La leyenda sitúa la aparición de la imagen en la villa portuguesa Vila Viçosa, en la segunda mitad del siglo XIV. Un vaquero de nombre Hernando traslada a tan celestial Señora en nuestra tierra. Emplazada en la ermita del actual pueblo de Villaviciosa, Córdoba la hizo suya. El Cabildo Catedralicio y el Municipal comparten su patronato. Es traída y devuelta en veintidós ocasiones desde allí hasta nuestra ciudad y viceversa. Definitivamente es entronizada en 1698 en nuestra S. I. C.. En el pueblo serrano, se venera desde 1763 una copia de la misma que fue coronada canónicamente en 1988.
lunes, 29 de abril de 2019
La Casa de los Tiros (Villanueva del Duque, Córdoba)
“En Villanueva del Duque (Córdoba) hace años, contaban una leyenda sobre esta gran casa , situada en el camino que te lleva a la Ermita de La Virgen de Guía o al cementerio . En épocas de la Guerra Civil esta casa estuvo llena de incidentes en su interior, primero fue usada como hospital, pero mas tarde al ser uno de los edificios mas robustos, fue utilizada por los defensores de la Villa como parapeto y cuartel de zona, donde se desarrollaron varias batallas y murió mucha gente.
Después de unos años de abandono cuando entró el personal del Ayuntamiento ya en épocas de paz, se dieron cuenta que la casa estaba llena de impactos de bala y sangre por todos los lados, la reformaron pintaron y la convirtieron en casa de baile, pues debajo de las escaleras apareció una mancha de sangre que no conseguían quitar, pintaron, picaron encima , echaron cal como es costumbre etc, pero la mancha seguía saliendo. Hace unos 10 años la reformaron totalmente y no he tenido la oportunidad de volverla a ver pero , si voy no dudéis que llamaré a la puerta de los nuevos dueños y les preguntaré”
Las bellotas de la Virgen de la Luna (Villanueva de Córdoba, Córdoba)
A mitad de camino entre Villanueva de Córdoba y Pozoblanco, en pleno valle de los Pedroches, se alza el santuario de la Jara, en el que se venera a la Virgen de Luna, patrona de ambas localidades. Aunque se desconoce la construcción del edificio, se sabe que el actual fue reedificado en 1890. El blanco edificio destaca en el ondulado llano, entre encinas, características cercas de piedra y los bolos de granito que dan nombre al valle. En toda esta zona, situada al norte de la provincia, destaca la producción de porcino ibérico que se cría a ambos lados de la carretera.Los lugareños saben de memoria todas las leyendas que sustentan la devoción a esta imagen, como la del pastorcillo que en un caluroso día de verano acudió a un pozo a refrescarse. Cuando se asomó vio asombrado cómo las aguas se abrían dejando ver en el fondo a la Virgen de Luna. En sus inmediaciones se construyó el santuario y junto a él brota una encina en cuyo fruto aparece una mancha que se identifica con la silueta de la patrona.
Virgen de los Remedios Coronada (Villafranca de Córdoba, Córdoba)
Cuenta la tradición que unos pastores estaban guardando su rebaño y se encontraron la talla de la Virgen en el actual emplazamiento de la ermita. Los villafranqueños, con el deseo de tenerla más cerca, comienzan a edificarle el templo en un lugar más próximo al pueblo, pero las obras se derrumban sorprendentemente y -de modo inexplicable- aparecen los materiales en el lugar del hallazgo. Para admiración y asombro popular, se repite el hecho varias veces, interpretando que la voluntad de Nuestra Señora era estar en aquel lugar, cruce de caminos, desde donde se domina el pueblo.
Esta leyenda, sin fundamento histórico alguno, es la que todos conocemos y se ha difundido de generación en generación, probablemente para buscarle una explicación a los orígenes de esta devoción en Villafranca.
Las primeras fuentes documentales que la relacionan con Villafranca, son los protocolos notariales en los comienzos del segundo tercio del siglo XVI; en dicha época, la devoción a Nuestra Señora de los Remedios estaba ya consolidada. Prueba de ello es que los villafranqueños, al hacer testamento, expresaban entre sus últimas voluntades que se le dieran limosnas a la Virgen de los Remedios.
A lo largo del siglo XVII, la Virgen de los Remedios ocupa el primer lugar entre las devociones de los villafranqueños; esto se deduce por las rogativas, novenarios y procesiones organizadas en épocas de epidemias o cuando las condiciones climatológicas no son favorables a la agricultura y representan una amenaza para las cosechas.
En los siglos XVIII Y XIX el fervor a la Virgen de los Remedios sigue en aumento; se cree que debido a las epidemias, años de sequías e inundaciones que dañan los cultivos.
En el segundo tercio del siglo XVIII, los habitantes de Villafranca vieron aumentado su fervor a la Virgen de los Remedios por la construcción de la nueva ermita en el mismo sitio que la antigua.
En el siglo XX, y como consecuencia de la Guerra Civil, la imagen de la Virgen de los Remedios desaparece de la ermita. Finalizada la contienda, el responsable de la parroquia, Don Enrique Ayllón Cubero, confió al escultor cordobés Don Juan Martínez Cerrillo la elaboración de una talla que sustituyera a la anterior. En 1940 el mencionado párroco bendijo la nueva y actual imagen; por la tarde se celebró la procesión en la que el hermano mayor paseó en sus brazos, a falta de andas, la imagen de Nuestra Señora que era acompañada por una muchedumbre de fieles.
En 1986 el inusitado fervor que los villafranqueños sienten hacia la Virgen de los Remedios, culmina con la Coronación Canónica de la imagen por el obispo de la diócesis Don José Antonio Infantes Florido y el nombramiento de Alcaldesa Perpetua por parte del Ayuntamiento. Con la fiesta solemne del día 8 de septiembre, se dieron por finalizados los actos de la Coronación y se vieron cumplidos los anhelos de muchos villafranqueños que habían heredado, de generación en generación, el amor hacia la Virgen de los Remedios, protectora, amparo y consuelo de Villafranca.
Virgen de la Estrella Coronada (Villa del Río, Córdoba)
Cuando la población tenía muy reducido número de vecinos en el año de mil cuatrocientos noventa y cinco, ocurrió la aparición de María Santísima de la Estrella, en el monte que ocupaba el coto del Monte Real, del modo que vamos a referir.
Unos pobres jornaleos naturales de Bujalance,que se hallaban segando en una haza de trigo de un vecino de esta villa, en las cercanías de la misma en el sitio hoy ocupa la mata de olivar, que aquella época estaba de monte , y a corta distancia del tajo, existia una fuente al pie de la zarza, de cuyo punto se surtían de agua los segadores.
Al efecto mandaron un día a el mas joven por un cántaro de agua a la indicada fuente, y al llegar al sitio referido observó un resplandor que iluminaba aquel recinto. Admirado de aquella novedad extraña distinguió que el resplandor lo producía una Estrella que divisaba en el centro de la zarza: no pudiendo comprender el misterio que encerraba aquella prodigiosa luz, quedó inmóvil en aquel sitio sin poderse dar cuenta de lo que en aquel momento pasaba.
Los compañeros que esperaban el cántaro de agua para satisfacer la sed que esperimentaban por el calor sofocante del mes de Julio, juzgaron mal la tardanza del joven , y resolvieron dejar el trabajo para informarse del motivo de aquella dilación; más al llegar a la fuente observaron lo mismo que el primero, dejando a todos en una pasmosa admiración elevados a la vista de una Estrella, que desde el centro de la zarza desprendía una luz clara y radiante que no podian mirar con atención.
En tal situación dispusieron marchar al pueblo de Aldea del Río, que así se nombraba por entonces la pequeña población que existía, a informar a la Autoridad Local de la ocurrencia: ésta dispuso reunir un acompañamiento del mismo vecindario, a el se le unió la mayor parte del pueblo por curiosidad, para acompañar al Ayuntamiento y al cura. Por casualidad se hallaba pernoctando en la Aldea, de tránsito para Sevilla, un Batallón de tropa del Gobierno, y enterado el Jefe del suceso, e invitado por la Autoridad, nombró a un Capitán que saliera con su compañia al son de caja, acompañando al Ayuntamiento, que en unión del pueblo dirigieron todos en masa al sitio que había señalado los segadores.
Llegaron en efecto al monte cercano,y estando al pie de la fuente, como se convecieron de la veracidad de cuanto habían expuesto los portadores de la noticia, dispuso la autoridad, de acuerdo con el cura, que se descubriera al fondo de la zarza para cerciorarse del motivo de aquella novedad. Al momento fueron ejecutadas sus órdenes por los vecinos del pueblo, y hecha la operación observaron que el resplandor lo desprendia una Imagen de María Santísima, Madre de Dios y Señora Nuestra,que sacaron con veneracion a la vista de tantos testigos presenciales.
La condujeron a la población en medio de mil aclaraciones de regocijo y alegría, al son de tambor, colocándola en la pequeña iglesia de la aldea, provisionalmente. El pueblo se apresuró a edificarle una pobre y pequeña ermita en el mismo sitio de la aparición, que hoy ocupa el Humilladero, venerada con el titulo de la Estrella, y aclamada por patrona de la localidad.
