Cuenta
la historia, que en uno de tantos banquetes, un invitado fanfarroneo de ser el
más adinerado. Ante tan presunción, Polanco le otorgo el honor de escoger el
mejor vino de su bodega. Fue entonces cuando, al meter el cacillo en la cuba,
en vez de llenarlo de vino lo hizo de onzas de oro. Desde aquel entonces la
lividez cubrió su rostro.
Posteriormente,
y sin saberse muy bien por que, Polanco vendió sus posesiones del parque a los
Power. Estos continuaron con la fábrica de harinas, en la que trabajaban cerca
de una treintena de personas de Renedo.
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