jueves, 31 de enero de 2019

La dama blanca de Arizón (Sanlúcar de Barrameda, Cádiz)

Corría el año 1736, previa concepción del marquesado a Jacinto Salvador, cuando Diego de Arizón mató a su esposa Margarita Serquera y a su mayordomo Juan Peix por adulterio, fue un asesinato cruel, dominado y comido por los celos…
Diego de Arizón fue apresado y enviado la prisión de Cádiz, concretamente al Castillo de San Sebastián; pero “azar del destino” recibió el indulto gastando, para ello, una importante suma de dinero.
Así se cuenta que el cadáver de la finada, de Margarita está en un lugar desconocido, emparedada en el caserón…
Casualidad  o no, lo cierto es que la dama blanca de Arizón gusta de pasear por la casa, por el torreón, sobre todo –para dar mayor misterio- en las noches de luna llena pasada la medianoche.
Leyenda de un fantasma muy particular el de Margarita Serquera… No es la única pues con la misma familia se relaciona aquella que nos narra como un miembro de la misma se arrojó desde la torre de la casa al ver como uno de esos barcos procedentes de Indias cargados de metales preciosos se hundía antes de llegar a puerto…, en plena desembocadura del río.
En opinión de unos resbaló ante el momento de frenesí nervioso ante lo que estaba viendo, para otros un suicidio por lo que perdía… Pero lo cierto es que triste espectro del suicida es visto como ronda el lugar donde fue visto por última vez.
La visión de un espectro siempre es quimérico, etéreo, irreal… Cuando se entra en la leyenda es aún más quebradizo pero si algún día pasean por Sanlúcar de Barrameda  y ven una dama resplandeciente no la molesten, se trata de Margarita Serquera, la dama blanca de Arizón.
 Casa de los Arizon que tiene como escenario la aparicion de un fantasma

Patio de Cambiazo (San Fernando, Cádiz)

El Patio de Cambiazo de San Fernando es una construcción del siglo 18, de estilo barroco,  situada al principio de la Calle Real (entrada desde Cádiz, nº 204),su construcción es atribuida a Franco Cambiasso, comerciante genovés afincado en San Fernando. En este edificio  se encuentra la leyenda más antigua sobre fantasmas de la ciudad que data del año 1870, donde según cuentan, comienzan los primeros testimonios sobre un fantasma que se deja ver en una forma blanca y con la cabeza iluminada, mientras que más tarde con el paso de los años y de diferentes testimonios fue oscureciéndose hasta transformarse en una sombra que recorría el Patio por las noches.  No hemos encontrado fuente alguna sobre la historia de dicho fantasma más allá de sus supuestas apariciones que se han ido trasmitiendo de generación en generación, tampoco dato alguno que nos relate algún tipo de historia trágica, como si ha pasado con otros espectros famosos, del que historiadores del momento se hicieron eco y que sin duda dan un carácter mucho más romántico a dichas apariciones. Otros testimonios hablan del fantasma de un niño llorando por las noches, actualmente el edificio parece estar abandonado de nuevo (en nuestra visita no pudimos contactar con ningún vecino y el lugar parecía estar bastante dejado, había varias casas con carteles de se alquila y se vende).

Antiguo hospital (San Fernando, Cádiz)

Antiguo hospital, hoy Museo Histórico Municipal de San Fernando, ruidos, llamadas de voz por su nombre propio a las personas que trabajan, golpes en las puertas, aparición de un señor con bata blanca y barba son fenómenos habituales en este lugar. Las psicofonías efectuadas en este sitio han dado resultados positivos.

Callejón del Cróquer (San Fernando, Cádiz)

Aquí de tarde en tarde alguien suele ver una sombra, no camina se desliza para desaparecer un poco más adelante.

Salina Dolores (San Fernando, Cádiz)

En la casa hay una niña que gusta de hacer bromas, risas y merodea por las habitaciones.

Hundimientos de barcos (Rota, Cádiz)

