miércoles, 29 de agosto de 2018

La sangre derramada en el Alcázar (Sevilla)

Hoy vamos a relatar una leyenda que tiene como escenario Los Reales Alcázares de Sevilla. La protagoniza, una vez más, el rey Pedro I, apodado el ‘el Cruel’ por la fama de despiadado que adquirió durante su estancia en el trono, si bien sus partidarios lo calificaban como ‘el Justiciero’ para intentar equilibrar la balanza. No es la primera vez que hacemos referencia a sus presuntas fechorías (algunas de ellas no están documentadas), y probablemente tampoco será la última, pues su trayectoria como monarca dio mucho que hablar en toda Castilla, incluida la capital hispalense.
La historia que nos ocupa es, en esencia, un crimen pasional que tuvo lugar a mediados del siglo XIV. El rey estaba casado con Blanca de Borbón, pero, según las malas lenguas, el matrimonio sólo se consumó dos veces por motivos no demasiados claros. Había quien pensaba que Pedro I no tenía interés en ella porque realmente estaba enamorado de otra mujer (María de Padilla). También se rumoreaba que el hecho de que la familia de Blanca de Borbón no abonara la dote estipulada enfureció al monarca. Y también coexistía una tercera teoría que fue la que dio pie a la leyenda.
Según esta versión, Blanca de Borbón mantenía relaciones sexuales con Don Fadrique, hermanastro de su marido. El idilio llegó a oídos del rey, quien hizo llamar a Don Fadrique inmediatamente. Ambos se vieron las caras en El Alcázar, entablando una fuerte discusión que acabó en tragedia, pues Pedro I acuchilló a Don Fadrique con una daga hasta causarle la muerte. Dado que el suelo, de mármol, aún estaba en bruto y sin pulimentar, absorbió por completo la enorme mancha de sangre, que aún puede contemplarse en la sala de los azulejos.  

La sangre derramada en El Alcázar

martes, 28 de agosto de 2018

El Gran Poder (Sevilla)


El protagonista de esta historia es Juan Araújo, exfutbolista del Sevilla FC, quien en 1965 perdió a su hijo tras una larga enfermedad. Durante la agonía, Araújo, que era devoto del Cristo del Gran Poder, le pidió en repetidas ocasiones que sanara a su hijo. Tras la muerte, el padre, roto de dolor, renegó de su fe y le dijo al Gran Poder que jamás volvería a su iglesia y que sólo se verían si el Señor de Sevilla fuese a visitarlo a su casa. Aquel mismo año se celebraron las Misiones Populares, en las que varias imágenes de la Semana Santa salen del casco histórico para hacer un recorrido extraordinario por los distritos de la ciudad. Al Gran Poder le correspondió la zona de Nervión, donde Araújo había montado un taller. El día de la procesión, la lluvia sorprendió a la cofradía, que buscó refugio en un templo cercano, pero estaba cerrado. Al ver la nave del local de Araújo, decidieron llamar para buscar cobijo. Cuando abrió, Araújo encontró al Cristo del Gran Poder en la puerta. Araújo cayó arrodillado al suelo, tan sorprendido como arrepentido por su desafío.
Inside the Alcazar of Seville, Spain

El rey San Fernando y su visión (Sevilla)


La devoción del rey San Fernando se remonta a su niñez. Su madre, gravemente enferma, se encomendó a la Virgen en un monasterio de Burgos. Su súplicas fueron escuchadas y de adulto, poco antes de conquistar Sevilla, el monarca pidió que se esculpiera una Virgen para entrar con ella en la ciudad. Ahí nació la leyenda. San Fernando soñó con el rostro de la talla e intentó que se reprodujese fielmente, pero ningún escultor lo lograba. Un día aparecieron dos jóvenes que aceptaron el reto. El rey les proporcionó las herramientas necesarias y los dejó a solas. Cuando alguien de palacio fue a comprobar si todo marchaba bien, descubrió que los mancebos no estaban tallando. Al contrario, rezaban en medio de un gran resplandor. Cuando San Fernando llegó, los jóvenes ya se habían marchado, dejando la Virgen con la que San Fernando había soñado. Nunca supo quiénes eran los jóvenes misteriosos.
VIRGEN

jueves, 23 de agosto de 2018

La cabeza del Rey Don Pedro I (Sevilla)


La cabeza del Rey Don Pedro I protagoniza otra de las historias más antiguas de Sevilla. Iba el monarca por el casco antiguo cuando se topó con un enemigo, hijo del Conde de Niebla, que apoyaba al hermano bastardo del rey. Ambos se enzarzaron en una pelea a espadas y el de los Guzmanes acabó muerto. Una anciana que vivía en la calle de enfrente lo vio todo desde la ventana, con tan mala para que se le cayó candil y fue descubierta en su calidad de testigo. Cuando los Guzmanes pidieron justicia, la anciana, que había reconocido a Don Pedro, se negó a declarar. El monarca, que quería comprobar hasta qué punto era cierta la afirmación de que ningún crimen en Sevilla quedaba impune, pidió llamar a la mujer. Le preguntó por el autor del crimen. La mujer pidió un espejo y lo colocó frente al rostro de Don Pedro. “Aquí tenéis al asesino”, dijo.
Don Pedro había prometido entregar la cabeza del criminal y cumplió con su palabra, pero sin morir en el intento y sin confesar su crimen. Lo que hizo fue mandar encerrar un busto suyo en una caja de madera y dejarlo en una hornacina en la calle de los hechos, con la condición de que no se abriera hasta su muerte. Hoy puede verse el busto en la calle Cabeza del Rey Don Pedro. La calle de enfrente lleva el nombre de Candilejo, por el candil con que se alumbraba la testigo que reconoció al rey.
Spanish Square (Plaza de Espana) in Sevilla, Spain

miércoles, 22 de agosto de 2018

Bella Susona (Sevilla)