La Cruz de los Mocitos (Villa del Río, Córdoba)
Corría el año de gracia de mil y quinientos y cuarenta y ocho y yo vivía en esta Aldea del Río, en la calle tinte, con mis padres, Esteban y Julia, y mis hermanos Manuel Hipólito y Julia.Mi padre, que procedía de un pueblecito de Logroño de la comarca de Cameros, tenía, de ello vivíamos, una bodega y taberna que despachaba vinos manchegos con el nombre de riojas por aquello de que mi abuelo era de allí y había venido hasta estos lugares tan lejanos enrolado en una gleba de soldados reales que acá pernoctó una noche de julio del año 1495 y aquí conoció a la que después sería mi abuela Antonia y por estos lares se quedó pues en su lugar nada lo retenía al no tener nada ya que era un simple pegujalero. Desde entonces nos conocen con el nombre de "los maños". Yo no llegué a conocer a mi abuelo, pero dice mi padre, yo no me lo creo, que el grupo de soldados con el que vino fue el que escoltó a la imagen de la Virgen que encontraron en el coto de Monterreal y que llamaron la Estrella.En aquel tiempo al que me refiero era yo niño de nueve o diez años y ayudaba a mi padre en atender a los parroquianos que venían a nuestra taberna. Han pasado casi setenta años, pero aún lo recuerdo todo perfectamente con la memoria que da la mucha edad para los hechos pasados.Aislada al final del pueblo existía una ruinosa y abandonada casa que nadie recordaba por quién había ido habitada pero que lo tuvo que ser por persona acaudalada y muy principal, a la vista de los restos que quedaban. Allí íbamos los niños del lugar y aquella ruina nos servía para nuestros juegos y guerrillas. No nos podíamos imaginar lo que iba a ocurrir en aquel lugar ni el secreto que aquella desolada casa ocultaba.El caso fue que con motivo de que el pueblo iba ensanchando hubo que asolar aquella ruina para labrar nuevos edificios y al derribar los albañiles uno de los muros que quedaban en pie observaron que parte de él aparecía hueco como si allí hubiera existido una a modo de puerta, pues tenía un dintel, ya que más tarde hubiera sido tapiada. Pero su grande sorpresa fue cuando al descubrirla completamente encontraron en el vano oculto dos esqueletos de pie y en una de las paredes una tosca cruz grabada y fabricada con mucha rudeza como con instrumento muy primitivo.La voz del hallazgo corrió por todo el pueblo que acudió presuroso a contemplar tamaño fenómeno. Llegaron autoridades acompañados de alguaciles que ordenaron retirar aquellos restos que, todos pudimos comprobar, pertenecían a dos niños de unos diez o doce años y que la cruz que allí se encontró parecía haber sido hecha con las uñas por aquellos infelices que dieron testimonio de esta manera de su fe y que, al parecer, habían sido emparedados hacia muchos años.Nadie supo dar noticia de aquel sucedido y poco a poco olvidose el asunto y no hubiera quedado memoria en él a no ser por lo que ha ocurrido hace unos días.Mi padre hace años que murió y yo continuo con el negocio de la bodega que con el tiempo ha habido necesidad de ampliar ya que a él acuden al atardecer la mayoría de los varones del pueblo y todo aquel que por él transita, que son muchos pues aquí esta establecida la aduana para el cobro del portazgo de los pinos que entran en este Reino de Córdoba por el Guadalquivir y por ser esta la primera población de dicho reino con la que se encuentran todos los viajeros que procedentes de Castilla atraviesas el puerto del Muradal.Por lo tanto, no llama en demasiada atención la llegada de gentes forasteras. Pero hace unos días abriose la puerta de la taberna y todos quedamos en silencio, por lo sorprendidos, al ver entrar a un anciano de alba barba y luengos y también nevados cabellos y de aspecto venerable pero imponente. Iba bien aderezado y con ricos vestidos compuestos. Venía acompañado de un enano vestido de forma extravagante, con almilla de bayeta verde y bonete colorado toledano. Traía en la mano un alcatia que luego desplegó para que su amo en ella se sentara.Una vez acomodados, pidió para sí y su pequeño criado una jarra de vino yema. En esta sazón discurría cuando el venerable, ayudado por el enano, se levantó y con voz profunda que a todos causó pavor dijo: -Estemen vuestras mercedes atentos y pido se me dé licencia para dirigirme a tan honorable audiencia a fin de contaos una grande y puntual historia.Así dijo y todos quedamos atónitos, pero como asentimos con movimientos de cabeza, el anciano comenzó el discurso de su plática:- Hace muchos, muchos años, en otro felicísimo tiempo, vivía en este pueblo una familia de cristianos viejos que tenía dos hijos mellizos que eran la alegría de todos. Conservaban su religión inconmovibles, a pesar de vivir en una tierra en la que todos sus habitantes profesaban el dogma de Alá, Dios los haya perdonado.Uno de ellos, Ibn Yuici al-Abbar, vivía en una gran casa palacio, hoy desaparecida, en las afueras de la Aldea. Pertenecía al-Abbar a la secta de los hasisin por lo que era temido por todos, cristianos, mahometanos y judíos que este lugar compartían.De todos es sabido que el miedo siempre lleva de la mano a la curiosidad, acrecentada ésta porque aquella casa estaba rodeada por un seto tan grande y espeso que nadie podía ver lo que ocultaba al otro lado y que daba un aspecto muy misterioso a aquel lugar, por lo desconocido.No eran ajenos a aquellos sentimientos, a pesar de sus pocos años, nuestros dos pequeños mellizos que siempre que podían escapaban a curiosear en los alrededores de aquella casa en la que, según contaban, se llevaban a cabo secretas ceremonias a las que, incluso decían, acudían yinn (demonios).Uno de aquellos días de los que escapaban de casa, llegaron junto al seto del enigmático palacio y allí se encontraban tratando de ver algo de lo que su interior encerraba cuando de pronto y de una forma sorprendente se abrió en el espeso ramaje un espacio suficiente como para dar paso a nuestros niños. Al mismo tiempo, pudieron ver un maravilloso prado alfombrado con multitud de flores de todos los colores que cubrían el suelo y pequeños y extraños animalitos que jugueteaban entre ellas y que parecían invitarles a traspasar el seto con la promesa de las más inigualables diversiones y juegos.No lo dudaron y entraron en lo que ellos creyeron en su inocencia el paraíso. Tan ensimismados estaban que no advirtieron que detrás de ellos, un ser algo estevado, moreno de rostro, velloso en el cuerpo y de vista amenazadora, cerraba aquel espacio por el que habían entrado y que así volvía a convertirse en un seto impenetrable.No se volvió a saber nada de ellos, desaparecieron. Se mandaron buscar por público pregón y se dieron numerosas batidas sin el menor éxito. Algunos vecinos comentaron haberlos visto el día anterior merodear cerca de la casa de alabar. Allí, las autoridades seguidas de los vecinos rebuscaron por todas partes y nada ni a nadie encontraron. La casa estaba completamente vacía, como si nadie hubiera vivió nunca, como si sus moradores no hubieran existido.Dos gruesas lágrimas corrieron por aquella noble faz y dirigiéndose hacia la puerta dijo el enano: -Vamos al-Abbar. Y desapareció.Todos los presentes quedamos estupefactos por aquel relato que, enseguida, los más viejos relacionamos con la aparición hacía ya algunos años de aquellos cadáveres emparedados.Tal como ocurrió y tal como me contaron así dejo escrito para general conocimiento de las gentes, que pasado el tiempo, vengan a vivir a esta Aldea del Río y puedan conocer el por qué del nombre de este lugar en el que hemos colocado una gran cruz en recuerdo y memoria de todo lo ocurrido y como homenaje a aquellos dos desdichados mocitos"
sábado, 27 de abril de 2019
La aparición de la Virgen de las Veredas (Torrecampo, Córdoba)
Hace muchos años, tantos que ni nuestros abuelos lo recuerdan, un alegre pastorcito andaba cuidando de su rebaño de ovejas junto al arroyo Guadamora, muy cerquita del Río Guadalmez, en plena Sierra Morena.
Andrés, que así se llamaba el pastor, iba acompañado de Lucero,su inseparable perrito, cuyos cascabeles no dejaban de sonar con sus alegres movimientos.
Era el primer día de mayo y la primavera había pintado el hermoso paisaje de mil colores. El blanco de la jara, las rosas adelfas, el morado romero, las azules florecillas y el verde encinar. Y un enorme y amarillo sol que iluminaba todo el valle.
Avanzaba el día y apretaba el calor. Después de tomar un trago del agua fresca y cristalina que corría por el arroyo, el pastor , su perro y su rebaño decidieron ponerse a la sombra que ofrecían unas rocas al otro lado de la corriente.
Al adentrarse entre aquellos peñascales, unos ladridos del perrillo llamaron la atención de Andrés. Al acercarse hacia el lugar que Lucero señalaba con sus ladridos y movimientos, descubrió cobijada en una pequeña cueva una imagen de la Virgen María.