Aunque  pasemos página sobre calamidades acontecidas en nuestra Villa, no  podemos, sin embargo, dejar por detrás otros acontecimientos que fueron importantes, y no me refiero precisamente a las muchas invasiones sufridas por el pueblo, de las que oportunamente daremos cuenta, sino de aquellos estragos ocasionados por el mar, por maquinaciones mal intencionadas de malhechores o por averías o despistes de los propios patrones, como fueron los naufragios.
 No hay que olvidar que Rota tiene la traducción de “Ruta” por ser y sigue siendo paso obligado de barcos con rumbo a Cádiz y hacia el mediterráneo a través del Estrecho de Gibraltar, por lo que es fácil deducir que a lo largo de la historia se originaron cientos o miles de naufragios; aun tenemos en nuestra memoria a pequeñas embarcaciones pesqueras o faluchos de marineros locales que zozobraron, engullendo consigo a sus tripulantes, como asimismo a barcos de gran tonelaje que la historia del pueblo nos recuerda en sus máximas, o dichos populares como ese que dice que “estás más perdío que el barco del arroz, o del bacalao”. Mi madre me contaba la de cosas que aparecían por las playas en tiempos de la guerra civil o durante la II Guerra Mundial procedentes de barcos mercantes y transportes de guerra alemanes, ingleses, etc. hundidos a no demasiadas millas de nuestro litoral.
Lo que hablamos son acontecimientos recientes, puesto que nuestra Bahía de Cádiz ha sido surcada por embarcaciones desde la existencia del hombre por estos andurriales, aunque fue a partir de la civilización Tartesia y la posterior llegada de los fenicios, romanos y árabes, y por supuesto los grandes galeones que iban y volvían del Nuevo Mundo, cuando podemos constatar la presencia de barcos de mayor calado y eslora, que por múltiples problemas naufragaban sin haber llegado a atracar en Cádiz para desembarcar su preciosa mercancía, permaneciendo aún bajo las aguas de nuestro litoral todas sus riquezas. No en vano corre por los mentideros históricos y arqueológicos la famosa frase de que “en el Golfo de Cádiz hay más oro que en el banco de España”. Y es que los expertos aseguran que sólo entre el siglo XV y la mitad del XIX pudo haberse producido  entre novecientos y mil naufragios documentados, por lo que nuestro litoral, y más concretamente la bahía de Cádiz, es un verdadero cementerio de barcos hundidos, conocidos técnicamente en el mundo arqueológico y subacuático como “pecios”. Naturalmente no son sólo las aguas de la bahía, sino que también las de la  desembocadura del río Guadalquivir en Sanlúcar de Barrameda, la zona de Trafalgar, la ensenada de Bolonia, la isla de Tarifa, la Bahía de Algeciras y la desembocadura del río Borondo en San Roque, se encuentran sembrados de pecios.
Unas veces los temporales, otras los abordajes de piratas o enemigos en guerra con nuestro país, como fueron berberiscos, ingleses, franceses, holandeses, etc. que esperaban a nuestros barcos cargados con ricas mercancías, muchos de los cuales terminaban en los fondos marinos tras encarnizados combates. En otras ocasiones, como sucedió en los siglos XVII y XVIII, muchos barcos terminaron estrellándose contra los arrecifes de las costas, engañados por indeseables que, aprovechando el furor de los temporales, apagaban los faros, poniendo en su lugar faroles en las enfilaciones de los bajos y arrecifes para hacer encallar los barcos, que eran luego desvalijados con el auxilio de pequeñas embarcaciones de escaso calado, llegado incluso a rematar a los tripulantes que sobrevivían a la tragedia. Por la mañana aparecían desparramados por la orilla los cadáveres y la mercancía que flotaba, era recogida por los denominados “anda playas”, que no eran sino otro grupo de piratas especializados en recolectar las “carroñas” dejadas en la noche anterior por los primeros malhechores.
Según se cuenta, casi todos aquellos individuos terminaban en la horca, ya que cometían la torpeza de vender a muy bajo precio los metales preciosos fruto de sus depredaciones o de mostrar las piezas procedentes de sus botines en tabernas y mesones, al tiempo que hacían gala de sus fechorías en sus borracheras, que luego confidentes y envidiosos chivateaban a las autoridades, las cuales enviaban a todos aquellos ”piratas de costa” al patíbulo tras sumarísimos  juicios.
También se cuenta que solían utilizar la macabra costumbre de colocar un farol pendiente de los cuernos de una vaca, confundiendo con su luz a aquellos marinos que, perdido el rumbo, se hallaban deseosos de saber donde se encontraban, y que al ver aquella luz en movimiento, pensaban  que sus señales luminosas y sus salvas en demanda de socorro habían sido vistas y oídas, sin saber que tras aquella luz oscilante había un asesino que dirigía al animal perpendicularmente hacia unos arrecifes.
Es posible, que “aquellos duros antiguos que tanto en Cádiz dieron que hablar…” que encontró un tal “Malospelos”, trabajador de la factoría almadrabera de “Hércules” cuando se hallaba abriendo zanjas de canalización,  azadón en mano, para el desagüe de los resíduos procedente del baldeo tras el ronqueo procedía de alguna pillería. Y es que el “Malospelos” cavó y cavó hasta que puso al descubierto una saca corrompida de piel con duros “a porrillo”. El suceso tuvo lugar el día 3 de Junio de 1904…
Es bastante probable que los pesos fuertes (duros antiguos) encontrados en la gaditana almadraba de Hércules, ubicada en lo que hoy es un Parking y anteriormente antigua cochera de Transportes Generales Comes, no procediera de ningún naufragio, pues entre la arena de la playa donde apareció el yacimiento y el mar abierto existe una barrera de escollos difícil de traspasar, por lo que pensamos que el supuesto naufragio pudo haber sucedido al oeste de la expresada barrera de escollos, si bien no existe conocimiento histórico de restos de naufragio ni de la pérdida de ningún galeón o navío en aguas más profundas en la zona con posterioridad a 1.755.
Por todo ello se cree que aquel depósito fue mas bien el producto de alguna “metida o sacada” de contrabandistas, que hubieron de emprender las de “Villadiego” por algún contratiempo inesperado dejando allí su carga, y que luego la acción de la mar y de los vientos se encargaron del resto hasta aquel año de 1.904, que se sepa, según cuenta en su blog Jesús Borrego.
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miércoles, 30 de enero de 2019

Una casa encantada (Rota, Cádiz)