El amor, la muerte y la traición son los ingredientes de esta historia. Su protagonista es Susana Ben Susón, la hermosa hija de un judío converso, que encabezó una sublevación para hacerse con el control de la ciudad y acabar con la persecución de los judíos. La reunión de los conspiradores se celebró en la casa de Diego Susón. Susona, que mantenía una relación con un joven cristiano de la nobleza, corrió a avisar a su amado para que se salvase. Este a su vez dio la alarma al asistente de la ciudad, que ordenó detener a los implicados, incluido el padre de Susona. Los conspiradores fueron ahorcados.
Susona, desolada por la muerte de su padre, vivió sus últimos días retirada en un convento. Ordenó que a su muerte su cabeza fuese separada de su cuerpo y fuera expuesta en la puerta de su casa en la Calle Muerte, en el barrio de Santa Cruz. Hoy todavía puede verse un azulejo con una calavera en esta calle, que lleva el nombre de la protagonista de esta leyenda.
Seville

La Macarena y el reloj (Sevilla)


Son varias las historias surgidas alrededor de la talla de la Esperanza Macarena. Una esas leyendas se remonta al siglo XVI, cuando una recién fundada hermandad buscaba una imagen para su templo de San Basilio. Cerca de la iglesia, el hospital de las Cinco Llagas (hoy sede del Parlamento de Andalucía) guardaba la misteriosa maleta de un viajante italiano que pretendía partir hacia las Indias. Sin embargo, una enfermedad mortal se lo impidió. Un año después de su fallecimiento, el hospital abrió el equipaje y descubrió la imagen. Cuando la hermandad supo del hallazgo, propuso un trueque: la imagen de la virgen a cambio del nuevo reloj que el hospital tanto necesitaba. Eso sí, hubo una curiosa condición: si la Virgen volvía a entrar alguna vez en el hospital, no volvería a salir de allí.
Macarena

Doña María y la sartén de aceite (Sevilla)


Una de las más leyendas más atractivas tiene como protagonista a Doña María Coronel, hija del copero del Rey Don Pedro I. El monarca mandó matar al padre y al esposo de Doña María, pero acabó enamorándose locamente de ella. La viuda decidió retirarse a un convento, lo que no impidió que Don Pedro la persiguiera insistentemente. Una de las versiones de la leyenda asegura que la viuda, acosada por las frecuentes visitas del rey, se derramó aceite hirviendo para desfigurar su rostro y acabar con las pretensiones Don Pedro. Desde entonces, el cuerpo incorrupto de Doña María Coronel reposa en el coro del Monasterio de Santa Inés.
Doña María Coronel

domingo, 19 de agosto de 2018

Virgen de los Remedios (Villarrasa, Huelva)


Fue un 18 de diciembre de 1503 cuando la Virgen de los Remedios aparecía en su pueblo de Villarrasa. Según cuenta la leyenda, aquellos últimos días del otoño fueron cerrado en lluvias y tormentas cuando dos mancebos pidieron posada a las puertas de una curtiduría de pieles regentada por Pedro de la Cruz, un vecino con la reputación en entredicho por envidias e injurias a las que era sometido entre el vecindario. Los mancebos se instalaron en su casa y el vecino repudiado contó la tribulación por la que estaba pasando. En este momento correspondieron con la imagen peregrina de Ntra. Sra. (la misma que actualmente se venera) diciéndole: “Pedro, aquí tienes tu remedio”.
Los dos mancebos, también tenidos por Ángeles según la tradición, pidieron construir una ermita y hospital en la villa de la Villarrasa para hacer cumplir las gracias de esta imagen.
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La cueva de la Serpiente (Huelva)


En lo más recóndito de la Serranía de Huelva, en una zona conocida como la Pata del caballo, hace mucho, pero que mucho tiempo…. moraba una Sierpe gigantesca. Una serpiente que aterrorizaba a toda la Comarca de la Sierra.

Decían que era tan gruesa como un Bocoy de 100 arrobas y... tan larga, tan larga, que era capaz de rodear el Castillo de los Guardas. 

Decían algunos que la habían visto comerse de un bocado una vaca entera, cornamenta incluida, claro está, y otros aún más exagerados, ventilarse en un periquete un rebaño entero de cabras.

Algunas veces cuando algunos cazadores se aventuraban a cazar por aquellos Parajes, contaban que escuchaban sus silbidos y que se les paralizaba hasta el aliento del miedo que pasaban.

Los Alcaldes de los pueblos afectados se reunieron en Asamblea y decidieron ofrecer una suculenta recompensa para ver si se acababa de una vez con la bicha. 

Los cazadores más valientes de la Comarca, se reunieron y formaron Cuadrillas para ver si podían dar caza y matar a la culebra gigante.
Recorrieron la Comarca y escudriñaron todos los caminos y parajes de caza de la Sierra. Colocaron trampas en todos los lugares que se le ocurrieron pero, nada… fue imposible dar caza a la criatura. Es más, parecía que la bicha les buscaba las vueltas… si se les ocurría ir por el río Patas, ella cazaba por los Arrayanes. En fin, que al final, cansados y derrotados se volvieron para sus pueblos como el que dice “con el rabo entre las piernas”.

Un Pastor Villalbero, que acostumbraba a dormir muchas noches con su rebaño en la Sierra, hacía días que cavilaba en la manera de matar a semejante bicha, no por nada, porque a él no le mataba una oveja ni el mismísimo Diablo disfrazado de Sierpe. Pero, había una Garrida moza en el pueblo, hija para más “Inri” del Amo del rebaño, por la que bebía los vientos y, aunque se sabía correspondido por ella, por aquellos entonces se estilaba, bueno para que engañar con cuentos… que había en el pueblo mozos con más fortuna que la suya y poderoso caballero ya se sabe es don dinero.
Pues bien. Una noche de aquellas en las que se quedaba a dormir en el redil de sus ovejas, se le ocurrió la manera de acabar con la bicha. Se haría pasar por una de sus borregas y así no levantaría sospechas a la Sierpe y podría averiguar donde se escondía. 

