martes, 10 de julio de 2018

El hombre de los picos de Aroche (Aroche, Huelva)


Hace tiempo estaba yo en cas de mis abuelos y a través de una ventana allá a lo lejos se veían los Picos de Aroche, a mi siempre me había gustado perderme entre esas montañas tan majestuosas.
Un día a mi abuelo dije que ¿Qué porqué no íbamos?, él un poco esquivándome me decía que era difícil acceder a esos montes
-¿no será por lo de El Hombre de los Picos?, le pregunté
-¿Quién te ha dicho esa tontería?
-Se habla en el pueblo de él, hay gente que dicen que lo han visto
-Paparrucha, son historias, leyendas, en los Picos solo viven animales
-¿Tú lo has visto?, le pregunté a bocajarro, su cara cambió de color y cruzó una mirada con mi abuela, en ese instante me di cuenta de que había algo de cierto en la leyenda
-Yo que voy a ver, ya te he dicho que es todo fantasía de la gente
-Abuelo a mi no me engañas, tú lo has visto, sabes que es verdad
Mi abuela callaba, seria, pero mirando de reojo hacia mi abuelo.
Mi abuelo me miró muy serio y me dijo:
-Lo que te voy a contar no quiero que se lo cuentes a nadie, quiero que todos sigan pensando si existe o no, que la mayoría sigan creyendo que es una leyenda.
“ Hace tiempo iba yo cazando, me encontraba “perdido” como tu dices en los Picos, vi sobre mi cabeza un gran buitre negro, lo miré al mismo tiempo que caminaba, mirando hacia arriba no me di cuenta que entre las malezas había un pozo, no estaba señalado y me caí, me hundí en sus aguas pero salí a flote, como pude me agarré a un saliente de la pared del pozo, esta era bastante lisa por lo que me era imposible salir de allí, me veía perdido, no se el tiempo que pasé dentro, solo que el día iba oscureciendo y el frio se metía en mis huesos, intente salí una y otra vez, pero volvía a caerme, cuando las fuerzas comenzaron a abandonarme, sentí que algo me golpeaba en la espalda, miré para atrás, era una gruesa cuerda que venia desde la superficie, no vi a nadie, pero sin dudarlo un instante me agarré con todas mis fuerzas, la cuerda comenzó a subir y yo con ella, al llegar arriba seguí con la mirada la cuerda, y allí a unos veinticinco o treinta metros estaba. Era alto, fuerte pelo y barba blanca, vestía harapos, sus ojos eran claros, penetrantes, nos miramos diez o quince segundos, desapareció, quise llamarlo, dadle las gracias, pero no lo volví a ver, me había salvado la vida, señalé el pozo con ramas y volví a casa.” 


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