jueves, 30 de mayo de 2019

Origen del nombre (Calicasas, Granada)

Pese a que por lo general los nombres de las poblaciones granadinas suelen tener un origen marcado en el árabe, en este caso no es así. Calicasas se llama de ese modo porque su denominación hace referencia de hecho a la época tras la dominación musulmana de Granada. Entonces existían muchas caleras u hornos de cal en la zona de ahí que al final el nombre acabase haciéndole honor.
Calicasas en efecto es la unión entre “cal” y “casas”. 

La mora cautiva (Bubión, Granada)

La leyenda nos dice que el fantasma de la bella doncella morisca Zecilla, encarcelado en la Guerra de las Alpujarras por su amor por el joven cristiano Diego de Enciso, aún se encuentra en los muros de la antigua iglesia de Bubión cinco siglos después.
Los transeúntes dicen que han escuchado los lamentos de una mujer joven que viene de la torre, con un lamento que es suficiente para poner los pelos de punta. 450 años después del encarcelamiento de Zecilla, la leyenda perdura. E incluso hay quienes afirman que el espíritu desafortunado a veces desliza su mano por la entrada y, si un par de amantes tienen el coraje y la buena suerte de tocar la puerta en ese momento, recibirán el tesoro que ella guarda.
Todo comenzó en la Nochebuena de 1568, cuando los moriscos, o moros convertidos, del Reino de Granada renovaron su lealtad a sus antiguos reyes y se alzaron en armas contra la Corona y la Iglesia, a quienes consideraban la encarnación de todos sus los males
Los tambores de guerra sonaron en el Tahá de la Poqueira, y los viejos cristianos se refugiaron en la iglesia aún sin terminar.
Los moriscos finalmente lograron entrar por una puerta con barricadas y amenazaron con quemar la iglesia hasta el suelo. Los cristianos indefensos, dándose cuenta del peligro, se rindieron para salvarse de una muerte ardiente.
Uno de ellos fue Diego, el joven amante de Zecilla. Al reconocerlo, el padre de esta, agraviado por su relación, primero la encerró en la torre y luego llevó al desnudo y cautivo Diego a su casa con la intención de matarlo con sus propias manos, sordo a los ruegos de su hija que emanaba de la torre, todavía se puede escuchar a lo largo de la garganta de Poqueira.
Al final, Diego fue encarcelado junto a sus hermanos cristianos durante 19 días hasta que el rey de los moriscos, Aben Humeya, llegó al Tahá y ordenó que fueran enjuiciados. Pero el 13 de enero, una fiesta de avanzada de las tropas del Marqués de Mondéjar llegó a Bubión, liberando a los viejos cristianos, matando a los hombres que se habían levantado y encarcelando a mujeres y niños. Para entonces Aben Humeya había huido.
De pie junto a sus hombres en el puesto de vigilancia frente a las puertas de la iglesia, el capitán del marqués de Mondéjar, Álvaro Flores, fue el último en oír los sollozos inconsolables de Zecilla. Ella nunca sería escuchada de nuevo. Hay quienes dicen que permaneció encerrada en la torre por el resto de su vida, otros que fue tomada prisionera y exiliada.
Lo único que sabemos con certeza es que su amor por el joven cristiano continúa moviendo a las parejas amorosas que pasan por la iglesia de Bubión.

lunes, 27 de mayo de 2019

Los marimantas (Benalúa de las Villas, Granada)