Con la información en mi poder llegué a Rota buscando la denominada como “Casa de Mongoli”, cercana a la base militar de Rota y que desde el Rompidillose puede ver majestuoso dominando una cercana colina. Pero la casa está habitada y no parece que sus habitantes estén preocupados por los supuestos fantasmas que, según lo que cuentan los vecinos, habitaban antaño aquel lugar. Lo cierto, sumergiéndonos en su apasionante historia misteriosa, es que hace unos años era el lugar elegido para vivir una “aventura de miedo” y que dieran pie a los chicos del pueblo o los veraneantes a hablar de los fantasmas del lugar.
La casa tiene un amplio historial en cuanto a historias de fantasmas en su interior. Así Curro del Olmo Olivares (llamado Qurro) es una se esas personas que conoce bien esta casa y lo que se cuenta de ella. La leyenda contaba que en el sótano se aparecía un hombre sin cabeza, un fantasma decapitado; o en el ático habita el atormentado espectro de una mujer que se ahorcó de una de sus vigas… Leyendas urbanas creadas para alimentar el mito de una casa que muchos quisieron dar por encantada. Curro comentaba al diario “Rota al día”: “De los accidentes que puedes tener en una casa, parece que en esta hay altas probabilidades de quedar lastimado. Bastaba con jugar una noche a las pistolas de bolas (tipo paintball) para que alguien acabara lesionado. Una vez, una bola de esas que utilizas en pistolas de juguete atravesó el cristal de las gafas de mi amigo de una forma sorprendente. Es como si en la casa la puntería se afinara. Recuerdo que cuando jugábamos a algún deporte, a baloncesto, al golf o a la pelota, alguien siempre acababa con una lesión importante, una simple caída dentro de la casa se convertía en algo grave. No quiero alimentar nada de esto, pero para mí siempre ha resultado muy curioso porque la casa parece que tenía como vida propia, no sé, es complicado de explica para no alimentar el morbo”, comenta Qurro enlazando quizás una de las situaciones más llamativas.
“Un día estábamos jugando con escopetas de aire comprimido vacías que hacían sólo un ruido al dispararlas, y en una de esas veces, un amigo apuntó a otro simulando un disparo. De repente, mi otro amigo empezó a gritar porque tenía algo en la mano. Fuimos a verlo y lo que tenía era un clavo grande, del tamaño de la palma de su mano. Yo se lo quité lentamente y nuestra sorpresa fue que pese a las dimensiones del clavo, la mano sí tenía una herida superficial pero no se había lastimado ni tendones, ni huesos, músculos… nada. Al día siguiente era un simple rasguño. La pregunta era de dónde había salido ese clavo y cómo es que con ese tamaño no le había pasado nada. Teníamos unos 16 años y lo viví con cuatro amigos de testigos. Quizás fue suerte, quizás no”. Otra historia fue la publicada en la red social Facebook: “A finales de agosto fuimos unos amigos a cenar en el jardín de la casa, hicimos el pedido por la calle y cuando íbamos llegando, vi que el pizzero se nos había adelantado. Corrí hacia él para pagárselas en la calle y que me diera allí las pizzas, y cuando llegué a la puerta de la casa el repartidor hablaba con alguien por el telefonillo. Era imposible porque la casa estaba vacía pero cuando llegué lo escuché decir “ya está aquí Qurro, no se preocupe, se las doy a él”, Curro preguntó que a quien se dirigía y el repartidor le indicó que a alguien que había contestado… “Mi casa está absolutamente vacía, eso es imposible, no me jodas” siendo entonces cuando el pánico se apoderó del repartidor “y los ojos del pizzero empezaron a brillar de miedo y a mí se me erizaron todos los vellos del cuerpo. Ningún amigo quería entrar pero al final entramos y no había nadie. Ya te digo que es una anécdota más que alimenta la leyenda pero de verdad que fue así”.
Para Curro la casa no tiene nada de paranormal: “aunque la gente es más fantástica que yo. Me he criado en una casa gigante a la que se accede por un callejón oscuro, con un jardín enorme, con un pasillo lleno de murciélagos que de noche la verdad es que da una imagen escalofriante, pero yo lo he vivido siempre y eso quizás me ha hecho más duro. No me asusto fácilmente y siempre me he burlado de estas historias” indicaba a la publicación.
La casa, se sabe, que se construyó entre la década de los 40 y 50 perteneciendo a León de Carranza como su hogar para pasar las largas jornadas estivales. La casa cayó en decadencia pues las visitas se espaciaron hasta casi ser inexistentes y sólo vivía en ella un guarda que asustaba a los niños con un garrote para evistar que se colaran dentro y comenzó a llamarse como “La casa del mongoli” y de ahí “Casa El Mongoli” o “Casa Mongoli” que es como popularmente se la conoce.

Los lamentos del palacio de Purullena (El Puerto de Santa María, Cádiz)

Según cuentan en el barrio, el Marqués de Purullena llegó a El Puerto procedente de Nápoles hacia 1730. Su actividad comercial con ultramar, desde el muelle portuense le procuró una sólida situación financiera que le permitió construir el rico palacio donde estableció la residencia familiar. Dice la leyenda, que la hija del marques se enamoró, de manera furtiva, de uno de los esclavos negros llegados de las Indias en uno de los buques de la familia y que el padre, indignado por lo ocurrido, emparedó a su hija viva en una de las cámaras del palacio. Su ira fue tal que para comprobar que la joven no escapaba a su castigo, ordenó que dejasen los cabellos de la mujer fuera de la cámara en que la que fue recluida hasta su muerte. Respecto a la suerte del amante, la leyenda ofrece hoy dos versiones. Según la primera, el esclavo fue ejecutado por orden del padre. La otra versión dice que consiguió escapar a través de los túneles del palacio, hasta el patio del castillo de San Marcos, en la zona baja de la ciudad, desde donde logró enrolarse en un nuevo barco, que le condujo de regreso a su tierra de origen sano y salvo. Desde entonces, la leyenda del fantasma del palacio de Purullena ha permanecido viva entre los portuenses. En la década de los setenta, un grupo de operarios de electricidad que entraron en la casa, entonces cerrada, para instalar un tendido de alta tensión en el barrio, reconoció haber huido asustado al oír voces de mujer en las habitaciones. En ocasiones, los niños de las casas colindantes veían luces en el interior del inmueble y de hecho, entre el catálogo de obras que se ha rescatado del inmueble se encuentra un cuadro que mostraba a la dueña de la casa liberando a un preso negro, lo que alimentó la idea de que la leyenda había sido cierta.
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martes, 29 de enero de 2019

La camisa del rey moro (Paterna de Rivera, Cádiz)

Como más adelante veremos, esta leyenda, tan conocida y expandida en nuestra zona, surge de una hazaña del caballero jerezano Gonzalo Pérez de Gallegos ante el emperador Carlos V que tuvo lugar en tierras tunecinas por el año 1535. Gonzalo Pérez de Gallegos era entonces dueño de la Dehesa de Gigonza, entre otras mucha posesiones, heredada de su homónimo padre, que la había obtenido por compra en 1513.   

 Manuel Pérez Regordán y Luis Mora Figueroa creen que el ropaje que se exhibía en la vitrina, perteneció a los Reyes Católicos que lo dieron a D. Rodrigo Ponce de León por Merced Real concedida el 21 de Diciembre de 1483 en premio a la victoria del mismo contra los moros en los campos de Utrera. Se trataría pues de un recuerdo de la estancia de los Ponce de León, Duques de Arcos desde 1493, en la fortaleza de Gigonza. Hay que señalar que Rodrigo Ponce de León compró la torre y dehesa de Gigonza por 800.000 maravedís el 6 de Noviembre de 1477 a D. Alonso Enríquez, Almirante Mayor de Castilla y tío del Rey Fernando el Católico; y lo tuvo en sus posesiones hasta el año 1513, en que lo vendió a Juan de Palma, el cual ese mismo año la volvió a vender a Gonzalo Pérez de Gallegos.

 Sin embargo será el historiador jerezano Joaquín Portillo quién nos aclare la procedencia cierta de dichos ropajes en su obra Concisos Recuerdos de Jerez de la Frontera (1847) en la que  relata que Gonzalo Pérez de Gallegos hijo: 

  “... en 1535 se batió en Túnez con un moro de alta jerarquía, donde en breve tiempo le dio muerte y le quitó el almaizal y alfanje, que trajo para memoria de su triunfo. Ambas alajas las conservan el actual poseedor de la Torre [de Gigonza] don Francisco de Asís Ponce de León, Fernández de Villavivicencio, Marqués del castillo del Valle de Sidueña, como descendiente legítimo y dueño de los vínculos y mayorazgos, privilegios y prerrogativas de la casa de los Gallegos.”