Dicho y hecho. A la primera noche de luna llena que llegó estando en la Sierra, se colocó el pellejo de un borrego por la cabeza y estuvo balando toda la noche a la luz de la luna; imaginaos al paisano en cuestión…aunque espero que no soltéis alguna que otra carcajada, pues la intención del pastor ya la conocemos.

La primera y la segunda noche pasaron sin novedad que destacar, pero a la tercera y cuando ya pensaba que no vendría tampoco, comenzaron las borregas a impacientarse dando muestras de miedo. Los perros comenzaron a ladrar, pero lo que apareció a los ojos de nuestro Pastor lo dejó paralizado y no pudo más que ver como en un visto y no visto se "zampaba" cuatro de sus mejores ovejas.



Cuando ya pensaba que era hombre muerto y ante la insistencia de los perros que ladraban a su alrededor, la Sierpe se marchó por donde vino. Cuando nuestro Pastor pudo reaccionar, sólo tuvo que seguir su pesado rastro hasta la madriguera. Bueno, ya tenía su escondite, ahora había que pensar como matarla.

La primera parte del Plan había salido a la perfección. Eso sí, cuando llegó al pueblo con 4 ovejas menos, la paliza que se llevó del Amo fue de las que se recuerdan toda la vida. 


Tuvo que salir huyendo, mientras escuchaba toda clase de improperios y juramentos. “que si te has dormido…. que sí qué clase de Pastor eras... que si hijo de mala madre". En fin, que le dio como quien dice la del Pulpo.

Aguantó el castigo y esperó a la próxima vez que subiera a la Sierra con el ganado. Mientras tanto, ideó un Plan para matar a la bicha. 

Primero fue a la Droguería del pueblo y compró una Garrafilla de veneno para matar ratas. El Droguero extrañado, le preguntó si iba a matar a un Regimiento, pero él tenía  ya la respuesta preparada: ”Es que…mire Vd. Sr. Droguero. Allá en la Sierra por la noche, las ratas me comen y tengo pensado ponerles cebo envenenado para acabar con todas ellas.” Ante la respuesta del Pastor, el Droguero accedió a venderle el veneno.



Mientras tanto, la recompensa por matar a la serpiente seguía subiendo a la par que sus fechorías. Siempre que venía alguien forastero, contaba que "si la serpiente tal,  que si  la serpiente cual". Y llegó la fecha señalada por el amo del Pastor para subir de nuevo a la Sierra y, ahí que vemos al Pastor cargar los Serones de la mula de carga y meter bien adentro el veneno comprado.

Una vez en la Sierra, cogió a 4 de sus ovejas y les empapó las greñas de lana con todo el veneno que pudo y…. todavía chorreando las acercó a la Cueva en la que había visto esconderse a la Sierpe. 

Les hizo un pequeño cercado y se tumbó junto a un Acebuche a echar una cabezadita… ¿no pensareis que se iba a dormir estando la serpiente tan cerca? ¡Qué va!, ¡Qué va!. Estuvo todo el rato acechando con los ojos entornados y, claro está, cuando a la serpiente le llegó el tufillo de cordero vivo se dijo…”verás el festín que me voy a pegar”.

Bajó hasta el improvisado cercado y en un “Plis-Plas”, se merendó a las 4 borregas sin enterarse de que además de los borregos se había zampado media arroba de Matarratas.

Cuando el Pastor imaginó que ya le había hecho efecto el veneno, se armó de valor y sacando la navaja de siete muelles que llevaba en el Zurrón, cortó unas matas de Jara y se hizo una Tea y se dijo: “ahora o nunca”. Y, se metió dentro de la Cueva. 


Al poco, comenzó a oír rugidos de dolor… efectivamente, allí estaba, retorciéndose de dolor y de rabia. Intentó con su cuerpo aplastar al Pastor, pero este se movía muy deprisa, y ella con el veneno dentro de sus entrañas, apenas tenía fuerzas para defenderse. Así que el Pastor, abrió la navaja de siete muelles y la mató.

Luego, la desolló de la cola hasta la enorme cabeza. La enrolló y salió de la Cueva con la piel como un trofeo. Hay que imaginar la alegría y las ganas con que el Pastor volvió a coger las Ovejas para ir de vuelta para el pueblo.

Cuando llegó al pueblo, se fue directo al Ayuntamiento y con grandes voces decía...”Sr. Alcalde, Sr. Alcalde, he matado la serpiente y quiero mi recompensa”, pero el alcalde le dijo riéndose de él:

 “¿Más de 20 hombres no han sido capaces y un zagal como tú va a poder?, ¡Vete con el cuento a otra parte!

Entonces, el Pastorcillo sacó del Serón de su mula el pellejo de la bicha y lo extendió en la puerta del Ayuntamiento como si fuese una gran alfombra. 

La piel de la serpiente es muy fina y el Pastor estuvo desdoblándola un buen rato. Era tan grande que llegaba hasta la puerta de la Iglesia. 

¡Es verdad, el Pastor dice la verdad... ha matado a la bicha!, coreaban los asistentes. Luego, fueron a la Sierra con una Carreta y cargaron la Sierpe para enseñarla por todos los pueblos de la Comarca.