Lleno de asombro y contento, el pastor metió rápidamente la Virgen en su zurrón y se deslizó ligeramente por las veredas marcadas por el ganado, dejando al perrillo al cuidado del rebaño.
En poco tiempo, el pastorcillo llegó a Torrecampo con gran alboroto por el hallazgo que en su zurrón guardaba.
-¿Qué te ocurre Andrés? ¿has perdido tu rebaño?, preguntaba la gente con gran asombro.
El pastorcito, sin apenas aliento, dijo, al tiempo que abría su zurrón: -¡Mirad lo que he encontrado! ¡ Una imagen de la Virgen!
Cual sería su sorpresa, que al meter la mano en su zurrón, la imagen había desaparecido.
Rápidamente, volvió junto a las rocas y en el mismo sitio encontró a la Virgen, rodeada de las ovejitas y al cuidado del perrillo.
De nuevo metió la Virgen en el zurrón y salió corriendo camino del pueblo. Los habitantes de Torrecampo, conocedores todos de la sorprendente noticia, aguardaban en masa al pastor.
Cuando Andrés quiso sacar la imagen del zurrón, la historia se repitió, ya que la Virgen,de nuevo, había desaparecido milagrosamente. Y así sucedió hasta tres veces.
Todo el pueblo, congregado en masa, decidió acudir al lugar indicado por el pastor , donde se apareció la Virgen. Y allí, en una pequeña cavidad entre las rocas, situada junto a las veredas de los pastores, la gente comprobó que lo que decía Andrés era verdad.
Los torrecampeños comprendieron que lo que la Virgen quería era permanecer en ese lugar, junto al Arroyo Guadamora, por donde desde siempre pasaban los pastores con sus rebaños, en busca de agua y comida para su ganado.
- ¡Hagámosle una ermita a esta Virgen que se apareció en las veredas! - aclamaron los allí congregados.
- ¡Nombremos a la Virgen de las Veredas patrona de nuestro pueblo! - acordaron en multitud.
Y como todos estuvieron de acuerdo, decidieron celebrar aquella milagrosa aparición ,compartiendo como hermanos cuanta bebida y comida llevaban en sus zurrones y alforjas.
Desde entonces, durante el devenir de tantos siglos, cada primero de mayo el pueblo de Torrecampo celebra la aparición de la Virgen de las Veredas con una gran romería.
Virgen del Valle (Santaella, Córdoba)
Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en una higuera, que estaba en el lugar donde actualmente está el santuario. De aquí se la llevaron al Molino Alto, donde querían construir su ermita, aunque no lo consiguieron puesto que cada día amanecía destruida. Actualmente se encuentra en la tierra donde se apareció, el valle, y conserva el tronco de la higuera sobre el que estaba posada.
Nuestro Padre Jesús Nazareno (Rute, Córdoba)
En uno de los paraísos naturales más hermosos de la península, las Sierras de la Subbética Cordobesa, se halla el Monte Hacho. A sus pies se extiende Rute, dormido y blanco, impregnado en licores anisados y dulces tradicionales. Su nombre guarda el recuerdo de los posibles fundadores árabes y, en sus entrañas, huellas romanas. El carácter fronterizo de estas tierras hizo que éstas fueran testigo de conquistas y reconquistas entre cristianos y árabes. Tras un largo cerco, serían los primeros sus definitivos moradores y los que, en nombre de su fe, fundaron el convento que propició la leyenda de Nuestro Padre Jesús de la Rosa.
El escenario en que se desarrolla es el valle de La Hoz, por donde transcurre el río que da nombre a ese lugar. Allí, entre bosques de olmos y fresnos, hallaron los frailes franciscanos un sitio de recogimiento. En 1576 fue fundado el convento de San Francisco de La Hoz. Sus moradores se dedicaban al cultivo de estas tierras generosas y de sus escasas ovejas, Según cuenta la leyenda, en la ermita de San Roque, contigua al convento, se veneraba este Cristo, que recibe el nombre de Jesús de la Rosa. El convento era de obligado paso entre las vecinas localidades de Rute e Iznájar. Tal vez por esto, un joven poco creyente cruzaba frecuentemente ante los ojos de los frailes, cuyo carácter afable hacía que el muchacho parase su caballo y gozara de la amabilidad de aquellos hombres. Éstos le ofrecían agua fresca para hacer más llevaderos aquellos viajes en busca de su novia ruteña. El joven trataba con cierta sorna a los habitantes de aquel lugar, y en tono de burla cortaba cada día una rosa del jardín, ofreciéndosela al Nazareno. En ello estaba en una ocasión cuando, a solas con el Cristo, oyó una voz que le dijo: “-¿Hasta cuándo?” Salió profundamente sobrecogido de la ermita y, arrepentido y lloroso por lo ocurrido, contó a los monjes su experiencia, convertido ya a la fe católica. Nada más sabemos de aquel hombre que hizo nacer la tradición de poner una rosa roja a esta imagen tan venerada en la villa de Rute.
En 1750 los frailes trasladaron su convento y la sagrada imagen de Jesús de la Rosa a Rute, teniendo tres años después su propia Cofradía protagonista de nuestra leyenda. Hacía estación de penitencia el Martes Santo, acompañado por Nuestra Señora del Mayor Dolor y de los religiosos franciscanos.
María Tolón (La Rambla, Córdoba)
Corría la primavera de 1907, más concretamente el mes de abril, cuando muy cerquita de Talbania, en la vecina localidad de La Rambla (muy antiguo pueblo que en tiempos de los moros llamose Al-Ramla y en época romana Murgis) ocurrió un horripilante hecho que conmocionó a toda la comarca y a la población rambleña en especial. Se llamaba Concepción, era soltera y tuerta de un ojo, vivía en la calle Carreteros, era conocida por la gente como “La Vinculera” o “María Tolón” y según parece era criticada por sus vecinos por asuntos que no vienen ahora a cuento. De aquellas críticas nació en ella un gran rencor, sobre todo hacia dos vecinas de su misma calle y en las cuales ejecutó una desalmada e injusta venganza que hizo temblar a todo el pueblo como si hubiese ocurrido un terremoto. La tarde del día 17 de abril se desencadenaron los fatídicos acontecimientos; en un arrebato, ciega de ira, “María Tolón” entró a la casa de una de esas vecinas y, aprovechando que no estaba la madre, cogió de la cuna a la hija de ésta, que apenas contaba nueve meses, y la arrojó al pozo de la casa número 19 de la calle Carreteros, acto seguido salió a la calle de nuevo y vio a un hijo de la otra vecina, se lo llevó en volandas y lo arrojó también al mismo pozo. Según se cuenta, el niño que era de corta edad, tenía la suficiente como para comprender lo que pasaba, tanto es así que en el momento que lo iba a arrojar al pozo lloró suplicándole que no lo hiciera, pero “María Tolón” no tuvo piedad, todo lo contrario, tras echar al niño arrojó al pozo varias tablas de planchar la ropa, una máquina de coser y una pequeña mesa de cocina, todo esto para asegurarse de que los cuerpos de los niños se hundían al fondo del agua. Pasó un día entero de angustiosa búsqueda, padres, familiares, vecinos y autoridades peinaban el pueblo y el campo, y los niños no aparecían, hasta que las sospechas les hicieron mirar en el pozo en cuestión y allí hallaron los dos cuerpecitos sin vida de Ana y Antonio, que así se llamaban los angelitos. La reacción popular fue automática, tras conocerse la noticia por el pueblo el gentío abarrotó la calle Carreteros en poquísimo tiempo, familiares de los niños y vecinos querían matar a “María Tolón” allí mismo con sus propias manos, sin embargo la Guardia Civil y los Guardias Municipales actuaron profesionalmente y evitaron el linchamiento sacando a la asesina por detrás de la casa saltando las tapias del corral que en aquella época daba al campo. A oscuras para no levantar sospechas la llevaron hasta la cárcel, pero la gente ya se había olido la jugada y se apresuró hasta allí, a los agentes les costó Dios y ayuda meter a “María Tolón” sana y salva entre rejas. Los niños fueron enterrados juntos en el cementerio viejo y su lápida fue grabada con sus nombres y la forma en que murieron. En febrero de 1909 Concepción T. J. alias “La Vinculera” o “María Tolón” fue condenada en la Audiencia de Córdoba a cadena perpetua por el asesinato de los niños Antonio P. B. y Ana L. J., sin embargo, inexplicablemente, no cumplió la pena íntegra, porque en 1927 fue vista pidiendo limosna en la Plaza de las Tendillas de la capital cordobesa. Siempre que paso por la calle Carreteros me acuerdo de aquellas dos inocentes criaturas que tan horrible final tuvieron y no puedo evitar sentir un escalofrío al recordar este macabro y tristísimo episodio de la historia de La Rambla, nuestro eterno pueblo vecino, al que tantos lazos nos unen.
