Este
Cristo crucificado, hoy en el Museo Diocesano, procede de la desaparecida
iglesia de Santiago y fue el inspirador de una leyenda eclipsada por la que, en
la época romántica, el poeta José Zorrilla atribuyó al
toledano Cristo de la Vega. Había en esta ciudad de Segovia -escribió su
creador, Lorenzo Calvete- una doncella muy virtuosa por cuyos
amores andaba un mozo loco y perdido. Los desatinos del mozo eran muchos y la
doncella andaba temiendo cualquier desastre cuando un día, hallándose ésta
rezando ante el Cristo de Santiago, el mozo se acercó y le prometió que si
consentía en entregarse se casaría con ella. Sin embargo, una vez que la hubo
conseguido, el mozo no mostró intención de cumplir su promesa, a lo que la
joven decidió acusarle ante el obispo. Preguntó éste si había algún testigo y
como la muchacha señalara al Cristo de Santiago, el obispo acudió a
tomarle juramento, cosa que el Cristo hizo, desclavando su mano y poniéndola
sobre los Evangelios.
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