En
la reducida caseta metálica anexa a las vías del tren el joven vigilante
consumía el tiempo viendo la televisión. Los ladridos de su compañera, una
perra mastín llamada Yeni le llamaron la atención ya que éstos iban acompañados
de potentes arañazos en la puerta, pidiendo entrar desesperadamente. Al abrir
la puerta, la temerosa perra se metió velozmente en el fondo más alejado de la
caseta.
El
guarda decidió salir al exterior para ver qué era lo que había asustado al
animal de esa manera. Lo primero que notó fue un excesivo silencio, pero lo
peor estaba por llegar, pues al girar la cabeza hacía un camión allí aparcado,
observó cómo la comida de la perra levitaba en el aire fuera del comedero.
Al
volver a girar la cabeza hacia la derecha, observó como a unos cinco metros de
distancia la figura de una mujer joven vestida de blanco flotando en el aire,
como a medio metro del suelo. Llevaba una túnica que le cubría todo el cuerpo y
una especie de pañuelo o velo sobre la cabeza pero sin llegar a taparle la cara.
Según el guarda relató a Cuarto Milenio: “Era una chica guapa, joven, quizá de
unos 20 años. Creo que no me miró”.
Al
parecer la joven llevaba una especie de vara de madera entre las manos y con
ella dibujó algo en el suelo. El guarda quiso gritar pero la voz no le salía
por lo que presa del pánico corrió hacia el bar de la estación que permanecía
abierto hasta altas horas de la noche.
Casi
sin aliento el guarda entró en el bar de la estación donde la dueña Soledad
Álvarez González había terminado ya de cenar y descansaba viendo la televisión
sentada en una mesa. Soledad advirtió la lividez del rostro del joven guarda a
quien le sirvió una tila.
Tembloroso
el guarda le preguntó a Soledad que quien se había muerto en el pueblo a lo que
la dueña del bar respondió que nadie. Además de Soledad, en el bar se
encontraban en ese momento el marido e hijo de ésta, que atónitos ante el
comportamiento del guarda, se ofrecieron a ir al lugar en donde había visto a
la joven.
Cuando
llegaron a las proximidades de la caseta, no vieron nada ni a nadie excepto un
dibujo trazado en el suelo. Eran dos círculos concéntricos de casi un metro de
diámetro y una especie de Estrella de David situada en el centro con algunos
símbolos en su interior y alrededor.
Según
los testigos, el suelo estaba demasiado duro debido a la helada que había caído
y era harto difícil dibujar en el duro suelo. Tras llamar a la Guardia Civil,
ésta levantó acta del suceso. A partir de aquella noche, el guarda jurado se
negó a seguir vigilando aquella zona y jamás volvió al lugar de los sucesos.
Según
su propio testimonio: “Tenía un miedo constante, yo no podía salir a la calle
solo, me daba miedo incluso quedarme en casa solo. Pensaba que en cualquier
momento, en un rincón de mi hogar se me aparecería aquella mujer de blanco
flotando en el aire”.
La
noche siguiente a lo ocurrido, el sustituto del guarda que vio la aparición,
ocupaba su puesto dentro de la misma caseta en la madrugada cuando escuchó un
ruido semejante a pasos sobre el techo de la caseta. Al salir corriendo de ésta
se giró para mirar el techo y allí no había absolutamente nada ni nadie. Tal
como hiciera su compañero la noche anterior, corrió hacia el bar de la estación
y relató a Soledad lo sucedido.
Más tarde se supo que el mismo día que el guarda jurado vio a la joven levitando, sobre las cinco de la tarde habían enterrado en el pueblo próximo de San Bartolomé de Pinares a una joven llamada Soledad de 24 años a causa del cáncer. Era guapa, morena y coincidía con la descripción hecha por el guarda.
Más tarde se supo que el mismo día que el guarda jurado vio a la joven levitando, sobre las cinco de la tarde habían enterrado en el pueblo próximo de San Bartolomé de Pinares a una joven llamada Soledad de 24 años a causa del cáncer. Era guapa, morena y coincidía con la descripción hecha por el guarda.
La
dueña del bar de la estación confirmó que la joven estaba en tratamiento en
Madrid y bajaba del tren en la Estación de la Cañada, para luego coger el coche
hacia su pueblo. Un cabrero de la zona aseguraría más tarde haber visto una
aparición similar.
Mucho
se especuló acerca de los extraños símbolos dibujados en el suelo. El padre
Pelegrín dominico del monasterio de Santo Tomás de Ávila, achacaba al que las
hizo un conocimiento de la lengua hebrea con un mensaje inteligente y cargado
de sugerencias sobre Satán y Belcebú.
Algunos
consideraron aquellos dibujos como un aviso de alguna catástrofe, tiempo
después se supo que estuvo a punto de ocurrir un grave accidente con una de las
grúas que trabajaba sobre las vías y un cable de alta tensión, sin embargo,
milagrosamente no ocurrió nada.
Otros,
vecinos de La Cañada y pueblos aledaños interpretaron la aparición de la joven
de blanco como la profecía del regreso prometido de la Virgen de Barbellido al
cabo de 100 años. O la Virgen de la Antigua, de la misma localidad, en Herradón
de Pinares.
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