Cuenta
la leyenda que hace cientos de años, el lugar que ahora ocupa el pequeño pueblo
de Pinarnegrillo fue en su día una gran ciudad, conocida con el nombre de
Moclín y hoy desaparecida.
Según
narran, las dos familias más poderosas de la gran ciudad, estaban enfrentadas y
entre sus problemas en una de sus luchas, la hija de una de las familias
falleció.
Su
cuerpo fue enterrado en uno de los parajes situados junto al municipio,
conocido como El Temeroso, junto con legajos en los que se cuenta la historia
de la ciudad, así como un cofre que guardaba todas las riquezas de oro de la
familia.
La
leyenda continúa explicando que sólo una persona elegida puede encontrar la
tumba y el tesoro, y ese elegido puede ser cualquiera, aunque será inútil que
ningún otro vaya a buscarlo. Igualmente se cuenta que si se tarda mucho en
descubrir el tesoro, el oro que se enterró junto con la joven muchacha se
convertirá poco a poco en plata, la plata en cobre y el cobre en plomo.
En
la actualidad, el lugar del supuesto entierro, el Temeroso del Otero, es un
bello enclave del municipio, por el que transcurre una senda que parte del
puente sobre el río Pirón. Destacan las vistas desde lo alto. El temeroso del
Otero fue un coto del Mayorazgo del Sello. En el año 1930 se lo compraron los
colonos de Carbonero al Marqués de Altamira. En su término abundan los pinos
albares y negrales, los rebollos y las encinas.
Con
el tiempo la ciudad de Moclín conoció el despoblamiento y no fue hasta la
reconquista cuando un nuevo asentamiento construyó lo que ahora se conoce como
el municipio de Pinarnegrillo, o Pinar Negrillo, hasta hace unos cientos de
años. Y parece que la historia podría volver a repetirse, puesto que, a pesar
de los esfuerzos municipales por fijar población, el municipio se une a la
larga lista en la que el descenso de vecinos es acusado año tras año.
La
leyenda de la ciudad de Moclín podría tener mucho de realidad, puesto que en el
municipio se realizó una excavación arqueológica en la que se obtuvieron
numerosos resultados.
El
descubrimiento comenzó de forma casual, al realizar las obras de
infraestructura de un nuevo frontón para el municipio y se encontraron una
serie de manchones o cenizales. Entonces la Junta de Castilla y León decidió
contratar los trabajos de excavación que dieron sus frutos.
El
cenizal aparecido resultó ser un testar de alfarero y, junto a él, aparecieron
abundantes restos de cerámicas, aunque en muchas piezas y muy fragmentadas.
Además, cenizas de diferentes tonalidades, al parecer para dar color a las piezas
cerámicas.
Tras
estudiar el material recuperado, el testar de alfarero se situó en la época
pleno o bajo medieval, entre los siglos XII y XIV.
Lo
que también queda en la localidad, son restos de viejas norias con las que se
sacaba el agua de los pozos que alimentaban las huertas de la localidad, cuyos
productos y hortalizas eran muy afamados en la provincia, con denominación
propia.
También
recuerdos de los mayores o leyendas hacen referencia a la forma de riego en el
municipio, puesto que antes de las norias se utilizaban los cigüeñales, unos
utensilios consistentes en una pértiga o palo largo apoyado sobre un pie de
horquilla y dispuesto de modo que, atando una vasija a un extremo y tirando de
otro, puede sacarse agua de pozos poco profundos.
Estos
recuerdos narran cómo durante la Guerra Civil, los pilotos franceses
sobrevolaban la localidad de Pinarnegrillo y confundieron las decenas de
cigüeñales que plagan todo el término, con cañones dispuestos para el ataque,
por lo que, en vista de la posibilidad de recibir un gran ataque, se retiraron
a sobrevolar otros puntos y Pinarnegrillo no fue bombardeado.
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