que haya nada extraordinario más que tres actores representando parte de la obra ‘Mariquita Linda’. Lo especial viene después. Puedes coger la fotografía y descargártela o jugar con el brillo de la pantalla de tu dispositivo hasta que des con el misterio.
bolardo-fantasma-motril
Tras el actor que está hablando de cara en la imagen, aparecen dos siluetas de lo que podrían ser otros dos actores por las ropas que visten. Un hombre y lo que parece una niña. Los dos ahí, inmóviles y vigilando de cerca lo que sucede en el escenario. Si bien podrían ser parte del elenco de actores de la obra, el reducido tamaño de las tablas sobre las que se representaba ‘Mariquita Linda’ impide que haya nadie más en la escena.
Se trata del Teatro Calderón de Motril y de finales de la anterior década cuando esta instantánea fue tomada. No se aprecia montaje ni nada raro que invite a pensar en un problema de la cámara. Todo lo contrario, lo que hay, está ahí aunque no se sepa de qué manera.
Los trabajadores del teatro motrileño fueron preguntados en más de una ocasión por esto y no supieron dar respuesta. Lo que sí acertaron a decir es que la historia del Teatro Calderón guarda más misterios que podrían aclarar quienes son los supuestos fantasmas que aparecen en la fotografía. Porque en este teatro, en efecto, pasan cosas. Pero eso lo descubriremos más adelante.

Leyenda marinera (Motril, Granada)

Mucho se ha hablado de la influencia de lo divino sobre lo terrenal. Se han escrito ríos de tinta para tratar de explicar lo que algunas personas han llegado a sentir en su vida con respecto a situaciones que son difíciles de entender. En la leyenda que relatamos hoy, lo divino toma su parte. Hace de lo imposible lo posible y posa su relato sobre la ciudad costera de Motril. En plena Costa Tropical granadina.
Allí, en 1510, un grupo de marineros que habían partido del puerto de Palma de Mallorca, se toparon con la tragedia. Cuando ya llevaban varios días de navegación, una tormenta horrible se cruzó en su camino. Destrozando parte del barco en el que viajaban y quitando toda esperanza a los marineros de poder salir con vida de allí. Su afán era poder llegar a Lisboa, pero el destino tenía otros planes.
Cuando todo parecía perdido, la carga de la bodega empezó a caerse por la borda. Todo a excepción de una talla que los marineros se apresusaron a salvar para tratar de no perder todo lo que llevaban. Tal fue su sorpresa cuando descubrireron que dicha talla no era otra cosa que una Virgen con el niño Jesús siendo acunado. Al salvarla de caerse al mar, el temporal amainó y la madrugada les sorprendió encallando el barco en la costa de Motril y evitando pérdidas humanas.
Una vez en Motril, descubrieron que les era imposible navegar y que tendrían que arreglar la nave. Gracias a la ayuda de los vecinos de la localidad, lograron reparar el navío y prepararse para continuar su marcha hasta Lisboa. En agradecimiento, no dudaron en llevarse a la Virgen con ellos. Cargaron el barco y trataron de marcharse. Pero en cuanto la Virgen entró en el barco, el tiempo se volvió tormentoso. Tuvieron que abortar su misión y esperar a que el cielo clareara.
Sucedió. El tiempo mejoró y repitieron sus planes y volvieron a subir a la Virgen y de nuevo justo en ese momento, una tormenta volvió a sorprenderles. Así sucedería hasta seis veces más hasta que comprendieron que al parecer lo divino les estaba mandando una señal. La misma que les pedía que la Virgen debía permanecer en Motril. Pues ese era su destino. Y allí, en la ciudad costera, permanece desde entonces la conocida como Virgen de la Cabeza.

domingo, 26 de enero de 2020

Las Cruces (Montefrío, Granada)

Sin duda alguna, Montefrío es uno de los municipios más bonitos y extraordinarios de la geografía granadina. No hace falta ser un experto en arquitectura y paisaje para descubrir que este enclave tiene duende. Y leyendas, muchas leyendas. Casi tantas como Granada capital. Hoy nos detenemos en una que tiene que ver con las cruces que están alrededor del municipio.
Aunque se trata de una historia que ha pasado de abuelos a nietos y parece contar con los tintes de una leyenda urbana, lo cierto es que sobrecoge. Cuenta el relato que las cruces que hay en Montefrío tienen tras de sí una historia macabra. Pero no una común sino una cada una de ellas. Pues al parecer, un terrible acontecimiento tuvo lugar junto a ellas.
Uno del que más se habla y bastante se sabe, es el que tiene de protagonista a la conocida como cruz de la linterna. Hoy desaparecida, esta cruz resultó ser el punto de conexión de todas estas leyendas. Pues allí fue asesinado brutalmente un hombre porque alguien confundió el gesto que hacía con una linterna como una afrenta para iniciar una pelea.
No es la única cruz. Al parecer, todas las cruces que aún hoy siguen en pie, cuentan una historia similar. Junto a ellas o en su mismo lugar, ocurrió un acontecimiento dramático que acabó con la vida de alguien. Cruces malditas de una leyenda macabra.