Cuenta la leyenda que los novios se iban a casar a dos meses vista y los preparativos de la boda estaban en todo su apogeo. Era tradición esponjar la lana del colchón de los futuros esposos, tarea que consistía en estirarla para darle el mayor volumen posible y, de paso, limpiarla de brozas y desechos adheridos, que procedían de las ovejas. Estos menesteres se realizaban normalmente en casa de algunos parientes o amigos y los participantes, al calor de una mesa camilla, se contaban los chismes que acontecían en la villa, sin que faltaran algunos chascarrillos dedicados a los novios, a los que incluso se les gastaba alguna broma que otra.
-Pues el otro día me dijo la Frasquita que su hombre había cogido al novio y lo había llevado a Alcalá la Real a comprar algunas cosas para el campo, dijo Lola, prima de la novia.
-Esos fueron a Alcalá a ponerse ciegos de vino y luego a jugar a las cartas. Parece mentira que la Frasquita no conozca a su hombre? ¡Ay, si de mi dependiera, donde estarían esos truhanes! Intervino María "la Cachucha".
-¡No seas así, mujer! Siempre estás sospechando de los hombres.
-Es que yo conozco muy bien a los hombres. Mira como tengo al mío, más recto que una vela. ¡Ese no se va de vinos por ahí sin que yo lo consienta!
Todas se miraron por lo bajo sin decir nada y a más de una se le dibujó una sonrisa solapada, mientras seguían escaldando lana en la mesa camilla.
Pilar, hermana de la novia, intervino a continuación:
-¿Sabéis de lo qué me he enterado? El marido de Leonor estuvo de médicos en "Graná" y cuando regresó al pueblo le trajo una preciosa mantelería comprada a una de las gitanas de la Plaza de Bib-Rambla.
-¡Algo querrá el muy tunante! Volvió a interrumpir "La Cachucha", quien añadió:
-Seguro que le ha pedido algo a cambio.
-¿Qué le va a pedir a cambio? ¿Es que no puede tener un detalle con su mujer? Contestó Lola.
--¡Ay hija, si yo te contara! A los hombre hay que tenerlos bien atados, mira el mío, solo sale un par de veces a la semana y siempre aquí, en el pueblo, nada de ir a la ciudad? ¡Que hay mucho vicio!
-¡Pues anda que les estás dando ánimos a la novia! Dijo Pilar.
Conseguido un buen montón de lana escaldada, la novia la metió en un saco limpio, sacando otro para seguir con la tarea. Los dedos de las mujeres, ágiles como picos de gorriones, entresacaban todas las impurezas y después extendían la lana una y otra vez en repeticiones casi mecánicas para darle más volumen
-Pues el sobrino de Mari Paz está rondando a la niña de Encarna, la del molino. Es un buen mozo y muy trabajador...
-¡Otro que tal... Mucha planta, mucho hombretón y con el bolsillo más seco que el ojo de un tuerto! ¿Para qué tanto porte si no tiene donde caerse muerto?
-Mujer, todo no es el dinero, también está el amor, dijo la novia.
-Qué ingenua eres, Amparo, a los hombres hay que tenerlos como a los mulos, dándoles en el lomo todos los días y solo de vez en cuando ofreciéndole una zanahoria, pero de muy de vez en cuando. Mira, cuando yo me casé con el Indalecio solo me tocaba una vez al mes y ahora nos tiramos tres y cuatro meses sin tocarnos? ¡Y así me tiene, como una virgen!
Las otras tres mujeres no pudieron aguantar la risa y explotaron con sonoras carcajadas.
-No sé por que os reís, así es como se tiene al marido controlado y siempre dispuesto a lo que se me antoja.
-Dime, María ¿por qué a tu marido le llaman "el marimantas"?
-Pues no tengo ni idea? A mí me pusieron "La Cachucha" por mi madre, pero a él?
Mientras tanto en la calle ya había anochecido y una figura con una manta enrollada sobre el cuerpo subía por el Callejón de la Cipri en dirección al la Plaza del Pilar. Unos niños que jugaban en la calle del Cerro salieron corriendo asustados al ver al fantasmagórico personaje. En su huida solo gritaban.
-¡Un marimantas, un marimantas!
Una puerta medio abierta dejó paso franco al extraño personaje. Tras penetrar en la casa, se oyó una cálida voz de mujer que decía:
-¿Indalecio, tu mujer no sabe nada de lo nuestro? ¿Verdad?
-Que no, mujer. Esa está en su mundo, creyendo que estoy en casa. Además, mira lo que te traigo hoy.
El "marimantas" sacó del bolsillo de la chaqueta un juego de primorosos pañuelos comprados en la plaza de Bib-Rambla.
-¡Qué detalle, Indalecio!
Y los dos se fundieron en un apasionado beso.

Origen (Benalúa, Granada)

Al parecer, este curioso nombre proviene –como casi todo en esta provincia- de orígenes árabes. En concreto su traducción sería “Ibn-al-lupa”. Es decir, “tierra de lobos”. Porque, aunque mucha gente lo desconozca, Granada provincia es una tierra fértil para estos mamíferos que con el tiempo han ido perdiendo espacio. Y en la Comarca de Guadix, en la zona de Benalúa, su población llegó a ser relativamente importante.

