lunes, 6 de noviembre de 2017

Las brujas de Pareja (Pareja, Guadalajara)

En Pareja se produjeron varias oleadas de brujería, especialmente dos, a lo largo del siglo XVI.  El primero de estos episodios tuvo lugar en 1527. “En el límite entre las provincias de Cuenca y Guadalajara, donde ahora está el lecho de los pantanos, he podido descubrir sobre los archivos un trasiego continuo de brujas que se desplazaban desde pueblos como Tinajas, Sacedón, Buendía o Pareja para participar en aquelarres que los textos sitúan en los campos de la localidad soriana de Baraona”, dijo. 

Los archivos de la Inquisición describen hechos que dejaron a la profesora atrapada en el misterio. “Narran los vuelos de las brujas exactamente de la misma manera, sin que sus autores se hubieran conocido nunca entre ellos. Y, aunque en realidad no pudieran elevarse, como dicen de las de Pareja, es más que probable que a través de la elaboración de determinadas sustancias alucinógenas sí tuvieran estos delirios”, explicó la escritora.

Reinaba Carlos I, cuando Francisca Ansarona y Quiteria de Morillas, vecinas de Pareja, fueron denunciadas por invocar a las fuerzas del mal. Los parejanos habían relacionado la muerte de varios niños con la brujería y, en lugar de tomarse la justicia por su mano, acudieron a los cauces ordinarios. “Hay que tener en cuenta que debido a la alta mortalidad infantil y el escaso desarrollo de la ciencia médica a nivel popular, era frecuente acusar a las brujas de muertes entonces inexplicables”, dijo Lara. Sin embargo, y según las pruebas archivísticas encontradas por la profesora, “es probable que alguna de ellas sí pudiera tener relación con las muertes”. De hecho, la propia Quiteria “fue sorprendida tratando de asaltar a niños”.

Francisca Ansarona, ya una señora de 50 años, acabó autoinculpándose en el proceso inquisitorial. Reconoció ser bruja desde su juventud y narró cómo salía volando “alta del suelo, hasta dos palmos en el aire”, según ha podido descifrar Lara en el documento inquisitorial.

Tiempo después de la muerte de Ansarona, volvió a cundir el pánico, cuando las hijas de la Morillas, Ana la Roa y María Parra, fueron consideradas brujas por los vecinos de Pareja al volver a sucederse la muerte de niños por causas desconocidas. Las mujeres que quedaban embarazadas huían de ellas, “porque para conseguir dinero y comida, utilizaban el chantaje”, citó. 

Entre las personas que testificaron en su contra está un hombre llamado Juan Manzano, que acusó a una de ellas de haber asesinado a su hija recién nacida una noche que vio bajar de la cámara de su casa hasta la habitación a tres personas. “Encontramos en Pareja a personas que les plantaron cara. En abril de 1550, una vecina que escuchó en su casa pisadas en la cocina y ruido en el tejado pensó que el origen del sonido podía estar en los tejemanejes de La Roa. A la mañana siguiente, cuando se cruzó con ella en la calle, le hizo frente, y le advirtió que si volvía a pasar, la denunciaría y, que si eso no evitaba el peligro, tomaría la justicia por su mano.  Según declaró la parejana, no se volvió a dar ningún incidente”, explicó Lara, basando sus afirmaciones en los testimonios encontrados en los procesos inquisitoriales.

En 1554 fue leído en la Iglesia de Pareja un edicto por el que se ordenaba a todo el que tuviera conocimiento de brujas lo hiciera saber inmediatamente bajo pena de excomunión como cómplice.  El documento acrecentó la sicosis colectiva. Las hijas de la Morillas fueron apresadas y todos sus bienes fueron secuestrados por el Santo Oficio. Las encerraron en los calabozos de la Inquisición. La Roa confesó que había contraído nupcias por tres veces en diferentes lugares, y que cuatro años antes, en 1550, había sido azotada públicamente como bruja. 

María Parra declaró que había sido criada en Pareja con sus padres. También vivió en Buendía donde tuvo un hijo, que acababa de cumplir 20 años en el momento del proceso. Los inquisidores las sometieron a torturas para que confesaran. De esta manera reconocieron que entraron en varias casas de Pareja para asaltar a niños. Para evitar ser molestadas en su propósito, utilizaban un somnífero que adormecía al resto de los habitantes de la casa.  Al final del proceso reconocieron también haber participado en los aquelarres de Baraona.


El proceso de Ana La Roa está incompleto en el archivo, pero en 1558 se leyó en la Plaza Mayor de Cuenca la sentencia de María Parra. Recibió la pena de 100 azotes por las calles, montada en un asno y desnuda de cintura para arriba.  A voz de pregonero le fue decretado el destierro del obispado de Cuenca. “No fueron ajusticiadas, sólo expulsadas”, terminó Lara. Y, como puso de manifiesto la escritora, “los habitantes de Pareja demostraron en el siglo XVI, al igual que en el presente, una elevada conciencia ciudadana. No aplicaron la justicia por libre sino que recurrieron a las instancias oficiales para que  retiraran las amenazas y pusieran paz en la villa”.  

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