Cristo del Paño (Moclín, Granada)

Cuenta la tradición que, cuando Moclín cayó en manos cristianas el 26 de julio de 1486, sus moradores se volcaron de tal manera en atenciones y agasajos con los Reyes Católicos que, una vez hubieron de partir estos para la ocupación de Granada, no solo la ennoblecieron con privilegios y distinciones reales, sino que la reina Isabel, agradecida por el entrañable cariño que le habían profesado aquellas gentes, hizo depositaria a la villa de una pequeña escultura de la Virgen de la Victoria, de la que la reina era tan devota, y de un hermosísimo lienzo con la imagen Jesús Nazareno.
Según queda constancia en antiguos manuscritos de Moclín que todavía se conservan, este lienzo de Jesús Nazareno había acompañado al Rey Católico en sus campañas como estandarte y había presidido la tienda real todo ese tiempo de guerra. Parece avalar lo dicho la manera como la pintura impregna el lienzo todo, de manera que puede enrollarse sin que la imagen sufra deterioro alguno.
La imagen representa a un Jesús de estatura natural, en el momento en que, con la cruz a cuestas, va camino del Calvario hacia su destino final en la tierra. Con la mano derecha sostiene la pesada cruz, que descansa sobre el mismo hombro, y, como señal inequívoca del terrible cansancio que debía aquejarle en ese trance, con la mano izquierda se apoya sobre el tocón de un árbol que ha sido cortado, haciendo ademán de levantar la rodilla de la pierna derecha, que sugiere haber sufrido una terrible caída en el suelo. Quedan al descubierto las dos manos, el pie izquierdo y el rostro, poblado de negra y espesa barba. Una cabellera larga y abundante cae sobre sus espaldas. La mirada es, al mismo tiempo, dulce e indagadora: penetra en el fondo del alma. Atada al cuello, lleva una cuerda. Todas las restantes partes del cuerpo quedan cubiertas por la túnica inconsútil, que después echarían a suerte los soldados romanos.
Las descripciones críticas llevada a cabo de la representación, aunque ninguna concluyente, son bastante objetivas y fieles a la realidad pictórica, y las opiniones que se han emitido al respecto son coincidentes en destacar lo sorprendente que resulta el realismo y expresividad de la sagrada imagen del lienzo, si se tiene en cuenta la época en que, según la tradición, hubo de ser pintado.
De igual manera, los estudios a que ha sido sometida la pintura han reconocido que, a pesar de faltarle los últimos retoques pictóricos, la imagen es, sin embargo, tan singularmente hermosa como amablemente severa. Asimismo, y a falta de documentos fidedignos, han puesto de manifiesto la imposibilidad de desvelar la identidad del autor, así como datar con exactitud la fecha en que fue pintada esta devota imagen. Sí han dejado constancia de que se trata de una pintura al óleo sobre lienzo, cuyo autor pudo haberse inspirado en la impresionante obra de Tiziano que se guarda en el monasterio de El Escorial y que representa a Jesús y al Cirineo, opinión que, de confirmarse, pondría en tela de juicio la histórica donación de los Reyes Católicos. El lienzo se halla encuadrado en un marco de plata que mide 2,64 m de largo por 2,21 m de ancho, y en él aparece grabada la fecha de 1779.
  
                            
Cuadro del Cristo del Paño, lienzo con el que Isabel la Católica quiso agradecer las atenciones que recibió de parte de los moradores de Moclín durante su estancia en la villa.
  