El duende de Charches (Granada)

La leyenda cuenta la historia de Pedro, un joven que, por lo visto, no tenía ningún respeto por los demás.
Un día se encontraba segando junto a su cuadrilla, aunque él se las había ingeniado (haciéndole favores a su jefe) para conseguir el trabajo más cómodo, con un mulo y una trilla…vamos, que no tenía que usar las manos demasiado. Este trabajo, por edad y veteranía, correspondía a Juan «El Viejo» Además, se dedicaba a dar vueltas sin rumbo por la era para no trabajar.
El puesto también incluía el tener que dormir en la era para vigilar que nadie robara.
Leyendas de la Comarca de Guadix
Trigo
Una de esas noches, estando acostado en la era, vio una sombra sospechosa que se acercaba y, cogiendo una horca para «defenderse», preguntó quién era.
Un hombre pequeñito vestido de rojo, negro y con unas botas verdes de paño…y con un sombrero de mil colores por donde asomaban una orejas puntiagudas asomó entre la maleza y le dijo que era gente de buen, que sólo quería que le diera un poco de trigo, como todos los años.
Pedro se mofó de él haciendo bromas sobre su estatura y le dijo que se fuera por donde había venido.
El pequeño hombre le recriminó su actitud y su falta de educación, pero, al ver cómo continuaba Pedro, dio una palmada muy fuerte e hizo aparecer unas llamas intensas azules en sus manos que empezó a lanzar como si fueran piedras, prendiéndole fuego a la era.
Pedro intentó huir, pero sus albarcas estaban atadas la una a la otra, sin ninguna explicación y tampoco veía ya al hombrecito.
Leyendas de la Comarca de Guadix
Albarcas
La era estaba totalmente en llamas y los vecinos acudieron…cuando le preguntaron a Pedro y éste les relató la historia, nadie le creyó y le acusaron de haberse quedado dormido vagueando. Su patrón le dijo que tendría que pagar los daños o ir a la cárcel.
Pedro estaba acorralado, pero, en un momento de calma, Juan «El Viejo» se le acercó y le dijo:
-«Te has encontrado con el Duende de la era y no le has regalado un poco de trigo. ¿Verdad?»
Pedro, perplejo, le contestó:
-¿Tú lo conoces? ¿Por qué no me lo habías advertido?
-¡Tenías muchas ganas de quitarme el puesto!
-¿Cómo puedo enmendar mi error?
Al ver su arrepentimiento, Juan le contó que el hombrecito que había visto era el Duende de Charches, que aparece cuando hay una injusticia. Para ser perdonado, Pedro tendría que seguir el arco iris hasta la cueva del Duende, pedirle perdón de corazón por ser tan desconsiderado con los demás y esperar su decisión.
Así lo hizo Pedro al día siguiente, siguió el arco iris que había dejado una pequeña tormenta junto al pueblo, llegó a la cueva del Duende y le pidió perdón; juró que nunca más volvería a faltarle el respeto a nadie, ni por su hechura, edad o condición.
El Duende aceptó sus disculpas y, de repente, una ráfaga de aire despertó a Pedro, que se encontraba de nuevo en la era, como si nada hubiera pasado…eso sí, sus albarcas seguían atadas la una con la otra y chamuscadas.

El Fraile (Beas de Granada, Granada)

Después del anunciado fenómeno de la luna azul para el día 31 de julio, decidí acercarme hasta el paraje conocido como El Fraile en Beas de Granada.

Una formación rocosa erosionada caprichosamente por el viento, que se encuentra en el camino de Quéntar y hasta tiene su leyenda.

La leyenda cuenta que en tiempos de los Reyes Católicos, un rico comerciante árabe huyo de la región por el avance de los Reyes Católicos y en su huida decidió esconder su fortuna, para cuando regresase a sus tierras. Para ello construyó dos estatuas y en el interior escondió el tesoro.
Esas estatuas fueron llamadas "El Fraile" y "La Fraila".
Cuando se conoció la historia, los lugareños destruyeron "La Fraila" buscando el tesoro, pero no encontraron nada y desde entonces la gente del lugar busca el tesoro.

Y mientras esperaba la salida de la luna tuve la ocasión de contemplar las magníficas vistas de Sierra Nevada y una espectacular puesta de sol.  Era una noche con nubes que iban y venían pero que me permitieron captar el orto lunar y que después aproveché para jugar con la exposición y conseguir un bonito cielo.

viernes, 24 de mayo de 2019

La dama cautiva (Baza, Granada)

La vanidad puede ser peligrosa. Si nos referimos a la misma en una historia con final oscuro, podríamos hacerlo sin temor a equivocarnos a una leyenda que tiene su origen en Granada. Concretamente en el norte de la provincia en plena Sierra de Baza. Allí, la vanidad y el misterio se dan la mano para contar un relato que sobrecoge.
Al parecer, según cuentan de boca en boca durante varias generaciones, en una de las peñas que contiene un gran número de casas cueva, algo extraordinario sucedió hace tiempo. En cada San Juan, una bellísima dama se aparecía dentro de una de las cuevas asomándose por algún ventanal para ser vista desde fuera.
El ritual, que se repetía cada año, sobrecogía a los testigos por la belleza y timidez de la dama que estaba tras los cristales. Hasta que un día de San Juan en una fecha indeterminada, la mujer volvió a aparecer de una manera diferente. Esta vez lo hizo dejándose ver y hablando directamente a uno de los hombres que la observaba.
Ella, que portaba en sus manos una daga y un peine, le preguntó al hombre que qué prefería. Si la daga, el peine o la dama, que era ella misma. A lo que el hombre le respondió que la daga. Provocando con su respuesta que el drama cobrase vida porque la mujer supo en ese momento que el hechizo que la hacía permanecer allí cada San Juan, se mantendría eternamente al ver que había sido rechazada pese a su belleza. Por lo que su espíritu sigue vagando por la zona a la espera de que alguien la desee.

