Sobre el Castillo de Santa Catalina también versan varias leyendas, la mayoría relacionadas con fantasmas. Quizá la más conocida de ellas sea la de la amante del Condestable Iranzo, en cuya habitación se siguen escuchando ruidos y lamentos, y que se dice que se interpone cuando alguien intenta retratar a su amado.
Se cuenta que el Condestable Iranzo se enamoró de una mora y era correspondido. Los dos amantes se casaron y un día el Condestable tuvo que ir a combate. Los súbditos estaban celosos de ella, pues creían que el rey no pensaba en ellos. Quemaron y violaron a la mujer mora cuando estaba embarazada. Desde entonces se oyen sus lamentos, y si la veis estará moviendo los muebles.
Otra leyenda a destacar dice que en la época de los moros, el Castillo de Jaén tuvo un gobernador llamado Omar, valiente guerrero pero a la vez delicadamente enamorado de su esposa, Zoraida. Una tarde fue reclamado en la ciudad por el Cadí y partió al galope. No volvió y su esposa, tras una angustiosa noche, salió en su busca; lo encontraron con un puñal en la espalda en un altozano cercano al castillo. Tal era el dolor de la viuda que se abrazó al cadáver y rompió a llorar sin consuelo.
Cuando sus acompañantes intentaron separarla del cuerpo de su marido, cayeron en la cuenta de que había muerto también, pese a que seguía derramando abundantes lágrimas y que éstas, al caer al suelo, se fundían con aguas cristalinas que brotaban del suelo, en un lugar que siempre había sido seco. Allí se formó una fuente que hoy se conoce como Caño Quebrado. Desde entonces en las noches de febrero, aparecen dos figuras como espectros abrazados que se alejan hacia el castillo.
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