Una
de esas creencias, que se mantiene viva entre los vecinos por lo que les
transmitieron hace siglos los frailes basilios que regentaron la ermita, cuenta
que la imagen original del Cristo
no pasa el puente que separa el templo del casco urbano del pueblo
por lo que desde entonces permanece siempre junto al altar mayor mientras una
copia posterior, ya del siglo XVIII, es la que sale en procesión.
El
Cristo original es cada año atracción e imán para cientos de personas que
mientras dura la procesión, e incluso después, forman largas colas en la ermita
para acercarse a él y besar el sudario bordado que cuelga desde su cruz. El
momento de ese beso siempre va acompañado de emotividad por el cumplimiento de
alguna promesa realizada al Cristo de Hornillos o por la petición de otras,
sobre todo relacionadas con la salud y apelando a la fama "milagrera"
que tiene.
Numerosos
cuadros, a modo de exvotos, dan testimonio de los milagros atribuidos al Cristo de Hornillos a lo largo
de la historia, entre ellos el propio de su aparición en este lugar cuando en
el año 1637 la piedra lanzada por un pastor para evitar la huida de una de las
reses que cuidaba fue a impactar en el costado izquierdo del Cristo emanando
una poderosa luz que llamó la atención de las gentes del pueblo mientras otras
leyendas cuentan también que de aquella herida brotó sangre. La devoción por la
imagen no ha cesado desde entonces y los vecinos dan prueba de ello en
Arabayona.
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