sábado, 30 de diciembre de 2023

La doncella de Moratalla (Moratalla, Murcia)

 Lo cierto es que el periodista identifica a Ordelinda con una joven condesa, mientras que nuestra leyenda –según Alfredo Rubio Heredia– era, precisamente, la “Encantada” de la historia.

Coinciden ambos autores al escribir que Ordelinda estaba prometida al noble Sigiberto, pero casó con Hilderico. Sin embargo, Carlos Evia señala que el padre de Ordelinda, siendo ésta niña, la había prometido al citado Sigiberto, pero fallecido repentinamente el padre poco antes de la boda, Ordelinda rompió el compromiso…casando con Hilderico. Alfredo Rubio escribe que Ordelinda había jurado por la salvación de su alma ser la esposa del noble Sigiberto y olvidando después su juramento, trató de desposarse con Hilderico, falleciendo la misma noche del desposorio, en la madrugada de San Juan del año 600, víctima de la justicia divina. El cadáver –sigue escribiendo A. Rubio– quedó en la tierra y el alma no pudo entrar en la Gloria al encontrarse manchada con el pecado de perjurio por lo cual, se encontraba en pena desde entonces. Su espíritu encantado se encontraba encerrado en la roca existente junto al viejo camino de Benámor, permitiéndole salir solamente una vez al año: la noche de San Juan.

El periodista Carlos Evia escribe que el alma encantada de la doncella, fue llevada al paraje de Benámor donde fue encerrada en una caverna ubicada junto a una fuente. (Que nosotros sepamos, en el lugar –si es el mismo– nunca hubo una caverna, pero sí una fuente) y que el fantasma de Ordelinda, al que se le permitía salir una vez al año, en la noche de San Juan y en forma humana,  era custodiado por el fantasma de un enorme esclavo negro. Desde entonces –continua escribiendo el periodista– (…) siguieron viendo a la condesa en el citado día, aterrorizando a los pobladores.

Aunque de una forma ligeramente diferente ambos autores, nombran a Doña Castellana Fajardo como inductora de que Pedro López de Víllora debería obtener de Ordelinda el collar de perlas que solía lucir en la noche de San Juan y como consecuencia de la lucha que éste mantuvo con el negro guardián, el joven murió.

Carlos Evia escribe finalmente:  En la mañana siguiente unos pastores descubrieron el cadáver de Pedro cerca de la cueva de la doncella y lo llevaron a Moratalla. Cuando lo supo Castellana, consciente de su culpa, quedó muda para siempre.

            Alfredo Rubio, por su parte, señala que: A la mañana siguiente, fue cuando los vecinos de Moratalla, que se dirigían al campo, encontraron el cadáver del noble y valiente Pero López en el espacio que existe entre la piedra y el camino, sin señal alguna de violencia ni lucha. (…); y que Dª Castellana Fajardo, enterada de la muerte del joven, exclamó ¡Yo, yo sola he sido! ¡yo soy la responsable! ¡yo he tenido la culpa..! (…). ¡Dona Castellana de Fajardo había perdido la razón, estaba loca!. ..

            Muy literariamente, Alfredo remata el texto escribiendo: Ordelinda permaneció todavía encantada, sin poder dejar aquella piedra fatal, por espacio de 400 años hasta que murió el feroz negro en la forma que tenía profetizada; o sea, a impulso de una terrible estocada de espada, pero de una espada que, sin tener punta ni filo, ha causado muchas muertes parecidas, y se llama civilización del siglo XIX. Desde entonces, esa piedra, como ya no alberga encantadas, negros, ni almas en pena, no produce temor ni espanto en los transeúntes, que la consideran sólo como una enorme mole de prosaico carbonato de cal.