El Señor del Río (Puente Genil, Córdoba)
Cuenta la historia que debido a la riada del año 1780 unos niños que jugaban en la orilla vieron una tabla que arrastraba el río y sobre la que venía posada una golondrina, la recuperaron y vieron que la parte que cubrían las aguas tenia esculpida un rostro del Señor.
La operación de la recogida de la tabla del cauce del río había sido observada por un vecino, que considerando cosa milagrosa el hallazgo, hizo levantar un pilar o poste donde fue encontrado y exponerlo a la devoción pública.
Años más tarde a través de las limosnas recogidas se levantó la capilla actual de pequeñas dimensiones. Este Cristo ha tenido especial devoción entre los forasteros La Ermita posee un pequeño retablo de estilo neoclásico realizado en el año 1807.
El interior de la capilla es una sencilla nave embovedada que corre paralela a la fachada y que finaliza en una hornacina en la que se encuentra la imagen del Señor del Río.
En la capilla no se dice misa por el pequeño espacio del que dispone su nave, pero hasta hace poco no era problema para que con frecuencia se viera al lado de la verja de la ermita a devotos rezando.
lunes, 22 de abril de 2019
La mora encantada (Priego de Córdoba, Cordoba)
Hace muchos, muchos, años, vivía en Medina Bahiga, hoy Priego, un Rey moro que vivía en el castillo.
Este Rey tenia una hija bellísima, morena, de ojos verdes con largos y hermosos cabellos negros, a la que gustaba cada noche, peinar para desenredarse sus cabellos.
Al regreso de los baños, un día, por la calle real, del barrio de la villa, los bellísimos ojos de la princesa, se cruzaron, con los humildes ojos de un campesino joven, y hermoso, que subía de las huertas de la Joya.
Cargado con un gran canastón de peros Ruises, la princesa, en ese momento, se estremeció de amores, por el muchacho, hasta caer, rendida de emoción al suelo.
Rápidamente, acudió el joven muchacho, y las damas de compañía para socorrer a la desvalida princesa, una vez repuesta la real dama, ofreció al joven un suave beso que sonrojo la tez del campesino, cuando está noticia llego a oídos de Rey la mando llamar.
El Rey, prohibió tajantemente, que volviese a ver a un muchacho, tan inadecuado para su realeza, a lo que la joven muchacha, se revelo diciendo:
- Prefiero estar penando en prisión, que no volver a verle más.
A lo cual el rey, mandó encerrar a su hija, en la torre, que existía, en las afueras de la cuidad, en lo que se llamaba, la puerta, del camino de la joya, lugar, a donde fue conducida por tres guardas, de cara oscura, al llegar allí fue encerrada, justo encima de donde estamos.
Por aquellos días, un Rey Cristiano, llegado desde el norte, llamado Fernando III el Santo, se hallaba sitiando la ciudad, allá por los campos de la cubé.
El rey cristiano, mando embajadores, para hablar con el rey Moro, de la ciudad de Medina Bahiga, rogándole rindiera la plaza, a lo cual contesto, con la más rotunda de las negativas posibles.
Así que el rey Cristiano, preparo el asedio, las tropas cristianas, que doblaban las de los moros, lograron, tras una dura batalla, hacerse con el dominio de la ciudad.
El rey y todos los habitantes del castillo, fueron pasados a cuchillo, y fue saqueada la ciudad, hasta el extremo de que nadie quedo vivo.
Quizás nadie se acordó de aquella muchacha tan bella, hija del rey, que quedo, para siempre, presa en la torre, por el castigo de su padre, allí, pereció, y nunca más, se supo nada de ella, o casi nada.
Desde entonces, algo pasa por este lugar, cada noche de san Juan, en el solsticio de verano.
Dicen algunos antiguos, que si tienes valor, y no tienes miedo, a eso de las 12 de la noche, y a los pies de ese gran álamo, se aparece la figura espectral, de una bellísima dama, cubierta de ricas vestiduras.
Es bella en extremo, se acerca hasta el nacimiento, se sienta allí en silencio y con un peine de oro en su mano, peina incansablemente sus largos y hermosos cabellos negros.
Este Rey tenia una hija bellísima, morena, de ojos verdes con largos y hermosos cabellos negros, a la que gustaba cada noche, peinar para desenredarse sus cabellos.
Al regreso de los baños, un día, por la calle real, del barrio de la villa, los bellísimos ojos de la princesa, se cruzaron, con los humildes ojos de un campesino joven, y hermoso, que subía de las huertas de la Joya.
Cargado con un gran canastón de peros Ruises, la princesa, en ese momento, se estremeció de amores, por el muchacho, hasta caer, rendida de emoción al suelo.
Rápidamente, acudió el joven muchacho, y las damas de compañía para socorrer a la desvalida princesa, una vez repuesta la real dama, ofreció al joven un suave beso que sonrojo la tez del campesino, cuando está noticia llego a oídos de Rey la mando llamar.
El Rey, prohibió tajantemente, que volviese a ver a un muchacho, tan inadecuado para su realeza, a lo que la joven muchacha, se revelo diciendo:
- Prefiero estar penando en prisión, que no volver a verle más.
A lo cual el rey, mandó encerrar a su hija, en la torre, que existía, en las afueras de la cuidad, en lo que se llamaba, la puerta, del camino de la joya, lugar, a donde fue conducida por tres guardas, de cara oscura, al llegar allí fue encerrada, justo encima de donde estamos.
Por aquellos días, un Rey Cristiano, llegado desde el norte, llamado Fernando III el Santo, se hallaba sitiando la ciudad, allá por los campos de la cubé.
El rey cristiano, mando embajadores, para hablar con el rey Moro, de la ciudad de Medina Bahiga, rogándole rindiera la plaza, a lo cual contesto, con la más rotunda de las negativas posibles.
Así que el rey Cristiano, preparo el asedio, las tropas cristianas, que doblaban las de los moros, lograron, tras una dura batalla, hacerse con el dominio de la ciudad.
El rey y todos los habitantes del castillo, fueron pasados a cuchillo, y fue saqueada la ciudad, hasta el extremo de que nadie quedo vivo.
Quizás nadie se acordó de aquella muchacha tan bella, hija del rey, que quedo, para siempre, presa en la torre, por el castigo de su padre, allí, pereció, y nunca más, se supo nada de ella, o casi nada.
Desde entonces, algo pasa por este lugar, cada noche de san Juan, en el solsticio de verano.
Dicen algunos antiguos, que si tienes valor, y no tienes miedo, a eso de las 12 de la noche, y a los pies de ese gran álamo, se aparece la figura espectral, de una bellísima dama, cubierta de ricas vestiduras.
Es bella en extremo, se acerca hasta el nacimiento, se sienta allí en silencio y con un peine de oro en su mano, peina incansablemente sus largos y hermosos cabellos negros.
El callejón del muerto (Priego de Córdoba, Córdoba)
“era el año de 1785, hablando de la puebla antigua, eran las 3 de la mañana cuando doña Juliana Domínguez, esposa de don Anastasio Priego, familia acaudalada y dueños del mesón de Priego, comenzó con los dolores de parto y era necesario ir por la partera, doña Simonita. Corrió por su sombrero, capa y espada y pidió a la servidumbre que fueran preparando todo lo necesario para el alumbramiento mientras él regresaba con la partera. Era una noche lluviosa y tormentosa, motivo por el cual quisieron acompañarle sus ayudantes, además porque siempre las horas de madrugada han sido propicias para asaltos y asesinatos. don Anastasio no quiso la compañía de nadie y se dirigió solo hacia la parroquia de Analco, que en aquellos tiempos era panteón dirigiéndose hacia la calle de santo Tomás, hoy conocida como la 5 oriente. Por lo oscuro de la noche, iba alumbrándose con una lámpara de aceite cuando lo sorprendió un tipo que en forma enérgica y poco cortés desenvainó su espada y se la puso en el abdomen al señor Priego al mismo tiempo que le exigía el oro o la vida. Para esto, don Anastasio siempre se caracterizó por ser diestro en la esgrima, era tan hábil que pocos lo retaban, motivo por el cual dio un salto y sacando su espada con la rapidez de un relámpago, la hundió en el corazón del asaltante, quien inmediatamente cayó muerto. Con la prisa que tenía por llegar a donde estaba la partera se olvidó de lo ocurrido y llegó hasta el hogar de ésta para dirigirse a su casona, obviamente le platicó lo sucedido a doña Simonita. Pasaron por el puente de Ovando, evitando regresar por el mismo rumbo, cruzaron la plazuela de Analco y llegaron de nuevo al mesón. Llegaron justo a tiempo para recibir a un par de gemelos. Al terminar su trabajo, don Anastasio acompañó de nuevo a la partera; más que por cortesía, fue por regresar al lugar del crimen donde encontró el cadáver rodeado de curiosos que oraban por su alma.
A partir de ese momento, le empezaron a llamar el callejón del muerto, antiguo callejón de illescas ubicado entre la 3 y 5 oriente esquina con 12 sur. Se cuenta que desde ese momento comenzó a aparecerse el asaltante a todo aquel que pasaba a horas no apropiadas, motivo por el cual don Marcelino Yllescas, vecino del lugar, mandó a hacer misas en su honor.