La primera misa que se celebró en el Moclín cristiano la ofició fray Hernando de Talavera, obispo de Ávila y confesor de la reina, en el edificio de una mezquita, después de haber sido purificada. En 1501, el edificio, en su construcción original, fue consagrado como iglesia de la villa y se puso bajo la advocación de Santa María de la Concepción por Diego Hurtado de Mendoza, arzobispo de Sevilla. La antigua mezquita que había sido utilizada como templo cristiano fue derruida medio siglo más tarde para edificar sobre el solar una iglesia, cuya construcción comenzaría en 1551, en las postrimerías del reinado del emperador Carlos V.
Para el culto del Cristo se fundó en 1695 una Hermandad con 72 hermanos, número fijado en conmemoración de los otros discípulos que Jesús designó y envió, de dos en dos, para que lo precedieran en todas las ciudades y sitios adonde él debía ir.
Pero fue durante el siglo XVII cuando empezó a florecer el culto popular a la imagen del Cristo del lienzo, a consecuencia, según se dice, de la milagrosa curación de un sacristán que padecía cataratas, mal por aquellos tiempos era conocido por «enfermedad del paño». A raíz de tan insólito prodigio, el Cristo de Moclín empezó a ser conocido como el «Santo Cristo del Paño».
Durante la Guerra Civil, Moclín quedó en plena zona de vanguardia. Para evitar que sufriese algún deterioro o su posible extravío, el lienzo del Cristo del Paño fue extraído de su marco y, enrollado, se escondió en el ático del mismo templo. Sin embargo, al objeto de evitar la eventualidad de que cayese en manos adversas al hecho religioso y quemado o de ser destrozado por los efectos de la artillería, y de someterlo a un retoque en las partes que habían sufrido daños al recortarlo del marco, el arzobispo de Granada ordenó que fuese llevado a la capital, concretamente a la Santa Iglesia Catedral, en donde permaneció expuesto al culto en una de las capillas laterales los tres años que duró la contienda.
Fue tal la devoción y el fervor que despertó la imagen en los ciudadanos granadinos, que muchos no quisieron que el lienzo retornase a Moclín, pero la demanda de la villa fue tan extrema que el obispado granadino decidió el encargo de una copia lo más fiel y exacta posible para su veneración en el templo catedralicio, copia que hoy se puede contemplar en el templo metropolitano de Granada.
Esta devota rivalidad por la posesión del lienzo quedó zanjada definitivamente el 28 de septiembre de 1939, cuando el cuadro del Santo Cristo del Paño fue trasladado de la catedral de Granada a la iglesia del pueblo que lo tenía como propio. Con todo, no mucho después de esa fecha, empezó a circular un rumor de origen anónimo pero que nadie ha sabido acallar, asegurando que la verdadera imagen del Cristo del Paño es la que se custodia en la catedral y no la que se venera en Moclín.
Por desgracia, el excesivo fervor religioso de los moclineños ha dejado en el lienzo una impronta lamentable que todavía aqueja al cuadro. Todo se originó en el momento mismo en que hizo su entrada en el pueblo el acompañamiento del Señor del Paño procedente de Granada. El otoño no había hecho más que empezar y el cielo presagiaba una pronta tormenta. Por más empeño que se puso, no pudo evitarse que aquella multitud de gente, enardecida de su amor hacia a aquel Cristo tanto años ausente, desliase el lienzo y lo llevase extendido horizontalmente y hacia arriba en medio de una lluvia torrencial. Al no haberse restaurado el lienzo, aún puede percibirse a simple vista el daño que causó la precipitación del agua sobre el cuadro, cuya imagen se vio afectada con mucha pérdida de pintura en sus partes más significativas, particularmente en el rostro, las manos, los pies y la túnica.
  
                            
Procesión que tiene lugar durante la fiesta en honor del Santo Cristo del Paño, de Moclín, a la que acuden todos los años una ingente cantidad de devotos de todas partes.
  
Unos días más tarde, el 5 de octubre de 1939, se celebraron en Moclín unas fiestas en conmemoración del retorno y en honor del Señor del Paño, a las que asistió una nutrida representación de las autoridades granadinas en todos los órdenes y una cantidad de peregrinos realmente extraordinaria. Desde aquella fecha, la fiesta continúa celebrándose como culto al Señor del Paño y cada año cuenta con la presencia de miles de personas. 

Origen del nombre (La Malahá, Granada)

Si hiciésemos un análisis de los pueblos con nombres más raros de toda España, sin duda alguna que La Malahá sería uno de ellos. Aunque no sabríamos clasificarlo en un punto exacto de un hipotético listado, sí que no cabe la menor duda que este municipio granadino tiene una denominación como poco curiosa.
Este pueblo, que se encuentra en el área metropolitana de Granada, muy cerca de Las Gabias y Alhendín, recibe su nombre por culpa del paso del tiempo. Esto es, que su origen nada tiene que ver con el castellano y sí mucho con el árabe. Porque si algo ha destacado siempre en esta localidad es su piscina de agua termal con cualidades terapéuticas. Quizá por eso, por la existencia de salinas, los árabes la denominaron “Al-Mallahá” ya que literalmente significa “pueblo de sal”. Vocablo que con el uso acabó llamándose La Malahá.

