Según cuentan en el barrio, el Marqués de Purullena llegó a El Puerto procedente de Nápoles hacia 1730. Su actividad comercial con ultramar, desde el muelle portuense le procuró una sólida situación financiera que le permitió construir el rico palacio donde estableció la residencia familiar. Dice la leyenda, que la hija del marques se enamoró, de manera furtiva, de uno de los esclavos negros llegados de las Indias en uno de los buques de la familia y que el padre, indignado por lo ocurrido, emparedó a su hija viva en una de las cámaras del palacio. Su ira fue tal que para comprobar que la joven no escapaba a su castigo, ordenó que dejasen los cabellos de la mujer fuera de la cámara en que la que fue recluida hasta su muerte. Respecto a la suerte del amante, la leyenda ofrece hoy dos versiones. Según la primera, el esclavo fue ejecutado por orden del padre. La otra versión dice que consiguió escapar a través de los túneles del palacio, hasta el patio del castillo de San Marcos, en la zona baja de la ciudad, desde donde logró enrolarse en un nuevo barco, que le condujo de regreso a su tierra de origen sano y salvo. Desde entonces, la leyenda del fantasma del palacio de Purullena ha permanecido viva entre los portuenses. En la década de los setenta, un grupo de operarios de electricidad que entraron en la casa, entonces cerrada, para instalar un tendido de alta tensión en el barrio, reconoció haber huido asustado al oír voces de mujer en las habitaciones. En ocasiones, los niños de las casas colindantes veían luces en el interior del inmueble y de hecho, entre el catálogo de obras que se ha rescatado del inmueble se encuentra un cuadro que mostraba a la dueña de la casa liberando a un preso negro, lo que alimentó la idea de que la leyenda había sido cierta.
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