Una tarde de agosto, en el atrio del templo de Analco llegó un hombre que abordó al sacerdote, al mismo tiempo que le tomó del brazo pidiéndole que lo confesara. Como el sacristán ya iba a cerrar la iglesia, el padre Panchito, como cariñosamente lo llamaban, le pidió que no lo hiciera porque iba a entrar al confesionario. El tiempo transcurría y el sacristán entró a la iglesia, pero ni el sacerdote ni el hombre se encontraban. Todos los días a las siete de la mañana el padre Panchito celebraba misa, pero en esta ocasión no acudió. El párroco y el sacristán acudieron a su casa y lo encontraron muy grave, enfermo de tifus, por lo que el párroco confesó al padre y en su confesión éste le dijo que había dado absolución a un hombre que tenía mucho tiempo de muerto y que como estaba penando, venía con permiso de Dios a buscar el perdón y el descanso eterno.
Al siguiente día, el padre Panchito murió por el impacto tan fuerte de haber hablado con un difunto y verlo desaparecer al otorgarle la absolución. Se terminó el penar de esa alma y al callejón sólo le quedó el nombre porque nunca más apareció el muerto”.
A partir de ese momento, le empezaron a llamar el callejón del muerto, antiguo callejón de illescas ubicado entre la 3 y 5 oriente esquina con 12 sur. Se cuenta que desde ese momento comenzó a aparecerse el asaltante a todo aquel que pasaba a horas no apropiadas, motivo por el cual don Marcelino Yllescas, vecino del lugar, mandó a hacer misas en su honor.
Una tarde de agosto, en el atrio del templo de Analco llegó un hombre que abordó al sacerdote, al mismo tiempo que le tomó del brazo pidiéndole que lo confesara. Como el sacristán ya iba a cerrar la iglesia, el padre Panchito, como cariñosamente lo llamaban, le pidió que no lo hiciera porque iba a entrar al confesionario. El tiempo transcurría y el sacristán entró a la iglesia, pero ni el sacerdote ni el hombre se encontraban. Todos los días a las siete de la mañana el padre Panchito celebraba misa, pero en esta ocasión no acudió. El párroco y el sacristán acudieron a su casa y lo encontraron muy grave, enfermo de tifus, por lo que el párroco confesó al padre y en su confesión éste le dijo que había dado absolución a un hombre que tenía mucho tiempo de muerto y que como estaba penando, venía con permiso de Dios a buscar el perdón y el descanso eterno.
Al siguiente día, el padre Panchito murió por el impacto tan fuerte de haber hablado con un difunto y verlo desaparecer al otorgarle la absolución. Se terminó el penar de esa alma y al callejón sólo le quedó el nombre porque nunca más apareció el muerto”.
sábado, 20 de abril de 2019
Virgen de la Salud (Posadas, Córdoba)
El origen del culto y devoción que el pueblo de Posadas manifiesta hacia a la Santísima Virgen de la Salud se remonta al año 1658 cuando a comienzos de ese año fue traída su venerada imagen a esta Villa.
Cuenta la leyenda que la imagen vino desde granada cargada en un burro con destino a otro pueblo, pero al pasar por las cercanías de la ermita de Jesús el animal enfermó y murió. Este hecho fue considerado una especie de mensaje celestial en el sentido de que la Señora quería permanecer allí. Ignoramos si la imagen fue tallada entonces o ya existía y recibía culto. También se ignora las personas que intervinieron en la traída de la Virgen ni a qué influencias se debió.
La Imagen llega a Posadas a comienzos de 1658 cuando Posadas y toda la Andalucía se vio azotada por una terrible Peste que duró hasta finales de 1659. De esta terrible calamidad se libro la Villa de Posadas desde la entrada de la imagen de Ntra. Señora a la que el pueblo unánime atribuyó el milagro y desde esntonces la llamó “de la Salud”.
Un monje Basiliano en la Novena de la virgen dice “habiendo entrado la imagen de María en Posadas, entró la salud en ella; y así, todos sus vecinos a una voz la aclamaron desde entonces hasta hoy, con el título de VIRGEN DE LA SALUD, por habérsela dado a todos en tan funesta calamidad”.
En agradecimiento a la Virgen Santísima por tan señalado favor, fue elevada una súplica al Ilmo. Sr. D. Francisco de Alarcón Covarrubias, Obispo de la Diócesis de Córdoba (1658-1676) para que María Santísima Nuestra Señora con el título de la Salud, venerada y colocada en la ermita de Jesús Nazareno, extramuros de la población fuese nombrada Patrona de la Villa de Posadas. El 22 de Marzo del mismo año de 1658, el Sr. Obispo, por despacho del Vicario General de la Diócesis, acepto la petición permitiendo al Concejo, Justicia, Regimiento, Estado Eclesiástica y vecindario de la Villa de Posadas, nombrar y elegir por patrona a María Santísima de la Salud.
Leída y notificada la licencia o concesión del Sr. Obispo, el día 14 de abril de 1658, estando reunidos en la iglesia de Santa María de la Flores, Parroquia de la Villa, el Concejo, Justicia, Regimiento y vecinos de la Villa, junto con la Clerecía, en cabildo abierto, constando el nombre de los presentes, todos ellos, unánimes y conformes, usando de la facultad concedida, hicieron juramento solemne, en la forma acostumbrada, de admitir por Patrona de esta villa de las Posadas a la Virgen Santísima, en su imagen de la advocación de la Salud, sin admitir otro Patronato, y hacer todos los años su festividad el primer domingo de mayo.
Y para que se hiciera la fiesta, el dicho Concejo y vecinos decidieron dar cada año la limosna de 10 ducados, que fundaron y cargaron sobre la huerta, que estando junto a la ermita, y que era de dicho Concejo y vecinos. Así fue acordado y firmado ante notario público.
Son muchos los favores que la Villa de Posadas ha recibido de Ntra. Sra. de la Salud. En 1680 la villa de Posadas se libró de otra peste, cuyo contagio fue más universal que la anterior, no existen registrados en los Libros Parroquiales de esta Villa nota que manifieste que algún paisano lo hubiese sufrido, se hayan en ellos que murieron menos personas que en años anteriores. En 1738 se experimentó en Córdoba y sus inmediaciones una epidemia de tifus de la que nuestra Villa se libró, por la invocación de la Virgen de la Salud, muriendo sólo algunas personas de edad avanzada.
En 1755, el día de Todos los Santos, hubo un terremoto en la región que causó innumerables ruinas, muertes y desolación, no recibiendo Nuestra Villa el más leve daño ni en sus moradores ni en sus edificios, queriendo María Santísima que sólo padeciese su ermita para ostentan su patrocino con un nuevo prodigio. El niño José Jurado, de 2 años de edad, se hallaba en la ermita cuando ocurrió el terremoto, hundiéndose el campanario sobre el techo de la cocina que cedió quedando el niño enterrado en ruinas. Al estruendo acudió su padre que invocando a María Santísima de la Salud fue apartando el material (tejas, ladrillos y vigas) para sacar a su y darle decente sepultura. Al encontrarlo lo puso ante la imagen de María Santísima de la Salud cuando el niño abrió sus ojos alegre y sin ningún susto. Al día siguiente el niño fue llevado a la Parroquia dando todos pudieron ser testigos de la maravilla dando gracias a Nuestra Madre por los favores recibidos.
Su Santidad Benedicto XIV, por Bula dada en Roma, junto al Anillo del Pescados, en 27 de Abril de 1750, declaró Patrona de Posadas y especial Abogada contra la peste a la Santísima Virgen de la Salud, con las mismas condiciones con que fue pedido tan gran favor, facultando al Sr. Obispo para que fijase la fecha de la festividad. El Sr. Obispo publicó la erección canónica de este Patronato en su decreto de 3 de Junio de ese mismo año, señalando el 8 de Septiembre para celebrar la fiesta.
En su traslado anual a la Parroquia la Virgen, excepto en contadas ocasiones, siempre ha ido acompañada de la imagen de San Sebastián. No se tiene constancia de la relación entre este mártir y Ntra. Sra. de la Salud, pero en Posadas su devoción aparece unida. Quizás el pueblo pidiese la intercesión divina por medio de este Santo Mártir para que le librase de la Peste ya que este Santo para la Iglesia es abogado contra la Peste. Ademá su Imagen se encontraba en el retablo del altar mayor de la ermita de Jesús
El 4 de abril de 1933 se reconstruyó la Hermandad de Nuestra Señora, por un gesto decidido del capellán de la Virgen, D. Antonio Lara Roque, y un grupo de señoras que en aquellos días mantuvieron viva la devoción de la Patrona, cuando el Ayuntamiento retiró su apoyo. Durante los años de la República, la Hermandad se vio privada de la renta de la Huerta, pero siempre hubo fervientes devotos que costearon los cultos de la Patrona y hasta con mayor esplendor que en otras ocasiones. En estos tiempos la virgen tenía que bajar a la parroquia en automóvil, subiendo tras laboriosas negociaciones la Virgen sola.