La momia (La Malahá, Granada)

La capilla de San Vicente está ubicada en una casa, conocida como la casa del Santo (actual restaurante), situada cerca de la iglesia parroquial de La Malahá (Granada).
En cuanto a la descripción de la momia, podemos observar un uniforme llamativo, que puede pertenecer al ejército romano, que consta de una especie de malla, que le recubre los miembros superiores. Todo el vestido está decorado con bordados dorados, que denotan que podía tratarse de una persona importante. Además,  tiene un casco, un cáliz y una espada. En su mano izquierda sujeta una pluma de color verde ya que se trata de un mártir, porque antiguamente los cristianos eran perseguidos  y torturados para que renegaran de sus creencias, y él no renegó y lo hicieron mártir.
Hemos investigado y encontrado que para albergar las reliquias de estos santos se confeccionaban cuerpos de cera en cuyo interior guardaban los huesos y así exponerlos a la veneración pública. La habitación en la que se encuentra es un de las más antiguas del pueblo. Presenta un artesonado mozárabe original del año 1500 o 1600 aproximadamente.
Su origen no está aún verificado ya que realmente son historias que se han contado unos a otros, y no hay nada escrito. La historia más creíble de cómo llegó el santo a esta localidad es: “En la casa en la que se encuentra la momia, aproximadamente en el siglo XVIII, vivía una familia adinerada la cual hizo un donativo considerado al Vaticano para arreglar la capilla de San Pedro. En agradecimiento a este gesto, el Vaticano le mandó este santo, que estuvo unos 1500 años en Serna (Italia) en unas catatumbas, con el fin de protegerlos”.
Otras versiones cuentan: “Este santo fue un legionario romano, un capitán de las legiones romanas que desembarcó en Motril, conquistando todas las tierras de los alrededores hasta que llegó a La Malahá. Quedó enamorado de este pueblo, de sus salinas, que en ese tiempo eran muy valiosas y de sus aguas termales. Por esto decidió quedarse allí y al morir fue momificado”.  “El señor de la casa, donde se encuentra el santo fue a Italia a luchar en una guerra y cuando regresó se trajo a la momia como trofeo de su victoria”.
Según los símbolos y vestimenta de la momia, se ha concluido que puede pertenecer al año 200 o 300 aproximadamente.
Entre los objetos que se encuentran en la capilla, podemos destacar:
-Sumario de indulgencias de 1784, concedidas por varios obispos y arzobispos de varias ciudades de España. Describe que a toda persona devota que rece un Padre Nuestro y un Ave María por la paz de la Iglesia y de los príncipes cristianos, se le conceden 80 indulgencias.
-Cuadro bordado de la Virgen del año 1724.
-Cuadros en los que se encuentran relicarios, que son de marfil tallado o cera. En ellos se encuentran uno o varios huesos de otros santos, cuyos nombres vienen escritos por la parte posterior en latín.
-Relicarios de la parte superior tienen en su interior tres huesos de tres santos diferentes. Los nombres de estos están traducidos al castellano y uno de ellos pertenece a San José.
-Antiguamente la gente le tenía mucha devoción, le rezaba, le ponía velas, flores… De hecho tiene votos, que eran una especie de chapas de metal en forma de piernas, brazos, etc., según la enfermedad o dolencia que tuvieran para que el santo les curara. También llaman la atención las chapas en forma de animales, por  los que la gente rezaba para que no enfermaran, ya que animales como el burro, caballo, etc. eran su medio de transporte y trabajo.
-Cuadro de Alonso Cano, donativo que le hizo este al santo. Cuentan que antiguamente cuando en el pueblo había épocas de sequía lo sacaban en procesión.
Como curiosidad, este santo tiene un gran parecido con otro localizado en una catedral de México, San Hermión Mártir, cuya historia está verificada.

sábado, 18 de enero de 2020

La fuente del amor (Loja, Granada)

Allí, en el municipio más grande que sirve de entrada desde Málaga, Sevilla y Córdoba, hay muchas leyendas que lo convierten en un espacio con historia. Uno de ellos aúna la magia y el amor del que hablábamos y lo hace a través de los siglos. Nos dirigimos hasta el edificio de la Policía Local y junto al Lavadero de la Alfaguara.
En este punto se levanta una fuente del siglo XVI que a pesar de ser posterior a la reconquista hunde sus orígenes en la época árabe. Este punto de agua proviene de unas canalizaciones históricas que descendían directamente de un nacimiento de agua que estaba dentro de la ciudad amurallada. Pero no es eso lo que la hace especial.
Se conoce como la ‘Fuente de los 25 caños’ porque en efecto cuenta con ese elevado número de salidas de agua para el visitante sediento que se acerque. Pero también es conocida como la ‘Fuente de la Mora’ porque una leyenda relata cómo una joven árabe del pueblo tuvo un amor prohibido con un joven cristiano. Fruto de aquello y en la misma fuente donde se desarrolló su amor, dejaron para siempre guardado un hechizo que no se ha borrado.
Pues la misma leyenda cuenta que quienes beben de cada uno de los caños de la fuente, ese mismo año encontrará el amor verdadero. Así que no es plan de llevarle la contraria al destino.

