En 1923 se construyó este sanatorio en funcionamiento hasta la Guerra Civil. El enclave, rodeado de bosques, sería el lugar perfecto para la recuperación, aunque tan sólo fuese parcial, de los pacientes.
La alemana Bertha Wihelmi decidió dedicar su vida a los demás luchando contra la tuberculosis tras que su hermano muriera de dicha enfermedad, que por aquella época era en muchos casos incurable. Como mal menor, los infectados por la mortal dolencia que eran tratados a tiempo, disfrutaban de una muerte digna y de cierta calidad de vida en el escaso tiempo que los separaba de su inexorable final. Aquel triste suceso marcaría para siempre a la alemana. Con la intención de prestar auxilio a aquellos que sufrieran con la enfermedad que se había llevado a su hermano a la tumba, se instaló en Alfacar. En este hermoso rincón de la geografía española construyó un sanatorio, obra en la que empleó todos sus ahorros.
Los granadinos acogieron con estusiasmo la inauguración del hospital y la prensa de la época elogió ampliamente la iniciativa. Pronto sus instalaciones estuvieron repletas de afectados, que disfrutaron de las bondades de Bertha y sus enfermeros. Sin embargo, de la noche a la mañana sucedió algo extraño y el hospital fue clausurado. Los enfermos se vieron obligados a desalojar el centro, el cual desde entonces permanece en un lamentable estado de abandono. Cuenta la leyenda popular que Bertha no pudo soportar por más tiempo la ausencia de su hermano y se suicidó en una de las habitaciones del sanatorio, posiblemente ahorcada. Otras versiones, quizá más realistas, apuntan que su fallecimiento estuvo provocado por un derrame cerebral.
Al morir Berta nadie continuo manteniendo el hospital, llegando asi a la ruina.
Con el paso de los años se dice de personas que han estado en el hospital, de escuchar ruidos y de ver presencias extrañas.
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