Un
pastor, llamado Pedro Amador, que llevaba cada día a pastar su rebaño al
pizarral fue testigo singular de un acontecimiento que tuvo lugar en el año
1392 en la localidad de Nieva (Segovia): la aparición de la Virgen de Nieva
conocida como Virgen de Soterraña al haber sido encontrada bajo tierra. Una
imagen que había sido enterrada en tiempos de la invasión de los moros, en
medio de cánticos y oraciones, volvía de nuevo a ver la luz del día, a sentir
el amor y súplica de su pueblo.
Sobre
el lugar del prodigioso descubrimiento se edificó un pequeño templo que,
gracias a la reina castellana Leonor de Lancaster daría lugar a una gran
basílica a la par que la noticia de su milagrosa aparición se extendía por todo
Castilla.
Precisamente
este templo, en el año 1441, acogió los restos de la reina de Navarra Blanca,
hija de Carlos III, esposa de Juan II y madre del Príncipe de Viana. La reina
falleció cuando asistía en romería al santuario tras la boda de su hija Blanca
con Enrique IV de Castilla. Una Reina, Blanca de Navarra, que a buen seguro
pernoctaba en la Villa de Peralta cuando iba camino del Reino de Castilla.
Años
más tarde en este lugar se establecieron los dominicos que fueron los que
propagaron la devoción a la Virgen de Nieva fuera de Castilla.
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