jueves, 16 de enero de 2025

El Salto de la Novia (Ulea, Murcia)

 Cuenta la leyenda que hace muchos años el Salto de la Novia de Ulea fue escenario del trágico final de una historia de amor.

Te voy a contar varias versiones.

Una dice así:

Era época de la Reconquista y una noble cristiana muy bella se enamoró del valeroso capitán de las tropas de esta fortaleza. Un día, tras una feroz batalla en que las huestes cristianas derrotaron a los moros, el joven capitán perdió la vida.

Su amada, deshecha en la pena, vagando de un lado a otro, decidió rescatar el cadáver del caballero, sin dar con él.

Desconsolada y sin otra obsesión que la muerte, anduvo por la alta quebrada cuyo fondo encauza al río, y al llegar a un peñasco se lanzó al vacío, cayendo sobre el río.

Desde entonces, el paraje se conoce como el Salto de la Novia, por cuyas peñas parece resonar el amargo llanto de la novia.

...Otra narra la historia de amor de una pareja de cristianos que se vieron obligados a huir a caballo perseguidos por el rey moro enamorado de la bella joven.

Al llegar a un peñasco los enamorados decidieron saltar y en el intento ambos perdieron la vida.

Y la última, más extendida entre los lugareños, cuenta la relación amorosa entre la hija del rey cristiano y el rey moro Abnt hud. Un día, cuando volvía con su amada a caballo fueron perseguidos por los moros, y viéndose alcanzados saltó desde el peñasco que formando precipio bordeaba el río, desapareciendo con la novia y el caballo bajo las aguas caudalosas.

Aún hay quien cree que en la noche de San Juan, coincidiendo con el solsticio de verano, por ser noche de embrujo y hechizos, se ve flotar sobre las aguas a la enamorada pareja respirando los aires perfumados de naranjos y limoneros

El Hornico Fuster (Ulea, Murcia)

 Acabando el siglo XV, y a principios del XVI, llegaron unos pastores, de origen morisco, a Ulea. Los campos uleanos eran ricos en pastos y aquí se instalaron durante largas temporadas. Procedían de la comarca de Albaida y se apellidaban Fuster. El mayor de ellos Jaime Fuster Payá, pariente de los Payá, que por defecto de trascripción derivó en Pay, se instaló en las inmediaciones del paraje “El zapatico”. Pues bien, Jaime Fuster se pasaba períodos de diez y quince días- en las épocas de verano-, durmiendo en las dehesas junto a su ganado. Como es natural se llevaba ropa y comida para esos días y entonces volvía a su vivienda para estar unas horas con la familia, asearse, cambiar de ropa y proveerse de víveres para otra temporada y así año tras año, hasta que en 1547 desaparece el apellido Fuster de Ulea, pues solamente dos generaciones tuvieron hijos varones. Ese fue el motivo de su extinción.

La zona más rica en pastos era la que circundaba la ladera del monte el Castillo en donde se formaba el barranco próximo al zapatico en la margen izquierda de la carretera que une Ulea con la que comunica a Murcia con Madrid.

Como es lógico Jaime Fuster, y sus hijos, se hicieron una pequeña cueva, en la parte alta del barranco, a salvo de las avenidas y con las dimensiones suficientes para resguardarse de las inclemencias del tiempo. Allí, con dos piedras altas y alargadas hizo un pequeño horno que atizaba con leña del campo y servían para calentar la comida fría que traía de su casa y asar el tocino fresco de su matanza. También lo utilizaba para encender una pequeña hoguera que le aliviaba ante las adversidades climatológicas.

Allí, sobre la misma curva, por donde pasaba la carretera antigua,- ahora dista unos 20 metros-, se encuentra una pequeña oquedad, casi desaparecida por el paso de los años, en donde los Fuster tenían su pequeño horno. De ahí el nombre de “Hornico de Fuster”.

Venta Puñales (Ulea, Murcia)

 La venta Puñales –antiguamente conocida como “Venta Miñano”- está situada en la margen izquierda de la Autovía Madrid-Cartagena a unos 500 metros del cruce de Ulea.

Se erige sobre un montículo peñascoso, entre pinos, palmeras, adelfas y mimosas. Pertenece al término municipal de Ulea.

Su nombre se debe a que a mediados del siglo XIX, una pandilla de bandidos capitaneados por un joven apuesto, bien vestido y de buena figura, que le llamaban Periago, tuvo, durante varios años, en vilo a Murcia y su provincia, comandaba una pandilla cuyos secuaces eran conocidos por el nombre de la “partía del vivillo”. Eran el terror de las ventas, casas de campo y de sus habitantes. Usaban escopeta al arzón y canana a la cintura.