El fantasma del hospital (Atarfe, Granada)

Sobre un antiguo cementerio musulmán los Reyes Católicos, recién conquistada Granada, ordenan construir el que se llamó Hospital Real, a fin de poder dar atención a los enfermos pobres, heridos de las batallas y perturbados, que quedaron vagando por esas tierras.
Pasados los años, uno de los perturbados a quien se recluye en el hospital es Juan Ciudad Duarte, un portugués que pasó por varios oficios, incluyendo soldado a las ordenes de Carlos V, y en ese momento vendedor de libros en esa ciudad, en la que un día escucha un sermón del San Juan de Ávila, y siente la llamada de dios, allí mismo se quita la ropa que reparte entre los pobres a los cuales también regala sus pertenencias, dedicándose a partir de entonces a pedir limosna, tomado por loco, es encerrado en el Hospital Real.
Al fin, de vuelta a la ciudad, San Juan de Ávila, logra sacarlo del manicomio, y le ofrece para vivir una humilde casa donde atiende a los necesitados…
En julio de 1549, el hospital arde por los cuatro costados, y Juan, logra sacar a muchos enfermos del mismo arriesgando su vida. Es entonces cuando ve más la necesidad de construir un nuevo hospital para poder atender a todos los necesitados y ahí surge su protector.
El capitán Antón Martín, militar de los Tercios de Flandes, en esos momentos, ubicados en la ciudad, se convierte en su protector, dotándole del dinero necesario para ello y construye un hospital, (es el primero de los que la orden funda a lo largo de la historia)
Este primer hospital, situado en la calle Lucena, tenía 46 camas, después se traslada a la cuesta Gomérez cerca del Arco de las Granadas y allí ya cuenta con 200 camas, finalmente, se construye el hospital en su ubicación actual tras la demolición del Monasterio de San Jerónimo que se encontraba en ese emplazamiento conocido como la Almorava.
Se trata de un edificio de construcción sobria, formado por dos cuerpos, con columnas dóricas y pilastras, con una portada, que data de 1609. Sobre ella, un frontón partido, en cuyo centro hay una escultura de San Juan de Dios. En su interior, destaca el zaguán con techo de artesonado renacentista, un patio con arquerías, también renacentistas, y una escalera con techo de madera decorado. La portada fue realizada por Cristóbal de Vilches con mármol de Sierra Elvira y Macael.
La escalera, construida con posterioridad, incluye una gran variedad de mármoles, fue elaborada por José de Bada en 1749.
La iglesia contigua, también llamada de San Juan de Dios, se edificó posteriormente, en el siglo XVIII y es obra también de José Bada.
Al mismo tiempo, Juan, escribe una carta al rey, relatándole en las condiciones que se encontraban los enfermos recluidos en el antiguo Hospital Real, a partir de ahí, no se sabe si por vergüenza o porque, empiezan a llegar fondos procedente de la corte, lo que permite que no se vuelvan a dar situaciones como las que él mismo sufrió durante su encierro, pulgas y miles de insectos poblaban el antiguo hospital, agravando las infecciones y provocando más enfermedades, en el nuevo hospital logra unas condiciones higiénicas bastante decentes para la época. Por primera vez se empiezan a separar las distintas patologías, separando los enfermos con fiebres de los que sólo tienen fracturas, y tratando a los pacientes en salas separadas. Así logra evitar que alguien que se fracturaba una pierna, por ejemplo, falleciese por una tuberculosis contagiada por otro paciente.
Pero el tiempo pasa, y con cinco siglos de historia, el hospital ha tenido varios usos, entre ellos hospital provincial y clínico universitario y al parecer, alguno más si bien no está suficientemente documentado.
Durante la invasión francesa, el hospital se transformó en hospital militar, una curiosidad al respecto, aquí se ingresaba a los que habían sido fusilados, para oficializar su muerte como por «causas naturales».
Y llegamos al fantasma.
El capitán Antón Martín, amigo y protector de Juan, tenía un criado morisco llamado Frasquito al que apreciaba mucho, llegada la expulsión de los moriscos, Frasquito, que consideraba el hospital como su casa, se negó a irse, y para evitarlo decidió esconderse en el aljibe del propio hospital y así no ser descubierto, pero debido a la falta de alimentos y al aire viciado que tuvo que respirar, poco tiempo después lo encontraron muerto allí mismo.
Desde entonces, su espíritu que no ha abandonado el hospital se dedica a vagar por el hospital, aunque eso sí, no asusta a nadie, se dedica a velar por el buen funcionamiento del centro y tan sólo advierte al personal cuando algún enfermo va a morir (y eso desde mucho antes que el gato que se ha hecho famoso en EEUU por lo mismo) aunque claro, como buen ser del mas allá, no puede evitar gastar alguna broma al personal, activando timbres, abriendo y cerrando puertas o tirándole de las batas al personal, sus sitios preferidos para pasear, por tanto donde más se le suele ver, es el comedor y el patio.
Casi todo el personal médico del hospital ha tenido algún tipo de experiencia con Frasquito. Lo describen como bajito, de unos cuarenta y cinco años, con barba y siempre cubierto por una especie de capa o túnica.
Se comenta que durante la invasión francesa, un soldado francés, enfadado, arrancó los ojos de unos dibujos de ángeles que se encontraban en la escalera principal, esa misma noche el soldado apareció muerto sobre su cama de un bayonetazo. Se dice que fue la venganza de Frasquito, protector del hospital, por haber destruido un bien del mismo.
Hace un par de décadas, la Diputación de Granada proyectó cerrar el centro y decidió venderlo. Un acaudalado empresario pensó en comprar los terrenos para transformar el recinto sanitario en un lujoso hotel. Una tarde en la que el millonario paseaba por el patio del edificio, salió corriendo y nada más se supo de él.
Algo extraño debió ver, porque nunca más quiso acercarse al edificio.
En esa misma época una comisión encabezada por el delegado de Salud visitó el centro, cuando subían todos en el ascensor, alguien mencionó el tema de la clausura del centro, de pronto, el ascensor se paró, ante la sorpresa general. ¿De nuevo Frasquito defendiendo los intereses del Hospital?
El edificio ha sido codiciado por muchas instituciones, hasta que al final fue devuelto a la Orden de San Juan de Dios, esperemos que Frasquito, esté tranquilo ahora.