 El mismo autor, aunque de manera más amplia nos cuenta el mismo hecho en otra obra anterior, Noches Jerezanas(1839), un relato histórico sobre Jerez escrito en forma de diálogo entre un jerezano (el propio autor) y un amigo. Transcribimos el texto íntegro:  

  "... Sin que sea interrumpir el hilo de nuestra narración, quiero sepa V. unos hechos muy gloriosos y que dan mucho honor á los jerezanos y no pueden menos de causar una indecible satisfacción á los dignos sucesores del héroe jerezano que tanto lustre dio á su pueblo
 
. Amig. Los oiré con mucho gusto, pues me entusiasman las cosas de sus paisanos.
 
  Jer. Yo me alegro, y ahora me rectifico una equivocación que cometí en la noche anterior, y es, como ahora verá, que no es lo que se conserva en casa del actual señor marqués del Castillo del Valle de Sidueña el alfanje y bastón del último alcayde moro que defendió la torre llamada de Jigonza: no señor: me equivoqué: oiga el suceso, y verá lo que se conserva, y en donde fué ganado. 

  Don Gonzalo Pérez de Gallegos hijo de otro i de doña Inés Ramírez, estando al servicio de la magestad de don Carlos Iº. rey de España, y V. en el imperio, pasó á Africa, é hizo cosas muy señaladas de valor y destrezas en el manejo del caballo, por que era tan diestro, que se señalaba entre todo el ejército, como también entre la multitud de los caballeros de JEREZ, en el juego de cañas, corridas de toros, torneos u otros manejos en que siempre se han ejercitado sus nobles con singular destreza. Era muy rico y criaba muchos caballos, y siempre que salía á campaña, llevaba mucha gente consigo, á la que pagaba á su costa y eran suyas embarcaciones y pertrechos. 

  Estando sobre Arcila en África sirviendo al rey con la demás gente de JEREZ que allí había  y no  tenía á un 20 años de edad fue con 400 hombres pagados por él al socorro que pidió el conde de Redondo: hizo cosas muy señaladas, y entre varias, fue famosísima la de los tres moros que pidieron desafío, y por no poder ir los dos compañeros suyos por el impedimento que de real orden del señor don Carlos V. había, se determinó solo á salir con ellos, y mató al primer moro en las talanqueras de Arcila, al segundo en las vallas de Mazalquivir, y el tercero no quiso pelear. Todo lo vio el rey moro de Fez, quien se admiró de tan heroico valor. Temiendo por este hecho el enojo del rey, se pasó con los infantes de Portugal  á aquel reyno, donde con el favor de ellos y la interposición de Mr. de Larcio, dio real cédula de perdón su cesárea Magestad en 11 de mayo de 1527. Por esta causa dicen comúnmente en JEREZ, que los escudos de armas de sus casas los pintan ladeados , como se ven en la portada de su antigua casa, marcada con el número 104 en el llano del alcázar, como signo de haber hecho esta acción contra voluntad y orden del rey; aunque de la cédula de perdón nada de esto consta.

  En el año de 1535 fue á la conquista de la Goleta y Túnez con dos fragatas suyas, un patache y gentes á su costa, donde sucedió otro caso memorable, y fue el salir un moro de alta gerarquía pidiendo campaña, y no habiendo salido nadie, por que no daba licencia el rey, se valió de los infantes de Portugal, y alcanzada licencia, salió á campaña, donde en breve tiempo dio muerte al moro y le quitó el almaizal y alfanje que trajo para memoria de su triunfo, y el infante don Luis lo llevó á besar la mano al emperador, quien le dijo: Que por saber era él quien salía con el moro, le había permitido, pues en su esfuerzo fió el desempeño de la nación española. 

  Esta vestidura se conserva en la casa de don Francisco de Asís Ponce de León, Fernández de Villavicencio, marqués del Castillo del Valle de Sidueña, como descendiente legítimo y poseedor de los vínculos y mayorazgos, privilegios y prerrogativas de la casa de los Gallegos." 

Posteriormente, otros autores jerezanos harán también referencia al orígen de dichos ropajes, como Diego Ignacio Parada y Barreto en su obra Hombres Ilustres de la Ciudad de Jerez de la Frontera (1875):  



"... y sobre todo por un desafio que llevó a cabo con permiso del emperador y delante de todo el ejército con un moro principal de Túnez, á quien dejó muerto en el acto, y cuyas ropas y bastón de mando que llevaba, recogió Gonzalo por trofeo y se han conservado en sus descendientes, poseyendo hoy este precioso recuerdo histórico el Sr. marqués del Castillo, heredero de la casa de Gallego. El emperador por este hecho colmó de distinciones y elogios á el valor de Gonzalo Pérez..."

Seran historiadores jerezanos anteriores como el Padre Fray Esteban Rallon (Historia de la cidudad de Xerez de la Frontera) quienes  recojan en sus obras la gesta de Gonzalo Pérez de Gallegos en África:

"… que un día  vino un valiente moro a caballo ricamente aderezado, y venía armado haciendo grandes algaradas, desafiando al valiente cristiano que con él quisiera hacer campo; y que Gonzalo Pérez de Gallegos, enfadado del atrevimiento del moro, se valió de la amistad del infante  don Luis de Portugal, su amigo, y le rogó le pidiese al emperador licencia para salir al campo; el cual se la alcanzó, y él salió al desafio a caballo en presencia del César: se comenzó a trabar una de las valientes escaramuzas, en que se vieron muy buenos lances y mató en presencia de la corte de España y del famosísimo César Carlos quinto emperador."
 
 o Bartolomé Gutiérrez (Historia de Xerez de la Fronteraterminada de escribir en 1757 y publicada en 1886-87), quien  relata, con más detalle si cabe, el suceso:

