«Mi abuela contaba que cuando su abuela era niña, el cura de O Paneiro tenía un criado que siempre andaba con ganado por el Pirineo de A Custoira. Un día, una bella joven se le apareció en el bosque y le dijo que le dijera a su amo que había una muchacha que quería hablar con él. El pobre muchacho dijo que tenía miedo de perder su ganado y que el amo era muy malo y le rompía los huesos cuando llegaba la noche. La señorita le dijo que tenía una cuenta y el muchacho fue a llamar al maestro. El niño se quejó y dijo que sólo recibía visitas en su habitación; Además, por ser obra de una señorita tan joven, que por la noche perdía la cabeza, había que colgarlo del cuello.
El niño llegó a la montaña y contó la historia. La joven se enojó e hizo uno de sus milagros: le ató las manos a la cabeza del pobre criado y éste se fue al campo sin poder quitarle las manos de encima y apenas llegué lo vi correr al monte con una escopeta a castigar a quien había atado al muchacho. No encontró a ninguna señorita, pero vio un perro caminando hacia el campo...
La joven era una monja que, como no tenía quien la ayudara, siguió por la sierra de Batalláns y llegó a Franqueira, donde había un sacerdote que estuvo de acuerdo con ella y mandó construir la iglesia y la imagen. Después, el sacerdote del panadero y el sirviente tuvieron que peregrinar adonde vamos hoy: uno para volver a caminar como cristianos y el otro para que le soltaran los brazos.