jueves, 23 de mayo de 2019

Las Tres Cruces (Armilla, Granada)

Cuentan los más viejos de Armilla que el lugar llamado de las Tres Cruces ha existido desde la conquista de Granada, no sabiendo explicar porque esas tres cruces de piedra están ubicadas allí ni a qué se debe su construcción, ni quien fue el autor, pero si se sabe de una leyenda que dice tal que.....

Cuando el veinte de Julio de 1936 entraron en Armilla los nacionales, casi todos los militantes republicanos huyeron del pueblo, abandonando así a sus familias y todo lo que tenían, unos temiendo represarías por sus ideologías políticas, otros por temor a que fueran detenidos y fusilados. Amén de otros hechos que ellos habían protagonizado anteriormente. El caso es que Enrique era un ideólogo acérrimo del partido comunista y cuando llego la hora de salir por pies del pueblo, aguardó hasta última hora ya que estaba muy enamorado de su novia Juana y estaban a punto de casarse cuando sus planes se fueron al traste al estallar la guerra.

Lo cierto es que llegaba la hora de partir y después de haberse despedido de su novia, Enrique salió de su casa siendo aun de noche, antes del amanecer, filtrándose a través del portal trasero el que se adentraba en el corral de otro vecino de la calle Málaga.

Este conocido morador estaba perdidamente enamorado de Juana y sabía que Enrique era comunista de toda la vida así que cuando estallo la guerra y el frente nacional se hizo de Granada, dedujo que Enrique intentaría escapar en cuanto la ocasión se lo permitiera. Así que en el silencio de la noche cuando oyó el cerrojo de la puerta vecina, salto de la cama y pensó que era su oportunidad de su vida para denunciarlo y tener vía libre para cortejear a Juana sin obstáculo alguno.

Después de seguirlo a pie durante un buen rato vio como se paraba en la plaza de las tres cruces, seguramente allí seria el punto de contacto para recogerlo y llevarlo a lugar seguro.

Conociendo como creía el punto de encuentro entre los militares "rojos", fue a denunciarlo a la junta de gobierno del pueblo aprovechando el momento, antes de que pudiera escapar.

Enrique ajeno a lo que tramaba su malvado vecino, estaba confiado esperando un coche Ford de pedales que le condujera hasta Almería y una vez desde ahí organizaría la salida para Juana para reunirse con él.

