Cuenta una de sus leyendas que un pastor iba con un cordero recién nacido en sus hombros y que, al pasar por él, sus sonidos cambiaron, sus patas se volvieron negras y de pezuñas profundas, y el pastor soltó el cordero y marchó corriendo”.
No en vano la Casa Méndez, el cauce del río Orón (o Lymbralla para los antiguos musulmanes) conocido como el barranco de los espectros y el antiguo cementerio de Librilla, que data de mediados del siglo XVII, forman una tríada perfecta desde el punto de vista sobrenatural. Cientos de apariciones, muertos que son vistos por ese barranco, niñas vestidas de comunión, cientos de suicidios y asesinatos en la zona son los testimonios que podemos traer en una zona donde esta construcción es testigo de excepción tanto del paso del tiempo como del acceso abierto entre nuestro mundo y el más allá.
No en vano este barranco es conocido por los fantasmas que campan a sus anchas en noches de luna llena. Al parecer todo comienza con una leyenda recogida en el siglo XVI, según la cual un pastor iba por ese desfiladero con su grupo de oveja cuando de repente una de ellas se lastima y no puede seguir caminando. Este hombre se percata de lo sucedido gracias a su perro, que se mostraba muy intranquilo, y no se explica cómo el animal tenía las patas traseras tan ensangrentadas, como si hubiera sido atacada por otro animal. Se acercaba la noche y se podían apreciar ya los primeros rayos de luna llena por lo que decide cogerla y llevarla en sus hombros hasta su casa. De repente empezaron a escuchar unos alaridos y a ver sombras que se movían de un lado a otro de la rambla; con mucho miedo comenzó a acelerar el paso con el deseo de llegar pronto a su granja y encerrarse allí, pues tenía la sensación que esas sombras le estaban persiguiendo. En esa carrera contrarreloj se percató de que las patas de la oveja que portaba sobre sí mismo se habían vuelto totalmente oscuras, prácticamente negras.
Asustado soltó al animal y en ese momento se dio cuenta de que esa oveja herida se había convertido en un macho cabrío y estaba intentando morderle. Recordado como el símbolo del diablo, el pastor salió corriendo dejando a ese ser a su suerte. Al parecer, este hecho hizo que brujas y hadas hicieran de este lugar su fortín, en donde según la tradición se realizaban aquelarres invocando a duendes y diablos.
Desde entonces esta rambla es conocida por la cantidad de suicidios documentados a lo largo de toda su historia, amén de ser un lugar donde los ajustadores de cuentas o los sanitarios se deshacían de cadáveres, los primeros a consecuencia de no cumplir los pactos acordados con los señores de la ciudad y los segundos debido a las enfermedades que azotaron a Librilla en el siglo XIX como el brote de cólera de 1830 a 1835 conocido como la peste amarilla o cólera-morbo-asiática, que llevó al colapso de los lugares de enterramiento como los antiguos camposantos. Desde entonces en Librilla se eligió la antigua ermita de San Sebastián para ubicar allí un cementerio por su tradición de lugar santo y salubridad, según José Antonio Rubio en su libro Mencionando Librilla. Referencias Histórico-Religiosas (SS. XV-XIX).
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