“... mientras el Campo Imperial se alojaba y se hacían trincheras para defensa del Ejército, había mandado S.M. que ninguno saliese é escaramuzar con los moros, so pena de muerte; en este intermedio acontecío que un moro noble (según las vestiduras que traia) dió en salir al campo á escaramuzar, llegando hasta el Real nuestro y Trincheras, pidiendo campaña: mas con el temor del Bando Real, no había quien saliese: viendo Gonzalo Perez de Gallegos el arresto del Moro, corrido de que se fuese sin pelea, habló al Infante para que alcanzase de S.M. el permiso de que él saliese. Fué el Infante a la tienda del Rey  y ponderándole el deshonor de los cristianos en que se burlase de ellos aquel Moro, pidió licencia para que uno de su campo saliese: y sabido por nuestro Rey que era Gonzalo Perez., el que habia de ir, lo permitió y se puso en sitio desde donde lo viese pelear. Luego que tuvo la Real Orden Gonzalo Perez de Gallegos á Caballo y armado como estaba salió al campo donde aguardaba el Moro; este luego que lo vió ir hacia él, blandiendo la lanza, arremetió para herirle; pero como era tan diestro Gonzalo Pérez, lo aguardó sin hacer amago de herirlo y recibió en la adarga el golpe no bien habia descargado el moro su bote de lanza, cuando revolviendo su caballo Gonzalo Perez le dió por el costado al Moro tal lanzada que lo derribó muerto del caballo, con admiración de todos y más de nuestro Rey, que lo miraba. Un moro que traia consigo el muerto, viendo la acción le tiró su lanza á Gonzalo Perez y le hirió en un muslo, pasándole un Zaragüel de malla que llevaba, aunque no fué herida de peligro. Sigióle Gonzalo Pérez y le tiró la lanza, con la cual le pasó el arzon tercero de la silla; pero se entró en el campo de los moros.  

  Vuelto Gonzalo Perez de Gallegos, el Infante D. Luis, le alabó mucho la acción y lo llevó para que besase la mano á S.M., de quien fué recibido con mucho agrado y le espresó, que por saber que el era el que habia de salir lo había permitido, por que en él desde luego confiaba el desempeño de la acción y que tendría presente su valor para hacerle mercedes; volvió a  repetir el besamano y se vino a su tienda á curar la herida.” 

Hemos remarcado en negrita la referencias que se hacen de las vestiduras que lucía el moro, estimando que éste pertenecía a la alta jerarquía árabe en base las características de las mismas, y que no pueden ser otras que las que hoy se hallan en Gigonza.

La camisa del rey moro tras la vitrina


Vemos por lo tanto el origen y procedencia ciertos de  "la camisa del rey moro", así como también de la espada que se encuentran en la parte inferior de la vitrina, que debe ser el alfange del moro del combate.  

Este ropaje, que tras casi cinco siglos aún  permanece en el castillo, aunque en muy mal estado de conservación, hubo de tener tal importancia en el linaje de los Pérez de Gallego que uno de sus descendientes y herederos, Juan Pérez de Gallegos el 16 de Enero de 1762 lo agregó al Mayorazgo fundado por Gonzalo en 1530:

“...si bien Don Juan Perez de Gallegos, poseedor de este vinculo, en diez y seis de Enero de mil setescientos sesenta y dos le agregó con el cargo de conservarlo el Maisal, el alfange y la bandera que se guardaba en la fortaleza de Gigonza, pertenecientes al Moro, que, en ella mató el fundador Don Gonzalo Perez, dicho  del Maisal, en su calidad de adorno o ropa no puede hacerse mérito, por que, con arreglo a su naturaleza, ha debido ya desaparecer, a consecuencia del deterioro progresivo a que  [.............]  el alfanje y bandera que se recuerdan, si existen, podran conservarse como recuerdos o trofeos gloriosos de un ascendiente de la casa y adjudicarse al partícipe que se designe solo y exclusivamente para su conservación y memoria, pero sin valor  ninguno por que, el alfange es un arma sin uso en España y la bandera ademas del estado lamentable en que debe encontrarse, si bien en su epoca pudo haber servido de enseña a los moros que ocupaban nuestro territorio, hoy carece también de uso y de aliciente.”          

En  texto, extractado de la partición de bienes de D. Francisco de Asís Ponce de León y Villavicencio, realizada en 1869 con su hijo Juan Manuel, sucesores del Vinculo fundado por D. Gonzalo, nos demuestra que la leyenda se perpetuó y se divulgó en la propia familia, olvidándose la historia y verdadera procedencia de esta vestimenta, que aunque no fue del último alcaide moro del castillo de Gigonza sí la lució un guerrero árabe de Túnez.

Castillo de Olvera (Olvera, Cádiz)

Cuenta una leyenda que uno de los sistemas de aviso de posible asalto estaba en estas cuevas en donde anidaban palomas torcaces, que al asustarse volaban y así avisaban a los centinelas que hacían guardia en las almenas. Hasta que se envió a un “domador de palomas ” que las fue instruyendo para que no se asustasen y así poder escalar las peñas . 

lunes, 28 de enero de 2019

La Torre Blanca (Medina-Sidonia, Cádiz)

