Según cuenta la propia Santa Teresa en su libro de Fundaciones, cuando se dirigía a Sevilla, intentó cruzar el río Guadalquivir en las cercanías de Espeluy, usando una barca, con la mala suerte que la marona que la sujetaba a las orillas, se rompió.
La barcaza zozobró y la Santa estuvo a punto de caer al agua, junto a tres frailes que la acompañaba, logrando alcanzar la otra orilla, siendo llevada hasta el castillo de la villa, donde fue atendida de unos rasguños sufridos en el accidente.
Al mismo tiempo, una niña residente en el castillo estaba muy afligida, porque no había podido salir a recibir a la monja, era de corta edad y se encontraba acostada por tener mucha fiebre.
La familia estaba muy preocupada por la niña, sabiendo que los cuidados médicos de la época, no eran muy satisfactorios.
La madre se excusó ante Santa Teresa, por la enfermedad de su hija, y esta de inmediato, quiso conocer a la niña y se acercó a la habitación donde descansaba la chiquilla, rezando por ella y le puso la mano en la frente.
Pasadas unas horas, cuando Teresa de Jesús había abandonado el castillo, desapareció la fiebre de la niña y los vecinos comentaron esta historia, como un milagro de la Santa.
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