El Algarrobo Milenario (Lecrín, Granada)

Situados en el centro-sur de la comarca del Valle de Lecrin se encuentran Melegís, Restábal y Saleres. Su Ayuntamiento se formó allá por el año 1972 reuniendo a los tres núcleos urbanos, que pasaron a denominarse El Valle. En Restábal se ubicó el Ayuntamiento al encontrarse estratégicamente situado entre Melegís y Saleres y su territorio está surcado por los ríos Albuñuelas y Dúrcal. Son pueblos de tradición musulmana, como lo demuestran sus restos de atalayas, el sistema agrario de acequias y bancales y su estructura urbanística de calles estrechas, patios llenos de macetas y callejones sin salida.
Cuando me encontré con María del Mar Vallejo, responsable de comunicación del Ayuntamiento y Luis Molino, de la Asociación de Mayores, pude disfrutar de un paseo agradable por la villa de Restábal, donde descubrí la preciosa Ermita del Cerro, construida en honor a la Virgen de Fátima y situada en un paraje con preciosas vistas hacia el Valle de Lecrín y la cola del pantano de Béznar. En el siglo XVIII fue lugar de descanso de importantes familias nobiliarias, con gran importancia en la política de Granada, dejando un legado de casas señoriales. Entre las aportaciones que se hicieron durante este siglo cabe destacar la Fuente del Camino Real, llamada ‘la Lonja’ o antigua pescadería por encontrarse junto al camino que unía Granada con su costa, paso de los pescaderos que llevaban su rica mercancía hacia la ciudad.

El castillo de Lanjarón (Lanjarón, Granada)

Cuenta la leyenda que el Castillo de Lanjarón fue escenario de una de las más cruentas batallas una vez finalizada la contienda de la conquista de Granada. En este baluarte alpujarreño se hicieron fuertes los rebeldes que se habían alzado contra el Rey Católico y contra la humillación que padecían  del Cardenal Cisneros que  incumplía las más solemnes clausulas de  las capitulaciones, que era libertad de conciencias y seguridad de bienes.

Apenas circulo por el reino de Granada la noticia del levantamiento del Albaicín, todos los veteranos  de la  Alpujarra, que habían soltado las armas con repugnancia, se sublevaron y propagaron el fuego de la insurrección en toda la comarca incluso en Almería y Ronda.

Qasim era unos de los responsables del ejército de El zagal  al  lado occidental de Almería. Su destacamento estaba en Adra de donde con gran tristeza vio partir  a su rey el Zagal,  el mejor guerrero que había tenido  Al-Ándalus,  hacia tierras de Marruecos, pero antes le hizo un regalo a Qasim por los servicios prestados y su lealtad, una preciosa espada con la empuñadura de marfil y tres precioso rubíes que significaban, el honor, la lealtad y la  valentía y una inscripción “El imperio permanente y la gloria duradera son propiedad de Dios”.

Después combatió en las filas de Boabdil  contra los cristianos y estuvo presente en la humillación de la entrega de Granada por el último rey nazarí. Fueron años muy duros para un guerrero que pasó su vida entre contiendas y batallas. Sus conocimientos de la guerra eran extraordinarios y sin duda el mejor capitán que pudiera haber tenido ningún otro ejercito.

La vida en Lanjarón era muy dura pues el medio de ganarse el sustento  había cambiado significativamente y sus habilidades en la agricultura eran más bien escasas. Como artesano lo único que manejaba con habilidad era la espada y la lanza. Si a todas estas penumbras añadimos que Qasim era de piel negra  solo le quedaba como recurso integrase en bandas de pillaje y salteadores de caminos muy profusos al término de la contienda.

La suerte estaba de su lado cuando prendió el fuego de la insurrección en la Alpujarra pues él era uno de los jefes nómadas  que recorrían aquellas abruptas  tierras dando golpes de efecto a cuanto caballero cristiano se cruzaran en su camino.

Así Qasim llego a acaudillar a más de tres mil moros en la fortaleza de Lanjarón armados con pertrechos  cogidos de Adra y Castell de Ferro y mientras tanto el rey Católico partía  desde Alhendin hacia  Lanjarón para aplastar la sublevación, llegando al puente  Tablate donde los sublevados se habían atrincherado aguardando a los cristianos.

El rey flanqueo esta posición, gracias a un traidor del ejército de  Qasim,   conduciendo las  tropas cristianas por una estrecha senda,  que a través de la montaña  llegaba hasta Lanjarón.

Hicieron  noche en la Sierra y atacaron al día siguiente el castillo que estaba situado en una elevada peña.

Qasim defendió la  fortaleza con toda su bravura y haciendo cara la victoria de los cristianos, el alcaide de los donceles, el conde de Cifuentes y el comendador mayor de Calatrava dirigieron hábilmente los asaltos.

Una y otra vez el ejercito cristiano embestía con fiereza las murallas de la fortaleza y a cada asalto eran muchos los que caían de uno y otro bando, la lucha era encarnizada pues la situación del castillo parapetado en lo más alto de la peña hacia de su asalto una empresa difícil y costosa en vidas.

La noche llego con los lamentos de los heridos. El bando cristiano  recogió a los suyos para curarlos o darle sepultura,  los del castillo solo curaron a los que podían aun pelear. Las ordenes de Qasim eran bien claras o vencer o morir, no había rendición posible.