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Origen (Villablanca, Huelva)


La leyenda que se comentaba antes, transmitida de generación en generación cuenta que en el s. XV un pastor de Lepe que apacentaba su ganado en el campo, vio una paloma blanca sobre un olivo, se acercó y la cogió con la intención de llevarla a su casa, sin que opusiera la menor resistencia. Pero en el camino la paloma desapareció. Volvió al mismo lugar y la paloma estaba en el mismo olivo. La cogió nuevamente y en el camino volvió a desaparecer. Al volver a aquel lugar no encontró la paloma, sino una efigie de la Virgen María, blanca como aquella paloma que le sirvió de mensajera. Al enterarse los vecinos en la cercana aldea, levantaron una ermita en aquel olivar. La imagen fue conocida por el nombre de Virgen de la Blanca.
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La dama de blanco (Huelva)


 Sin entrar en detalles de esta historia popular, su origen en el desaparecido hospital Manuel Lois viene de supuestas apariciones que algunos de los chavales que lograron colarse en su interior decían haber visto cuando se encontraban entre la tercera y la cuarta planta. En la mayoría de las ocasiones divisaron una figura femenina provista de un ropaje blanco o azulado que recorría los pasillo del hospital. Se dice también que algunos de los miembros del servicio de Urgencias que trabajan a las espaldas de este hospital llegaron a escuchar llantos y quejidos de una mujer que les hizo padecer crisis nerviosas”.
Foto antigua del hospital Manuel Lois. / Foto: www.fernandogarcia.org

Santa Eulalia y la densa niebla (Santa Olalla del Cala, Huelva)


Eulalia nació en Emerita Augusta (Mérida) en torno al año 292 D.C. aunque algunas fuentes la sitúan más tarde, en tiempos del emperador Traiano Decio (249-251). Vivía en una familia acomodada, era la hija del senador romano Liberio y tanto ella como su familia eran cristianos. Cuando Eulalia cumplió los doce años apareció un decreto del emperador Diocleciano que prohibía dar culto a Jesuscristo y obligaba a venerar a sus dioses paganos. La joven, muy cercana a la religión cristiana se llevó un gran disgusto. Sus padres, conociéndola, decidieron salir de la ciudad e irse a vivir al campo, a una casa situada junto al arroyo Albarregas. Intentaban con esto evitar así a un destino que se le antojaba fatal.
Pero el 10 de diciembre del año 304, Eulalia se escapó de casa y se presentó ante la magistratura romana de Emérita Augusta dispuesta a protestar por lo injusto que consideraba este decreto. La joven se plantó frente al gobernador Aurelius Ursinusy se quejó de unas leyes que no podían ser obedecidas por los cristianos. En un principio el gobernador, pensando que no se trataba más que de una niña caprichosa, intentó convencerla con regalos y promesas para que cambiara de opinión, pero visto que no conseguiría nada por ese camino le mostró los instrumentos de tortura a los que se podía enfrentar si no obedecía la ley del emperador.
Aurelius le dijo a Eulalia:
-          De todos estos sufrimientos te librarás si le ofreces este pan a los dioses, y les quemas este poquito de incienso en sus altares
 Eulalia tomó el pan lanzándolo lejos, arrojó por el suelo el incienso y exclamó con gallardía:
-          ¡Al sólo Dios del cielo adoro, a Él únicamente le ofreceré sacrificios y le quemaré incienso. Y a nadie más!
 Colmada la paciencia del gobernador, muy enojado mandó torturarla:
-          Encended unas candelas y aplicádselas sobre las rodillas. Desgarrad sus vestidos y destrozad sus pechos. Haced lo que sea, pero que una niña no se pueda reír de nosotros
 Los soldados romanos golpearon su cuerpo sin descanso, la azotaron con varillas de hierro, vertieron sobre ella aceite hirviendo y sobre sus heridas colocaron sal y antorchas encendidas. La arrastraron desnuda y herida por las calles de Emérita Augusta, pretendiendo así ridiculizar su virginidad, pero quiso Dios salir a escena y extendió una densa niebla por toda la ciudad mientras Eulalia era paseada desnuda. Los emeritenses no podían reprimir sus gritos de horror ¿Qué podría haber hecho esa niña para merecer tan cruel castigo?
Herida de muerte por las quemaduras y heridas que sufre su cuerpo, fue conducida al Foro donde es enjuiciada y se la sentencia a la pena capital. Muere crucificada sobre un madero. Tras su muerte, la tarde comenzó a volverse gris y oscura y empezó a caer sobre Mérida una copiosa nevada. Cuenta el poeta Prudencio en el siglo IV, queal morir la joven una hermosa paloma blanca salió de su cuerpo y voló hasta el cielo, sus verdugos, llenos de pavor, salieron huyendo. Su cuerpo inmóvil nadie quiso amortajarlo, la nieve fue la mortaja que le mandó Dios y que Roma le negó. La nevada cubrió su cadáver durante varios días hasta que un grupo de ciudadanos cristianos le dieron honrosa sepultura.
En el lugar en que fue ejecutada se erigió un martyrium y sobre él fue mandada construir por el obispo San Fidel de Mérida en 560 una basílica. En el atrio de la actual Basílica se conserva el famoso “hornito”, construido en el siglo XVII sobre los restos de lo que fuera un antiguo templo romano dedicado al dios Marte. Se cuenta que en este lugar fue martirizada Eulalia y aquí descansa su cuerpo.
Desde entonces y todos los años, los días cercanos a su festividad, 10 de diciembre, una espesa bruma se extiende sobre la antigua Emérita Augusta, son “Las nieblas de la Mártir”.
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jueves, 16 de agosto de 2018

Origen (Zalamea la Real, Huelva)