Se cuenta que en el año 611, justo un siglo antes de la invasión musulmana, el rey visigodo Gundemaro tuvo una visión a raíz de la muerte repentina de su esposa, la reina Hildoara, de quien estaba profundamente enamorado. Tras algunos meses de reclusión voluntaria en su castillo de Toledo, un buen día Gundemaro emprendió el camino hacia la ciudad de Assidona (la actual Medina Sidonia) en compañía de un sabio judío al que tenía en muy alta estima. Una vez que llegó a la ciudad asidonense, ordenó construir una torre al pie del castillo que corona la población, a la que hoy llaman Torre de Doña Blanca. Dirigidas por el sabio judío, al que en algunos textos llaman Leví, las obras se terminaron en un plazo inusualmente breve -apenas unos meses- si tenemos en cuenta la envergadura de la construcción y los escasos medios técnicos de la época. Una vez acabada la torre, el rey Gundemaro ordenó poner un recio candado en la puerta, prohibiendo terminantemente la entrada a todos los mortales (subditos o no), y dejó por escrito poco antes de morir algunas semanas más tarde que cada uno de sus sucesores añadiera un nuevo candado, vaticinando incontables desgracias para el rey que desobedeciera su testamento y osara profanar la torre. Así lo hicieron los sucesores de Gundemaro y que fueron Sisebuto, Recaredo II, Suínthila, Sisenando, Khíntila, Tulga, Chindasvinto, Recesvinto, Wamba, Ervigio, Egica y Witiza. De este modo, la puerta de la torre llegó a tener hasta 13 candados.
Pero el último rey visigodo, Rodrigo, decidió averiguar el secreto de la torre, e hizo que la abrieran forzando los 13 candados. En su interior había, pintadas en la paredes, figuras de caballeros árabes, y en el medio de la sala una mesa ricamente labrada (hay quien dice que se trataba de la mesa del rey Salomón) encima de la cual había un arca con un pergamino en su interior que decía: "Si se viola esta cámara y se rompe el encantamiento contenido en este arca, las gentes que aparecen adornando estas paredes invadirán España, derrocarán a sus reyes y someterán a todo el país". Y así sucedió aquel mismo año 711, en el que Tariq ibn Ziyad, no se sabe muy dien si cumpliendo ordenes de Musa ibn Nusayr (gobernador de Ifriqiya, dependiente del walí de Egipto) o por propia iniciativa, desembarcó con el inicio de la primavera, en la bahía de Algeciras (llamada entonces Iulia Traducta), con un ejército de unos 7.000 hombres fundamentalmente bereberes (sólo recientemente sometidos), e incluso cristianos del norte de África. Las fechas encajan, porque el rey Gundemaro reinó entre el 610 y el 612, y lo de la muerte de su mujer Hildoara también aparece en los manuales de Historia. Y también es cierto que después de Gundemaro hubo 13 reyes godos más. Pero el resto tiene toda la pinta de leyenda fantasiosa. Pero es bonita, que es lo que importa de una leyenda. 



domingo, 27 de enero de 2019

Baños de la Reina Mora (Jimena de la Frontera, Cádiz)

Detrás del Castillo se sitúa lo que se conoce como el Baño de la Reina Mora, una pileta que se halla junto a los restos de una iglesia mozárabe que estaba labrada sobre la roca viva, muy común en esta parte de Andalucía Occidental. A la izquierda del baño se encuentran cuatro grandes nichos, que corresponde a otra iglesia mozárabe. La pileta, de la que muchos en Jimena cuentan leyendas de mujeres moras, sólo fue la pila bautismal de la pequeña iglesia.
Castillo de Jimena de la Frontera

jueves, 24 de enero de 2019

El origen de la ermita de la Ina (Jérez de la Frontera, Cádiz)

Entre las muchas leyendas sobre la Reconquista existe una sobre la defensa de Jerez en 1339. Esta nos cuenta que el rey de Ronda y Algeciras, Abdul Melek, decidió cercar Jerez de la Frontera. El rey, apodado Príncipe tuerto, se lanzó por una de las ciudades más importantes del bajo Guadalquivir. Primero, asoló la campiña jerezana, cerrando su tenaza sobre la ciudad. La situación obligaba a los vecinos de la villa a enfrentarse al rey en una batalla desigual .
Por aquel entonces, Diego Fernández de Herrera se encontraba en Jerez. Conocía el idioma y las costumbres de los moros, pues había estado cautivo varios años. Bien por venganza o bien por heroísmo, se presentó voluntario para adentrarse en el campamento enemigo y asesinar al príncipe tuerto. Disfrazado de moro cruzó el río Salado y se internó en el campamento enemigo. Las ordenes eran claras: debía esperar que los jerezanos lanzaran un falso ataque para distraer al enemigo. Cuando, al amanecer  los de Jerez pusieron en marcha el plan, y Abdul Melek salió de su tienda, Diego Fernández de Herrera se abalanzó sobre él empuñando un rejón con el que logró darle muerte poner en huida a los moros.
Durante el ataque, sufrió múltiples heridas que le provocaron la muerte 15 días después, ya en Jerez a dónde milagrosamente logró llegar tras su hazaña. Fue enterrado en la iglesia de San Marcos.
En el lugar de la batalla se levanta aún hoy la ermita de La Ina (ayna = presto) en honor a aquel hecho que salvó la ciudad de volver a caer en manos moras.
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La Viuda Negra (Cádiz)

El que la ha visto, no la olvida. Esa mujer enjuta y delgada solo se aparece por las noches y en callejones oscuros de Cádiz a hombres adúlteros o de supuesta vida disoluta que han hecho daño a una mujer. «Las causas de estas apariciones que ponen los pelos de punta a los varones gaditanos, son miles. Algunos aseveran que aparece cuando una mujer murió de forma trágica a consecuencia de un engaño amoroso (...) o por la mujer que integra el fatídico triángulo de amor y muerte», explica Arboleda en su blog ‘El trote de la culebra’. Lo cierto, es que, en su recopilación de encuentros, el antropólogo ha descubierto a muchos hombres que aún se estremecen con su presencia.

Santa Campaña (Jerez de la Frontera, Cadiz)

En él hay una especie de Santa Campaña a la jerezana, una extraña procesión de muertos que recorre algunas calles de la parte antigua de madrugada, personajes de negro, de luto, con grandes velones.
Si te cruzas con esta procesión y no quieres fallecer o tener un accidente, lo que debes de hacer es no mirarles jamás a los ojos de esos personajes, y mucho menos cortarles el paso, lo mejor que se puede hacer es arrodillarte y rezar.
Las gentes mayores son las que dicen haberla visto, no en fechas concretas. En cualquier momento del año, sobre todo de madrugada. Se ha aparecido mayoritariamente en el pasado.

