Lo cierto es que el periodista identifica a Ordelinda con una joven condesa, mientras que nuestra leyenda –según Alfredo Rubio Heredia– era, precisamente, la “Encantada” de la historia.
Coinciden ambos autores al escribir que Ordelinda estaba prometida al noble Sigiberto, pero casó con Hilderico. Sin embargo, Carlos Evia señala que el padre de Ordelinda, siendo ésta niña, la había prometido al citado Sigiberto, pero fallecido repentinamente el padre poco antes de la boda, Ordelinda rompió el compromiso…casando con Hilderico. Alfredo Rubio escribe que Ordelinda había jurado por la salvación de su alma ser la esposa del noble Sigiberto y olvidando después su juramento, trató de desposarse con Hilderico, falleciendo la misma noche del desposorio, en la madrugada de San Juan del año 600, víctima de la justicia divina. El cadáver –sigue escribiendo A. Rubio– quedó en la tierra y el alma no pudo entrar en la Gloria al encontrarse manchada con el pecado de perjurio por lo cual, se encontraba en pena desde entonces. Su espíritu encantado se encontraba encerrado en la roca existente junto al viejo camino de Benámor, permitiéndole salir solamente una vez al año: la noche de San Juan.
El periodista Carlos Evia escribe que el alma encantada de la doncella, fue llevada al paraje de Benámor donde fue encerrada en una caverna ubicada junto a una fuente. (Que nosotros sepamos, en el lugar –si es el mismo– nunca hubo una caverna, pero sí una fuente) y que el fantasma de Ordelinda, al que se le permitía salir una vez al año, en la noche de San Juan y en forma humana, era custodiado por el fantasma de un enorme esclavo negro. Desde entonces –continua escribiendo el periodista– (…) siguieron viendo a la condesa en el citado día, aterrorizando a los pobladores.
Aunque de una forma ligeramente diferente ambos autores, nombran a Doña Castellana Fajardo como inductora de que Pedro López de Víllora debería obtener de Ordelinda el collar de perlas que solía lucir en la noche de San Juan y como consecuencia de la lucha que éste mantuvo con el negro guardián, el joven murió.
Carlos Evia escribe finalmente: En la mañana siguiente unos pastores descubrieron el cadáver de Pedro cerca de la cueva de la doncella y lo llevaron a Moratalla. Cuando lo supo Castellana, consciente de su culpa, quedó muda para siempre.
Alfredo Rubio, por su parte, señala que: A la mañana siguiente, fue cuando los vecinos de Moratalla, que se dirigían al campo, encontraron el cadáver del noble y valiente Pero López en el espacio que existe entre la piedra y el camino, sin señal alguna de violencia ni lucha. (…); y que Dª Castellana Fajardo, enterada de la muerte del joven, exclamó ¡Yo, yo sola he sido! ¡yo soy la responsable! ¡yo he tenido la culpa..! (…). ¡Dona Castellana de Fajardo había perdido la razón, estaba loca!. ..
Muy literariamente, Alfredo remata el texto escribiendo: Ordelinda permaneció todavía encantada, sin poder dejar aquella piedra fatal, por espacio de 400 años hasta que murió el feroz negro en la forma que tenía profetizada; o sea, a impulso de una terrible estocada de espada, pero de una espada que, sin tener punta ni filo, ha causado muchas muertes parecidas, y se llama civilización del siglo XIX. Desde entonces, esa piedra, como ya no alberga encantadas, negros, ni almas en pena, no produce temor ni espanto en los transeúntes, que la consideran sólo como una enorme mole de prosaico carbonato de cal.
Y nosotros añadimos: Urbanizado el paraje, el enorme peñón ha quedado arrinconado, olvidado, sin que el Ayuntamiento haya colocado un cartel informativo para que generaciones futuras o visitantes puedan conocer la leyenda con lo cual, el transcurrir del tiempo, podría dejar en el olvido este cuento, mito, fábula, ficción o superstición, en la página correspondiente de la Historia de Moratalla.