El 23 de julio de 1936 se destruyeron los altares e imágenes de todas las iglesias entre ellas la hermosa y querida Imagen de Ntra. Patrona, así como la de San Sebastián. A pesar de ello, en 1936 hubo novena en su honor siendo presididos los actos por un cuadro de la virgen que un devoto cedió a tal fin.
La junta de la Hermandad pensó en hacer otra imagen, haciéndose para ello una suscripción a la que contribuyó todo el pueblo. La nueva imagen se encargó al escultor sevillano Sr. Castillo Lastrucci. Una vez colocada la nueva imagen en su camarín en abril de 1938, en un trono nuevo y hermoseada la ermita, la benemérita junta de señoras cedió paso a otras, que siguieran atendiendo el amor filial, al culto y veneración de la patrona hasta que en 1947, en sesión celebrada el 29 de junio por deseo expreso del Sr. Párroco D. Fermín Urbano Roque, hijo de la Villa, se hizo traspaso de los cargo de las señoras a caballeros que constituyeron una Junta Directiva, pasando las damas a un segundo lugar como camareras de la Virgen. Esta junta con ligeros cambios habidos el 17 de octubre de 1952, continúa al frente de la Hermandad en las jornadas del Tercer Centenario que tuvieron lugar durante el mes de mayo de 1958.
El 7 de octubre de 1992 S.E.R. Sr. D. José Antonio Infantes Florido, Obispo de Córdoba, mediante Decreto, nombra al Rvdo. SR. Cura Párroco de Posadas D. Enrique Aparicio Raya responsable de la Hermandad de Ntra. Sra. de la Salud, reuniendo a un grupo de personas para formar una Junta Gestora, que tomó el relevo de la junta anterior el día 20 de octubre de ese mismo año. En ese momento la Hermandad no disponía de libros de cuentas, Actas, Hermanos ni ningún otra documentación, por lo que se abrieron nuevos desde ese mismo momento.
El Terrible (Peñarroya-Pueblonuevo, Córdoba)
El pueblo Peñarroya-Pueblonuevo de Córdoba no siempre ha sido un único pueblo.
Antiguamente solo existía Peñarroya y a lo que ahora llamamos Pueblonuevo, en realidad se llama Pueblonuevo del Terrible he aquí su leyenda.
Pueblonuevo del Terrible apareció en el siglo XIX gracias a las explotaciones mineras. El nombre de Pueblonuevo del Terrible viene dado a un famoso perro llamado "Terrible" que junto a su dueño José Simón de Lillo encontraron el carbón en esta zona.El municipio actual y su nombre son frutos de la fusión en 1927 de los dos municipios: Peñarroya y Pueblonuevo del Terrible, cuyos núcleos de población se hallan contiguos.
Antiguamente solo existía Peñarroya y a lo que ahora llamamos Pueblonuevo, en realidad se llama Pueblonuevo del Terrible he aquí su leyenda.
Pueblonuevo del Terrible apareció en el siglo XIX gracias a las explotaciones mineras. El nombre de Pueblonuevo del Terrible viene dado a un famoso perro llamado "Terrible" que junto a su dueño José Simón de Lillo encontraron el carbón en esta zona.El municipio actual y su nombre son frutos de la fusión en 1927 de los dos municipios: Peñarroya y Pueblonuevo del Terrible, cuyos núcleos de población se hallan contiguos.
La importancia de los yacimientos propicia que comiencen a fundarse nuevas compañías mineras, fundamentalmente francesas. El primer Cerco Industrial se levanta frente a Pueblonuevo del Terrible en 1875 por la Hullera Belmezana, aprovechando para exportar sus productos y los mineros, la línea ferrea entre Belmez y el Castillo de Almorchón y la terminación del ferrocarril entre Belmez y Córdoba. En estas fechas acuden a la zona multitud de inmigrantes y aparte de la colonia francesa establecida en la misma, vienen tambien a la localidad portugueses e italianos, siendo bastante fuerte el movimiento obrero.
Una de las leyendas más infantiles del pueblo que ha sido contada por sus habitantes es la siguiente:
Uno de los mineros que trabajaban en Peñarroya era José Simón de Lillo iba con su perro llamado Terrible y encontrón una piedra de carbón que los llevó hacia una especie de terreno en el que construyeron este pueblo que hace referencia a un pueblo nuevo descubierto a partir de Peñarroya y al perro del minero llamado Terrible. En Peñarroya-Pueblonuevo hay una estatua en honor a ese perro.
Reina Cava (Pedroche, Córdoba)
Pedroche, fue escenario un tiempo de la desgraciada historia de la Reina Cava. En su
castillo de Piedra (Betrus‐Him), propiedad de Teodoredo, se reunían los hijos de los
nobles.
Era entonces la casa del rey escuela de milicia. Allí los varones, en edad de merecer,
aprendían el manejo de las armas, guardaban la persona del rey, le seguían en la
guerra y en la caza y le servían a la mesa.
Allí las muchachas principales, como damas de la reina, eran adoctrinadas en el canto y
en la danza, en las labores y en cuanto a mujeres pertenecía. Allí se concertaban los
matrimonios de unos y otras conforme a sus méritos y cualidades.
Entre las jóvenes puestas al servicio de la reina Egilona destacaba por su extraordinaria
hermosura una princesa, llamada Cava, hija del conde don Julián. Por línea materna
era nieta del rey Egica.
Cuenta la leyenda que un día de la primavera del año 709 un grupo de músicos
ambulantes entraron en la plaza del castillo. Al son de sus melodías las muchachas
dieron muestras de regocijo y comenzaron a saltar y a bailar. Movido por la curiosidad
asómose el rey Rodrigo a la ventana del castillo en el preciso instante en que Cava caía
en el suelo y descubría gran parte de su cuerpo.
Quedó el rey tan herido y prendado de la joven princesa que desde entonces en
ninguna otra cosa podía pensar. Crecía en sus entrañas aquel innegable deseo y se avivaba más aún con la frecuente vista de la hermosísima doncella. Buscó tiempo y
lugar oportuno para satisfacerse, mas la Cava no se dejó vencer ni con halagos ni con
amenazas. Llegó a tanto el desatino del rey que no dudó en hacerle fuerza y
violentarla.
Como fuera de sí por la afrenta recibida, la joven no sabía qué partido tomar: Si
disimular su daño o si dar cuenta de él. Determinó por fin comunicarlo a su padre, el
conde don Julián, que por aquel entonces se hallaba en África como embajador del
mismo rey.
"...Ojalá, padre y señor, ojalá la tierra se me abriera antes que me viera puesta en
condición de daros esta triste nueva. Me avergüenzo de escribir lo que no me es lícito
callar: Vuestra hija, de estirpe real, encomendada al rey Rodrigo, como una oveja al
lobo, ha sido afrentada por él. Vos, si sois varón, haréis que el gusto que tomó de
nuestro daño se le vuelva veneno y no quede sin castigo quien así se burló de nuestra
casa y linaje".
Aguijoneado por el dolor de la afrenta volvió don Julián rápidamente de África. Pero no
era el conde tan ingenuo que no supiera fingir y disimular sus verdaderos propósitos.
Fue recibido y agasajado en la corte, creció en gracia y en privanza y apoyado en el
favor real no hubo secreto ni privilegio que él no compartiera.
Estaban revueltas entonces las cosas con Francia. Las tropas del país vecino
molestaban a las nuestras con algunas incursiones. Y fue esta la ocasión aprovechada
por don Julián para poner en práctica su secreta venganza:
Con diversas trazas acentuó el peligro que por el norte se cernía sobre la España
visigoda. Era necesario enviar allá los soldados, caballos y armas de que dispusiera el
reino...
Al mismo tiempo el conde pedía volver a África: Su esposa había quedado allá y
sufriendo grave enfermedad nada podría aliviarla tanto como la vista de su amada hija.
Junto a la ribera del Mediterráneo, en Málaga, hay una puerta, llamada de la Cava, por
donde se dice que salieron padre e hija para embarcarse. Y así, mientras el reino
enviaba todos sus hombres a la frontera francesa, quedando desprovisto de fuerzas,
don Julián y su bella hija cruzaban el estrecho.
Poco tiempo después, los ejércitos moros invadían la Península... Con ellos volvió el
conde peleando no al lado, sino frente al rey que un día ofendiera a su hija.
Y dicen las crónicas que los invasores degollaron a los hijos y familiares de la real
estirpe goda. Y que entre los hijos del rey Rodrigo había quedado sin vida el que
también fuera hijo de la Cava...
Hay una fuente en Pedroche con la particularidad de tener el suelo de madera. Es la
fuente de la Cava. Allí, cuentan los ancianos, como una tradición recibida de padres a
hijos, que la infortunada princesa lloró con desgarro la muerte de su hijo.
Y que, encaramada sobre el brocal retorcido de la fuente, maldijo su propio destino. Y
que arrancándose sus collares y brazaletes de oro se arrojó desesperada a las aguas
silenciosas... Y que durante muchos años, al filo de la madrugada, una voz
entrecortada y llorosa, como queriendo justificar el desatino de su decisión, desde lo
profundo de la fuente solía repetir: Más que la propia vida vale un hijo cualquiera.
