La leyenda nos dice que el fantasma de la bella doncella morisca Zecilla, encarcelado en la Guerra de las Alpujarras por su amor por el joven cristiano Diego de Enciso, aún se encuentra en los muros de la antigua iglesia de Bubión cinco siglos después.
Los transeúntes dicen que han escuchado los lamentos de una mujer joven que viene de la torre, con un lamento que es suficiente para poner los pelos de punta. 450 años después del encarcelamiento de Zecilla, la leyenda perdura. E incluso hay quienes afirman que el espíritu desafortunado a veces desliza su mano por la entrada y, si un par de amantes tienen el coraje y la buena suerte de tocar la puerta en ese momento, recibirán el tesoro que ella guarda.
Todo comenzó en la Nochebuena de 1568, cuando los moriscos, o moros convertidos, del Reino de Granada renovaron su lealtad a sus antiguos reyes y se alzaron en armas contra la Corona y la Iglesia, a quienes consideraban la encarnación de todos sus los males
Los transeúntes dicen que han escuchado los lamentos de una mujer joven que viene de la torre, con un lamento que es suficiente para poner los pelos de punta. 450 años después del encarcelamiento de Zecilla, la leyenda perdura. E incluso hay quienes afirman que el espíritu desafortunado a veces desliza su mano por la entrada y, si un par de amantes tienen el coraje y la buena suerte de tocar la puerta en ese momento, recibirán el tesoro que ella guarda.
Todo comenzó en la Nochebuena de 1568, cuando los moriscos, o moros convertidos, del Reino de Granada renovaron su lealtad a sus antiguos reyes y se alzaron en armas contra la Corona y la Iglesia, a quienes consideraban la encarnación de todos sus los males
Los tambores de guerra sonaron en el Tahá de la Poqueira, y los viejos cristianos se refugiaron en la iglesia aún sin terminar.
Los moriscos finalmente lograron entrar por una puerta con barricadas y amenazaron con quemar la iglesia hasta el suelo. Los cristianos indefensos, dándose cuenta del peligro, se rindieron para salvarse de una muerte ardiente.
Uno de ellos fue Diego, el joven amante de Zecilla. Al reconocerlo, el padre de esta, agraviado por su relación, primero la encerró en la torre y luego llevó al desnudo y cautivo Diego a su casa con la intención de matarlo con sus propias manos, sordo a los ruegos de su hija que emanaba de la torre, todavía se puede escuchar a lo largo de la garganta de Poqueira.
Al final, Diego fue encarcelado junto a sus hermanos cristianos durante 19 días hasta que el rey de los moriscos, Aben Humeya, llegó al Tahá y ordenó que fueran enjuiciados. Pero el 13 de enero, una fiesta de avanzada de las tropas del Marqués de Mondéjar llegó a Bubión, liberando a los viejos cristianos, matando a los hombres que se habían levantado y encarcelando a mujeres y niños. Para entonces Aben Humeya había huido.
De pie junto a sus hombres en el puesto de vigilancia frente a las puertas de la iglesia, el capitán del marqués de Mondéjar, Álvaro Flores, fue el último en oír los sollozos inconsolables de Zecilla. Ella nunca sería escuchada de nuevo. Hay quienes dicen que permaneció encerrada en la torre por el resto de su vida, otros que fue tomada prisionera y exiliada.
Uno de ellos fue Diego, el joven amante de Zecilla. Al reconocerlo, el padre de esta, agraviado por su relación, primero la encerró en la torre y luego llevó al desnudo y cautivo Diego a su casa con la intención de matarlo con sus propias manos, sordo a los ruegos de su hija que emanaba de la torre, todavía se puede escuchar a lo largo de la garganta de Poqueira.
Al final, Diego fue encarcelado junto a sus hermanos cristianos durante 19 días hasta que el rey de los moriscos, Aben Humeya, llegó al Tahá y ordenó que fueran enjuiciados. Pero el 13 de enero, una fiesta de avanzada de las tropas del Marqués de Mondéjar llegó a Bubión, liberando a los viejos cristianos, matando a los hombres que se habían levantado y encarcelando a mujeres y niños. Para entonces Aben Humeya había huido.
De pie junto a sus hombres en el puesto de vigilancia frente a las puertas de la iglesia, el capitán del marqués de Mondéjar, Álvaro Flores, fue el último en oír los sollozos inconsolables de Zecilla. Ella nunca sería escuchada de nuevo. Hay quienes dicen que permaneció encerrada en la torre por el resto de su vida, otros que fue tomada prisionera y exiliada.
Lo único que sabemos con certeza es que su amor por el joven cristiano continúa moviendo a las parejas amorosas que pasan por la iglesia de Bubión.
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