            Y nosotros añadimos: Urbanizado el paraje, el enorme peñón ha quedado arrinconado, olvidado, sin que el Ayuntamiento  haya colocado un cartel informativo para que generaciones futuras o visitantes puedan conocer la leyenda con lo cual, el transcurrir del tiempo, podría dejar en el olvido este cuento, mito, fábula, ficción o superstición, en la página correspondiente de  la Historia de Moratalla.

sábado, 23 de diciembre de 2023

Nuestra señora de la Consolación (Molina de Segura, Murcia)

  La fábula nos dice que unos labradores, o bañistas, ¿quién sabe?, la encontraron apoyada en la piedra que hay en medio del río. Sacáronla y la depositaron, con toda devoción, en el viejo templo parroquial, aquel que se edificó sobre la Mezquita a un lado de la plaza central del hisn Mulina mora, (nunca hins Mola) lugar desde donde la duma o reunión de ancianos, gobernaba la fortaleza. Mas, a la mañana siguiente cuando fueron a verla las buenas gentes de la villa se encontraron con que había desaparecido. Desconcertados volvieron al río, y en su ribera estaba la imagen.

   Pensaron en una broma de mal gusto. Volvieron a trasladarla al templo donde fue contemplada, con una cierta admiración, por los molinenses. Unos con yelmo, espada, lanza y ballesta, otros con azada, arado y perro pastor. Las mujeres con sus tocas y refajos de colores. Los niños con sus pies descalzos. Pasó la noche y al día siguiente la imagen había vuelto a desaparecer y a encontrarse en las riberas del río. Justo en el mismo sitio. El párroco y los feligreses entendieron que aquello significaba que la Virgen quería allí una ermita para su devoción. Aquellas buenas gentes, se pusieron manos a la obra  nunca mejor dicho  y levantaron la que podemos considerar primera ermita.

   En cuanto a la aparición de la imagen la leyenda puede apoyarse y hasta sostenerse, con una cierta credibilidad si tenemos en cuenta que a lo largo del siglo XV el enfrentamiento con los musulmanes fue frecuente, y además, Molina participo en ellos de una manera intensa, tanto con don Juan Manuel, como después y por más tiempo, con los Fajardo. Lo cierto es que no hay rastro de la posible antigüedad de la imagen, excepción de su talla, que, desgraciadamente para el arte, más que para la religión, fue quemada en 1936. Las fotografías que quedan, así como la hechura que Bernabé Gil imitó y que restauró, en 1993, José Hernández Navarro, hablan de los siglos XIV y XV.

domingo, 17 de diciembre de 2023

Virgen del Milagro (Mazarrón, Murcia)

 En las nueve declaraciones que bajo juramento hicieron varios vecinos del pueblo, al amanecer del 17 de Noviembre de 1585 vino un vigía de la Cueva de los Lobos dando la alarma porque había oído ruidos extraños. Se tocó a arrebato la campana del Castillo de los Vélez y la gente fue a pie y a caballo hasta el mar donde vieron siete galeotas que se dirigían hacia Cabo Cope. A la vuelta siguieron el rastro de las huellas de los piratas que, de junto al Bol de Piedra Mala, se dirigía por la falda de la sierra pasando por el Cabo de la Leonera hasta la Cueva del Plomo, llegando al caserío de las Moreras y desde allí se dirigían al Bol de Susaña y a las tierras de Andrés Sepúlveda y desde ese lugar a la cañada de Antonia Ruíz hasta llegar a la Cruz de los Caminos en el arrabal del pueblo, volviéndose de nuevo por el Camino Real al pozo del ladrillar y desde allí de nuevo por la Rambla hasta las Pedreras Viejas y otra vez a Piedra Mala, dejando en su huida aparente municiones y otras pertenecías, entre ellas la Bandera llamada 'de los Moros' hoy restaurada y que se custodia en el Santuario de la Purísima en Mazarrón, como un testimonio histórico de aquel acontecimiento.

Vueltos al pueblo, admirados y asombrados de que aquellos piratas en número de unos quinientos hubieran llegado hasta cincuenta metros de la villa sin ser notados por nadie y que se fueran huyendo inexplicablemente sin que tampoco nadie los notara, entraron en la iglesia para oír la Santa Misa, volviéndose luego a sus casas para comer. En la Iglesia de San Antonio estaba erigida la Cofradía de Nuestras Señora del Rosario a cuyo rezo se interpretó la victoria de la Batalla de Lepanto contra los turcos en 1571.

