"Fantasmas" era el apelativo que durante bastantes años se daba aquí a los pretendientes que, en épocas en que el alumbrado público era muy deficiente, se cubrían con una sábana para ir a casa de su "amada" a "pelar la pava", sin ser reconocidos por los posibles viandantes, ya fuese por ser ésta persona casada o no poder hacerse oficial aún la relación. Parecían espectros a los que solo les faltaban las cadenas que arrastrar, con su sonido siniestro, para asustar a los curiosos que les pudiesen incordiar sus lances amatorios nocturnos. Otro tipo de "fantasmas" relacionados con la mala iluminación callejera eran los bromistas que abundaban, sobre todo en noches de verano. Mi padre nos contó que una vez un grupo de estos guasones quiso reírse de un conocido señor mayor que gustaba abusar del alcohol. Para ello, antes de que saliese del establecimiento que frecuentaba para volver a su casa, fueron a ésta, le taparon la puerta con una sábana, y le esperaron agazapados. Cuando el beodo llegó, por su estado y por la falta de claridad, no supo encontrar la entrada, disimulada al confundirse el blanco de la sábana con el de la fachada de su casa. Disfrutaron viendo cómo el viejo iba de un lado al otro de la calle totalmente perdido. Y luego le dieron gran susto y se burlaron de él.
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