El jefe de la pandilla, de barba recia y bien poblada y con grandes patillas, respondía al nombre de Periago. Era sagaz, escurridizo y vivo (de ahí la cuadrilla del vivillo).

Las autoridades dieron la orden de caza y captura y pusieron precio a su cabeza. La oferta, sin embargo, no estimuló a los temerosos ni él sintió miedo al saberlo.

Cuenta la leyenda que en uno de sus múltiples asaltos, el joven bandolero, intentó atracar a los huéspedes de dicha venta, pero su asalto fue fallido ya que el ventero había entregado a cada uno de sus huéspedes un puñal para garantizar la defensa y seguridad en el hospedaje. Cuando Periago creyó que tenía dominada la situación, el ventero, trabuco en mano, y los huéspedes blandiendo los puñales consiguieron que huyeran hacia Murcia. En los campos de Molina se cobijaron a descansar en una cueva, en donde dos pastores consiguieron aplastarle la cabeza, con unas piedras, mientras dormía.

Fue muy sonado y celebrado el final de este bandolero que consiguió amedrentar a los habitantes de la comarca. Desde entonces la “Venta Miñano” cambió su nombre por el de “Puñales”.

Las gallinas del diablo (Ulea, Murcia)

 No había hombre más sagaz, astuto y trapisondista, para los tratos y cambalaches, que Nicolás “el recovero”. No lo había en toda la comarca. Dotado de una inigualable verborrea, nadie se le resistía en compras y ventas. En estos tejes y manejes, era el número uno. En fin, en todos estos menesteres, Nicolás era único e irrepetible.

El buen hombre portaba en su burro unas enormes aguaderas, donde metía de todo. Así recorría todas las casas del campo. Desde Fortuna a La Garapacha, desde San Joi a Campotéjar y desde Los Pelegrines a Ulea, no había un palmo de terreno sin hollar por “sanguino”, mote por el que cariñosamente llamaba a su jumento.

Cuentan que cierta vez, al regreso de uno de sus viajes y a lomos de su jumento, iba haciendo recuento de sus suculentos beneficios y pensando lo bien que le había ido el día, con sus innumerables trapicheos. Tal vez vendría el hombre regocijándose del engaño que había sufrido alguno de los campesinos, vendiéndole o cambiándole algún pavo aquejado de gargajillo, gallina con piojera o pollo con moquillo. Probablemente andaría a vueltas con su conciencia.

El caso es que al llegar al Hornico de Fuster, situado en la carretera que une Ulea con la carretera general, sus ojos quedaron atónitos ante la vista de una docena de gallinas que se ofrecían tentadoras a sus largas manos, para echar en sus aguaderas. Aquello era un sueño, un Milagro, y ¡Tan quietecitas¡ tan mansas. Nicolás vio el cielo abierto y, como la ocasión la pintan calva, se puso mano a la obra, agarrando con todas sus fuerzas a la más hermosa; un preciado ejemplar.

Pero aquí viene lo gordo: la gallina, nada más presa de las manos de Nicolás, empezó a aumentar de tamaño y peso, hasta que se hizo más grande que su propio jumento .Aquello era imposible sostenerlo en las manos.

Nicolás cayó en la cuenta y horrorizado la soltó, diciendo: ¡Esto es cosa del diablo¡ y con el mayor susto de su vida , salió corriendo; despavorido.

Cuentan que pasó por Ulea, cruzó el río a nado, hasta Villanueva, después a Ojós, y finalmente a Ricote cruzando los viñedos del Cajitan.

Desde entonces, en el lugar donde se encuentra el hornico de Fuster, las gentes de Ulea recuerdan al visitante de turno,” La leyenda de las gallinas del diablo”.


El Gurugu (Ulea, Murcia)

 Según la tradición oral transmitida de generación en generación, el Gurugú de Ulea es un espíritu ancestral que habita en este monte sagrado. Se dice que este ser misterioso tiene el poder de proteger las tierras y a las personas de la zona. Sin embargo, su naturaleza es impredecible, y se le atribuyen tanto bendiciones como castigos a aquellos que no respetan la naturaleza o causan daño a la comunidad.

La leyenda cuenta que en noches especiales, como durante la festividad de San Blas, los habitantes de Ulea se reunían en las faldas del Gurugú para rendirle homenaje. Encendían hogueras y llevaban ofrendas de alimentos y bebidas como muestra de respeto y veneración hacia este espíritu protector. Estos rituales eran una forma de buscar su favor y protección, y de agradecer las bendiciones recibidas.