La venta Puñales –antiguamente conocida como “Venta Miñano”- está situada en la margen izquierda de la Autovía Madrid-Cartagena a unos 500 metros del cruce de Ulea.
Se erige sobre un montículo peñascoso, entre pinos, palmeras, adelfas y mimosas. Pertenece al término municipal de Ulea.
Su nombre se debe a que a mediados del siglo XIX, una pandilla de bandidos capitaneados por un joven apuesto, bien vestido y de buena figura, que le llamaban Periago, tuvo, durante varios años, en vilo a Murcia y su provincia, comandaba una pandilla cuyos secuaces eran conocidos por el nombre de la “partía del vivillo”. Eran el terror de las ventas, casas de campo y de sus habitantes. Usaban escopeta al arzón y canana a la cintura.
El jefe de la pandilla, de barba recia y bien poblada y con grandes patillas, respondía al nombre de Periago. Era sagaz, escurridizo y vivo (de ahí la cuadrilla del vivillo).
Las autoridades dieron la orden de caza y captura y pusieron precio a su cabeza. La oferta, sin embargo, no estimuló a los temerosos ni él sintió miedo al saberlo.
Cuenta la leyenda que en uno de sus múltiples asaltos, el joven bandolero, intentó atracar a los huéspedes de dicha venta, pero su asalto fue fallido ya que el ventero había entregado a cada uno de sus huéspedes un puñal para garantizar la defensa y seguridad en el hospedaje. Cuando Periago creyó que tenía dominada la situación, el ventero, trabuco en mano, y los huéspedes blandiendo los puñales consiguieron que huyeran hacia Murcia. En los campos de Molina se cobijaron a descansar en una cueva, en donde dos pastores consiguieron aplastarle la cabeza, con unas piedras, mientras dormía.
Fue muy sonado y celebrado el final de este bandolero que consiguió amedrentar a los habitantes de la comarca. Desde entonces la “Venta Miñano” cambió su nombre por el de “Puñales”.
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