Sabiendo que sus horas estaban contadas y antes de que amaneciese, Qasim amparado en la noche y ayudado de una cuerda se deslizó por la cara más abrupta de la peña e  introdujo  su bella jineta (espada nazarí) en una de las profundas grietas de la Peña, camuflándola en las rocas y vegetación para que nadie pudiera descubrirla, y así nadie  se apoderaría de ella  como trofeo de guerra.

A la mañana siguiente la batalla continuaba  con gran ferocidad….al medio día el Castillo estaba rendido a los cristianos, Qasim arrinconado por los soldados en lo alto de la fortaleza y viéndose perdido, saltó al vacío en un acto de bravura, estrellándose contra las  rocas y muriendo lastimosamente.

Muchos fueron los que reconocieron su arrojo y valor otros en cambio se dedicaron a buscar la Jineta como botín de guerra, pero nadie la encontró…todavía está durmiendo en algún lugar de la Peña del Castillo de Lanjarón porque ella pertenece al honor,  a la lealtad y a la valentía.

La espada mágica perdida (Lanjarón, Granada)

En la guerra, como en el amor, todo vale. Y si hablamos de guerra y la relacionamos con Granada es prácticamente una necesidad recordar las batallas que tuvieron lugar a finales del siglo XV entre musulmanes y cristianos. En ellas los últimos luchaban por hacerse con el control de la península que habían ocupado los primeros durante siete siglos. Por eso que en el amor y en la guerra, todo vale, un militar musulmán supo hacer bueno ese dicho.
Se llamaba Qasim y fue un hombre que luchó junto a El Zagal –tío de Boabdil- durante muchas contiendas. Fiel y trabajador, El Zagal le premió con una espada preciosa con una empuñadura de marfil que a Qasim lo hizo imponente. Tan capaz de gobernar ejércitos que incluso combatió para Boabdil en la fecha en que Lanjarón estaba siendo sitiada por los cristianos. Precisamente ahí, tiene lugar esta leyenda.
La misma cuenta que Qasim, traicionado por algún musulmán de su entorno que le indicó a los cristianos la capacidad defensiva de su ejército, tuvo que encerrarse junto con sus hombres en el castillo de este famoso pueblo granadino. Allí aguantaban las embestidas de los cristianos de una manera casi sobrenatural por ser inferior en número. La espada nazarí que portaba Qasim, había hecho de él un militar implacable e incapaz de perder ante nadie.
Por eso, cuando la noche cayó, él cogió su espada y saltó por la muralla buscando atacar a todo enemigo que encontrase a su paso. Aunque en un principio salió victorioso, una emboscada a punto estuvo de costarle la vida. Pero no. Él no lo permitió, antes dejó escondida su espada nazarí para que nadie pudiese robársela y saltó al vacío dejando allí su vida. Y junto a ella, una espada que de tan especial, hay quienes creen que es mágica. Una espada que sin embargo, nunca nadie volvería a ver. No obstante, el castillo aún puede tenerla guardada en el lugar más insospechado.

miércoles, 8 de enero de 2020

La loza (Jun, Granada)

El día estaba señalado, el Sultán cumpliría con el ritual de recompensar el trabajo artesano que más le gustase de todos cuantos le presentaran el día de su cumpleaños. En tradición que ese día todos los maestros de las distintas artes de la ciudad mostraron al Sultán su buen hacer, reflejado en un trabajo excepcional, así pasarían a pertenecer a la élite de artistas escogidos para trabajar y la ciudad palatina de la Alhambra, sueño de cualquier maestro artesano. De ahí que durante un año entero trabajaron en la obra maestra, volcando toda su sabiduría y conocimiento en cada una de las distintas disciplinas de las Bellas Artes.
Cada artesano tenía en su taller aprendices y ayudantes que bajo su dirección, establecía la mejor forma para trabajar la madera, orfebrería, yeso, taracea, dibujo, cerámica y otras muchas más que eran el orgullo de la artesanía mazarí.

Abdul había nacido en el seno de una casta de alfareros de Jun, dedicados más a la elaboración de ladrillos para la construcción que a las artes plásticas; sus incursiones en la cerámica habían sido con más pena que gloria, con trabajos artesanos de mediocre factura, botijos, cazos, orzas, candiles y alguna que otra vajilla para las familias del pueblo. Este era el legado que Abdul había heredado de sus antepasados, pero él tenía otras inquietudes que su abuelo materno, Kaler, incansable viajero, supo descubrir.