Fantasmas (Palma del Río, Córdoba)
"Fantasmas" era el apelativo que durante bastantes años se daba aquí a los pretendientes que, en épocas en que el alumbrado público era muy deficiente, se cubrían con una sábana para ir a casa de su "amada" a "pelar la pava", sin ser reconocidos por los posibles viandantes, ya fuese por ser ésta persona casada o no poder hacerse oficial aún la relación. Parecían espectros a los que solo les faltaban las cadenas que arrastrar, con su sonido siniestro, para asustar a los curiosos que les pudiesen incordiar sus lances amatorios nocturnos. Otro tipo de "fantasmas" relacionados con la mala iluminación callejera eran los bromistas que abundaban, sobre todo en noches de verano. Mi padre nos contó que una vez un grupo de estos guasones quiso reírse de un conocido señor mayor que gustaba abusar del alcohol. Para ello, antes de que saliese del establecimiento que frecuentaba para volver a su casa, fueron a ésta, le taparon la puerta con una sábana, y le esperaron agazapados. Cuando el beodo llegó, por su estado y por la falta de claridad, no supo encontrar la entrada, disimulada al confundirse el blanco de la sábana con el de la fachada de su casa. Disfrutaron viendo cómo el viejo iba de un lado al otro de la calle totalmente perdido. Y luego le dieron gran susto y se burlaron de él.
La dama blanca (Palma del Río, Córdoba)
Todos los palmeños conocen el convento de Santa Clara, un edificio del siglo XV que está siendo restaurado desde hace varios años y que entrará en funcionamiento en breve como museo y como centro de actividades culturales y recreativas. Sin embargo, pocos saben que la fundación de este convento de clarisas tiene su punto de partida en un crimen. El cronista de Palma del Río, Juan Antonio Egea, explica que es una realidad histórica que el convento se construye para limpiar la conciencia del noble don Juan de Manos Albas, que haciendo verdadero el dicho de que la vida imita al arte, reproduce la historia de Otelo y asesina a su mujer de manera brutal llevado por un ataque de celos, para comprobar más tarde que su esposa no le era infiel y además estaba muy enamorada de él. Esto le conduce a atormentarse de tal manera que hasta cree ver el fantasma de su mujer. Para expiar este pecado y conminar al espectro a que repose en paz para siempre, cede los terrenos donde hoy se levanta este monumento y sufraga los gastos de edificación a finales del siglo XV. Egea asegura que hay constancia de estos hechos gracias a la bula que le concede el Papa Alejandro VI, donde se recoge esta historia.
No obstante, si lo que quería este caballero noble era que el alma de su esposa descansase en paz, parece que no tuvo éxito, ya que, desde entonces circulan entre el pueblo historias como que de noche se escuchan ruidos extraños en el convento e incluso algunas personas aseguran haber visto la figura de una mujer vestida de blanco. Estos hechos han llevado al programa de Iker Jiménez, Cuarto Milenio, a Palma para documentar el fenómeno, así como el de las Caballerizas donde estaba situado hasta hace poco el Museo, ya que según la leyenda, se escuchan golpes y llantos de una niña que falleció en un incendio hace años.
La piedra del Cid (Monturque, Córdoba)
En el término municipal de Monturque, a ochocientos metros, aproximadamente, al noroeste de su casco urbano, situado en el polígono número nueve del actual Catastro de Rústica, e inscrito dentro de las coordenadas geográficas de 37º 28' latitud Norte y de 4º 35' longitud Occidental (hoja 988 4-1 del Mapa Topográfico de Andalucía), se localiza el paraje conocido como Piedra del Cid. El lugar, con unas diez hectáreas de extensión y forma ligeramente triangular, se encuentra delimitado: al norte, por la carretera N-331 de Córdoba a Málaga; al sur y oeste, por el camino del Cañuelo, y al este, por el partidor que lo separa del pago de La Esperilla; y según la tradición, debe su nombre en honor del mítico héroe castellano Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid Campeador, por haberse desarrollado en el mismo una de sus gloriosas hazañas bélicas, ampliamente recitada y difundida por juglares y poetas en los típicos romances de la Edad Media (1).
A finales del siglo XI, gran parte del territorio de la península Ibérica continuaba aún bajo la dominación musulmana, que desde la fragmentación del Califato a principios de esa misma centuria, como consecuencia de las revueltas tribales iniciadas poco después de la muerte del célebre caudillo árabe Almanzor, había quedado dividido en los diferentes reinos de taifas, pequeños estados independientes gobernados por los miembros más influyentes de la antigua nobleza, descendientes de las familias llegadas al inicio de la invasión. Durante el período transcurrido desde su origen hasta la época citada, y debido a su ambición expansiva, algunos de estos pequeños feudos fueron anexionándose otros cercanos, y adquirieron con el tiempo una notable influencia y un mayor poder en el nuevo contexto político-social que se vivía; de esta manera, en el sur de al-Andalus, el reino de Sevilla acabó dominando todo el valle del Guadalquivir, y el de Granada se extendió prácticamente por toda la parte oriental. Además de los importantes adelantos culturales, científicos y materiales que los encumbraron, los reinos de taifas se caracterizaron también por una gran debilidad política, en contraposición con el fuerte espíritu bélico y menor nivel cultural de los reinos cristianos del norte, los cuales vieron pronto hechas realidad sus aspiraciones de conquista y colonización, pues en sucesivas campañas militares consiguieron adueñarse paulatinamente de nuevos territorios, y amenazaban con extender cada vez más su ocupación, favorecidos por la rivalidad existente entre los soberanos de esos diversos estados.
La supremacía que los reyes cristianos alcanzaron sobre los musulmanes llegó en algunos casos hasta el extremo de convertirlos en verdaderos vasallos, mediante el establecimiento de unas contribuciones pecuniarias que estos últimos debían pagarles a cambio de que los primeros no invadieran sus dominios, y les prestaran protección y ayuda en las continuas hostilidades internas que mantenían entre ellos. Cuando en ocasiones los reyes de taifas intentaban eludir las exigencias económicas reclamadas, los cristianos recurrían a las incursiones militares para disuadirlos, con lo que realmente se estaba produciendo una superposición de períodos de cierta convivencia con otros de acoso y conquista.
A finales del año 1079, el monarca castellano-leonés Alfonso VI envió una embajada al reino sevillano con el objeto de cobrar las parias -nombre que recibieron las contribuciones monetarias a que nos referimos- que debía pagarle el soberano de dicha taifa, poniendo al frente de la misma a su fiel vasallo Rodrigo Díaz de Vivar. Gobernaba allí el rey Almutamid, quien ya era pechero del cristiano desde varios años atrás, y que mantenía una fuerte rivalidad con el granadino Abdallah, traducida en continuas disputas e invasiones recíprocas de sus respectivos dominios. Precisamente, la llegada del Campeador a Sevilla coincidió con un momento en el que el de Granada hostigaba al sevillano, apoyado inexplicablemente en sus correrías por cuatro poderosos caballeros castellanos, fieles vasallos también del rey Alfonso: el conde García Ordóñez de Nájera y Fortún Sánchez, casados ambos con sendas infantas de Navarra, Lope Sánchez, hermano del segundo, y Diego Pérez. Enterado el Cid de esta situación y creyendo su obligación defender a su tributario Almutamid, escribió al gobernante de Granada y a sus aliados cristianos para que desistiesen en sus amenazas; pero éstos, haciendo caso omiso de las advertencias, atacaron las tierras del sevillano, saquearon todos los lugares a su paso y llegaron en sus incursiones hasta el castillo fronterizo de la población de Cabra.
Insistió Rodrigo en su defensa y, poniéndose al frente de la pequeña hueste que lo había acompañado en su empresa, se dirigió al encuentro de los invasores; trabose una dura y larga batalla en la que los granadinos sufrieron una gran derrota, y fueron hechos cautivos los caballeros cristianos que formaban parte de las tropas vencidas. Como prueba de su victoria, el de Vivar retuvo a los prisioneros durante tres días y humilló públicamente al de Nájera cortándole la barba una pulgada, lo cual estaba considerado como una afrenta gravísima y causa de enemistad perpetua (2).
A lo largo de los años, varios autores nos han dejado testimonio de la existencia de una tradición que identifica el paraje monturqueño objeto de nuestro trabajo como el lugar donde tuvo lugar esa épica batalla. Así, el poeta y arqueólogo cordobés Juan Bernier, en el artículo titulado "En Monturque, donde el Cid "mesó las barbas" al conde de Nájera", de su libro Córdoba Tierra Nuestra, nos cuenta: "Debió seguir [el Cid] la ruta del Genil arriba, desde Ecija, hasta el río Cabra y camino de Monturque, a la bifurcación de la vía hacia Lucena y Cabra. Precisamente aquí, unas enormes rocas con vestigios de haber tenido alguna fortificación quedan todavía a la izquierda, una vez pasado Monturque. Son las célebres "Piedras del Cid", de que se habla en las crónicas cristiano-arábigas y que tanto dieron que hablar a los eruditos posteriores. Aquí el Cid, con su escolta y tropas sevillanas, tuvo la suerte de encontrar los nobles ganapanes alaveses y castellanos, al servicio del granadino", y finaliza diciendo que "Desde entonces fueron célebres esta[s] "Piedras del Cid", que hoy vemos al salir de Monturque, uno de los pocos sitios cordobeses que se nombran en la gesta y el romance cidiano" (3).
