viernes, 12 de enero de 2018

La Mora del Puente (Navaluenga, Ávila)

Se dice que una doncella mora, tal vez princesa, tan enamorada estaba de las tierras de la otra margen del río Alberche que todos los días lo vadeaba a caballo en época en que el río lo permitía y en una balsa de troncos de árbol cuando este crecía. Cierto día, abandonó como de costumbre el campamento que tenían instalado los moros en lo que hoy es el pueblo y se marchó a la otra margen, a la que ella consideraba el paraíso. Una tarde feliz estaba siendo aquella, que con el ansia de ver terminado el echarpe de colores tan vivos como los de la naturaleza apuraba su último ovillo. No apercibió que las sombras de la tarde habían hecho ya sus apariciones y que en lo alto, la nieve con su brillo anunciaba el peligro de los lobos, cuando de pronto los aullidos sobrecogedores de una manada, la hizo salir del embeleso en que la había sumido su labor.
Apresuradamente, cogió su echarpe y su ovillo. Corría a la margen derecha del río en busca de su balsa, cuando de repente se vio rodeada por las fieras. Cuando la noche hacía casi imposible ver, se advirtió en el campamento la demora de lo joven doncella y una sacudida de intranquilidad, de tragedia, zigzagueó por el poblado.
 Salieron en su busca con antorchas encendidas y al cabo de unas horas y con un carro de madera improvisaron una balsa para pasar al otro lado del río.
Allí, donde estaba asida la balsa en que debía retornar la doncella, hallaron un diminuto ovillo. Siguieron su hebra y no muy lejos de ese lugar llegaron al lugar donde la infortunada mora había saciado el hambre de las fieras. Meditando sobre lo ocurrido pensaron que de haber habido un puente unos metros más arriba, había tenido tiempo de llegar a la otra orilla y ponerse a salvo. Aquella misma noche acordaron la solución, construir el puente de Navaluenga

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