Era kaler un hombre de mundo que después de recorrérselo en su juventud, se instaló en Jun donde le apodaron “el alquimista” por su pasión por los experimentos y exploración, sobre todo de los materiales a través del fuego. En él, encontraba Abdul el soporte para investigar nuevas formas de cocer la excelente arcilla que se extraía del suelo de Jun.
Su Padre siempre le echaba en cara lo poco que se dedicaba al negocio familiar, mientras pasaba horas y horas en la casa de su abuelo perdiendo el tiempo en experimentos que no conducían a ninguna parte. Pero él aprendió de ese misterioso viajero la transmutación de la materia, cómo hacer de un trozo de barro algo sublime y místico, de formas, dibujos y colores nunca antes realizadas y así surgió la pieza que este año el hijo del alfarero de Jun iba a presentar al Sultán, un plato con filigranas vegetales, geométricos y apabullantes con unos colores nunca antes vistos.

La mañana abrió radiante y el bullicio en la explanada de la Alhambra fue creciendo con la llegada de cada maestro, con su cohorte de aprendices para exponer su trabajo al Sultán. Uno tras otro fueron mostrando sus obras en los distintos campos, mientras que el Sultán se congratulaba de la excelente labor de los artesanos nazaríes. Llegó la hora de Abdul que, acompañado de su abuelo Kaler, se presentó ante el monarca.
-¿Y tú jovenzuelo, que puedes ofrecerme, sin cohorte de aprendices, ni maestro  que te avale?
-Sólo puedo ofrecerte, mi señor, este humilde plato. -Dijo Abdul mientras lo desenvolvía con mucho primor de un paño de lino blanco. Todos los allí congregados se rieron del ofrecimiento.
-¿Todo un año para hacer un plato?-dijo uno- ¡Muchacho, por lo menos haber traído la vajilla completa! –soltó otro mientras todos reían de la ocurrencia.
Pero cuando Abdul, sacó el plato todos callaron y el sultán desde su real lugar le hizo señas para que se acercara y ver detenidamente la cerámica. Sus ojos se abrieron de par en par cuando lo tomó en sus manos; las extrañas filigranas y los colores eran de una belleza sublime, el azul cobalto y los reflejos dorados de la pieza dejaron mundos a todos.


¡Cómo había podido hacer aquel muchacho una pieza tan exquisita!El interés del sultán por aquella pieza levantó las envidias de los maestros alfareros que, aliados con un corrupto consejero del Sultán, sugirieron que aquella pieza no era obra del muchacho y que fuera castigado por su engaño, pero fue el abuelo quien habló esta vez:
Mi señor, yo puedo dar fe del trabajo del muchacho y si mis canas no son suficiente garantía, hacer que vuelva a fabricar otro para probar su inocencia.
El viejo Sultán miró al anciano y vio en él la humildad y honor de quien ha conocido los secretos del mundo.
-No hace falta, me fio de tu palabra, anciano.
Pero el consejero, espoleado por el dinero de los envidiosos alfareros, volvió a la carga contra el pobre Abdul.
-Mi señor, mi señor, ¿no prohíbe nuestra religión que se ponga oro en la mesa del creyente?... ¿Y no es oro lo que ese plato reluce o es que me engañan mis ojos? -Observando detenidamente el plato.
-¡Esto es una mofa y sacrilegio a nuestra fe, que Alá me destierre si eso que reluce no es oro! …¿Hemos de consentir tal infamia?
El revuelo que se formó fue tal que la guardia personal del sultán tuvo que intervenir para aplacar los ánimos. -Sí es cierto lo que dice mi consejero, vas a estar muchos años encadenado, extrayendo el oro del Cerro del Sol.
El abuelo volvió a intervenir:
-Si el consejero está tan seguro de ello, sólo nos queda por demostrar que mi nieto es leal al sultán y a la fe de Alá. Sólo una prueba podría salvar su destino.
¿Y qué sugieres, viejo? -Escupió el consejero.
-Sólo queda romper el plato y comprobar qué hay en su interior.
Fue el propio sultán el que puso reparos a la propuesta del abuelo, pues no deseaba destruir una pieza tan bella, pero no quedaba otro remedio para discernir la inocencia o culpabilidad del muchacho. La expectación que se había creado en torno al asunto crecía por momentos. De repente, el sultán se levantó y de un movimiento enérgico estrelló la pieza cerámica contra el suelo, rompiéndolo en siete trozos; después mandó llamar a su orfebre privado para el que examinará el material. El informe fue rotundo: “Allí no había ni una pizca del precioso metal, sólo barro con una pigmentación especial y cocido de forma distinta para sacar los bellos reflejos dorados. Es una fórmula desconocida, pero no es oro lo que reluce en la cerámica”.

El sultán fulminó a su consejero con la mirada; este intentó escabullirse pero la orden del monarca fue tajante:
-¡No será Alá el que te destierre, sino yo, pues en este mismo momento me he quedado sin la pieza de exquisita belleza, pero también de un consejero de mal agüero…! -¡Guardias, poned a es zángano en las puertas del reino y si vuelve por aquí no tengáis piedad con él…!