También el Dr. Arjona Castro, gran investigador del pasado cultural de la Córdoba musulmana, se refiere a la batalla y al sitio en cuestión, y nos dice que "La tradición guarda la leyenda que cerca de Monturque está una roca llamada la piedra del Cid en recuerdo del famoso encuentro del Cid con los granadinos" (4).
Por su parte, el ilustre erudito Ramón Menéndez Pidal, uno de los mayores estudiosos de la vida del héroe castellano, en su obra La España del Cid se hace eco de lo recogido en 1844 por el historiador Lafuente Alcántara, sobre la identificación que los monturqueños hacían de la llamada Piedra del Cid como el lugar donde ocurrió la comentada confrontación bélica (5). En realidad, y según hemos podido comprobar, este último autor no hace sino reproducir lo ya apuntado un siglo antes por el Cura de Montoro en sus Memorias de la Ciudad de Lucena, y su territorio, cuando dice: "Aunque la Historia General [del rey Alfonso X el Sabio] no dice el Campo donde se tubo esta batalla, y solo expresa, que el Rey de Granada, y sus aliados corrieron hasta Cabra. La tradición de los Naturales de Monturque, y el célebre monumento de la piedra del Cid, que existe distante de allí menos de un quarto de legua, dicen claramente, que en su campo se dio esta célebre batalla. Está esta piedra en la junta de los caminos, que van de Cabra, y Lucena para Aguilar, distante una legua de este Pueblo, y dos de aquellos. Es una piedra viva mui grande, y escarpada, en la que pudo estar a defensa de los acometimientos enemigos una Casa fuerte, o Castillo, de lo que se muestran allí bestigios, y señales de estar unida a la misma piedra, como se ve por lo agugeros, que se manifiestan, fabricados por arte, a fin de sostener las Vigas, que servían a el edificio" (6).
Pero, sin duda, el testimonio más interesante sobre el tema lo encontramos en un documento que se conserva en la Biblioteca Nacional en Madrid, formando parte integrante de uno de los volúmenes que agrupan las relaciones geográficas reunidas por Tomás López, renombrado geógrafo y cartógrafo español, que en la segunda mitad del siglo XVIII intentó realizar un completo mapa de España que recogiera, de forma precisa y lo más exhaustiva y descriptivamente posible, todos los lugares, territorios y accidentes que la conformaban. Para su propósito, envió una especie de interrogatorio a los diversos prelados, a los curas párrocos y a algunos funcionarios civiles, recabándoles información sobre datos económicos, geográficos, históricos, políticos, administrativos, demográficos, religiosos, etc.; y aunque su objetivo no se vio culminado, con las numerosas contestaciones recibidas consiguió reunir un abundante material, que hoy día constituye para los investigadores una fuente documental de un enorme valor histórico.
Así, en la relación correspondiente a Monturque existe, entre otros, un manuscrito cuyo encabezamiento dice: "Notizias que da Dn. Joaquín Muñoz Notario mayor de esta Villa al Señor Dn. Manuel Gonzales López Vicario y cura de esta Villa de sus Antigüedades en este presente año de 1792", y en cuyo interesante contenido puede leerse el testimonio al que nos referimos: "A la distancia de medio quarto de legua asia el Norte y poniente existe una gran piedra excarpiada cortada a zinzel y bestixios en ella de vigas y cimientos fuertes y está en un ameno balle nombrada la Piedra del Cid Canpeador de quien diré después", siguiendo más adelante: "… estando Dn. Rodrigo de Vibar con su exército o gentes acanpadas en un ameno valle menos de medio quarto de legua de ésta apoderado de una casa fuerte en una grande piedra que diximos ariva llamada del Cid, en donde estava guarezido oculto de las vistas del exército granadino, que llevados de su intento seguían su menada saliéndoles al encuentro les dio vatalla en la que les venció quedando por prisioneros el Conde Dn. García Ordóñez, Diego Pérez, Fortún Sánchez Yerno de Rey de Navarra, y Lope Sánchez su ermano. Los que estubieron presos tres días en dicha casa fuerte poniendo el exército del Rey de Granada en bergonzosa fuga persiguiéndole asta egabro o Cabra; Vitorioso de esta enpresa vista por los de su canpo de común acuerdo de Moros y Christianos de su exército le apellidaron entonces y determinaron llamarle y nonbrarle desde entonzes Cid Canpeador, de donde tomó el nonbre la referida piedra del Cid Canpeador por esta azaña que en ella consiguió" (7).
Por nuestra parte, el topónimo de Piedra del Cid o Peña del Cid referido al pago del que venimos hablando, lo encontramos ya reseñado en un libro del archivo de la parroquia de San Mateo de Monturque del año 1687, en donde entre los bienes pertenecientes a la Fábrica Parroquial se menciona un censo de mil quinientos maravedís anuales, impuesto el 22 de junio de 1626 por el vecino Bartolomé Garzía Moyano Almogávar y su esposa Leonor de Ortiz en favor de María de Bergara, como compensación del capital de treinta mil maravedís que habían recibido de ésta, hipotecando para ello "una haza de seis fanegas de tierra suias propias, que están a la parte de la Peña del Cid" y otra finca de "quatro aranzadas de viña menos una quarta, suias propias en el partido de Navalengua" (8). También en los Libros de Haciendas del Catastro de Ensenada de 1753 se menciona el nombre del paraje, como lugar en el que se hallaban ubicadas algunas de las parcelas de varios de los propietarios que allí se relacionan; es el caso, por ejemplo, del vecino don Luis Porcel que, además de otras, poseía una "pieza de tierra de sembradura de secano al sitio de la piedra del Zid distante desta villa medio quarto de legua que consiste en dos fanegas y un zelemín de mediana calidad. Se siembra un año de trigo y descansa dos" (9).
En la actualidad, las diez hectáreas que, como decíamos, ocupa el paraje en cuestión se encuentran plantadas en sus cuatro sextas partes de olivar, otra de viñedo y la restante de uso no agrícola, y por ellas discurre desde el sur hacia el norte el arroyo de la Noria en busca del cercano río Cabra, aprovechando la ligerísima pendiente que presenta el terreno en esa dirección. Sin embargo, en su parte noroeste, cerca del vértice donde confluyen el camino del Cañuelo y la N-331 y, concretamente, ocupando parte de la parcela catastral número ciento noventa y dos, se levanta un pequeño promontorio de cima aplanada, con unos cien metros de perímetro en su base y una altura de catorce metros sobre el nivel de la carretera, formado por una aglomeración de piedra caliza y cubierto, a pesar de ello, por varias plantas de olivar así como por algún que otro chaparro.
Detalle de un extremo del muro de una posible edificación de época medieval que se conserva en el paraje de la Piedra del CidEsta formación rocosa es perfectamente visible desde su cara que da vista a la citada vía de comunicación, al haber sido utilizada antiguamente a lo largo de los años como cantera para la extracción de piedra destinada a diversas obras de construcción, habiendo quedado aquí una concavidad con paredes escarpadas y signos evidentes del uso al que nos referimos. Precisamente, casi en lo más alto de una de estas paredes, la que queda más próxima al pueblo, se erige un fragmento de muro hecho de tapial, con orientación sur-norte, de apenas dos metros de largo, por veinticinco centímetros de ancho, y una altura de un metro y medio en su extremo sur, único sitio por donde se encuentra unido a la roca natural; la altura apuntada va disminuyendo progresivamente por su parte inferior hasta reducirse a tan sólo unos cuarenta centímetros en su extremo norte, el cual queda completamente al aire sin sujeción alguna, al igual que toda la base del muro, debido a las propias excavaciones producidas en el terreno. El tapial está elaborado de tierra mezclada con arena y pequeños trozos de piedra, debiendo en buena medida intervenir también la cal en su composición como elemento estabilizador y determinante de la gran solidez que presenta. Aunque a primera vista la estructura parece ser de origen medieval, únicamente el análisis de posibles restos de cerámica que se encuentren en la misma podría confirmarnos la datación que apuntamos.
Así mismo, esparcidos por toda la superficie del montículo y mezclados con la inmensa cantidad de guijarros que la cubren, pueden descubrirse algunos restos de elementos constructivos que, junto con el muro comentado, constituyen los únicos vestigios en el lugar de la existencia en otro tiempo de algún tipo de edificación. Si las paredes de este desaparecido edificio, según nos cuenta la tradición, fueron realmente testigos privilegiados de la célebre batalla y victoria del Cid Campeador sobre el ejército del rey moro granadino, es un secreto que el transcurso de los siglos y de la historia han dejado para siempre enterrado, al igual que también lo han sido sus derruidas y olvidadas ruinas.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)