Mientras hacía tiempo esperando el coche que lo llevaría lejos de allí, distraídamente observó las tres cruces de la bella plaza Armillense y pensó en los tiempos que él como otros niños de Armilla habían jugado a mil y una aventura entre sus moles de piedra escondiéndose y refugiándose de los ficticios ataques de bandos opuestos que se organizaban entre ellos, ironías de la vida pensó,..
Aquellos días eran de tranquilidad entre vecinos que en algunas ocasiones y aprovechando el buen tiempo practicaban la sana afición de encontrarse al pie de las cruces para contarse sus cosas.

Pasados algunos años y ya de mayor, fue en una de esas verbenas de los pueblos que los vecinos de Armilla organizaban al lado de las cruces donde conoció a Juana y se enamoro perdidamente de ella.

Enrique recordaba como aquel lugar había sido mudo testigo de sus encuentros de media tarde con su novia, ¡cuantas palabras de amor había escuchado el Cristo de la Piedra!¡Cuántas promesas de enamorados se habían jurado sobre los pies del Cristo crucificado atravesados por el clavo de la incomprensión humana!

Aquel lugar le traía recuerdos dulces y cálidos en esa mañana fría de Enero de 1936, el coche se retrasaba y los nervios empezaron hacer mella en su espíritu y aunque no había amanecido todavía, había algo en el ambiente que le hacía recelar de esa aparente calma y apoyándose entre las cruces se lío un cigarro y así hizo la espera más llevadera.

Aunque él pertenecía al partido comunista, nunca había participado en ninguna de las reyertas que sus compañeros habían perpetrado contra la iglesia católica, el era más del dialogo y la tolerancia antes que de la violencia.

Se encontraba sumido en sus pensamientos cuando vio aparecer por la carretera de Granada dos faros de un vehículo que se aproximaba muy despacio. En un primer momento quiso plantarse en medio de la carretera, pero después lo pensó mejor y decidió esconderse detrás del Cristo de la Piedra y observar las maniobras del vehículo. No tardo mucho en comprobar cómo un Citroën C-7 paraba frente a él y se bajaban tres hombres, uno de ellos su vecino Juan dirigiéndose directamente hacia las tres cruces de piedra. Rápidamente, se escondió como pudo detrás de una de las cruces...pero no había mucho donde parapetarse

- ¡Eh, tú, sal de ahí!-Le espeto uno de los uniformados.

A Enrique se le heló la sangre y se quedo paralizado de miedo- ¿Es que no me has oído?-Volvió a decirle el soldado. Mientras tanto su vecino como una cucaracha se escondía detrás de otro soldado. Lentamente Enrique salió de la cruz de piedra y se puso delante de esta, -¿Que ocurre?-Pregunto con un leve hilo de voz.

-¿Que que ocurre?...¡tú sabrás que haces aquí a estas horas!-Le respondieron.

-Yo solo estaba fumando un cigarrillo.

El otro soldado le pregunto a Juan que lo tenía detrás.

-¿Es este el que tú dices?

-¡Si, si, si....Este es el asqueroso comunista!-Gritó Juan.

-Así que tú eres comunista...¿y que haces aquí entre cruces?

-Yo solo estaba rezando al Cristo de la Piedra, antes de ir a trabajar.

-¡No os dejéis engañar... es un rojo ateo... Es más fácil que el Cristo se desclave un pie de la cruz a creer que tú seas cristiano!

Enrique pensó que estaba perdido y que su vecino lo había delatado... Los soldados apuntaron los fusiles hacia la cabeza de Enrique encañonándole mientras uno de ellos decía....

-¡De esta no te salva ni Dios!

Enrique... sintió el fin de sus días y entornando los ojos y como le había enseñado su madre se encomendó a la Virgen María y a su hijo Jesús, ... extraño pensamiento para un comunista, pero hay situaciones donde lo más profundo del alma se agarra como una tabla de salvación a las creencias que nuestros padres nos enseñaron y mientras rezaba esperando el tiro de gracia, un silencio profundo y cerrado inundó aquella escena,... el tiempo se petrifico y cuando abrió los ojos vio a sus verdugos de rodillas y mirando fijamente al Cristo de piedra que tenía detrás de él.

Juan con la cara desencajada salió corriendo cual lo persiguiera un demonio y nunca más volvió a verlo... se giro para ver lo que los soldados observaban tan detenidamente, y el también cayó de rodillas viendo al Cristo de Piedra que había soltado unos de sus pies graníticos y lo había puesto junto al otro, desenclavándolo.....

Desde entonces nunca ha faltado un ramo de flores frescas en las Tres Cruces de piedra de Armilla.