Las siete niñas (Jerez de la Frontera, Cádiz)

El arquetipo puede ser el de “Las siete niñas”, jóvenes que tenían un especial apego al “Altillo”, hoy “Jardín Escénico el Altillo”, ellas han quedado ancladas ahí. ‘El Altillo’ siempre fue un conjunto de misterio, ambición, envidia, curiosidad y extrañas casualidades.
En un ambiente de educación victoriana, severa, crecieron las siete niñas. Las murmuraciones sobre su peculiar tipo de vida se extendían por todo Jerez‘Las niñas de El Altillo’: que no las dejaban casarse, que tenían una madre siempre enferma, que no salían nunca, que eran muy raras…
La rígida educación que les impartió la institutriz inglesa Mary Agness Byrne, la nanny Birne, muy celosa y preocupada por el comportamiento sexual de las niñas, que prohibía hasta cogerse del brazo a las hermanas
Una institutriz que camina errante, y ellas mismas.
Cuando los testigos de las apariciones han podido acceder a las imágenes de las hermanas, se dan cuenta que esas personas jóvenes son idénticas a las que vieron.
Es un sitio en donde lo imposible se puede manifestar en cualquier momento.
En el “Jardín Escénico el Altillo”, la fenomenología es repetitiva y similar a otros lugares, sensaciones, oír pasos detrás de ti, ruidos, voces, luces que se apagan solas, puertas que estando cerradas incluso con llave se abren, desaparición de objetos que aparecen en otro momento, saltan las alarmas solas, presencias de personas caminando.
Se presentan no solo a los trabajadores, sino a los visitantes. Los testigos principales son personas que por motivo de trabajo están ahí.
Las niñas de El Altillo3pg_lzn

El rey Espero (Espera, Cadiz)

Según una leyenda difundida por el pueblo (y que tomamos del espereño Cristóbal Garrido Jiménez), Espera fue fundada por el mítico rey Hespero (hermano de Athlante, rey de la Mauritania), el cual reinó en Hesperia hacia el año 657 después del Diluvio; o sea, hacia el 1659 antes de Jesucristo.
Hespero de pequeño tenía el nombre de Filóctetes y fue uno de los ocupantes del Caballo de Troya que, en su odisea particular tras la legendaria guerra, volvió hacia occidente con su hermano Athlante, que era, como dijimos, rey de la Mauritania. Pero cuando cruzó el mar y llegó a Hesperia (la Península Ibérica), conmutó su nombre por el de Hespero. Tuvo tres hijas, aquellas del vergel –el mítico Jardín de las Hespérides- en el que un dragón que nunca pestañeaba -¿o se trataba de un león?- custodiaba las manzanas de oro.
También cuenta la leyenda que Hespero era un gran aficionado a la astrología, y que una noche, cuando estaba en la atalaya de su castillo observando los astros, fue raptado o abducido por la estrella vespertina –el Véspero-, a la sazón Venus o el Lucero del Alba.

El barco del arroz (Cádiz)

Otro de los sucesos ocurridos con barco de arroz, ocurrió en la década de los 50. Cuando los gaditanos aún esperaban al navío prometido desde Argentina, y que se perdió por el camino, hubo un vapor que se soltó de sus amarras en el muelle de Cádiz, siendo arrastrado por la corriente hacia la costa.
El barco abrió vías de agua y, al hincharse el arroz, acabó con un boquete y soltando todo su cargamento, que pudo ser rescatado gracias a las grúas.
El suceso popularizó aún más el refrán de «estás más perdido que el barco del arroz».
Vapor procedente de Cádiz

miércoles, 23 de enero de 2019

Fantasma en Sancti Petri (Chiclana de la Frontera, Cádiz)

Se dice, se habla de una niña de unos ocho años con aspecto algo desaliñado y descalza que suele rondar los alrededores de la Iglesia, la casa del guarda o las embarcaciones de la playa con aire triste y melancólico.
A parte de la niña,  entre las casas en ruinas se ve entrar o salir una figura masculina con sotana a quien no se la puede ver con tanto detenimiento y claridad como a la niña anteriormente nombrada, debido a la rapidez en darse la aparición de esta persona con sotana y sandalias  color marrón que aparece y desaparece en un santiamén.

El balcón del amor (Castellar de la Frontera, Cádiz)

Cuenta la leyenda que un zagal de Los Barrios, un tarugo sin lugar a dudas, subía cada noche de luna llena a Castellar y se asomaba al balcón para desde allí poder contemplarla más cerca cuando Luna se miraba en el espejo del Guadarranque. Fue allí donde encontró a Morayma, la hija del emir, y allí donde se enamoró de ella. Fue allí donde cada noche de luna llena se amaron y allí donde les sorprendió la guardia del moro, escamado ya de tanta salida de la niña, tanta luna y tanta tontería. Fue allí, en definitiva, donde el chaval entregó la vida atravesado por la daga del sarraceno, que no tuvo piedad en acabar con quien había tomado la honra de su hija. Pagó con su vida, como tantos otros, la dulzura de explorar –de luna en luna llena- la piel de una mujer.
Veintinueve días después, justo el tiempo que tardó la luna en volver a aparecer en su plenitud, la princesa nazarí saltó por el balcón para reunirse con su amado.
Este balcón, a día de hoy, es el único balcón público para asomarse en la muralla.

castellar-57

martes, 22 de enero de 2019

La Casa de los Espejos (Cádiz)

El casco antiguo de la ciudad de Cádiz abstrae en su interior multitud de majestuosas y señoriales casas de los siglos XVI y XVII, hoy día convertidas en edificios comunitarios, que no obstante, quedan impregnadas de leyendas e historias que por aquella época ocurrieron en sus entrañas, como son las historias y leyendas de piratas, marinos mercanes, almirantes o capitanes de barco, ya que la antigua ciudad de Cádiz siempre ha sido el puerto de unión con África y América para el intercambio de mercancías. Es el caso de la popularmente conocida por los gaditanos como "La Casa de los espejos", situada frente al monumento del Marqués de Comilla en la Alameda Apodaca.

    Muchos son los jóvenes gaditanos que aseguran haber recorrido cada una de sus habitaciones cuando la casa se encontraba en total desalojo y abandono, cuando sus ventanas sólo dejaban asomar unas cortinas rotas, cuando la imágen que proyectaba en la oscuridad de la noche, recordaba a las terroríficas casas de las películas de Tim Burton. Y muchos aseguran haber escuchado el llando de la niña protagonista de dicha leyenda.

    La historia cuenta que un almirante de la flota gaditana le traía de las tierras americanas un nuevo espejo a su preciosa y consentida hija, por la cual se cuenta que sentía delirio y pasión. En cada una de sus partidas, la hija le recordaba a su padre que no olvidara traerle su regalo. Y así el almirante cumplía en cada regreso.

    Con el tiempo, la niña dejó de serlo para convertirse en una hermosa y dulce muchachita y su padre no vaciló en ningún momento en presumir de su belleza ante sus compañeros y amigos, lo que provocó unos celos enfermizos en su esposa, ya que sólo tenía bellas palabras para su hija.
     El almirante seguía obsequiándole a su hija con un  espejo de cada tierra americana que pisaba y llegó a tal punto que la casa quedó repleta de hermosos espejos.
     Los celos y la ira de su mujer cada vez eran más destacados hasta que aprovechando uno de los viajes de su marido, presa de los celos y el odio hacia su hija, la asesinó envenenándola.

