Esta fosa fue llamada así por sus habitantes, ya que al escucharse el sonido que provoca el viento cuando entra por la cavidad, parece como si fueran gritos de personas o gemidos de almas torturadas que les hace parecer como si fuera un infierno.
jueves, 20 de febrero de 2025
jueves, 13 de febrero de 2025
¡Que ese coso no salga a la calle! (Barro, Pontevedra)
«¡Que ese coso no salga más a la carretera!» Con esa tajante orden pronunciada en 1953 por el entonces jefe de Obras Públicas en Pontevedra quedó fuera de la circulación un vehículo que se había fabricado en Barro en 1949. Sí. Leyeron bien. En 1949, ocho años antes de que Seat se pusiese manos a la obra con uno de los coche más famosos de la época, el 600. Aquel jefe mató el vehículo, que no volvió a usarse y quedó arrinconado para siempre en el taller de Porráns en el que había sido inventado. Pero aquel mismo hombre también hizo nacer el mito. A parir de ahí, el coche made in Barro quedó bautizado como El Coso. Han pasado muchas generaciones desde entonces; se cambió la dictadura por la democracia, el negro por el blanco, el hambre por la abundancia... y, sin embargo, actualmente no faltan chavales en Barro que cuenten la historia de El Coso y que hablen de cómo un mecánico y algunos mozos, a las órdenes de José Moldes, dueño de un taller del mismo nombre, lograron fabricar aquel irreverente automóvil que estuvo unos tres años gastando pista.
La historia suena aún en las tabernas de Barro e incluso está escrita en el libro Barro en imaxes, donde se recogen fotos del vehículo en cuestión que en su día tomó el fotógrafo local Reinaldo. Pero, afortunadamente, aún hay quien pueda contarla de viva voz, porque la vivió en primera persona. Es el caso de Nemesio Magdalena, vecino de A Portela, que trabajaba en la de Moldes cuando fabricaron el coche. No quiere protagonismos. Pero tampoco dejar morir la leyenda. Así que se deja querer y echa la vista atrás, a sus tiempos mozos, cuando trabajaba en el taller de Moldes como herrero, haciendo aperos de labranza. «O xefe, Moldes, que era moi intelixente, tiña amizade cun mecánico de Pontevedra, que eu penso que foi o que lle axudou a pensar como se podía montar o coche. O motor que se usou era un motor de regar os prados, de coller auga. O coche ía a gasolina e collían dúas persoas», cuenta.Aunque insiste en que tiene ya muchos años y le falla la memoria, Nemesio se acuerda bien de lo que acabó pasando con el coche: «Si, veu aquel xefe e dixo que sacaran ese coso da carretera, e mira ti algún pavero decidiu que lle quedara o nome de El Coso», explica mientras deja ver una sonrisa picarona.
Al dejar de circular en el año 1953, el vehículo que tantas alegrías había dado en Barro quedó arrinconado entre los cachivaches de aquel negocio de Porráns en el que lo mismo se fabricaban aperos de labranza que se afeitaba a los clientes o se les vendía una bicicleta. Nadie es capaz de decir si un buen día alguien redujo a chatarra lo que quedaba de El Coso o cuál fue el paradero final. Da igual. La leyenda estaba en marcha y aquel cachivache fruto del talento de Moldes y sus chicos ya tenía un hueco en la historia de Barro. Ayudó que el fotógrafo Reinaldo se dejase caer por Porráns y lo inmortalizase en varias instantáneas, en las que también se ve al jefe del taller, a José Moldes.
A Nemesio, que vivió aquello, no le parece para tanto. De hecho, recomienda «contar a historia curta para que o que a lea acabe pronto». Pues eso. Así queda la cosa. O, mejor dicho, El Coso.
jueves, 6 de febrero de 2025
Santa Liberata de Baiona (Bayona, Pontevedra)
En tiempos del Imperio, la leyenda cuenta que Baiona (nota: que se llamaba Balcagia por aquel entonces, aunque no encontré referencias claras de dónde proviene este topónimo. Hoy en día es el nombre de una bocatería de la ciudad ). Sigue la historia contando que era la sede de Lucio Catelo Severo gobernador romano de Gallaecia y Lusitania.
El mandatario estaba casado con Calsia, De la familia del emperador Trajano. En 122 Lucio recibe la orden de desplazarse a la Tarraconense, según unas versiones, otras dicen que como gobernador salió a recorrer el territorio. La cosa es que Calsia estaba encinta por aquel entonces y no acompañó a su esposo en el viaje, y dió a luz cuando él aún no había regresado.
Sucedió un hecho extraordinario, y es que la mujer tuvo nueve hijas en el mismo parto. Temiendo que este suceso fuera interpretado como un indicio de infidelidad por parte de su esposo, tomó la decisión de deshacerse de las niñas y mandó arrojarlas al río Miñor, frente a Ramallosa.
La encargada de tan atroz tarea era una sirvienta de confianza llamada Sila. Afortunadamente la conciencia de la muchacha le impidió matar a las niñas, y en vez de eso las fue dando a mujeres de buena reputación de los alrededores para cuidarlas.
Pasados algunos años las muchachas ya habían crecido, siendo bautizadas como cristianas con los nombres de Genivera, Liberata, Victoria, Eufemia, Germana, Marciana, Marina, Basilisa y Quiter. Una versión de la leyenda dice que el sacramento se lo dió el obispo San Ovidio.
Con la llegada de las persecuciones a los cristianos en todo el Imperio, las muchachas, junto con otros presos fueron entregadas al gobernador para que fueran juzgadas. Catelo enseguida se dió cuenta del tremendo parecido que las chicas tenían con su esposa y de que eran sus hijas.
Estaba entre cumplir las órdenes imperiales o alabar a sus hijas, así que trató de convencerlas de que abandonaran su fe o sería objeto de torturas cómo indicaba la ley romana. Las chicas se negaron a abandonar su fe y todo apuntaba a que iban a ser ejecutadas de inmediato. Pero la historia da otro giro y nos cuenta que consiguen escapar de la mazmorra romana, dispersándose en varias direcciones.
Todas menos una fueron capturadas y decapitadas, menos Liberata que consiguió ocultarse en la espesura de los bosques alimentándose de raíces y bayas.
Cuentan que la entregaron los que atrapados por su belleza la querían hacer perder la virginidad, a lo que ella se negaba ya que se había entregado al dios cristiano. Por tanto fue ejecutada por decapitación en la ciudad romana de Castraleuca en la Lusitania (actual Castelo Branco en Portugal).
Sus restos acabaron en el sur, en Sigüenza y fueron trasladados a Baiona en 1515, bueno, solo un fémur, ya que otros huesos como algunos del cráneo están en la Catedral de Oviedo.