El castaño y los seis escuderos (Granada)

Existen varias versiones de esta leyenda, pero la más original y con la gracia “granaína” innata que le caracterizaba, es la de Francisco Izquierdo en “El apócrifo de La Alpujarra Alta” -1969- contada por el maestro de Bubión: “EI castaño era alto como el Alto de la Cañada de las Majaíllas y recio como treinta bueyes cogidos por el ronzal. En sus ramas cabían todos los jilgueros y todas las alondras del Magalite. Por el otoño, cuando se le iban las hojas, éstas, puestas unas sobre otras, subían una docena de varas, rojas como la sangre y olorosas a canela húmeda. En tiempos, en la copa del árbol vivió un águila imperial y su corte de alcaudones, quinientos pájaros de presa con el cuello negro y la mirada redonda como el brocal de un aljibe. En tiempos, en el hueco del árbol hubo una aljama y en ella se reunían hasta veinticuatro moros importantes. En tiempos, el castaño fue telar para tejer lienzo y vivían en él diez muchachos y su madre, la hilandera. La enramada cubría un marjal y resguardaba del sol y de la lluvia a la mujer, a sus hijos y a todas las madres y sus hijos de Bubión. EI castaño era templo, plaza, alegría, velatorio, fiesta, guerra. El castaño, además, tenía poderes únicos: convertía en veletas a las serpientes que reptaban el tronco en busca de pájaros; durante las tormentas, el castaño transformaba las chispas eléctricas en arcos iris; sus sombras sanaban a los lisiados de la guerra, a los leprosos, a los estériles; su corteza, en tiempos de hambre, se hacía pan de higo. Dicen que el castaño, en la noche de San Juan, se metamorfoseaba en legión de sarracenos y cabalgaba las cumbres de Sierra Nevada con la algarabía y el estropicio de los mejores tiempos de la sublevación morisca. ¡Ay del que tropezara con el castaño convertido en animal bélico!.El Comendador de Castilla, que vino al lugar de Bubión, del que era dueño como de gran parte de las tahas de Órjiva y de Pitres, supo del castaño y de sus condiciones extranaturales. -Y eso, ¿cómo puede ser? preguntó el feudal. -Pues siendo, -¡ea! respondió su secretario.-Mira, tú, manda razón y que le busquen averiguaciones.Hechas las averiguaciones y vistas las referencias se cayó en la cuenta de que el árbol era, aparte su madera y sus cobijas irracionales, “una cosa mala con ánima”.-Que se le juzgue por antinatural. -Sí señor.-Y por brujería. -Sí señor.-Y por planta vegetal que es demonio.Fueron necesarios seis consejeros y dos escribanos, todos expertos, amamantados por la Inquisición, cultos en el arte de las averiguaciones, duros como el pedernal y católicos desde cien generaciones. Al castaño se le puso juicio una tarde de julio, con la calor fuerte, y los jueces y los escribanos y e1 público se cocían al sol, pero no dejaron que las sombras del árbol les tocara el cuerpo.-Preguntamos si has consentido y creído que Cristo no sea Dios.“La planta no responde”, susurró un escribano.-¿Por qué no responde?-indagó el presidente. -No lo sabemos, señor presidente.-Segunda pregunta-señaló el juez mayor. -Preguntamos si, aparte las dudas sobre la fe de Cristo, como dicho y confesado habéis por el silencio, tuvisteis fe y creísteis en la secta de Mahoma.Se hizo por segunda vez la segunda pregunta. “El árbol no responde, señor juez”, repitió el escribano correspondiente.-No responde, ¿eh? -No, señor.-Mal, muy mal. Échale otra interrogación.-Preguntamos si tenéis alguna inteligencia con espíritu maligno de los que suelen traer y convocar a lugares negros y en formas diversas.Un golpe de viento agita las hojas del castaño y de su enramada desciende un frescor a sombra y dulzura. Los presentes se apartan vivamente para que no les toque el aire impuro.-¿Es una respuesta?-quiere saber el juez mayor.-No creo, señor. Parece voluntad de Dios Nuestro Señor al mover el viento entre las ramas de una de sus criaturas.-Hazle una última pregunta y si no contesta, decidiremos. -Preguntamos si tenéis relación directa o indirecta con Zaquiel.-¿La tenéis?-insiste el segundo escribano, impaciente. -¿Qué dice?-No dice nada, señor juez. -¿Cómo es posible?-Tampoco lo entendemos nosotros-agregan los consejeros. -Mal, pero que muy mal-el juez sacude la cabeza.Bajo el calor tremendo del día de julio, los del tribunal deliberan, pero no mucho, que la sentencia era clara. EI Comendador, bajo sombrilla, que para eso es amo y señor, atiende a los justicias. “No responde, no responde”, condenan los consejeros.-¿Hacen falta más pruebas?-pregunta el amo. -Creemos que no, señor.-Pues haced justicia. En su silencio hallaréis la culpa. Quien calla, otorga.Fue sentenciado a la hoguera. Por brujería, por tratos con el Maligno, por rebelión ante la justicia, por desprecio al Comendador de Castilla. Tardó en arder completamente dos semanas justas, y en el último día de su tronco enorme, surgió un pajarraco negro que huyó a los montes blasfemando horriblemente.-¿Qué gritaba el pájaro?-pregunta el cronista a Salvorico Bu, que asiste a la historia sin pestañear.-Era una urraca.-Pero, ¿qué gritaba?-insiste el cronista. -”¡Voto a Satanás, que me quemo!”