Cuenta la leyenda que fue fundada por gentes venidas de oriente entre ellas Salomea , hija del Rey Salomón. El vocablo en árabe significa pacífica y saludable. Con la toma del lugar por los cristianos se castellanizó con el nombre actual.
Los primeros indicios de población se remontan a época prehistórica. Es de enorme interés el yacimiento arqueológico conocido como "Dólmenes de El Pozuelo", un conjunto de monumentos megalíticos de carácter funerario, datados entre el 2.800 y el 3.000 a.C.
El núcleo actual de población parece que tuvo su origen en época romana, periodo en el que recibió el nombre de "Callenses Aenanicci" (lugar en el camino del cobre) en referencia a las cercanas Minas de Riotinto, a las que surtieron de provisiones.
Los musulmanes, que apreciaron la abundancia de agua en el lugar y su entorno apacible, la nombraron "Salamun" o "Salameh" que viene a significar algo así como lugar pacífico y saludable.
Reconquistada en tiempos de Fernando III el Santo en 1252, paso por un periodo en que cambió de manos varias veces hasta que por fin, en tiempos de Alfonso X el Sabio pasa definitivamente a manos cristianas, cediéndola este rey al arzobispado de Sevilla, según consta en un privilegio rodado,fechado en 1279, que se conserva en el archivo catedralicio. Su nombre se castellaniza y pasa a nombrarse como "Zalamea".

miércoles, 15 de agosto de 2018

Santa Zita (Zufre, Huelva)


Cuenta la leyenda que Santa Zita era criada de un rico hacendado. Guardaba en su delantal las migajas de pan que dejaba su señor para después repartirla entre los pobres. Cuando él le preguntaba qué llevaba en el delantal, ella le respondía: "flores mi amo", y mostrándole el delantal sólo se veían flores en él.
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domingo, 12 de agosto de 2018

Origen (Puerto Moral, Huelva)


Cuenta la leyenda que su origen medieval está ligado a la venta del Moral, que servía para dar comida y alojamiento a los viajeros que iban de la Vía de la Plata a Aracena.
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Virgen de la Peña (Puebla de Guzmán, Huelva)


La leyenda transmitida de padres a hijos, y finalmente manuscrita en primer lugar por fray Felipe de Santiago, franciscano del convento de Santa María de la Rábida, en el año 1714, y poco después por el cura de El Almendro, D. Andrés Barba Rojo, en 1786, dice que el pastor Alonso Gómez estando con su rebaño en el Prado de Osma, en término de El Almendro, en la mañana del día 8 de Diciembre de 1470, advirtió un resplandor que salía de entre las piedras. Atraído, descubrió dos imágenes de María, que le dicen al pastor que traslade estas imágenes.
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Origen (Paymogo, Huelva)


Según cuenta una leyenda popular, el nombre del pueblo surge porque hasta sus campos llegaba un curandero, hermano de Guzmán El Bueno, en busca de plantas medicinales, al que los vecinos conocían como el mago. De aquí la procedencia del nombre: país del mago, que con el tiempo ha quedado reducido al nombre actual de Paymogo.
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Fuente de los Frailes (Paterna del Campo, Huelva)


Los restos de unos baños asociados a un manantial, conocidos localmente como “Fuente de Los Frailes”, situados al pie de la colina en la que se ubica el yacimiento y donde, según cuenta la leyenda, se bañaba Plotina, quien llegó a ser esposa del emperador Trajano.
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miércoles, 8 de agosto de 2018

Virgen de los Milagros (Palos de la Frontera, Huelva)

Según la leyenda la imagen fue traída por un marinero de Palos de la Frontera y durante la invasión árabe escondida en el fondo de la ría de Huelva. Pasado los años, unos pescadores la rescataron de sus redes y la llevaron de nuevo al monasterio. Aunque se trata de una leyenda, en unos documentos encontrados en la Parroquia de San José Mártir, se afirma haber encontrado restos de sal y limo marino en la imagen tras una restauración.

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El soldado (Niebla, Huelva)


