Corrían rumores de que vivía en esta localidad un señorito tuberculoso y que dicen que pagó a uno de los muchos gañanes que vivían en el pueblo para que raptara a un niño y le diera un contundente garrotazo en la cabeza, meterlo en un saco y sacarle las lorzas de grasa para después convertir esto en aceite, meterlo en un tarro y dárselo al susodicho señorito para aliviar su mal durante un breve periodo de tiempo a cambio de una buena suma de dinero.
Sin embargo, un buen día el gañan estaba cercano a un campo donde jugaban unos chiquillos y al intentar llevarse a uno de esos infelices, el primo de uno de ello, de poca edad, propinó al citado gañán con un tirachinas dándole un mal golpe en la sien con la piedra que lo dejó medio inconsciente. El resto de los pobres chiquillo que jugaba en el campo y otros niños fueron a llamar a la Guardia Civil que detuvo al sujeto mencionado y este acabó confesando y revelando la identidad del señorito andaluz.
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