El mediodía es la hora crucial en que se despejarán las inquietudes e interrogantes que no habían conseguido antes: al amanecer el sacristán y encargado del Hospital, Gaspar Martínez, visitó la iglesia de la Purísima y ha visto apagada, como era natural, la lámpara de aceite que hay en la capilla de Nuestra Señora de la Concepción, y en la cual había echado en la noche anterior una cuarta de aceite cerrando entonces la verja de la capilla con llave, y se fue a sus asuntos.

Al mediodía, cuando la gente salía de misa, la hija de la sacristana ha visto encendida la lámpara de la capilla de la Virgen y se lo ha dicho a su madre. Esta mujer, llamada Patricia Lara, asombrada de que eso ocurriera, pues era materialmente imposible, ella y otros vecinos que estaban en el Hospital contiguo oyeron un gran golpe en la iglesia y ante tal señal entraron y vieron la referida lámpara encendida y goteando aceite sobre el plato donde en poco tiempo hubo más de dos libras. Llamó a su marido y ante tal prodigio tocó insistentemente la campana de la iglesia de tal modo que el pueblo se inquietó y acudió a ver qué pasaba, unos pensando que algún anciano se había muerto, otros pensando que había llegado en libertad algún cautivo y otros sin más motivo que responder al sonido de la campana que tañía. Llegó el mayordomo de la Cofradía y Hospital, Ginés Pérez Monzón, pensando entonces que se había muerto algún asilado y vino también Clemente García, sacristán de la iglesia de San Antonio, junco con el escribano Jorge Escobar. Cuando llegó el cura de San Antonio, don Ginés Cifuentes, el Mayordomo abrió con la llave la puerta de la capilla y pudieron contemplar los cuatro de cerca cómo la lámpara goteaba desbordándose el aceite sobre el plato. Dirigiendo el sacristán de San Antonio la mirada a la imagen de la Virgen vio cómo ésta tenía sobre la frente unas pequeñas gotas de agua y otras más grandes que se formaron en la mejilla derecha y en el lagrimal y caían sobre su pecho. El cura se arrodilló admirando y lleno de fervor empezó a dar voces alabando a Dios y a su Bendita Madre y se dirigió al pueblo diciendo: "No veis cómo suda la imagen de Nuestra Señora".

Por este motivo el 17 de noviembre fue proclamado día de Mazarrón. Este es el motivo por el que su Municipio tiene elegida como Patrona a la Santísima Virgen Inmaculada y la razón de que cambiase el día de su fiesta patronal que, hasta esa fecha, era celebrado anualmente el ocho de septiembre, festividad del Nacimiento de Santa María.

martes, 5 de diciembre de 2023

El rey caníbal murciano (Lorqui, Murcia)

 En el verano de 1961 tres aventureros españoles se adentraron en la selva amazónica en busca de oro. La expedición les llevó a vivir una intensa aventura entre tribus que practicaban la antropofagia, en la que a punto estuvieron de perder la vida. Uno de ellos, Ángel Valero García, natural de la localidad de Lorquí (Murcia), llegó a convertirse en “El Gran Cacique Blanco de la Luna” de una de esas tribus. Su historia es digna de la más trepidante e intensa novela de aventuras entre los peligros de la selva, en medio de fieros guerreros caníbales y reductores de cabezas. Vamos a conocer la historia del “Rey Caníbal Murciano”.

Contamos con la participación de Francisco García (Historiador y Cronista oficial de Lorquí), Ignacio García (Pintor y profesor), Carmelo Martínez (Director de “Lorquí en la historia del mundo”), Juan Ruiz (investigador de la figura del Rey Caníbal Murciano) y Ángel Tomás Valero (Hijo del Rey Caníbal Murciano). Además escuchamos un documento sonoro con declaraciones del propio

Brazo de mar bajo San Patricio (Lorca, Murcia)

 Otra de las historias que cuentan los viejos del lugar es que bajo el altar mayor de la antigua colegiata de San Patricio hay un «brazo de mar» que se oye si prestas atención. La realidad es que bajo el altar mayor está la cripta del deán Sebastián Clavijo, primer abad de la Insigne Colegial. Así, en el subsuelo del templo hay pozos y depósitos comunicados entre sí para usos o aprovechamientos hidráulicos.