Cuenta la leyenda que Pedro Girón, maestre de Calatrava, ofreció al rey Enrique IV deponer las armas si le concedía la mano de su hermana Isabel, la futura Isabel la Católica. El monarca aprobó el casamiento, aunque el maestre calatravo doblada la edad de La Católica.
Cuando Pedro Girón acudía a la boda, con lucido séquito, se detuvo a pernoctar en el castillo del Berrueco. Aquella noche una gran bandada de cigüeñas estuvo largo rato sobrevolando la fortaleza en círculos.
Las personas que acompañaban al feliz novio creyeron que lo de las cigüeñas del Berrueco era un mal augurio. El caso es que la comitiva continuó su viaje. A los pocos días acampó en Villarrubia, cerca de Ciudad Real, donde don Pedro, después de cenar, se retiró a dormir y por la mañana lo encontraron muerto de, según dice la crónica y repite Juan Eslava Galán en su libro 'Castillos y Atalayas del reino de Jaén'.
Algunos de los que le acompañaban pensaron que el monarca Enrique IV se había arrepentido de ofrecerle el casamiento de su hermana y se había conjurado para que Girón nunca llegase. No obstante, otros apuntan que la causa de la muerte de Pedro Girón fue la cena, y no precisamente porque le sentara mal.
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