En nuestra vecina ciudad de Niebla se conserva una hermosa tradición o leyenda que relaciona a un soldado de Niebla, Clodio Fabato, con la muerte del Redentor en el Gólgota, de la que, supuestamente, fue testigo presencial, como miembro del destacamento romano que ejecutó la sentencia. La leyenda nos ha llegado a través del que fuera párroco de Niebla, Don Cristóbal Jurado Carrillo.
Ya hemos tenido ocasión de demostrar que no puede ser anterior a 1634, fecha de la publicación de la obra de Rodrigo Caro, Antigüedades y principado de la ilustrísima ciudad de Sevilla y chorografía de su convento jurídico, obra en la que se relaciona el texto de la inscripción de Fabato, de Niebla, fechable en los primeros decenios del siglo II, con un texto dedicado por Julia Marcela a Clodio Fabato, su marido, existente en Rignano, Italia.
Debe, pues, tratarse de una composición culta, obra de un erudito conocedor de la Chorografía de Rodrigo Caro, y con conocimiento de la cultura romana clásica, tal vez el notario público Don Jerónimo de la Fuente, del último tercio del siglo XVIII, o el notario Don Alonso Avendaño de Contreras, de principios del siglo XIX. En cuanto a su paradero, Ortiz Muñoz recoge la información de que el original, en pergamino, fue regalado a Castelar en 1869.
La bella y sugestiva carta, que habría sido escrita en Judea por el decurión Clodio Fabato, el día primero de Abril del año 79 del Calendario Juliano, 33 de nuestra Era, va dirigida a su querida Julia Marcela, en Ilípula, Niebla. Dice así:
"A Julia Marcela: en Ilípula: salud:
Carísima: Te escribo desde Judea, como Decurión de las legiones del Pretor Poncio Pilatos, para narrarte uno de los sucesos más singulares, que he visto en la vida de las milicias.
He sido testigo con mi Decuria, la de Léntulo y otras, del suplicio en la ciudad de Jerusalén de un tal Jossua, galileo, enviado de Dios, que se titulaba rey de Judea, y que, según la gente, daba vista a los ciegos, hacía andar a los paralíticos y tullidos, curaba a los enfermos sin medicinas de hierbas, arrojaba a los malos espíritus del cuerpo de los posesos, y y resucitaba a los muertos; siendo aborrecido por todo esto de los escribas y sacerdotes.
Condenado al fin como sedicioso por el Sanedrín de la ciudad, con su presidente Caifás, y además por el Prefecto Pilatos, en nombre del César, a la muerte de cruz, fue ajusticiado en la cumbre del Gólgota entre dos ladrones, Dimas y Gestas.
Los lictores y soldados le crucificaron desnudo como de costumbre y le fijaron con cuatro clavos; colocándole en la cabeza corona de zarzas, por ser rey falso; y sobre la cruz, una tabla en griego, hebreo y latín que decía: Jossua de Nazaret, rey de los judíos.
La túnica del profeta cayó en suerte, al soldado Pontino de la Decuria de Máximo, que después vendió al sacerdote Helkías, que presenciaba, en nombre del Sanedrín, la ejecución de la sentencia.
Josssua era de cuerpo mediano, de color moreno sonrosado y semblante sereno y humilde. Su carácter bondadoso estaba realzado por poblada y sedosa barba, que caía dividida sobre el pecho, ojos de cielo y grande cabellera que, formando rizadas trenzas o guedejas, descansaba sobre sus hombros.
En los momentos de su muerte la borrasca, que se cernía próxima, se desencadenó en furiosa tempestad sobre toda Judea. Sobrevino la noche inesperadamente por un eclipse de sol, y la tierra temblaba bajo nuestros pies. Los curiosos huyeron amedrantados a sus casas, y sólo nos quedamos para custodiar a los reos, ya muertos, por la lanzada de Longinos, los soldados de dos Decurias, a las órdenes de Léntulo y mías. Y no muy lejos de nosotros estaba la madre de Jossua y algunos parientes.
Descolgado Jossua de la cruz, al día siguiente de Venus, la Pascua judáica, por algunos jueces ancianos del Sanedrín, amigos suyos, custodiamos su cuerpo en un sepulcro cavado en piedra; pero al día siguiente, de madrugada, entre poderosas luces, como de rayos de tempestad, que nos aterraron a todos, desapareció de la tumba.
Verdaderamente, este rey de judíos, según la opinión de muchos, era el Dios del empíreo o Hijo suyo o gran profeta entre la nación de los hebreos.
Tal impresión ha causado en mí este suceso que, desde entonces, quiero dejar de pertenecer a las legiones del César; y pronto, los dioses lo permitan, seré en tu compañía.
El cuatrirreme, Cayo, que va a esa con las naves por metales, te dará esta epístola.

Puerta del Buey (Niebla, Huelva)


Cuenta la leyenda que durante el largo asedio al que Alfonso X sometió a Niebla, los musulmanes que estaban dentro inventaron una estratagema para hacer creer a los cristianos que estaban mejor de lo que pensaban: hicieron salir un buey bien cebado por una de las puertas de la ciudad intentando demostrar que tenían alimentos suficientes como para aguantar un asedio aún más largo. Desde entonces a la puerta por donde salió se le ha denominado “Puerta del Buey”.
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La mazmorra del Castillo (Niebla, Huelva)


¡No cierres todavía, aun queda gente dentro!
Se oyó la voz de una niña en el interior de la mazmorra sin que se pudiera notar su presencia.
Hace poco escuche esta historia, de esas historias que van de boca en boca y que solo los que la vivieron dicen no conocer:
En Niebla, en el interior de su Castillo, dos personas – a la hora del cierre –  en su rutina diaria, bajaron al interior de las mazamorras para asegurarse que nadie quedaba dentro. Uno revisó el primer sótano y el otro revisó el segundo sótano,….. Nadie más había allí.
El hombre que bajo a la segunda planta  subió a toda prisa,…con la ansiedad del terror en su rostro.
Ya fuera, relató que una vez terminada la inspección y verificando que no quedaba nadie se dispuso a subir las escaleras cuando escucho una voz, al volverse no vio nada, la voz parecía salir del interior de los muros y le dijo:
¡No cierres todavía, aun queda gente dentro!
Un grupo de personas bajaron a las mazmorras e inspeccionaron a conciencia el interior sin que notasen rastro humano, solo percibieron el frió del terror.
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martes, 7 de agosto de 2018

Virgen de Montemayor (Moguer, Huelva)


La leyenda piadosa difundida en los siglos posteriores entre el vecindario vincularía los orígenes de esta advocación a una aparición milagrosa de la imagen de la Virgen al pastor Alonso Núñez en ese lugar, llamado Tamar o Tamaríz, hacia 1470, donde fue escondida por el sacerdote moguereño Antonio Quinta Cabañas en el año 714.

Origen (Moguer, Huelva)


