Una leyenda de la aldea caravaqueña de Caneja que habla sobre una zagalica que fue maldita por un joven que la amaba al suicidarse por su desamor. Encantada por trescientos años, solo una pareja de enamorados llamados Juan y Juana pueden verla, y su maldición solo podría ser rota en la madrugada de San Juan. Para ello, en esta fecha tan señalada deberá manar de un manantial la sangre de aquel amante tomando el aspecto de un hilo rojo sobre el agua, hilo que deberá ser enrollado por una mujer sin ser cortado. Una joven llamada María comenzó a devanar el hilo pero lo acabó cortando, haciendo que la encantada quedase hechizada, al menos, tres siglos más.
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