 -Si su majestad me permite. –Dijo Kaler, -Si se  ha perdido una pieza bella, no perdamos también unas buenas manos para trabajar; si vuestra majestad lo considera oportuno, este sabelotodo debería de trabajar en la extracción de oro de su excelencia, así aprenderá a pensar antes de rebuznar.
-Veo que también eres un buen consejero, abuelo, te ofrezco la vacante que queda libre en mi corte y con respecto al muchacho que hizo posible esta maravilla de cerámica, tengo grandes planes para él, los dos trabajaréis en la Alhambra.
Y cogiendo a Abdul del brazo, como si de un buen amigo se tratara, se retiraron hacia el patio de los Leones mientras el Sultán le comentaba:
-Tengo una idea que quisiera que la hicieras realidad sobre un gran jarrón con dos gacelas mirándose que…

Y así, la leyenda del secreto de la Loza Dorada quedó para siempre guardada en el corazón de Abdul y de sus descendientes, que dejaron en su legado
verdaderas joyas de cerámica, como son los “Vasos de la Alhambra”.
Por eso amigo lector, recuerda que: “No es oro todo lo que reluce”.

La laguna Vacares (Jerez del Marquesado, Granada)

Yace la Laguna, que califican de traicionera, y a la que nunca acercan sus ganados los pastores de la Sierra, en el fondo de una profunda sima, que le da aspecto terrorífico en medio de aquellas soledades, rarísima vez pisadas por la planta humana, y casi siempre coronadas por un turbante de nubes.
   En tiempo de los moros, hubo en las alturas de Sierra Nevada un espléndido palacio, rodeado de bellísimo jardín. Eran de mármol y de serpentina las solerías, y de estucos y alicatados, como los bellos aposentos de la Alhambra, las paredes. Espesas arboledas se prolongaban hasta un lejano cerco de montañas, manteniendo el palacio aislado y oculto de la curiosidad de los mortales.
   Allí vivía una bellísima princesa, cuyo padre, el Rey moro de Granada, la sometió recién nacida al estudio de los sabios, mandándoles descifrar el Destino de la niña en el libro de los astros.El horóscopo anunció que la princesa moriría al conocer el Amor, y el Rey, queriendo oponerse a la fatal sentencia, fabricó el palacio en el sitio más inaccesible de la Sierra, mandando que nadie se acercase a aquel lugar, donde la encerró bajo la vigilancia de una mujer de confianza: la discreta Kadiga, de los cuentos alhambreños.
   Pasaron los años, y la niña llegó a hacerse mujer, sin conocer más mundo que el que se contenía en aquel marco de montañas, ni más personas que las esclavas encargadas de su servicio. Un tenebroso subterráneo, cuya entrada era un misterio para todos, permitía al Rey visitar de vez en cuando aquel paraje inaccesible, y ver desde lejos a su hija, cuando oculto entre las espesuras la miraba pasar por los laberintos del jardín.
   Se hallaba un día Cobayda (que así se llamaba la princesa) recreándose en los bosques que limitaban el recinto de la morada, cuando apareció entre los árboles un arrogante caballero, que se había perdido en la montaña y vagaba de valle en valle sin encontrar el camino que la condujera a la ciudad.
    La princesa, que nunca había visto más que en sueños una figura varonil, sintió intensa emoción ante aquel joven tan apuesto. El doncel, por su parte también se enamoró, y desde entonces, y aprovechándose de la confiada seguridad en que vivían Kadiga y sus esclavas, salía todas las noches la princesa para encontrar al joven vestido de azul, junto a las frondosas alamedas del jardín.
     El carácter antes triste y melancólico de Cobayda, se tornó alegre y animado. Esto despertó las sospechas de Kadiga, y puesta en vigilante acecho confirmó sus temores, sorprendiendo a la enamorada pareja.
  Montó en cólera el Sultán al conocer la noticia, y la comprobó por sí mismo, escuchando las palabras de amor que el hermoso joven deslizaba junto al oído de la enamorada doncella.
   Ciego de ira el Rey moro se lanzó furioso contra la feliz pareja. Un relámpago brilló cuando el Sultán desenvainó su alfanje damasquino, y la cabeza del doncel rodó largo trecho por el suelo, hasta quedarse convertida en una piedra negruzca que aún puede reconocerse fácilmente.
   La princesa, asustada por aquella terrible aparición, quedó convertida en hielo, y de sus ojos brotaron tantas lágrimas que bastaron para llenar el valle y convertirlo en un lago salado (La Laguna de Vacares), que cubrió el palacio, el valle y el jardín. El Rey, aterrado por la desesperación de aquella hija predilecta, quiso huir, pero no pudo: se había convertido en una enorme roca, que sigue enhiesta junto a la  Laguna, y gime y brama cuando en las noches de furioso temporal la recorren el remordimiento y el dolor.