Los orígenes del poblamiento humano en Moguer se pierden en la lejanía de los tiempos y están rodeados de legendarias leyendas, como ocurre en toda la zona de la desembocadura del Tinto. Moguer, la antigua Urium de Ptolomeo y la Mogauar o Moquer árabe, es reconquistado por la Orden de Santiago en torno a 1240, pasando a la jurisdicción de dicha orden hasta que poco después pasase a depender del Concejo de Niebla (Huelva).
En 1333, la aldea de Moguer se convierte en el primer señorío de la zona, al ser donado por Alfonso XI a Alonso Jofré Tenorio, Almirante Mayor de Castilla. Bajo este señor, Moguer pasa de ser una aldea a una próspera villa, puesto que al existente castillo almohade se unen como edificios notables el Convento de clarisas de Santa Clara y el de Franciscanos del Corpus Christi. Por uniones matrimoniales pasa la villa moguereña a depender de la casa de los Portocarrero, los cuales engrandecen la villa con la construcción del Convento de San Francisco en el siglo XV y la transformación del antiguo convento del Corpus en Hospital para Pobres.
Sería en torno a estas fechas cuando Moguer, convertida ya en una populosa villa marinera de cinco mil habitantes, participase de forma activa en el Descubrimiento de América, aportando parte de la marinería del viaje descubridor y una de las carabelas, la Niña, construida en los astilleros del puerto moguereño. Varias fueron las ocasiones en que las calles de Moguer vieron pasar por ellas al Almirante Cristóbal Colón, en busca de ayuda en el convento de Santa Clara, cuya abadesa Inés Enríquez, era la tía de Fernando el Católico. En su iglesia al regreso de América tuvo lugar el Voto colombino.
Durante el siglo XVI, la villa atravesó una época de prosperidad comercial con América, y serían numerosos los moguereños que participaron en el descubrimiento y evangelización de las nuevas tierras, tales como Bartolomé Ruiz, descubridor del Perú, o fray Antonio de Olivares, fundador de la ciudad de San Antonio de Texas.
El siglo XVII fue una época de penurias para la Monarquía Católica, y no pudo escapar de esta situación la villa moguereña, disminuyendo notablemente su población. No obstante, sería en 1642 cuando la trayectoria ascendente seguida por Moguer fue consagrada por la concesión del título de Ciudad otorgado por Felipe IV.

Porque el río de Riotinto es rojo (Minas de Riotinto, Huelva)


Aunque puedan existir leyendas sobre el origen del color de sus aguas, lo cierto es que hay una razón científica.
Esta coloración tiene su origen en un proceso que se conoce con el nombre de meteorización de minerales. Estos minerales contienen sulfuros de metales pesados hallados en los yacimientos a lo largo del río. A su vez, estos yacimientos son depósitos hidrotermales compuestos en gran medida por rocas de pirita (sulfuro de hierro (II)) y calcopirita (disulfuro de hierro y cobre). En cuanto al proceso de meteorización, se produce por la oxidación microbiológica de estos minerales mencionados, causada principalmente por unas bacterias especiales como Acidithiobacillus ferrooxidans o Leptospirillum ferrooxidans y otras bacterias acidófilas que oxidan los iones sulfuro y ferroso a iones sulfato y férrico, liberando protones que acidifican las aguas, y lixiviando una variedad de metales pesados como cationes en el agua. Es a causa del flujo de ácido sulfúrico que el agua del río tiene además un carácter muy ácido. A este proceso se le denomina Drenaje Ácido de Minas.
Paisaje del río Tinto en Huelva. Jarcosa (iStock)

Desembarco de Santiago (Lucena del Puerto, Huelva)


La leyenda aparece recogida entre los trabajos de Elena M. Whishaw y Windsor, una adelantada de la arqueología, pero sin formación académica, que vivió en Niebla entre 1920 y 1937, de la que fue hija adoptiva, y fundadora de la Escuela Anglo Hispano Americana de Arqueología, como reza en el membrete de sus escritos. Entre los diversos trabajos que se conservan en el Archivo Municipal de Niebla se encuentran coplas, leyendas, dibujos, encajes, fotografías y algunos originales, uno de los cuales  se titula “Lucena del Puerto en la historia y tradición del condado de Niebla”, artículo o capítulo de libro incompleto porque le faltan páginas, además de algunas estratigrafía de la zona del río, que parece que se ubican en nuestra localidad.
Quería demostrar la inglesita, como era conocida entre los Ipliplenses, la existencia de primitivo puerto de Niebla, en su tiempo “cegado bajo un profundo arenal”. Para ello, sin el menor empacho, afirma que en tiempos desconocidos “cuando Andalucía era colonizada por la raza libia que vinieron a la cuenca del Tinto en busca de oro, la plata y, sobre todo, .... el cobre...”  existió un puerto que sacaba la riqueza mineral de la mina de Riotinto y que, según la leyenda, cegó el diluvio universal. Es más, ubica el muelle neolítico de Niebla en el Desembarcadero, que perdura, y describe, oculto entre “infinidad de plantas acuáticas”.
La imaginación desbordada de nuestra autora, y posiblemente la pasión, le hicieron emplazar en la Luzena de los íberos una fortaleza pequeña pero Impregnable (sic, por inexpugnable, su ortografía española no era muy buena) emplazada sobre la cuesta pendiente de la ribera sud del río Tinto, una legua más o menos de la ciudad principal de la región, llamada entonces Ili-Pula, o sea, la ciudad sobre un peñón, hoy Niebla”. Y si no se ven restos de esta fortaleza, al menos perduran en la parte más antigua de la población, según dicen y Whishaw recoge, los restos de cuevas o galerías únicas, cortadas en el barro gris, mientras no se atrevieron a levantar las casas a la vista de los enemigos. En el mismo sentido, no le cupo duda, a la hora de catalogar los restos de uno de los molinos mareales que aún perduran en el río, en la misma época e hipótesis:

“Todavía existen en el río Tinto al pie de la cuesta apiñada sobre la cual yace el pueblo, los restos de una presa que atravesaba todo el río desde una ribera a la otra, con un muelle de tamaño suficiente para recibir todas las más abultadas entregas de minerales traídas desde Ilipula en los barcazos (sic) que aprovechaban las aguas del canal para el viaje desde el desembarcadero de Ilipula”

Continua el estudio relacionando la vía romana hasta Sevilla con el mismo tráfico y mercancías, y es aquí donde surge la leyenda que nos ocupa: 

"Entre Lucena y Bonares hay una cantera de una clase de laja tan especial que la gente dice que tira al mármol por su finura y dureza. Está demostrado que dicha cantera era explotada desde la edad neolítica, porque tenemos en nuestro museo una sección de un altar circular dedicado al culto del sol, con los rayos saliendo del centro, en el estilo más primitivo que se conoce, y es de aquella laja......

