Dentro de la renombrada Historia de Baeza del padre Torres[15], nos volvemos a encontrar con otra atractiva leyenda, pero esta vez referente a una mina de oro «especial» que se hallaba en el término municipal de Baños de la Encina (Jaén). Esta población está enclavada en las faldas de Sierra Morena, que es una cordillera del sur de España que separa la meseta Central de la depresión Bética. En este fabuloso relato, Torres no nos descubre nada que no supiésemos ya, es decir, que esa cordillera era rica en minerales. De hecho, la cuenca del río Rumblar ha sido lugar de asentamiento de numerosas colonias mineras, como lo demuestra la gran cantidad de restos arqueológicos localizados en esa zona. No obstante, lo que sí resulta novedoso es que situase minas de oro en esta zona, ya que la única riqueza minera de esta parte de la provincia de Jaén está constituida —casi en su totalidad— por yacimientos de galena argentífera (de la que se extrae plomo y plata) y algo de cobre.
Por lo tanto, nada nos hace pensar que en los parajes de Baños de la Encina pudiera encontrarse una mina de oro. Nada… excepto la Historia de Baeza del padre Torres. Nos cuenta este cronista que en la ribera de un río llamado Herrumbrar existía un corral de colmenas en un lugar llamado La Llejuela, en donde se veían unas ruinas esparcidas por el terreno, así como muchas columnas de alabastro. Nos sigue relatando Torres que esta antigua casa servía para el laboreo de una antigua mina de oro y que en las inmediaciones se hallaban «pedaços y escorias de metal». Para rematar el asunto, recurre a los socorridos moriscos, ya que un individuo «de esta ralea» llamado Damián de Baeza dio una cédula al licenciado Juan Muñoz, que a su vez la dio a un tal Pedro Navarrete. Pero vayamos por partes: ¿qué es una cédula? Pues ni más ni menos que un papel o pergamino escrito en el que, según Torres, se daban las señas de una mina «riquísima de oro» que estaba junto al edificio en ruinas que hemos indicado. Para concluir esta narración, el padre Torres nos cuenta que esta mina se perdió cuando los cristianos huyeron de la irrupción musulmana del año 711. El motivo de esta pérdida es que la cegaron, como a tantas otras, «porque no las goçassen…» los invasores.
Para saber si esa mina existe o existió alguna vez, habrá que revisar si los topónimos o las referencias que nos dice el padre Torres se ajustan o no a la realidad. Y el caso es que no andaba muy desencaminado del todo: para empezar, el río Herrumblar (en cuya ribera estaba la entrada a la mina) se trata del actual río Rumblar, que discurre muy cerca de la citada población de Baños de la Encina. La clave nos la da el padre Bilches en su obra Santos y santuarios del obispado de Jaén y Baeza[16], al citar al mismo río Herrumblar como uno de los límites de dicho obispado. De hecho, este nombre hace referencia a la herrumbre que contenían sus aguas y que seguramente provenía de las explotaciones mineras que se hallaban en su ribera. No obstante, lo que no se ha podido localizar en la toponimia local es esa Llejuela en cuyas cercanías se encontrarían los edificios anexos a la mina legendaria. Sin embargo, Torres nos proporciona otros datos muy interesantes al decir que, para llevar el material con que se levantaron las edificaciones anexas a las minas, fue preciso construir un carril «de poco más de cuatro leguas»[17]. Dicho camino iba desde las canteras de Cástulo, «que están entre Linares y Baños [de la Encina], junto al río Guadiel, no lejos de la Venta de Guadarromán» (la actual población de Guarromán, Jaén). Por lo tanto, si nos situamos en un plano y dibujamos un sinuoso camino desde esas canteras hasta el actual río Rumblar, tendríamos, más o menos, localizada la entrada a esa legendaria mina de oro. Además, lo más lógico es que esa mina estuviese en el margen izquierdo descendente del citado río Rumblar (tal y como se indica en el croquis adjunto), ya que, de lo contrario, habría sido necesario construir un puente sobre el río para llevar el material con el que se construyeron esos edificios.
Volviendo a la actualidad, es necesario recordar que los asentamientos mineros más antiguos e importantes que han sido documentados en dicha zona son los llamados «castilletes», es decir, poblados mineros fortificados que se localizan en la parte más interior de Sierra Morena, siendo los más representativos: Los Palazuelos, Escoriales, Huerta del Gato, Salas de Galiarda y el Cerro del Plomo en El Centenilla. El problema es que todos estos asentamientos se localizan en la ribera derecha descendente del río Rumblar, es decir, en su cuenca occidental. ¿Significa esto que Torres estaba fabulando? No tenía razón para ello, ya que también se han descubierto algunos asentamientos mineros en el margen izquierdo del río Rumblar, es decir, en la zona en donde se refería el padre Torres, como son: Peñalosa, Cortijo Salcedo, Piedras Bermejas, La Verónica, La Atalaya, Cien Ranas, Cerro Barragán y Cerro de los Túneles. De todos ellos, el que cuenta con más posibilidades de haber sido esa legendaria mina de oro es el llamado Cien Ranas[18], porque se encuentra «a poco más de cuatro leguas» (23 km) de esas canteras de las que nos hablaba el padre Torres[19] y, además, se localiza en la ribera oriental del río Rumblar. Este yacimiento arqueológico es un antiguo asentamiento minero de la edad del bronce pleno (años 2000-1250 a. C.), aunque también podría haber sido explotado por los iberios y los romanos. El establecimiento está situado en el término municipal de Baños de la Encina (Jaén) y cuenta con una extensión de algo más de dos hectáreas.
Otro dato importantísimo que nos proporciona Torres es cuando dice que en un cerro cercano «se ven muchas sepulturas». Este lugar se podría corresponder con una necrópolis asociada al asentamiento minero de Cien Ranas y ubicada en el mismo lugar o en los cercanos yacimientos de La Atalaya o Cerro Barragán, situados también en la cuenca alta del río Rumblar. En resumen, que ya podemos hacernos una idea del lugar en donde, según nuestro crédulo cronista, estaba ubicada la entrada de esa extraordinaria mina de oro: a unos 9 km del casco urbano de la actual villa de Baños de la Encina (Jaén) y aguas arriba del actual río Rumblar. Lo malo es que, de existir dicha entrada, estaría anegada porque las aguas del pantano del Rumblar, construido en los años cuarenta de la pasada centuria, cubrieron parte de esos parajes en aras del progreso. Y como nunca llueve a gusto de todos, esperemos que el efecto colateral de alguna pertinaz sequía acaso nos permitiera localizar esa legendaria mina, en la que muchos contemporáneos del padre Torres creyeron a pi
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