La laguna de Vacares (Granada)

Las lagunas de la alta montaña han sido objeto de multitud de leyendas y comentarios, y cuando se va a la Laguna de Vacares hay buscar una gran piedra. En “El jardín de la Princesa Cobayda” nos cuentan lo siguiente: “Yace la Laguna, que califican de traicionera, y  a la que nunca acercan sus ganados los pastores de la Sierra, en el fondo de una profunda sima, que le da aspecto terrorífico en medio de aquellas edades, rarísima vez pisadas por la planta humana, y casi siempre coronadas por un turbante de nubes. En tiempo de los moros, hubo en las alturas de Sierra Nevada un espléndido palacio, rodeado de bellísimo jardín. Eran de mármol y de serpentina las solerías, y de estucos y alicatados, como los bellos aposentos de la Alhambra las paredes. Espesas arboledas se prolongaban hasta un lejano cerco de montañas, manteniendo el palacio aislado y oculto de la curiosidad de los mortales. Allí vivía una bellísima princesa, cuyo padre, el Rey moro de Granada, la sometió recién nacida al estudio de los sabios, mandándoles descifrar el Destino de la niña en el libro de los astros. El horóscopo anunció que la princesa moriría al conocer el Amor, y el Rey, queriendo oponerse a la fatal sentencia, fabricó el palacio en el sitio más inaccesible de la Sierra, mandando que nadie se acercase a aquel lugar, donde la encerró bajo la vigilancia de una mujer de confianza: la discreta Kadiga, de los cuentos alhambreños. Pasaron los años, y la niña llegó a hacerse mujer, sin conocer más mundo que el que se contenía en aquel marco de montañas, ni más personas que las esclavas encargadas de su servicio. Un tenebroso subterráneo, cuya entrada era un misterio para todos, permitía al Rey visitar de vez en cuando aquel paraje inaccesible, y ver desde lejos a su hija, cuando oculto entre las espesuras la miraba pasar por los laberintos del jardín. Se hallaba un día Cobayda -que así se llamaba la princesa- recreándose en los bosques que limitaban el recinto de la morada, cuando apareció entre los árboles un arrogante caballero, que se había perdido en la montaña y vagaba de valle en valle sin encontrar el camino que la condujera a la ciudad. La princesa, que nunca había visto más que en sueños una figura varonil, sintió intensa emoción ante aquel joven tan apuesto. El doncel, por su parte también se enamoró, y desde entonces, y aprovechándose de la confiada seguridad en que vivían Kadiga y sus esclavas, salía todas las noches la princesa para encontrar al joven vestido de azul, junto a las frondosas alamedas del jardín. El carácter antes triste y melancólico de Cobayda, se tornó alegre y animado. Esto despertó las sospechas de Kadiga, y puesta en vigilante acecho confirmó sus temores, sorprendiendo a la enamorada pareja. Montó en cólera el Sultán al conocer la noticia, y la comprobó por sí mismo, escuchando las palabras de amor que el hermoso joven deslizaba junto al oído de la enamorada doncella. Ciego de ira el Rey moro se lanzó furioso contra la feliz pareja. Un relámpago brilló cuando el Sultán desenvainó su alfanje damasquino, y la cabeza del doncel rodó largo trecho por el suelo, hasta quedarse convertida en una piedra negruzca que aún puede reconocerse fácilmente. La princesa, asustada por aquella terrible aparición, quedó convertida en hielo, y de sus ojos brotaron tantas lágrimas que bastaron para llenar el valle y convertirlo en un lago salado -La Laguna de Vacares-, que cubrió el palacio, el valle y el jardín. El Rey, aterrado por la desesperación de aquella hija predilecta, quiso huir, pero no pudo: se había convertido en una enorme roca, que sigue enhiesta junto a la Laguna, y gime y brama cuando en las noches de furioso temporal la recorren el remordimiento y el dolor.”