Visto, pues, que aquella cantera era en plena explotación tantísimo tiempo antes de apartar el tráfico general marítimo de Lucena a Onuba, nuestra tradición bien puede aceptarse como basada en un hecho histórico relatado el el mismo Evangelio, que aconteció hacia el primer siglo de Jesús Cristo.
Se cuenta así: un día los canteros trabajando allí vieron parar (por pasar) un señor de aspecto extranjero y muy venerable, montado a caballo, y yendo por el sendero de Lucena del Puerto. El caballero les saludó con mucha benevolencia y preguntaba porqué estaban sacando y preparando con tanto cuidado aquellos bloques de piedra tan hermosa. Contestaron que era para una ermita que estaban labrando en la ciudad de Ilípula para el culto nuevo del señor Jesus Cristo, crucificado muy lejos de allí para salvar las almas de quienes creyeron que era hijo de Dios.
El viajero les contestó, según la leyenda, que se alegraba mucho encontrar a su llegada a Iberia hombres creyentes en la religión nueva cristiana, y con tal motivo, les dijo que se llamaba Santiago y dejaría a ellos para siempre un recuerdo de su paso por su tierra. Cuando se despidió y desapareció por el sendero caminando hacia el próximo pueblo, la villa Rosa de los romanos, hoy Villarrasa, los canteros volvieron a su tarea y vieron con asombro la huella de una pezuña de caballo hondada en la laja viva, bastante más grande que la de un caballo natural pero perfectamente bien dibujada. Así supieron que el viajero no era otro que el Apóstol del Señor, Santiago, que vino de Roma para convertir al pueblo de España a la nueva religión, y con tal motivo dieron el nombre de “la Pisada del Caballo de Santiago” a esa cantera. En los siglos transcurridos después, el nombre y la tradición han perdurado tan granados en los corazones de los iliplenses como la forma de la pezuña en la roca, y, tanto es así, que todavía, a pesar de ser España actualmente un estado laico, cualquier que tratara de desfigurar la Pisada tendría que arrepentirse, aunque ahora el sendero prehistórico está reemplazado por un camino ancho y moderno; y ya se va olvidando que Lucena en la antigüedad exportaba en los navíos extranjeros miles de toneladas de metales durante los siglos de los siglos.... ”
Y añade la autora, “yo por mi parte no siento dificulta(d) en creer que Santiago pudiera muy bien desembarcar en el muelle de Lucena del Puerto para empezar su predicación en toda la Iberia, una vez que llegaban aquí tantos comerciantes de Italia para el negocio importantísimo de los productos de la mina”.

Continúa nuestra autora describiendo la relación del puerto con la mina en época romana, y la llegada de la nueva religión de mano de los nubios, venidos como mercenarios y adoptados como hijos de la tierra. Y siendo así, manifiesta de nuevo que,

“podemos aceptar como un hecho poco más o menos que histórico, la poética e impresionante tradición de la Pisada del caballo de Santiago, impreso milagrosamente en la laja dura como mármol, el paso del Santo Patrón de España por Lucena del Puerto y Niebla, cuando vino de Italia para convertir a los íberos todavía sin Luz Divina del cristianismo en el norte de la Península Ibérica.
Sea(n) o no verdad los hechos contados aquí, sus protagonistas no saben leer y escribir y por tanto no es posible que los.... (faltan varias palabras ilegibles, a mano) ... tan solo los saben por palabras de boca, constatados en leyendas heredadas por los hijos de los padres, generación tras generación, en siglos tras siglos, así es que ningún científico puede discutir la importancia antropológica y arqueológica de las estupendas obras prehistóricas que perduran todavía tanto en Niebla como en el término de Lucena del Puerto, ni las posibilidades de descubrimientos asombrosos revelando la maravillosa cultura del pueblo.

Estamos de acuerdo en resaltar la importancia antropológica de la leyenda, que por cierto no habíamos escuchado nunca antes, aunque existe otra versión con batalla incluida que tiene poco que ver con la poética de la nuestra. Aunque el artículo no está fechado y está catalogado como incompleto, porque pueden faltar algunas páginas, la alusión al estado laico parece fecharlo casi con seguridad en la República, entre 1931 y 1936, más hacia los comienzos por la relación con otros trabajos.
En realidad, como hemos mantenido en otras ocasiones, la Inglesita era poco original, y venía a recoger toda una tradición en el Condado que atribuía el origen de los pueblos a los “artífices y oficiales de las minas”.  Francisco Ramón Garrochena, párroco de la iglesia de San Vicente Mártir, nos legará por escrito una versión similar, aunque más amplia y cercana a los luceneros, en los finales del siglo XVIII,
“Éste, mi lugar, es de los que se numeran más antiguos de este Condado, como es dicha villa de Niebla, cabeza de partido, el lugar de Beas y otros. Hay tradición bien fundada, se llamó en lo antiguo Ethna, proviniendo este nombre de la gran multitud o golfo del sur, correspondiente a Ethna, que se registraba en su cercanía como a un tiro de bala, donde está un cabezo hacia el lado del sur, que llaman de las minas, en el cual, en sus faldas, permanece en el día mucha escoria de hierro y a algunos le parece también de plata, cuyos metales con otros que venían de las minas de Río Tinto, que nace de ellas y pasa por aquí, se embarcaban en el embogue que hace dicho río en este término, adonde llega la creciente del mar océano, que dista de aquí cuatro leguas, para conducirlos al templo de Salomón y después se ha rompido en nombre de Lucena....”.