En uno de los paraísos naturales más hermosos de la península, las Sierras de la Subbética Cordobesa, se halla el Monte Hacho. A sus pies se extiende Rute, dormido y blanco, impregnado en licores anisados y dulces tradicionales. Su nombre guarda el recuerdo de los posibles fundadores árabes y, en sus entrañas, huellas romanas. El carácter fronterizo de estas tierras hizo que éstas fueran testigo de conquistas y reconquistas entre cristianos y árabes. Tras un largo cerco, serían los primeros sus definitivos moradores y los que, en nombre de su fe, fundaron el convento que propició la leyenda de Nuestro Padre Jesús de la Rosa.
El escenario en que se desarrolla es el valle de La Hoz, por donde transcurre el río que da nombre a ese lugar. Allí, entre bosques de olmos y fresnos, hallaron los frailes franciscanos un sitio de recogimiento. En 1576 fue fundado el convento de San Francisco de La Hoz. Sus moradores se dedicaban al cultivo de estas tierras generosas y de sus escasas ovejas, Según cuenta la leyenda, en la ermita de San Roque, contigua al convento, se veneraba este Cristo, que recibe el nombre de Jesús de la Rosa. El convento era de obligado paso entre las vecinas localidades de Rute e Iznájar. Tal vez por esto, un joven poco creyente cruzaba frecuentemente ante los ojos de los frailes, cuyo carácter afable hacía que el muchacho parase su caballo y gozara de la amabilidad de aquellos hombres. Éstos le ofrecían agua fresca para hacer más llevaderos aquellos viajes en busca de su novia ruteña. El joven trataba con cierta sorna a los habitantes de aquel lugar, y en tono de burla cortaba cada día una rosa del jardín, ofreciéndosela al Nazareno. En ello estaba en una ocasión cuando, a solas con el Cristo, oyó una voz que le dijo: “-¿Hasta cuándo?” Salió profundamente sobrecogido de la ermita y, arrepentido y lloroso por lo ocurrido, contó a los monjes su experiencia, convertido ya a la fe católica. Nada más sabemos de aquel hombre que hizo nacer la tradición de poner una rosa roja a esta imagen tan venerada en la villa de Rute.
En 1750 los frailes trasladaron su convento y la sagrada imagen de Jesús de la Rosa a Rute, teniendo tres años después su propia Cofradía protagonista de nuestra leyenda. Hacía estación de penitencia el Martes Santo, acompañado por Nuestra Señora del Mayor Dolor y de los religiosos franciscanos.
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