     Cuando regresó el almirante no dió crédito de lo ocurrido, creyendo así que su preciosa hija había muerto por una gravísima enfermedad.
     Se cuenta que un día el almirante pudo ver el reflejo de su propia hija en uno de los espejos, revelándole así a través del cristal la verdadera causa de su muerte, acusando a su madre como protagonista del asesinato.

     El almirante entró en cólera e hizo que su mujer consiguiera confesar. Murió en la cárcel con una condena perpetua mientras que su marido decidió marcharse lejos de toda aquella tragedia.
      Desde entonces, aquella fatídica casa quedó abandonada durante años, imagino que los años suficientes como para haberse deformado y deteriorado la verdadera historia, pero no olviden que toda leyenda tiene una base real. La personas no inventan si no conocen antes algo que le inspiren contar una leyenda.

     En la actualidad la casa se encuentra reformada, pero hay quienes aseguran que aún se sigue escuchando los gritos y el llando de la hija del almirante.
Foto extraída de internet

La Calle Tinte (Cádiz)

Cuenta Vila que en el callejón del Tinte había una puerta por donde entraban al  convento de San Francisco,  los efectos de intendencia o alimentación, refiriéndonos a finales del Siglo XVIII, cuando el convento era mucho más grande y abarcaba hasta la plaza de Mina como huerta y enfermería del mismo. Se veía allí como pórtico de la huerta un arco con una hornacina y en ella una pequeña imagen de Nuestra Señora de los Remedios, que era la advocación del convento. Por ese lugar pasaban día tras día tres jóvenes camino de la diversión.
 De repente tras un tiempo recorriendo el mismo lugar, se dieron cuenta que ya llevaba varias noches delante de aquella hornacina una mujer rezando, a la que no lograron ver el rostro. Uno de esos días, les picó tanto la curiosidad que uno de ellos se envalentonó y tras pasar por el lugar decidió volver a hablar con la mujer, ante el miedo de los otros dos que se quedaron esperándolo, pues el camino y la soledad del mismo infundía nada menos que el terror en el cuerpo de aquellos jóvenes adolescentes. De esa manera, el osado se despidió de sus amigos que le esperarían en la entonces plaza de Loreto, una aventura digna de contar pensaron los tres.
Los otros dos amigos esperaban y esperaban y el tercero no aparecía, por lo que decidieron acudir a ver que ocurría. Al llegar ante la hornacina, encontraron a  su amigo en el suelo, sin vida, sin que a la mujer se le hubiera visto ausentarse por ninguno de los caminos. Fue tal la impresión en los otros dos jóvenes, que pensaban que era la misma Muerte la mujer que se había llevado la vida de su amigo, que uno de ellos decidió ingresar en el mismo convento de los Franciscanos.
Calle Tinte, Casco Antiguo de Cádiz

lunes, 21 de enero de 2019

El hombre pez (Cádiz)

Si bien es cierto que esta historia o leyenda, según la quieran clasificar, tiene su orígen en tierras Cántabras, también es de sabido que en las entrañas de Cádiz se le guarda un trocito de su historia, por el hecho de que su protagonista vivió en tierras gaditanas durante algunos años.
    De ser cierta esta historia se me viene a la mente la imágen de la posible expresión de asombro e incertidumbre en el rostro de aquellos pescadores que dieron con este ser mitad hombre, mitad pez, y al que capturaron tras varios intentos.
    Aquel ser humano cubierto de escamas fue llevado al convento de San Francisco, en el casco antiguo de Cádiz, ubicado en la plaza San Francisco y en el que se le estuvo sometiendo a unos extraños rituales para sacarle el supuesto "demonio" o "espíritu maligno" por el que creían que estaba poseído. Nadie podrá saber jamás la dureza y crudeza a la que presúntamente le sometieron en aquel convento tras los intentos de sacarle el supuesto "ser maligno" de su cuerpo. No olvidemos que en aquella época los exorcismos se practicaban de forma algo más violenta. Hablamos del siglo XVII, cuando se creía ciegamente en la existencia de brujas y demonios.

    Aquel chico pelirrojo no pronunciaba palabra alguna hasta transcurrido varios días, que para la sorpresa de todos articuló sus labios y pronunció la palabra: "Liérganes". Gracias a un chicuco se supo que Liérganes era un lugar que pertenecía a Santander.
Tras varias investigaciones se descubrió que hacía cinco años un chico llamado Francisco de la Vega Casar y con esas características, murió ahogado en un río de Bilbao. Fray Juan, el fraile que en todo momento se encargó e interesó sobre la procedencia de este chico puso rumbo a tierras Cántabras junto al "hombre-pez" para averiguar si realmente Francisco de la Vega era ese ser que apareció en las aguas gaditanas. Cuando llegaron, este misterioso ser reconoció de inmediato dónde se encontraba su casa y se dirigió hacia ella para reecontrarse con su madre, la cual reconoció a su hijo Francisco nada más abrirle la puerta.  
Francisco permaneció junto a su familia durante nueve años para luego volver a desaparecer en el mar. Y ya no se supo nada más sobre el "hombre-pez" de Liérganes.
Foto extraída de internet

    Y para concluir la leyenda mencionaré un rumor gaditano de muchos años que tiene que ver con esta historia. Se dice y se rumorea que para acceder a las entradas de los subterráneos y conocidos túneles de Cádiz y Cuevas de Mariamoco hay que encontrar la cara de un hombre pez en los edificios más destacados de la ciudad en aquella época. Se cuenta que los masones utilizaban este símbolo para identificar que en ese lugar se encontraba una de las entradas o salidas de aquellos túneles y así poder utilizarlos para escapar.
    Si adquirimos un mapa de Cádiz y señalamos los edicifios más emblemáticos y posteriormente colocamos el mapa de las rutas de los túneles, comprobamos que tienen una curiosa coincidencia y quizás encontremos en aquellas importantes construcciones la imágen, el dibujo o el símbolo de un hombre-pez o lo que es lo mismo, el rostro de Francisco de la Vega.